Para que
nos hagamos una idea: en tiempos de la República, Alejandro Lerroux, a quien
los estafadores Strauss y Pearl (inventores del estraperlo) regalaron un caro
reloj, fue castigado con dureza en las elecciones de febrero de 1936: de tener
ochenta diputados, su Partido Radical pasó a tener sólo ocho. En tiempos más recientes, el
predicamento ético de los socialistas de Felipe González se vio arruinado no sólo por el GAL
sino también por las corruptelas, y lo pagaron en las urnas.
En
teoría, admitiendo que cierto
grado de corrupción acompaña al ejercicio del poder, se considera demostrado que
una democracia se encuentra mejor protegida contra este mal que una dictadura,
por definición incapaz de liberarse periódicamente de sus parásitos. Pero me intriga el veredicto de las
urnas en lo tocante a la trama Gürtel y a las actividades del señor Matas. Si a
la hora de la verdad, la Gürtel no pasa factura al PP, tendremos motivos
para exigir una revisión a fondo
de los mecanismos de autopurificación de nuestro sistema político, cuyo
saneamiento, en contra de lo que creen algunos miopes y ciertos oportunistas, no puede estar únicamente en manos
de la policía y de los jueces.
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