jueves, 26 de mayo de 2016

QUERIDO JEAN-CLAUDE

    Leo en el periódico la carta que Mariano Rajoy le envió a Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, fechada el 5 de mayo. Curioso documento, a saber si hecho público por una infidencia maliciosa o deliberadamente, como parte de la campaña electoral. Me inclino a creer lo segundo.
      La carta me da la impresión de estar dirigida a Jean-Claude, buen amigo, y de paso, como lección de ortodoxia, a los seguidores del presidente en funciones. Para pedirle un favor a Juncker, bastaba medio folio, y la carta tiene cuatro.
      Rajoy presume de su amistad con Juncker y de sus formidables logros económicos. Quiere disculparse por no haber cumplido el objetivo del déficit, una marchita en su expediente. No se le puede reprochar por  ser el primer defensor del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.  La culpa recae, nos dice, en la “ralentización del crecimiento mundial”, en las repetidas citas electorales, causantes de algunos desmanes económicos en las administraciones que no dependen de su control. Ruega a su querido Jean-Claude que España no sea castigada. Pide tiempo.
   “Una vez que haya un nuevo gobierno, estamos dispuestos a tomar nuevas medidas” [de ajuste], “en la segunda mitad del año”.  Nótese que Rajoy está tan identificado con ese nuevo gobierno que le sobran las reservas y los matices. Y esto me parece dirigido al consumo interno, pues he de suponer que el señor Juncker no ignora que la situación es más compleja (me temo que la promesa podría irritarle a tenor de las circunstancias).
     También para consumo interno me parecen los párrafos en que Rajoy presume de sus éxitos. Se felicita por su “intensa agenda de reformas”, muy en particular por la reforma del mercado de trabajo. Es admirable lo que ha conseguido en solo cuatro años: “Hemos pasado de perder bienestar, empleo y confianza a mejorar la situación social, crear empleo y tener nuevas expectativas de futuro”.
    No creo que con semejante frase entresacada del argumentario genovés  Rajoy pueda aspirar  a ilustrar y conmover la conciencia del muy curtido señor Juncker, a quien imagino algo impaciente, con una media sonrisita algo sarcástica. ¡Hay que ver este Rajoy!
    Ahora se crea empleo “a ritmos muy intensos”. “El crecimiento español es equilibrado”, de “base sólida”, “sin endeudamiento exterior”…   La economía española es ahora “competitiva”, se crean empresas, etc.
     Suena cínico, con Juncker en el ajo, o podría tratarse de un caso de ingenuidad y entonces cabría imaginar la preocupación del aludido Juncker. Una cosa es mentir y otra creerse las propias mentiras. Este Rajoy parece estarse pasando de la raya. ¿Es que pretende quedarse conmigo?
   Enumerados los logros de Rajoy –y esto es lo grave– queda demostrada la bondad de las políticas aplicadas por orden de Bruselas. No dudo de que a Juncker le gusta que así se exponga y así parezca. Y no dudo de que le habrá hecho cosquillas la siguiente frase de Rajoy: “Ambos compartimos que, tanto la estabilidad de la zona euro como la mejora del bienestar social son objetivos esenciales de la política económica de la Unión Europea”.
    ¿Cinismo o ingenuidad?, se pregunta uno otra vez. Venirnos con el sofisma de que el austericidio apunta al bienestar social es el colmo, y más en una carta oficialmente dirigida al señor Juncker, el organizador del centro de evasores corporativos radicado en Luxemburgo. ¡El austericidio como panacea universal al servicio del bien común! En fin, gracias a esta carta, quedan expuestos, en negro sobre blanco, los objetivos esenciales,lastimosamente contradictorios.

lunes, 23 de mayo de 2016

Y EL 26 DE JUNIO, ELECCIONES GENERALES

     Ya cansado de los acuerdos imposibles y los juegos de prestidigitación  política, irritado incluso, enfilo con mis expectativas por la breve recta que conduce a las urnas. Confieso que tengo que hacer un considerable esfuerzo para reconocer lo obvio, a saber, que el 26 de junio tendrá lugar una cita electoral de la mayor trascendencia. No será una cita más en una situación de normalidad. Los resultados y la evolución de los acontecimientos pondrán a prueba la salud de nuestro sistema democrático y, al mismo tiempo, determinarán nuestro rumbo en asuntos mundiales gravísimos. Piénsese en el monstruoso peso de la deuda, en el vaciamiento de la hucha de las pensiones, en el artículo 135, en los recortes en educación y sanidad previstos para después de estas elecciones, en la miseria ciudadana y, por supuesto, en el TTIP.
     Desde el 20-D hasta la fecha, la única novedad de relieve ha sido la alianza de Podemos, Izquierda Unida y Equo, una fuerza cuyos límites no hay manera de calcular por adelantado, pero que por su sola existencia representa una aclaración de los términos de la batalla política en que nos vemos inmersos. Podemos ha dejado de jugar a la gallina ciega, ha renunciado a dárselas de centrista, o de pícaramente indeciso, para asumir la representación que ya le atribuían tanto sus adversarios como el grueso de sus seguidores, a saber, la representación de los votantes de la izquierda real.
      El nombre Unidos Podemos oculta la palabra izquierda,  pero ya da igual.  Sobre esta fuerza caerán  todos los proyectiles del repertorio neoliberal. Será tildada de comunista, leninista, trotskista, chavista, madurista y demás, se ponga como se ponga. A mi modesto entender lo peor que puede hacer es dar la menor señal de sufrir algún complejo de inferioridad. (Apréndase de la derecha, que de acomplejada  por motivos más que sobrados pasó, tras repetidos baños en asertividad, a no dudar ni de sus mentiras y  a presumir de una buena conciencia a toda prueba.)
     Como ya he dicho alguna vez el centro del espacio político no pasa de ser una ficción electoral. El centro es hoy una delgada tierra de nadie. De un lado, el frente neoliberal, del otro un frente antineoliberal. Ya le gustaría a uno que hubiera más variedad, pero no la hay. Lo que hay es temor. Y se votará bajo la influencia del temor, perfectamente justificado por otra parte. 
     Habrá quien vote al PP por miedo a lo desconocido y por creer que si se está incondicionalmente de parte del poder universal uno será objeto de trato preferente. Esta versión del síndrome de Estocolmo explica, en parte, que varios millones de españoles hagan la vista gorda a la corrupción y a los síntomas de narcolepsia.
    Habrá quien vote al PSOE con la esperanza de que a fuerza de compadreos con dicho poder, acierte a arrancarle unas migajas. Y naturalmente, algún votante habrá que votará a Ciudadanos imbuido de la misma ceguera, acaso con la esperanza de que Rivera sea un neoliberal más consecuente que Rajoy y, por lo tanto, aun más grato a los ojos de la Troika. Me refiero, claro es, a votantes que todavía no terminan de creer que el aludido poder pueda estar tan loco como para conducirnos a la ruina a todos, también a sus cómplices.
    Quienes temen a Unidos Podemos tienen, como se ve, tres opciones, y cabe pensar que son numerosos, como también son muchos los que votarán a esta opción en busca de algo que oponer a la galopada neoliberal.
    Ni qué decir tiene que también el votante de Unidos Podemos pasará por momentos de prueba, de temor. Temor a que Iglesias y los suyos se queden cortos o se pasen, temor a la reacción de poder, temor a un chasco como el de Syriza. Así pues, el temor que hasta ayer mismo se cebó en los negociadores, ahora ha vuelto a los votantes. Lo que no se detecta es ilusión. 

jueves, 14 de abril de 2016

DANDO LARGAS POR PURO MIEDO...

      Las idas y venidas para la no formación de gobierno revelan un miedo cerval  a quedar al descubierto como lo que se es. Se reprocha al PP que se limite a escurrir en bulto; pero a sus oponentes,  aunque parezcan más activos, se les puede hacer el mismo reproche.
     Se masca  un doble miedo, a perder votos y a  las reacciones de los poderes fácticos  locales y transnacionales. No es de extrañar que estemos donde estábamos ( y donde estaremos también mañana, y después de una eventual repetición de las elecciones). No se trata de miedos paranoicos.
      Para entender lo que nos pasa hay que tener presente la gravitación de la Bestia neoliberal, una máquina de destruir partidos y sistemas políticos. La situación de impasse no obedece a simples desavenencias personales ni a una ridícula pelea por las poltronas. Es el resultado de un oscuro fenómeno de poder, completamente patológico, para nada democrático, propio de estos tiempos de radical envilecimiento.
     Los acuerdos políticos entre fuerzas políticas distintas solo son posibles en función de los  altos intereses comunes. Pero  no hay manera de llegar a ellos cuando tales intereses, por la misma fuerza de los hechos, se han visto suplantados por los rastreros intereses de la Bestia neoliberal.
     Declararse a favor de la Bestia y levantar grandes olas de repugnancia viene a ser lo mismo. Declararse en contra de ella, le hace a uno merecedor de conmiseración, pues tal parece la mejor manera de provocar sus instintos carniceros, perspectiva que solo seduce a un puñado de valientes.  
     Declararse en parte a favor y en parte en contra, le hace quedar a uno como un tramposo o, en el mejor de los casos, como un estúpido. Se entiende que nadie quiera mostrar sus cartas, que se pierda el tiempo en cominerías, que ni se mente el artículo 135 de la Constitución, que no se hable ni del TTIP ni del TiSA, ni de los emigrantes, ni de  nada trascendente.
     Si el PP se declarase decidido a seguir bailando como un oso de feria al compás marcado por la Bestia, como hizo hasta la fecha,  acabaría políticamente en la ruina, en situación peor que la de Nueva Democracia. Su neoliberalismo hace tiempo que perdió la pátina de novedad y ya todo el mundo sabe que sirve en exclusiva a los intereses de una minoría de bandidos cuya pretensión es  retrotraernos a lo peor del siglo XIX.
     La hora de prometer no sé que capitalismo popular, no sé que sociedad de propietarios, no sé que bondades  del libre mercado, de las privatizaciones y de la propia austeridad, todo eso ya quedó atrás.  La Bestia, que ya no engaña a nadie. Ha agotado sus recursos de marketing. Ahora va a actuar por las bravas, como hizo en Grecia. Por lo tanto, mejor callar: eso no se puede decir. Vamos, que ningún canalla presume de serlo. Y por eso guarda silencio el PP, como callan los empresarios y los especuladores (cuyo autodominio verbal en estos momentos nos indica que son los primeros en saber que no les conviene expresar sus auténticos deseos).
    La situación del PSOE y  Ciudadanos no es menos patética: creen de sabios poner una vela a Dios y otra al diablo. Se las arreglan para que solo veamos sus lindas intenciones sociales, enmascaran su repulsiva fidelidad a la Bestia. Seguro estoy de que tan tremenda contradicción los destrozará. La creencia de que desalojar a Rajoy  equivale a tener un programa “de progreso” es de género tonto. No resistirá el primer empujón de la dura realidad. 
     El caso de Podemos es más complejo, pero tampoco está exento de patetismo. Sobre él pesan los mismos miedos incapacitantes. Ha jugado y pretende seguir jugando a la "centralidad".  Se supone que lo mejor es vestirse de oveja,  por aquello de que las elecciones las deciden los votantes de centro.  Al parecer, es cierto por lo que se refiere a las circunstancias normales,  pero, ojo, porque las de ahora no son normales en absoluto. Que yo sepa, además, a estas alturas ya nadie se fía de las ovejas.
     Podemos da una de cal y otra de arena,  propina coces y amaneradas cortesías  en plan metódico, otra forma de marear la perdiz. También este partido tendrá que elegir. En la actual situación, aunque la aglomeración en el espacio central se preste a engaño,  no hay centralidad que valga. Ya lo veremos pasado mañana, en cuanto se agote la paciencia de los chantajistas de Bruselas.
     En definitiva, o Podemos paga el precio de la domesticación y se gradúa en acomodación, o tendrá que de estar a la altura de las expectativas ciudadanas que le dieron vida, de las que precisamente depende su supervivencia y su crecimiento. No hay término medio.  A diferencia de los otros partidos mencionados, Podemos nada perderá si lo reconoce de una vez por todas.
     O con la Bestia o contra ella. Y como la Bestia, implacable en eso de que conmigo o contra mí, ya sabe que Podemos no nació para darle el gusto ni en público ni bajo cuerda, este partido se engañaría a sí mismo si creyese posible y ventajoso camuflar su razón de ser. ¿Qué ganaría si dejarse pervertir, quizá en nombre de una responsabilidad mal entendida, por los miedos que atenazan a los demás? Nada. Como esos miedos amenazan con reducir nuestra democracia a una mascarada lamentable, bueno sería que por responsable se entendiese el comportamiento de aquel que no se dejase manipular por ellos.

viernes, 8 de abril de 2016

EL COLMO: SEGUIMOS DE “NEGOCIACIONES” PARA FORMAR GOBIERNO…

    Como era de prever, el PSOE, Ciudadanos y Podemos han sido incapaces de entenderse. Ahora parece que Pablo Iglesias consultará a las bases de Podemos para que sean ellas las que decidan si se debe o no  dar vía libre al proyecto del PSOE y Ciudadanos. Que nadie desee ser considerado responsable de que se vaya a nuevas elecciones no es estímulo  suficiente para que unas negociaciones de este tipo lleguen a buen puerto. Los señores negociadores deberían renunciar a esta modalidad política de avestruces, sacar las cabezas de sus respectivos montículos y reconocer de una vez que no van a entenderse nunca con movimientos del trasero que ya empiezan irritar a los bienpensantes y a los indignados por igual.
     Yo opino que Podemos debería allanar el camino a un gobierno PSOE-Ciudadanos basado en el acuerdo programático suscrito por estas dos fuerzas. Mas vale pájaro en mano que ciento volando.
     Es cierto que ni siquiera sobre el papel se puede considerar estupendo  ese acuerdo. Como ha sido pergeñado para no perder votos, entre una cita electoral catastrófica y una posible repetición de las elecciones, como se redactó con la vista puesta en atraer a Podemos,  no es lo que se dice de fiar. Si se llegase a un gobierno PSOE/Ciudadanos, lo más probable es que sea pulido hasta la desfiguración.  Ahora bien, no por ello es completamente despreciable en estos momentos: contiene ingredientes mejores que el tremendo más de lo mismo que nos espera si Sánchez se estrella. 
     En su pacto con Ciudadanos, el PSOE  ha dejado ver hasta dónde es capaz de llegar. Quiere moverse dentro del terreno de juego convencional, sin saltarse ningún límite, y eludiendo cualquier confrontación directa con los amos del cotarro, tratando, al mismo tiempo de recuperar apoyo electoral entre las numerosas víctimas de estos, escondiendo, de cualquier manera y con muchas sonrisas, lo contradictorio de ambos propósitos. Pedirle que se comporte como una izquierda seria es pedir peras al olmo y, además, así está en su papel, para felicidad del grueso de sus votantes.
     Ya es mucho que Sánchez haya preferido ir del brazo de Rivera y rechazar Rajoy (como es mucho que Rivera haya preferido a Sánchez). Y visto lo visto, ¿qué sentido tiene forzar a esta pareja a ir más allá de sus posibilidades? Yo no le veo ninguno, como no le veo ventaja alguna a los insultos oportunistas, que están envenenando la atmósfera del público espectador.
     En cambio, le veo el sentido y la gracia a dejar que el PSOE y Ciudadanos se muestren como lo que son. Que expongan de paso a la vista de todos la futilidad de cualquier oposición blandengue contra el orden de cosas establecido. Eso, que jueguen el juego de la acomodación que tan bien conocen. 
      Si Podemos diese vía libre al tándem PSOE/Ciudadanos no solo conseguiría desalojar al PP del poder. Porque también ampliaría el campo de la izquierda propiamente dicha, única beneficiaria política de los palos que se avecinan. ¿Acaso le conviene pringarse en un gobierno débil obligado a vender como deliciosos  los recortes que figuran en la agenda de Bruselas? Yo creo que no, francamente.  Si uno piensa en los desafíos que se nos vienen encima, sería muy de agradecer contar, por lo menos, con una oposición seria, bien organizada, coherente, libre de compromisos incompatibles con su esencia, capaz de decir verdades como puños y, por lo tanto, en situación de ser creída,  perfectamente diferenciada de lo que se ha dado en llamar "la vieja política".  A buen entendedor pocas palabras: “más vale retroceder un palmo que avanzar un milímetro”. Es una cuestión de estrategia.

viernes, 18 de marzo de 2016

¿INHUMANOS O POSTHUMANOS?

     Europa se desliza, a cámara lenta, hacia la barbarie de sus tiempos más oscuros. Y esto, me digo, solo puede ser así por el olvido de sus antecedentes peores, en parte atribuible a los relevos generacionales, pero sobre todo a la recaída en el sórdido darwinismo social que inspiró al mismísimo Hitler, la clave de arco de la mentalidad neoliberal.  Hay varias hornadas de europeos formateados en función de los intereses neoliberales, poco o nada interesadas en la historia y sus lecciones, claramente desprovistas referencias morales y filosóficas de altura. No estamos simplemente, como uno quisiera creer, ante unos dirigentes de muy baja estofa moral. El mal habita en incontables europeos, no solo en aquellos que son víctimas del lepenismo y sus variantes. Hay miles de presuntos liberales que están en la misma onda, más o menos disimuladamente. 
    Las criminales políticas de los chantajistas de Bruselas en Grecia, ¿habrían sido posibles de no contar con el apoyo tácito de incontables europeos  bienpensantes? Lo dudo. Como dudo de que, sin considerable apoyo de clase bienpensante se pudiese seguir maltratando a los refugiados que llaman a las puertas de Europa en demanda de protección y asilo.
     A propósito de la idea de enviar a los refugiados a Turquía se me ocurrió decir, en una reunión, que me subleva el propósito de crear allí un campo de concentración gigantesco. Los reunidos saltaron como víboras.
     Es una buenísima idea, me dijeron, para limpiar las calles de Europa, para hacer posibles las devoluciones en caliente, para seleccionar después a los refugiados auténticos, que son pocos…
   El razonamiento: como los auténticos refugiados son pocos (?), no hay problema en asimilarlos, el problema es la avalancha de pillos, de individuos que quieren vivir bien a nuestra costa… A continuación, hablaron de la gentuza, de los peligros del “efecto llamada”, de las alemanas acosadas y violadas, de la infiltración terrorista, todos de acuerdo en que aquí no hay sitio, de que Europa tiene derecho a defender su modo de vida.
    Ya no me sorprendió que celebraran las alambradas, los muros, la acometida de los buldozers contra el jungla de Calais, las multas contra las acciones humanitarias a título individual, las políticas de Cameron, etc., etc. Intenté recordar la responsabilidad de Europa en las demenciales guerras y expoliaciones que han tenido este drama por consecuencia. ¿Responsabilidad?, se enfadaron. Ninguna responsabilidad:  hay pueblos atrasados, semibárbaros, medievales, a los que es contraproducente tratar de ayudar.
      Era una reunión de personas ilustradas y viajadas, antaño aparentemente progresistas, y  sentí náuseas:  Hablaban de los emigrados como otros, en su día, hablaron de los indios pieles rojas o de los judíos. ¿Inhumanos o posthumanos, de qué van estos europeos de mediano pasar? ¿De dónde sacan la estúpida creencia de que el sistema que maltrata a sirios, afganos, libios, iraquíes o lo que sea, tendrá a bien protegerles  a ellos de la barbarie que forma parte de su abecé? Encima de malos,  merecedores de un cero en empatía, los tengo por unos  imbéciles.

lunes, 7 de marzo de 2016

CREO QUE PODEMOS SE HA EQUIVOCADO

    Por lo visto no soy el único que tiene esta impresión en el campo de quienes no somos afectos ni al PSOE ni a Ciudadanos.  Íñigo Sáenz de Ugarte reprocha a Podemos su “maximalismo”. El profesor Juan Torres López, coautor del borrador de un posible programa económico de Podemos, ha dejado una bien razonada constancia de su incomodidad. El fiscal Villarejo se ha dado directamente de baja del partido, en señal de protesta.
      Iglesias y Errejón anuncian ahora que tienen –que siempre han tenido…– la “mano tendida", pero que yo sepa, la política del patadón y la mano tendida nunca ha funcionado. Y no le va a funcionar a Podemos, como tampoco a Rajoy, que acaba de anunciar, como gran cosa, que “esta semana” tendrá a bien llamar a Sánchez, como si aquí no hubiera pasado nada.
      Por el lado izquierdo no se suelen tomar en consideración dos hechos de la mayor relevancia. El primero  es  que el entendimiento entre Sánchez y Rivera comporta  la exclusión de Mariano Rajoy y, de últimas, su jubilación.  Este no era el guión de la Gran Coalición. Estamos ante una novedad que merece ser alentada en la medida de lo posible, no vaya a ser que el rajoyato se prolongue de una forma u otra como consecuencia del desdén de la izquierda. 
     Otra novedad es, desde luego, el texto del acuerdo firmado por los líderes del PSOE y Ciudadanos. Si estos no han querido bailar como osos en la feria monotemática del PP, es evidente que sí han querido ganarse la aprobación de los parlamentarios de la izquierda. De hecho, el documento que firmaron tiene tantos mimbres socialdemócratas que con toda razón el señor Rajoy puede decir que su política económica se iría al carajo en caso de aplicarse.
     Por descontado que ese documento no colma las aspiraciones de la izquierda, pero algo es algo, un indicio significativo, no el único, de que los tiempos están cambiado y de que los viejos mantras neoliberales ya no funcionan, admisión que por venir de partidos del mismísimo establishment merece interés y aliento, no desdén.
     Por descontado que Ciudadanos no ha cambiado de piel. Por descontado que el PSOE tendrá que hacer muchas cosas más para reintegrarse a la órbita de una izquierda seria, pero, ¿qué se gana desdeñando la propuesta? ¡Solo dañar a los líderes de Ciudadanos y del PSOE, dejarlos a los pies de las facciones más cerriles de sus respectivas formaciones y darle el gusto al IBEX y a los chantajistas de Bruselas!   No tiene gracia.
      Para colmo,  ya puesta a desdeñar ese acuerdo y a confundirlo con los gustos de la Gran Coalición, la izquierda se expone tontamente a que la tilden de intransigente e insaciable, de proceder maquiavélicamente, de jugar al cuanto peor mejor, y otras cosas por el estilo, encima sin ningún beneficio conocido.
     A quienes verdaderamente beneficia el desdén de la propuesta de Ciudadanos y el PSOE es a quienes desean continuar la galopada neoliberal a cara descubierta. Y me parece muy mal rechazar que otro gobierne en base a ese acuerdo habida cuenta de que la izquierda propiamente dicha carece la fuerza necesaria para gobernar por sí misma en estos momentos (lo que quizá sea una suerte, desde luego que nada fácil de reconocer como tal).  El horno no está para bollos. Y hasta podría ocurrir que, obligada a gobernar antes de tiempo, esta izquierda acabase pergeñando un programa de gobierno más o menos similar al que nos ha sido propuesto. 

miércoles, 2 de marzo de 2016

LO BUENO Y LO MALO DE LA SESIÓN DE NO INVESTIDURA

    Lo bueno es que  por fin nuestros representantes muestran sus cartas en el Parlamento; y lo malo es que esas cartas vienen mal dadas: cualquier entendimiento posterior olerá a cuerno quemado, a chapuza contra natura. Las fuerzas que a izquierdas y derechas  han sido llamadas a refrendar la investidura de Pedro Sánchez han pegado tan duro y a la cabeza que no hay manera de imaginar un entendimiento futuro entre  apalizados y apalizadores.
     Como hemos visto, la propuesta de Pedro Sánchez y Albert Rivera ha sido virulentamente rechazada tanto por la derecha como por la izquierda. Rajoy se la toma por la tremenda, como un ataque directo contra su maravillosa política económica,  Iglesias la desprecia por su tibieza y su ambigüedad. No les falta razón a ninguno de los dos, no hay entendimiento posible. Es verdad que en esa propuesta hay, a pesar de la intervención de Rivera, ingredientes socialdemócratas contrarios a la galopada neoliberal, como es verdad que no en grado necesario para frenarla… Pero, ¿está Rajoy en condiciones de continuar su galopada sin inmutarse? No, evidentemente, como tampoco está Iglesias en condiciones de frenarla en seco.
   No es extraño ni tampoco infame que Pedro Sánchez y Albert Rivera hayan perfilado su propuesta sin perder de vista el asqueroso contexto neoliberal en que nos movemos y las filias y las fobias de los amos del cotarro. Otra cosa habría sido irresponsable por su parte. Como habría  sido una irresponsabilidad, y ya una locura, no introducir elementos de corrección. No se puede seguir en las mismas porque el sistema mismo está perdiendo legitimidad a chorros. Su propuesta me parece modesta en el mejor sentido de la palabra, esto es, concebida a la luz de la conciencia de los propios límites. En cambio, tanto la respuesta de Rajoy como la de Iglesias me parecen fruto de la desmesura, de la ausencia total de dicha conciencia. No es raro, por lo tanto, que tanto Sánchez como Rivera me parecieran  presidenciables a diferencia de sus feroces oponentes.
    Añadiré que no entiendo que la izquierda propiamente dicha no valore  la propuesta de Sánchez y Rivera. No entiendo que desperdicie la oportunidad de dejar fuera de juego al PP. No entiendo que desdeñe la posibilidad de hacer valer su peso, medida tras medida, en el Parlamento, ni que se olvide de que la llave de la gobernabilidad estaría en sus manos  (con la ventaja de que los palos de Bruselas se los llevaría otro).
    No entiendo que use en plan escandaloso la evidencia de que el PSOE ha sido y es parte del establishment (¡vaya novedad!) con la aviesa intención de burlarse de los pujos socialdemócratas de Sánchez, en sí mismo novedoso. ¿Qué gana la izquierda con dejarlo a los pies de la parte peor y dominante de dicho partido? No entiendo que no se contemple la posibilidad de que el sucesor de Sánchez sea precisamente de esa parte peor. No entiendo que se deje la puerta entreabierta para que se nos cuele en el sistema algún Monti. En fin, que ni entiendo ni trago la desmesura, la falta de sentido de las proporciones y de las propias fuerzas, y menos cuando se trata de ideales tan altos como la justicia social y de empresas tan difíciles como detener a la horda neoliberal.