Premio
Nobel de Economía, Stiglitz es también un fino escritor y un tipo valiente,
pues con libros así no creo que se vaya a ganar el cielo en esta tierra. Habrá
quien le tome mortalmente a mal que deje en cueros a los capos de las finanzas
y a los políticos de ambos lados del Atlántico, Obama incluido. Quizá con la esperanza de ser
oído por esta gente, el economista emplea un tono muy parecido al que un padre
emplea con un adolescente caído en la adicción a la velocidad o al alcohol. Los primates que tienen nuestro destino en sus manos sólo han tenido reflejos para transferir el pufo al desprevenido contribuyente, y esto por medio de medidas tanto públicas como clandestinas, como revela este libro. Por lo tanto, pretender que entren en razón no pasa de ser una esperanza infundada. Amigos: no quiero ni pensar en lo que nos espera.
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