sábado, 9 de octubre de 2010

SOBRE LA REFORMA DE LAS PENSIONES

     Ahora  se lleva reformar el sistema de pensiones. Antes bastaban diez años de cotización  para acceder a una pensión; de ahí  pasamos a quince, y ahora se habla de exigir veinte. También se habla de aumentar la edad de jubilación. Todos nos vemos invitados a estimar a ojo la situación futura, sobre la base de que “así no se puede seguir”, ya con la idea fija de que las normas convenidas apuntan a un colapso. La idea es que tú y yo seamos más previsores y sensatos que los beneficiarios de la gran juerga.
     Llueve sobre mojado, pues se exige  también una reforma laboral “en condiciones”, supuesta panacea para la reactivación económica y para una hipotética creación de empleo. Según nuestros dirigentes y  sus asociados mediáticos, no hay más remedio. Las medidas ya están encima de la mesa y, por lo visto,  sólo nos queda el derecho al pataleo, mientras nos vemos obligados a tomar conciencia de nuestra precipitación en lo que antes se llamaba el Tercer Mundo.
    Me parece vergonzoso que nos vengan con estas “reformas” cuando nada serio se ha hecho contra los causantes de la catástrofe económica global. Constato que a los gobiernos les resulta mucho más fácil obligar a sus ciudadanos a apretarse el cinturón que meter en cintura a los tiburones de las finanzas.  No sólo se inyecta nuestro dinero para salvarlos (el que tenemos y el que supuestamente ganaremos) ; también se nos priva de derechos adquiridos tras un prolongado esfuerzo colectivo, de varias generaciones, lo que ya es el colmo. No he  visto forma más loca de poner en entredicho el contrato social, ni forma más demente de abusar de la legitimidad democrática, ni manera más imperdonable de poner en peligro la cohesión social.

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