Estados Unidos acaba de verse obligado de pedir perdón a Guatemala: ochocientos
guatemaltecos fueron utilizados como cobayas humanas para estudiar los efectos
de la penicilina sobre la sífilis y la blenorragia, allá por los años cuarenta…
Ya es una regla fatal que de estas cosas nadie se entere a tiempo.
Hemos llegado al colmo de sentirnos buenos. El doctor Mengele, ese sí que era
malo… Pero, ay, resulta que la desvalorización del ser humano es lo que tienen
en común tanto el comunismo, como el nazismo y el dolarismo. No hay otra explicación.
Mengele anda entre nosotros como Pedro por su casa. Nuestra
civilización está lo que se dice podrida. Sólo así se explica el trato
dispensado a los ochocientos guatemaltecos, nada sorprendente si tenemos en
cuenta que en centros universitarios de Nueva York, Illinois, California y
Tenessee se administraron, hasta bien entrados los años sesenta, inyecciones de
yodo radiactivo a pacientes desprevenidos, incluidas no pocas mujeres
embarazadas y niños subnormales... Sobre lo que está pasando en estos momentos nada sabemos y es inútil hacer preguntas, lo que no es lo que se dice tranquilizador.
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