viernes, 9 de abril de 2010

EL PRECIO POLÍTICO DE LA CORRUPCIÓN

   ¿Es el votante de hoy menos sensible que el de ayer  ante el problema de la corrupción? Las urnas nos darán muy pronto la respuesta. 
   Para que nos hagamos una idea: en tiempos de la República, Alejandro Lerroux, a quien los estafadores Strauss y Pearl (inventores del estraperlo) regalaron un caro reloj, fue castigado con dureza en las elecciones de febrero de 1936: de tener ochenta diputados, su Partido Radical pasó a tener sólo ocho.  En tiempos más recientes, el predicamento ético de los socialistas de Felipe González  se vio arruinado no sólo por el GAL sino también por las corruptelas, y lo pagaron en las urnas.
    En teoría,  admitiendo que cierto grado de corrupción acompaña al ejercicio del poder, se considera demostrado que una democracia se encuentra mejor protegida contra este mal que una dictadura, por definición incapaz de liberarse periódicamente de sus parásitos.  Pero me intriga el veredicto de las urnas en lo tocante a la trama Gürtel y a las actividades del señor Matas. Si a la hora de la verdad, la Gürtel no pasa factura al PP, tendremos motivos para  exigir una revisión a fondo de los mecanismos de autopurificación de nuestro sistema político, cuyo saneamiento, en contra de lo que creen algunos miopes y ciertos oportunistas, no puede estar únicamente en manos de la policía y de los jueces.

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