A fuerza de trapisondas y mentiras alevosas los poderes públicos y sus asociados privados, ya adictos todos a la llamada “industria del asentimiento”, se dedican a dilapidar delante de nuestros ojos ese bien precioso llamado confianza, sin el cual ninguna sociedad abierta puede mantenerse en pie como tal.
Prívese a la democracia de la confianza, y se acabó. Y en el supuesto de que un sistema democrático pervertido pueda mantenerse con la sola asistencia de los despistados crónicos y de quienes por freudianos mecanismos son incapaces de contemplar el mal de frente, aseguro que conducirá a una catástrofe, de lo que tenemos ejemplos históricos más bien aterradores.
La desconfianza está batiendo todos los récords, y ya no es sólo un padecimiento de determinadas élites esclarecidas, pues viaja en taxi y se comenta en cualquier cafetería. Los más jóvenes se sienten “manipulados”, con la particularidad de que se asombran si uno se llama a escándalo (cuentan con la manipulación, lo que nos indica lo bien que hemos hecho las cosas sus mayores).
Viene esto a cuento de la gripe A, un asunto que huele a podrido [ http://vimeo.com/6790193]. Tal como están las cosas, no da ninguna gana ponerse la vacuna.
No soy un experto en gripe, pero Teresa Forcades, una monja benedictina, me merece más confianza que la mismísima OMS, lo que de suyo es indicativo de que la confianza está por los suelos. Teresa Forcades, médica y bióloga, se manifiesta claramente contra esta vacuna y –duele decirlo– lo que dice concuerda plenamente con ciertas informaciones repulsivas sobre la parte oscura del tinglado farmacéutico. A la pregunta de si creo que hay gente que es capaz de jugar con la salud humana por dinero, respondo que sí. Y que se lo pregunten también a John Le Carré.
En asuntos tan serios, el ciudadano de a pie quisiera poder fiarse de las Autoridades a ojos cerrados, pero ya no puede, ni en este campo ni en otros.
Porque llueve sobre mojado. Llevamos varios trágalas seguidos, ninguno de los cuales ha servido precisamente para aumentar nuestra confianza en el Sistema Global. ¡Tantas veces hemos sido sorprendidos en nuestra buena fe! En un orden decente, la desconfianza paranoica no tendría lugar, ni habría tanto espacio para teorías conspiratorias...
El antídoto contra la desconfianza se reduce a una fórmula bien conocida, con tres ingredientes: el compromiso con la verdad, la buena voluntad y el respeto por el prójimo. Ninguno de los tres se encuentra disponible en el Mercado.
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