Los españoles tenemos buenos motivos para prestar atención al caso
griego. De momento, lo único que ha obtenido el mendicante Papandreu es un vago
compromiso de “apoyo político”. Como lo que menos le conviene a la Europa
pudiente es que Grecia acabe a las órdenes del Fondo Monetario Internacional,
con un previsible daño para el euro, ¿cómo es posible que no haya
recibido auxilio económico inmediato? ¿Acaso la Europa comunitaria no está en condiciones de echarle una
mano a Grecia? ¿O hemos de suponer que no quiere y que por eso se aferra a la letra pequeña del contrato de
adhesión a la moneda única?
Ya dije
que la Europa de los mercaderes tiene sus limitaciones… Y entre ellas figura la
incapacidad para hacer los deberes en el plano de la cohesión social. El plan
de ajuste que el socialista Papandreu va a imponer a los griegos para
satisfacer las exigencias del Sistema implica, como es obvio, el traslado a las
buenas gentes de la factura de la monumental juerga de otros, lo que empieza a
aparecer como lo que es: una costumbre de los juerguistas. Cuando Grecia se
encuentre totalmente postrada, cuando su suelo y su gente, quizá el Partenón
mismo, no valgan nada, entonces y sólo entonces se convertirá en un bocado apetitoso
para los señores inversores del mundo entero.
Ya
decía Himkelamert que el Tercer Mundo está creciendo en el espacio del Primer
Mundo. Vamos hacia un mundo de ricos sin nacionalidad y pobres sin fronteras,
sin lo que antes se entendió por clase media, demasiado cara de mantener o, mejor dicho, suculenta como alimento
para los tiburones. No hace
falta ningún adivino para predecir un desastre.
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