Mi
pronunciamiento a favor de la botadura de un Frente de izquierdas, en la línea
de lo que Juan Carlos Escudier considera “obligado” en las actuales
circunstancias, ha motivado un valioso comentario anónimo en el que se lee lo
siguiente:
“El movimiento
15-M NO es y NUNCA se ha definido como ‘de izquierdas’. Un frente común contra
el bipartidismo, bien. Pero... ¿por qué sólo de izquierdas?”
En el libro Palabras
para indignados [de descarga gratuita en esta misma página], Cristina
García-Rosales y yo hemos ofrecido nuestra opinión al respecto.
Creo que el
15 M cuenta con dos dimensiones.
Por un lado es y seguirá siendo una manifestación de la fraternidad humana, una
manifestación tanto teórica como práctica del humanismo. Como tal está por
encima de la dialéctica izquierda/derecha, en situación de ser alentado por las
personas de ambas sensibilidades que son contrarias a la barbarie de la Bestia
neoliberal.
En este
sentido, creo que el 15-M tiene en su haber el mérito de haber inaugurado el
giro que hará posible, no sólo en España, acabar con el imperio de dicha
Bestia. Ya ha demostrado ser capaz de pulsar las
cuerdas de la sensibilidad de personas muy distintas, de varias generaciones,
de distintas clases sociales, de diversas nacionalidades, e incluso de personas
situadas en la esfera del poder, como acreditan pronunciamientos como los de
Stiglitz o de Krugman, que no son precisamente gentes de a pie. Sólo el 15-M es
capaz de excitar por igual las fibras humanitarias de quienes protestan y de
quienes, para su dolor, se ven enviados reprimirlos, en lo que cabe ver una
esperanza de liberación para todos.
Pero el 15-M tiene
otro registro: en la práctica, es de izquierdas. Y hará bien –creo– en
reconocerlo abiertamente. Como movimiento espiritual puede aspirar a la
superación de la dialéctica izquierda/derecha, pero como empresa política no. Y
esto porque estamos muy lejos de haber llegado a la sociedad sin clases,
estando el poder establecido perfectamente colocado, en orden de batalla –por
el lado derecho, desde luego– para mantener a toda cosa el statu quo que el
15-M viene a cuestionar. Y el peor servicio que podría hacerle el 15-M a la
causa que defiende con sus limpios argumentos es servir al fraccionamiento de
sus defensores en nombre de un planteamiento adánico, cuyos beneficiarios
directos serían los genios de la mercadotecnia neoliberal.
He oído decir que el 15-M es
renuente a perder el apoyo de las personas que no se sentirían
cómodas en un conglomerado de izquierdas. Pero entiendo que no sería una
desgracia ni para él ni para el país que los indignados de derechas, que los
hay, se sintieran incomodados en este punto crucial y, por lo tanto, en
situación de replantearse algunas cosas, empezando por el servicio que la
derecha real le ha estado haciendo a la Bestia neoliberal.
A estos indignados de derechas, supongo que cristiano demócratas, les corresponde la difícil misión de combatir a esta Bestia neoliberal en la misma guarida en que se calienta y se da cuerda a sí misma. Y les toca también contribuir al restablecimiento de un diálogo constructivo entre la izquierda y la derecha, diálogo que es absolutamente necesario si se quiere impedir la estúpida reiteración de los errores que tan caros le han salido a este país, en teoría ya madura para dejar atrás el drama de las dos Españas.
El 15-M como un todo apunta claramente al restablecimiento de lo humano en la cima de nuestra escala de valores y al derrocamiento de la cultura del dinero. Tarea enorme para la que hacen falta todas las personas de buena voluntad, sean de izquierdas o de derechas, pero también una toma de posición en el terreno de juego político.
A estos indignados de derechas, supongo que cristiano demócratas, les corresponde la difícil misión de combatir a esta Bestia neoliberal en la misma guarida en que se calienta y se da cuerda a sí misma. Y les toca también contribuir al restablecimiento de un diálogo constructivo entre la izquierda y la derecha, diálogo que es absolutamente necesario si se quiere impedir la estúpida reiteración de los errores que tan caros le han salido a este país, en teoría ya madura para dejar atrás el drama de las dos Españas.
El 15-M como un todo apunta claramente al restablecimiento de lo humano en la cima de nuestra escala de valores y al derrocamiento de la cultura del dinero. Tarea enorme para la que hacen falta todas las personas de buena voluntad, sean de izquierdas o de derechas, pero también una toma de posición en el terreno de juego político.
No sé mañana, pero hoy está claro, en
la práctica, de qué lado está el 15-M. La definición de un movimiento político
no depende sólo de la que tenga a bien darse, porque es casi siempre decisivo
la que le dan las fuerzas adversas. Las voces insultantes de la derecha
establecida no han dejado, al respecto, el menor margen de duda. Con todo, ya
sé que habrá quien desee persistir en la indefinición, a pesar de esos insultos
y de la mano tendida de la izquierda. Sin embargo, tengo por obvio que el 15-M, , si bien está
llamado a regenerar el conjunto del sistema democrático, es esencialmente de
izquierdas, por sus dichos y por sus hechos, por su estilo, por su atmósfera y
también por sus oponentes. Y por lo tanto, creo que debe
obrar como tal, en asociación con otras fuerzas que están a la izquierda, que
desde hace años trabajan, a veces muy sufridamente, en la misma dirección. Desdeñar la experiencia y el
conocimiento del terreno de políticos tales como Gaspar Llamazares, Cayo Lara o
Juan
López de Uralde sería una torpeza, al menos a mi juicio, como sería un error
aferrarse a la juventud, error ya cometido en pasados tiempos por quienes
deseaban empezar de nuevas. Más bien, le toca al 15-M contribuir a que esos políticos se vean obligados a sentarse a la mesa, por el bien de todos.
Sospecho que la resistencia a admitir
que el 15-M es de izquierdas tiene que ver, más que con la realidad, con un
efecto de las leyendas sobre el fin de la historia, con los rollos de los
filósofos posmodernos –tan gratos al poder establecido–, con la reverberación
del ideal tecnocrático y, en definitiva, con la ceremonia de confusión que
llevó a Bernard Henri-Levy a afirmar que Sarkozy era de izquierdas y que llevó
a decir al señor Rajoy que las personas de izquierdas podían votar
confiadamente al PP. ¿Se va a dejar el 15-M manipular por estos gastados trucos,
por estas tonterías puestas en circulación para confundir a las personas que
leen?
Creo además que, en nuestro caso, eso de
no ser ni de izquierdas ni de derechas viene dictado por un factor particular: el
rechazo que causan el PSOE y el PP, entendidos el uno y el otro como modelos de
sus respectivas ideologías, para colmo complementarios. El instintivo rechazo,
aunque comprensible, podría dar lugar a derivas indeseables, al menos desde mi
óptica, que es la de un sexagenario.
En mi
memoria, eso de no ser de izquierdas ni de derechas se encuentra asociado a los
pronunciamientos de Mussolini, Hitler y Franco, como también las diatribas
contra la política y los políticos. Cuando alguien se sitúa por encima de
todos, al modo de esos tiranos, cuando se siembra el correspondiente odio a los
“politicastros”, comienza siempre una cuenta atrás que acaba con la voladura
del sistema democrático. Y como el 15-M es democrático (en este punto, su
definición ha sido clara y rotunda) y no va a entrar en ese juego perverso,
tendrá que tomar posiciones en el encuadre político real.
Sería muy de lamentar, añado, que, por persistir en una posición superior, se
dedicase a segar los pies de los políticos concretos que representan la opción
de izquierdas y, al mismo tiempo, se pusiese en situación de ser desfigurado
por los siniestros genios de la mercadotecnia que sirve a la Bestia neoliberal,
que ya se están relamiendo con la perversa idea de presentar a dicha Bestia como garante de la libertad y de la democracia.
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