Por
lo visto, no le parece turbador que el partido republicano derive hacia las
aguas de la señora Palin y hasta da por seguro que a la izquierda ese
movimiento le causa terror… Esperemos que no siga por allí, lo que sería una
irresponsabilidad por su parte.
Mal
asunto que nuestra presidenta se exprese en términos tan frívolos.
Contrariamente a lo que ella cree, el Tea Party le causa asco a la izquierda,
no terror. Y por lo que se refiere a los observadores sensatos, tanto de
izquierdas como de derechas, dicho movimiento es motivo de vergüenza ajena. Por allí anda el señor David Harmer, socio californiano de la Palin, conciliando el amor a la bandera con la iniciativa de abolir la enseñanza pública... ¡En la patria de Dewey! Estamos hablando de un movimiento retrógrado, que nada tiene de liberal, como acredita su devoción por el creacionismo.
Que en
Estados Unidos cunda el fundamentalismo
de la señora Palin y de sus muy paletos seguidores –tras los que se ve
la mano de gentes poderosas y avispadas decididas a manipular el invento–, no
es una buena noticia para los demócratas del mundo entero. Algo debe ir muy mal
en aquel país. Y la pregunta es: ¿a
qué viene en España la simpatía por una cosa así? ¿Ganas de estar en la onda? ¿Ganas de provocar? ¿O ganas de importar la enfermedad, algo que por lo visto tienta al señor Berlusconi?
Y
hay una cuestión de fondo a considerar: cuando la derecha se deja abducir por
movimientos emocionales y avasallantes de ese estilo, los sistemas políticos
mejor pensados acaban saltando por los aires.