Siempre se dijo que los jóvenes tienden al idealismo y los mayores a la
acomodación, lo que tiene su lógica: a medida que las fuerzas se gastan, es más
difícil nadar contra la corriente.
Pero hoy se presencian fenómenos extraños, que no tienen nada que ver
con el cansancio, ni tampoco con búsquedas existenciales más o menos honradas.
Roger Garaudy –por poner un ejemplo extremo– pudo pasar del existencialismo al
comunismo, de ahí al cristianismo y después al islamismo. No sé en que anda
ahora, si vive o no, pero podemos estar seguros de que, a su manera, buscó la
verdad, y no seré yo quien se lo eche en cara. Lo que me intriga es que hoy
haya tantos intelectuales que, de
pronto, sin haber hecho la menor autocrítica, pasen de la izquierda a la
derecha sin escalas y sin razones, siendo muy celebrados por ello. Es un fenómeno de tipo migratorio, en esa
dirección.
El
converso pasa de un sistema de creencias en crisis a otro que también lo está.
Y ya se sabe como son todos los conversos, más bien fanáticos. La
experiencia no ha tenido tiempo de limarles las aristas y son muy propensos a
hacer méritos, lo que les lleva a decir lo que las personas de derechas de toda la vida pueden callar sin ver alterada su autoestima. El sujeto cambiado es interlocutor molesto porque se comporta como si hubiese descubierto
el Mediterráneo y te demanda una comprensión absoluta, lejos de haber recibido una lección de humildad. Por lo visto, se ha caído
del caballo en el camino de Damasco, y a su autorizado parecer no te queda otra
opción que tirarte tú también, aunque vivas en Madrid y sólo veas propiamente
el vacío a los pies de tu cabalgadura. Me los quedo mirando, a ver si los entiendo. ¿Hablaban como loros también
antes? ¿Será sólo una cuestión de dinero? Hay que tomarse en serio este
fenómeno, porque estos transformistas parecen haberse aplicado todos a una a la tarea de ganar la batalla de las
ideas por segunda vez, ahora desde el campo contrario, lo que –me temo– no augura nada
bueno para la verdad, ni menos aún para la búsqueda de la verdad.
¿Lo dice a lo mejor por Hermann Tertsch o Antonio Pérez Henares? A mí también me sorprende y perturba que algunos de los más furibundos personajes del mundo conservador hayan sido socialistas o comunistas hace no tanto.
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