miércoles, 24 de febrero de 2016

SOBRE EL PACTO DEL PSOE CON CIUDADANOS

      Sus signatarios hablan de un “pacto histórico”; por boca de Íñigo Errejón, Podemos lo condena y da por rotas las negociaciones con el  PSOE; Alberto Garzón también lo rechaza. No menos hostil se muestra el PP.
    Pedro Sánchez y Albert Rivera pretenden haberse puesto en situación de cosechar apoyos por la derecha y por la izquierda, pero no se ve cómo, dada la alérgica reacción de unos y de otros.  La posibilidad de configurar un “gobierno de progreso” PSOE, Podemos, Unidad Popular-Izquierda Unida se puede dar por perdida: estas dos fuerzas consideran obvio que el acuerdo que acaba de firmarse es de derechas, pura y simplemente, del gusto del IBEX y, por lo tanto, apropiado para atraer al PP en cumplimiento de los ideales de lo que se llamó “gran coalición”. Pero el cuadro es más complejo. El PP no quiere saber nada. Y además, y esta es la sorpresa, los términos del acuerdo, si uno se toma el trabajo de leerlo, no pueden ser del gusto del IBEX, ni tampoco de los chantajistas de Bruselas.
    A su manera, Pedro Sánchez parece haber comprendido que debe producirse como socialdemócrata más o menos creíble, única manera de impedir que el PSOE acabe como el PASOK.  Rivera, por su parte, ha comprendido que no hay futuro para nadie si se aplican los dogmas neoliberales al pie de la letra, ni tampoco riéndole las gracias al PP, caído en el autismo y el desprestigio.
     Siempre consideré fácil que se produjese un entendimiento PSOE/Ciudadanos, por la similar hechura  intelectual de los señores Sevilla y Garicano. Pero nunca imaginé que con semejantes economistas de cabecera se pudiese redactar un texto como el que acabo de leer, en cuya urdimbre hay más hebras socialdemócratas que neoliberales.
     No se trata de un texto revolucionario, pero sí de un texto que responde a las demandas de millones de españoles, en el que se incluye el propósito de acabar con la ley mordaza, una defensa del Estado de Servicios y un plan contra la pobreza y la precariedad, así como una clara voluntad no hacer sufrir a la clase trabajadora, para lo cual, consecuentemente, se promete hacer pagar más impuestos a los que más tienen. Vale la pena leerlo con un mínimo de detenimiento y teniendo presentes, para contrastar, los mantras de la legislatura que ha llegado a su final. Se trata, a no dudar, de un texto  vomitivo para los economistas de cabecera del PP y para sus patronos de Bruselas. Tan seguro estoy de ello que  no termino de entender que la izquierda en cuanto tal lo rechace de plano, sobre la marcha además.
      Es como si esta izquierda no se hubiera percatado de la correlación de fuerzas, nada favorable a los planteamientos inmoderados, como si se empeñase en correr más de lo autorizado por el tempo democrático y por el dictado de las urnas, como si hubiera caído en la trampa del todo o nada, del ahora o nunca, como si hubiera perdido la perspicacia dialéctica.
    ¿Si no se puede gobernar, qué problema hay en dejar que Pedro Sánchez gobierne con ese programa, habida cuenta que, si no lo cumple, si es un puro engaño, será fácil echarlo abajo? ¿Acaso no le conviene a la izquierda propiamente dicha poner a Sánchez en situación de descubrir por sí mismo cómo se las gastan los chantajistas de Bruselas? ¿Y no le conviene a esta izquierda ganar tiempo, a la espera de su propio refinamiento, de ganarse la confianza de más gente con su buen hacer de oposición, y a la espera de que cuaje alternativa clara y distinta de orden europeo? ¿Y qué sentido tiene desdeñar la evolución del señor Sánchez, habida cuenta de que en el futuro harán falta todas las fuerzas progresistas, también la suya, para frenar en seco y de verdad la progresión de la Bestia neoliberal? 

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