Como estamos viendo, contra Podemos vale cualquier cosa. Parece que
tendrían que horrorizarnos sus buenas relaciones con Venezuela, Ecuador o
Argentina, con los llamados “populismos” hispanoamericanos que tanto sulfuran al
establishment mundial.
Se batalla por dejar fuera de juego al nuevo partido, como cosa completamente extraña al
venturoso sistema en que habitamos, como algo de importación
que debería darnos un miedo espantoso. Como si los países mencionados no
hubieran sido víctimas del mismo atropello neoliberal que ahora nos toca sufrir
a nosotros, como si sus gobiernos
hubieran sido elegidos caprichosamente, no por el mayoritario deseo de
detenerlo y revertirlo.
A ver si la gente va a votar aterrada, a ver si se refugia en lo malo
conocido sin osar ni el más pequeño paso hacia lo nuevo. La técnica falló en
Grecia, pero se supone que aquí dejará las cosas más o menos como están.
El propósito de ocultar lo que Podemos tiene de consecuencia –de
respuesta al atropello sufrido– es una irresponsabilidad histórica. Por lo
visto, aquí hay que dar por sentado que se puede desplumar a los españoles
en beneficio de una minoría local y transnacional entre cánticos de alabanza y
agradecimiento.
Y es irresponsabilidad muy grave por otro motivo a todas luces
innombrable: de seguir en las mismas, nuestros gobernantes actuales y sus asociados obligarán a
Podemos a radicalizarse quién sabe hasta qué extremos. Esto según las
elementales lecciones de la historia. Si ya les parece, tal como es, tan
radical y tan comunista, ya me contarán. Claro que me será dicho que ellos, tan
sensatos, nada han tenido que ver
con tan previsible consecuencia por venir la radicalización en el lote o
potencial de Podemos. Y responderé que fue de necios jugar con fuego o, mejor dicho, con el común de los mortales.
En estos momentos, Podemos
emplea un discurso moderado, nada revolucionario, enfocado a encontrar un nuevo
equilibrio, o lo que es lo mismo a detener y revertir los usos neoliberales que amenazan con
devolvernos a lo peor del siglo
XIX. Y claro que esto ya se considera horripilante, aunque sea una exigencia de
lo más razonable tanto en términos de justicia como en términos de mera
sostenibilidad del proyecto democrático europeo, hoy en crisis total.
Desde dentro de Podemos habrá quien le pida a Pablo Iglesias que
aproveche para darle la patada al capitalismo en cuanto tal, en vista de su
incompatibilidad con el bien común (ya verificada hasta la náusea). Otros le
pedirán, simplemente, moderación, conciencia de los propios límites y la
claridad de ideas y la firmeza a las que renunciaron el PSOE y la izquierda europea en aras de la vergonzosa
acomodación que nos condujo a este berenjenal. Si los moderados se ven
desairados, los radicales se cargarán de razón, si es que no la tienen ya.
El curso de los acontecimientos no depende solo de la moderación de Podemos. Lo que haga el sistema es decisivo. Si le niega a Podemos el pan y la sal, si lo único que se le ocurre es enterrarlo en basura mediática, la cosa se pondrá fea de verdad tanto si se queda en la oposición como si llega al poder teniéndolo que compartir o como si se alzase con una de esas mayorías absolutas que tan mal le sientan al país. Acabaría radicalizándose por la misma fuerza de los hechos. Actualmente, Podemos no es un mal para nuestra democracia, sino una medicina, fuerte eso sí. Como lo es Syriza en Grecia y en Europa, que se juega su razón de ser en el envite.
El curso de los acontecimientos no depende solo de la moderación de Podemos. Lo que haga el sistema es decisivo. Si le niega a Podemos el pan y la sal, si lo único que se le ocurre es enterrarlo en basura mediática, la cosa se pondrá fea de verdad tanto si se queda en la oposición como si llega al poder teniéndolo que compartir o como si se alzase con una de esas mayorías absolutas que tan mal le sientan al país. Acabaría radicalizándose por la misma fuerza de los hechos. Actualmente, Podemos no es un mal para nuestra democracia, sino una medicina, fuerte eso sí. Como lo es Syriza en Grecia y en Europa, que se juega su razón de ser en el envite.