Nos tenemos muy creído que empezó a finales de 2008, lo que forma parte de un autoengaño colectivo. La enfermedad viene de lejos y si alguien da muestras de haberse visto "sorprendido" por sus alcances, una de dos, o es un tontaina o es un personaje que no merece ningún crédito intelectual. Estamos ante las consecuencias de casi cuarenta años de galopada neoliberal.
Se veía venir este descarrilamiento. Lo veía venir cualquier lector de La cultura de la satisfacción, de J. K. Galbraith, publicado en 1992… con su inolvidable capítulo quinto, titulado “Licencia para la devastación financiera”, cualquier lector –por ejemplo– de El poder en la sombra, de Noreena Hertz, publicado en 2001…
Acabarán con el capitalismo, del empresario francés Claude Bébéar, data del año 2003 y George Soros lleva años dando voces de alarma. Por su parte, Naomi Klein tuvo tiempo de escribir –con trágicos visos de anticipación– su documentado libro La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre, publicado en 2007… Avisados sí que estábamos.
La única novedad es que ahora nos vemos directamente afectados, no como antes. Debimos poner las barbas en remojo al ver de qué forma eran desplumados los pueblos indefensos, al ver como unos y otros se veían obligados a emigrar en busca del privilegio de ser explotados, al ver de qué manera se vampirizaba al mismísimo pueblo norteamericano. ¿Por qué esperábamos librarnos nosotros, a ver si me entero? La economía canalla, bien definida por Loretta Napoleoni, no perdona a nadie. A las pruebas me remito.
Ya a la altura de 1992 se calculó que sólo un 10 por ciento de los valores mercadeados en la red financiera global tienen algo que ver con el comercio de bienes y servicios. Para entonces ya se sabía lo que da de sí el “capitalismo de amiguetes”, por utilizar la expresión acuñada por Joseph Stiglitz.
No hace falta ser un genio para reconocer que la presente crisis empezó cuando dio comienzo el enterramiento de la Trinidad de Dahrendorf a mediados de los años setenta. La cohesión social, el desarrollo económico y la misma democracia, los tres elementos de dicha trinidad, desaparecieron bajo un montón de irresponsable palabrería neoliberal. Ahora, la única esperanza es que Obama consiga rescatarla. Si no lo consigue, tendremos que atenernos a la ley de la jungla.
Tienes toda la razón, Manolo. Y una fuente más que preconizó el desastre: Susan George, en "El informe Lugano".
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