Incertidumbre, lamentaciones, pánico también. El brexit no es una buena noticia, tampoco para los europeístas
indignados, entre los que me cuento.
Hay quien imagina que lo sucedido puede dar lugar a una reacción inteligente
por parte de los amos de la Comunidad Europea, a los que se supone interesados
en evitar su desintegración. Yo no lo tengo claro. Hubo muchas señales de alarma,
y como si nada. Si tomamos en consideración las razones esgrimidas para el
brexit, incompatibles con un proyecto común, la desintegración ya ha dado
comienzo. El auge del nacionalismo de corte xenófobo es de por sí una señal de
que a esos señores la cosa se les ha ido de las manos.
Las autoridades se han empleado a fondo, han movilizado al completo su
maquinaria mediática, han metido todo el miedo que han podido en las
conciencias, y nada. Los del brexit como si oyeran llover. Pérdida de autoridad
se llama esto. Llegará el día en que las buenas gentes harán, por norma, lo contrario
de lo que se les pida. La mercadotecnia política empieza a dar muestras de
agotamiento. De ello no
se sigue una mejor comprensión de las realidades, lo que no dudo en atribuir al daño intelectual acumulado.
Las gentes del dinero pondrán en orden sus asuntos de aquí a
poco gracias a la complicidad de sus pares del otro lado del Canal y de allende
el océano, e incluso ganarán aun más. Sospecho que ni siquiera habría habido
referéndum en ausencia de tan obvia perspectiva. A fin de cuentas, a pesar de
haber lanzado por la borda gran parte de su contenido social y ecológico, la
Unión Europea todavía es un estorbo desde la óptica de los tiburones más
impacientes y feroces.
Los que se van a llevar una sorpresa
tremenda, precisamente por no contar con dichos tiburones, son los partidarios del
brexit. Descubrirán que sus asuntos no mejoran, que sigue haciendo falta mano
de obra extranjera, etc. Descubrirán, imagino que con espanto, que el Reino
Unido está tan desnacionalizado como el que más, que tal cosa no se remedia por el simple procedimiento de independizarse de Bruselas, descubrirán que el poder no les sirve a
ellos sino una minoría transnacional, que ese poder no respeta a nadie, tampoco
a los compatriotas, no menos apetitosos que los pakistaníes de tercera generación; descubrirán, en suma, que la han fastidiado, no ahora sino
hace décadas.
Una de las peculiaridades del neoliberalismo: si por un lado aspira a llevar hasta sus últimas consecuencias la globalización, para la cual la desnacionalización es un requisito, por el otro no tiene mejor idea que atacar el internacionalismo ilustrado y a la idea misma de humanidad, atizando divisiones, excitando lo religioso, lo étnico e incluso lo racial, haciendo llamamientos a lo comunitario, burlándose del multiculturalismo y sus razones. Ya estamos viendo con qué resultados y, de seguir así, veremos cosas mucho peores.
Una de las peculiaridades del neoliberalismo: si por un lado aspira a llevar hasta sus últimas consecuencias la globalización, para la cual la desnacionalización es un requisito, por el otro no tiene mejor idea que atacar el internacionalismo ilustrado y a la idea misma de humanidad, atizando divisiones, excitando lo religioso, lo étnico e incluso lo racial, haciendo llamamientos a lo comunitario, burlándose del multiculturalismo y sus razones. Ya estamos viendo con qué resultados y, de seguir así, veremos cosas mucho peores.