Coinciden en el tiempo dos batallas presidenciales, la de Caja Madrid y la de la presidencia de la Unión europea. Para quienes tenemos cierta edad, es inevitable recordar las cábalas que se hacían en torno a las decisiones digitales del general Franco, y los apresurados comentarios sobre las aptitudes y tendencias de los beneficiarios de los cargos. Algo hemos progresado, pero no lo suficiente.
La democracia que disfrutamos es de muy cortos vuelos. Si por democracia entendemos que se nos deje entrever la trastienda, mal nos va. El Gran Dedo actúa, sin duda, en la terraza.
En lo tocante a los señores Rato, González y Pizarro, candidatos a la presidencia de Caja Madrid, sabe Dios por qué lo son y por qué se distinguen entre sí. El ciudadano tiene motivos para contemplar con irritación lo que parece simple pugna de poder entre distintas facciones, sobre cuyo contenido último no procede informar a la opinión pública. Sobre sus respectivos proyectos nada sabemos.
A escala ampliada, lo mismo sucede en el caso de la presidencia de la Unión. De pronto, reaparece Tony Blair como candidato. ¿Acaso fue votado en algún descuido por grandes masas de europeos? Tranquilo, amigo, que hay otros candidatos, los señores Jean-Claude Juncker, Jan Peter Balkenende, John Bruton y Frederik Reifendelt. Y parece que el que goza de mayores posibilidades es el señor Jan Peter Balkenende… Ahora bien, ¿qué sabemos de él, en realidad? ¡Que alguien nos explique de dónde surgen estos candidatos!
Ya que es una cuestión de personas y de sus amistades más que de programas razonables y comunicables, ante los cuales quepa el compromiso, habida cuenta de que se nos considera tan primitivos como ciudadanos, contando con el hecho de que los candidatos deben guardar silencio a la espera del dedazo, al menos deberíamos tener la posibilidad de olerlos y tocarlos.
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