miércoles, 10 de febrero de 2016

CASO TITIRITEROS: ESTO NO HA TERMINADO

    Por fin, al cabo de cinco días, nada menos,  el juez ha excarcelado a nuestros dos titiriteros… Pero, ay, con una justificación que demuestra que seguimos metidos en un bucle de lo más inquietante. Se nos hace saber que ya no representan ningún peligro para la sociedad, no habiendo riesgo de fuga, no habiendo riesgo de “reiteración delictiva […] en razón de que ha sido incautado judicialmente todo el material”.
    Increíble pero cierto: el teatrillo y los monigotes se encuentran en poder de las autoridades. Si ya es fuerte imaginar a la bruja,  a don Cristóbal y demás títeres en el espacio reservado a bombas de relojería y quién sabe qué mecanismos peligrosos, me estremece imaginar cómo se encuentran los artistas, privados de su por definición simpatiquísimo e inofensivo medio de expresarse.
    La señora Carmena acaba de declarar que es una “buenísima noticia” que los artistas, por fin conocidos por sus nombres, Alonso Lázaro de Lafuente y Raúl García, hayan sido excarcelados. También para mí lo es. Se diría que la alcaldesa y yo temimos que no hubiera nada que hacer dada la magnitud de los cargos y la implacabilidad kafkiana del mecanismo. 
    Ahora bien, atención, porque libres en el sentido que he demandado en mi apunte anterior no lo son en absoluto. No solo se ven privados de sus monigotes y de su teatrillo; también de sus pasaportes. Todos los días tendrán que acudir a la comisaría, y los cargos (“enaltecimiento del terrorismo”,  “incitación al odio”, etc.), no han sido retirados. Les espera a lo que parece un calvario burocrático, a saber con qué final desgraciado en forma de multa o de enchironamiento, de acuerdo con la modalidad represiva que se encuentra en pleno rodaje.
     Como el lector ya habrá advertido, llamo artistas a Alonso Lázaro y Raúl García. Lo son y como tales deben ser tratados y defendidos, sin merma ni limitación. Merecen, por lo tanto, el respaldo de nuestros artistas e intelectuales, que en un asunto que les compete tan directamente no deberían verse obnubilados por cuestiones secundarias como el horario de la función, la falta de renombre de la compañía Títeres desde Abajo o sus proclividades anarquistas. La mema presunción de que la cosa no va con uno es de lo peor, y prefiero no poner ejemplos históricos. 

lunes, 8 de febrero de 2016

¡TITIRITEROS, LIBERTAD!

    Ahora resulta que dos titiriteros han sido pasaportados del guiñol al trullo, cual criminales pillados con las manos en la masa en algún sangriento negocio. Me parece de pésimo pronóstico que tal cosa pueda ocurrir en nuestro país con el aplauso de no pocos opinantes de  peso.
     Veo en ello un síntoma claro de que aquí todavía abundan las personas que no se han enterado de qué cosa es la libertad de expresión. Asistimos, de hecho, a un creciente ataque contra ella al socaire de intereses que nada tienen que ver con la salud de una sociedad abierta digna de tal nombre. Raspas un poco y resulta que bajo una fina capa de liberalismo subyace el organismo verdadero, todo él intolerante hasta  la médula.  O nos tomamos en serio la libertad de expresión y la defendemos con uñas y dientes (nos guste o no lo expresado), o estamos fritos.
     Me será dicho que los titiriteros del grupo Títeres desde Abajo han incurrido en el delito de “enaltecimiento del terrorismo”con su obra La bruja y don Cristóbal.  Es lo que dice el ministro del ramo y lo  que por lo visto piensa el juez que los mandó a la cárcel. Y núblase la conciencia, como antaño ante palabras como “masón”, “comunista” o “fascista”.
    El concepto de “enaltecimiento del terrorismo” se amplía o encoge como un acordeón. No parece lejano el día en que cualquier expresión o comportamiento crítico aparezca en ese rubro. Sin ir más lejos, los dos titiriteros presos sufren en su piel una de esas licencias que se toma el sistema  a partir del impreciso concepto.
    Oigo protestas airadas contra el Ayuntamiento, por haber programado la obrilla con motivo de las fiestas de carnaval. Dichas protestas no son lo más significativo (la historia de las representaciones teatrales que acabaron mal ocuparía varios volúmenes). Lo significativo fue que se llamase a la policía, metida de súbito en un problema molestísimo.
    ¿Acaso le corresponde a la policía juzgar sobre la marcha el contenido de una obra ya empezada, se le puede pedir? A partir de esa  llamada teléfono  (¿y cómo no iba a actuar la policía al oír la voz “terrorismo" con el agravante de comportamiento escandaloso ante los niños?), se produjo la escalada de despropósitos, dejándonos ver el mecanismo represor en toda su crudeza. Como no será que el propio Ayuntamiento ha demandado a los titiriteros, una manera de abandonarlos a su suerte y de darse por engañado. Un mal rollo. En los viejos tiempos la función habría contado con un delegado gubernativo, con poderes para detenerla, y el texto habría pasado por las manos de un censor. ¿Es a eso a lo que queremos volver? ¡A cuatro años de cárcel se exponen los titiriteros!
    Las primeras noticias que recibí de este “escándalo”  hacían referencia a una exaltación de la ETA, a una monja violada y a una serie de asesinatos (todo de pésimo gusto). Cuando por fin pude encontrar un resumen del argumento, me sorprendí al no encontrar ninguna monja violada ni tampoco “enaltecimiento del terrorismo”.  No se trata de una obra para niños pequeños,  ni fue concebida como tal. El error fue no advertir a los padres de lo que se les venía encima.
       Ahora bien, a juzgar por el resumen, el mensaje de La bruja y don Cristóbal es, oh ironía,  de género moralizante,  clásico además, mil veces recreado en todos los formatos artísticos: la injusticia, con sus valedores habituales,  genera una sucesión de desgracias. Un buen tema de conversación para padres e hijos.
     Claro que alguien dirá que lo grave aquí es que la bruja se sobreponga a los sucesivos ataques de las autoridades, siendo lo bastante bruja como para conseguir que el juez se ahorque en su lugar. ¿Es a esto a lo que hoy se llama enaltecimiento del terrorismo? En fin, amigos, lo dicho. Me sumo a quienes piden la libertad de los titiriteros, por una cuestión de principios en primer lugar. ¿O es que aquí hace falta ser brujo para ganarle la partida a don Cristóbal?

viernes, 5 de febrero de 2016

LA PROPUESTA DE IGLESIAS A SÁNCHEZ

     El primer encuentro formal de estos dos líderes políticos me producía, seré sincero, cierta inquietud. ¿Y si a la hora de la verdad Iglesias le ponía las cosas fáciles a Sánchez, por tales o cuales motivos, por una responsabilidad de Estado mal entendida, por ejemplo?
     Ya estoy tranquilo. Iglesias no me ha defraudado. Lo que él propone a Sánchez es una “coalición de progreso” PSOE-Podemos-Confluencias-Unidad Popular-IU, incompatible con fuerzas de la derecha. De modo que si Sánchez quiere negociar a derechas con Ciudadanos, debe olvidarse de Podemos. Más claro, agua. ¡Y menos mal!
    Iglesias todavía se declara esperanzado, quizá Sánchez opte por Podemos... Hasta le pareció proclive a ello. Sin embargo, el líder socialista ya salió por peteneras, decidido a seguir negociando con Ciudadanos, que a su vez le pide que negocie también con el PP. Las líneas rojas de unos otros están claras gracias a las precisiones de Iglesias, y esto es muy de agradecer. Me alegra que el líder de Podemos haya arrojado lejos de sí  la tentación del gatopardismo, afirmándose como un líder de izquierdas hecho y derecho. En este lance está jugando sus cartas con acierto.
    La posibilidad de que Sánchez se avenga a formar un “gobierno de progreso” con Podemos y sus afines no entra en mis previsiones.  Sánchez apunta a un “gobierno moderado y  reformista”,  cosa muy distinta. Sin embargo, hay que agradecerle que se haya reunido con Iglesias en un clima de cordialidad. Hay que agradecérselo, aunque para ello no haya corrido ningún riesgo. Tengamos en cuenta que al  establishment le gustaría que Sánchez fuera capaz de seducir y embridar a Podemos, algo imposible sin  “dialogar”, el verbo de moda. Lo ideal para el establishment sería abducirlo ya, con suavidad, antes de que se erija en una molestia tipo Syriza.
     Sobre el papel, es mucho lo que se juega Sánchez tras el órdago de Iglesias. Durante su breve ejercicio de liderazgo, ha intentado reverdecer la titulación socialista de su partido, ha intentado ir de progresista, sea por su propio impulso, por entender que el PSOE acabará como el PASOK si sigue en las mismas o por ambas cosas a la vez. Pero cuesta creer que pueda mantener el rumbo, habida cuenta de que su partido ya está enviciado con la acomodación. Ahora mismo, por ejemplo, sus pares europeos se encuentran en complaciente sintonía con sus homólogos del PP, metidos hasta el cuello en la turbia negociación del TTIP y el TiSA. De ahí que en ciertos labios las palabras progresistas suenen a hueco, en el mejor de los casos a fantasías personales.
     Entiendo que lo mejor que le puede pasar a Podemos es no pringarse en el débil gobierno que resulte de las negociaciones en curso. Lo primero que ocurrirá cuando ese gobierno se concrete se ve venir: una nueva vuelta de tuerca del garrote neoliberal. Lo que a la izquierda le conviene es que la culpa recaiga en los culpables, directa  e íntegramente. Las elecciones del 20-D demostraron que mucha gente sabe ya de qué va esto, pero no la suficiente. Paciencia. El respaldo a la izquierda aumentará, el tiempo corre a su favor. De aquí a poco, la Bestia neoliberal ya no podrá engañar a nadie, ni aquí ni en Europa.

lunes, 1 de febrero de 2016

¿Y PARA QUÉ SIRVE EL PARLAMENTO?

    Mucho se ha perorado últimamente sobre la “regeneración democrática” y la “transparencia”, y ahora resulta que todo  lo relativo a la tarea de formar gobierno se opera en la trastienda del sistema, como en tiempos de Franco mismamente.
     Los votantes del 20-D nos tenemos que contentar con una sucesión de ceremoniosas  escenas en Palacio y con declaraciones a la prensa de los diversos líderes políticos, ya sea equívocas o beligerantes, todavía en tonillo electoral y todas informales,  nada informativas, polisémicas, con segundas intenciones y, por ende, sofísticas. Es lamentable, ¿no creen?
     Como demócrata que soy, no se me puede pedir que me tome a la ligera este modus operandi extraparlamentario. Me parece anormal, sospechoso, insano, oscurantista, nada democrático,  franquistoide, y también una forma de retrasar sine die la obligación de que unos y otros muestren sus cartas.
     ¿No es el colmo que los señores parlamentarios electos del PSOE no se basten a sí mismos para tomar decisiones inaplazables, siendo considerado normal que se vean presionados por elementos no electos de pasadas épocas? ¿No es el colmo que el candidato a la presidencia del PP pase por alto la obligación de exponer sus propósitos en sede parlamentaria, para ganar o para perder apoyos  con luz y taquígrafos, como es debido?
     Si el Parlamento estuviera operativo, puestas ya las cartas sobre la mesa, ya sabríamos a qué atenernos. Tendríamos ya presidente, o sabríamos ya la fecha de la nueva cita con las urnas, con una ventaja añadida: tendríamos, además, los elementos de juicio necesarios para ratificar o enmendar el voto del 20-D. Tal como están las cosas, en este clima de secreteo y navajeo extraparlamentario, si hay nuevas elecciones, iremos a las urnas como si en el ínterin hubiéramos estado en la luna de Valencia.

viernes, 29 de enero de 2016

HABLÓ FELIPE GONZÁLEZ

    El ex presidente está empeñado en convencernos de las bondades de un gobierno PP-Ciudadanos, al que, según su parecer, el PSOE debería dar su anuencia.  Se ha apeado de su gran coalición PP-PSOE, lo que nada tiene de extraño a la luz de los resultados electorales.
    La existencia de Ciudadanos podría servir, cree,  para salvar al PSOE. Lo de la Gran Coalición era una jugada a la desesperada, tramada para salvar el status quo, no a su partido. Vista no le falta a González. Ahora ve la ocasión de que el PSOE, ofreciendo unos servicios menores, pueda eludir la responsabilidad por los recortes y atropellos que se avecinan. Y tanto le complace su arreglo que no ve ningún inconveniente en dejarle el campo libre al PP,  decidido a hacer la vista gorda ante los aspectos de este partido que a muchos nos han revuelto las tripas.
     Y memorable ha sido su juicio sobre Podemos. Se trata, nos dice, de un partido leninista y chavista de la peor especie, en lo que, significativamente, viene a coincidir con la apreciación de José María Aznar, ya convencido de que el propósito secreto de Podemos es cargarse la democracia.
     No se trata de una pequeña anécdota al margen. Que ambos personajes, insignes voceros del establishment, nos vengan con estas es mucho más grave que la pueril campaña encaminada a pintarnos como grandes corruptos y vendidos a Iglesias, Monedero y Errejón. Eso es lo que piensa el establishment, capaz de presentarse como el campeón mundial de las libertades.
    Por lo visto, ya no se considera lo bastante fuerte tildar a Podemos de populista. Es leninista, antidemocrático,  esto es, potencialmente violento. Lo que de buenas a primeras justifica que se prefiera apoyar a Rajoy en este trance, y podría justificar luego cualquier medida de excepción.
  Si tenemos en cuenta lo dicho por González, ¿qué posibilidades tiene Pedro Sánchez de entenderse con Podemos? Ninguna, y además se demuestra que Podemos hizo muy bien en poner duras condiciones a un posible pacto de gobierno con el PSOE. 
    El  PSOE está dividido, y la parte progresista, la de Pérez Tapias, en evidente minoría. No por otra razón ha habido espacio de sobra para el nacimiento y la expansión de Podemos, tema que el señor Felipe González pasa por alto en todas sus intervenciones como si también él, como un posmoderno más, considerase inanes las consideraciones históricas más elementales. Este hombre quiere seguir arrogándose el monopolio de la izquierda después de haberla traicionado alevosamente, y encima se permite meter miedo a los ignorantes y a los timoratos con eso del leninismo. Antes se apelaba al comunismo y  al oro de Moscú para mejor perseguir a cualquier opositor, hoy al leninismo y mañana al oro de Irán...