Dícese
que no ha ganado nadie, que la huelga ha sido un “éxito” y también “un
fracaso”. A mi parecer, ha sido la que cabía esperar, ni gorda ni flaca, la que
corresponde al momento, pero no por ello menos significativa.
Los trabajadores
y los parados europeos contemplamos con indignación los recortes en beneficio
de unos piratas de guante blanco y el manifiesto servilismo de nuestros
representantes ante su majestad el mercado. Y eso es lo que hemos querido
decir, con los mejores modales, con servicios mínimos, y espero, francamente,
que hayamos sido oídos.
Que
esta huelga haya sido tan cívica, con unos trabajando, con otros manifestándose
bajo la atenta mirada de los guardias, con piquetes simbólicos y demás
delicadezas no quiere decir que la partida haya concluido, tampoco que nos
encontremos en la inopia, en situación de ser chuleados ad infinitum. Al juego
elegante de esta huelga general le debe seguir una rectificación, con la misma
elegancia, con la misma cordura y sensatez. He escrito “le debe” a conciencia.
Lamentablemente, estamos ante un asunto de poder, y me temo que las altas
autoridades españolas y europeas lo pasarán por alto, creídas de con esta ceremoniosa huelga general "la protesta" ha tocado a su fin.
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