viernes, 27 de octubre de 2017

LA CARTA DE PABLO IGLESIAS

   Vale la pena leer la epístola de Pablo Iglesias. Queda uno advertido acerca de lo que se propone: liquidar el llamado Régimen del 78  y sustituirlo por una República.  Ya familiarizados con estos decires y con la praxis correspondiente a raíz del caso catalán,  la carta no se puede tomar a la ligera.
   El adversario a batir es el “bloque monárquico” (PP, PSOE y Ciudadanos, tipificado este como “de extrema derecha” [sic!]) . Iglesias nos hace saber que dicho bloque anda metido en una “conjura monárquica para superar, mediante una restauración conservadora y centralista, la crisis española”. Tremenda afirmación. Según el párrafo que uno esté leyendo, el bloque es poderosísimo o algo podrido a la espera del empujoncito que lo mande a la cuneta de la historia.
    Pablo Iglesias afirma que hay solo una oposición, la que representa Podemos. Dice que el hecho de que no fuese a la recepción palaciega del 12 de Octubre así lo demuestra… Un gesto vale más que mil palabras. Los que fueron a la recepción y el que se negó, los conjurados y  el puro, el desafiante (el líder que se llena la boca con la palabra diálogo pero que no quiere representarnos en el palacio cuya entrada le ha sido habilitada con nuestros votos).
    Escribe Iglesias a modo de conclusión: “El espíritu constituyente del 15M debe impulsar la nueva España a la que aspiramos; social, republicana y plurinacional”.
   En primer lugar, yo no sé si el señor Iglesias puede arrogarse  tan frescamente la representación del 15M en base a  semejante guión. Lo dudo. Y por otra parte, ¿dónde está escrito que con los mimbres disponibles sea hacedera una República  sostenible y feliz –mejor que lo que ya hay? 
    A mi juicio, una República traída por los pelos sería una desgracia para España y también para la causa republicana. La visión de Iglesias como Puigdemont bis no tiene ninguna gracia, pero por ahí van los tiros. Por lo que nada tiene de extraño que el PSOE, felipista o sanchista, no pueda ir con él a ninguna parte. De donde resulta un gran favor a Mariano Rajoy.
    Iglesias, el solito, se ha sindicado como antisistema número uno, ciego a la correlación de fuerzas, con olvido de los decires sobre la transversalidad, desdeñando la ventaja moral de operar desde la Constitución en favor de quienes no nos sentimos representados. Increíble pero cierto. El establishment, feliz, por dos motivos: Iglesias asume estúpidamente el papel que este le había adjudicado, yendo de populista, antisistema y demás, y se mete en un nicho electoral condenado a la irrelevancia.
   Pone Iglesias el acento en su “nueva España plurinacional”. Como vivimos en el Estado de las autonomías y no bajo el franquismo, como aquí nadie puede sentirse como los angoleños bajo la dominación de los portugueses, se pregunta uno por el significado y los alcances de la expresión.
   Traída a colación en un contexto emocional marcado por el independentismo catalán, “plurinacional” adquiere unas connotaciones apropiadas para el lanzamiento de un ataque contra lo que Iglesias entiende por “centralismo borbónico”, contra la derecha en general y, por supuesto, contra la Constitución del 78.
    Me pregunto a quién diablos se dirige Iglesias.  Al parecer, a una capilla, quizá a quienes por jóvenes o por ignorantes pueden disfrutar con semejante pastiche, pero no creo que a sus cinco millones de votantes, muchos de los cuales podrían volver al PSOE a toda prisa, puestos en fuga por el plan y por la maniquea interpretación de la historia subyacente.
   En plan teórico se puede dar vueltas al concepto de nación todo lo que se quiera e incluso ver naciones por todas partes, dentro de las que ya hay, no coincidentes con ninguna frontera,  pero, ¿cuánta gente anda con esa obsesión? Por regla general, identificamos nuestra nación con España y la consideramos única. No seamos hipócritas: Nos cuesta horrores comprender a las pintorescas minorías que pugnan por la consideración de ser naciones soberanas dentro del solar patrio. Y esto no obedece a un simple tic de derechas como parece creer Iglesias, sino a la historia que tenemos a nuestras espaldas, a la experiencia de cada día  y a la saludable reverberación de sentimientos universalistas de corte ilustrado.
    Entiendo, cómo no, el amor al terruño, pero no entiendo a santo de qué se le ocurre a Iglesias excitar las fibras nacionalistas de unos y de otros precisamente ahora. Su propuesta apunta a una repetición, a lo grande, del famoso “café para todos”. Y como esto ocurre en el contexto del drama catalán, no se le ve el mismo propósito constructivo que tuvo antaño. Hasta puede uno sospechar una utilización oportunista del independentismo catalán como buldózer contra del Régimen del 78.   
    Lo triste del caso es que al poner el acento en las supuestas ventajas del impreciso modelo plurinacional, que en ninguna parte está escrito que satisfaga las exigencias de un independista radical, Iglesias desperdicia la posibilidad de hacer valer el nacionalismo español –el que entiende cualquier hijo de vecino y que sería necio confiar a la derecha– donde verdaderamente se le reclama: en la inteligente y pragmática oposición de la horda neoliberal. Según tengo observado, esta horda disfruta enormemente tanto con la división y hasta con la partición salvaje de países como también, aunque parezca contradictorio, con los subidones nacionalistas de corte irracional. Sería imperdonable hacerle el juego con unas indigestas pócimas plurinacionalistas en función de la clientela.
   Iglesias presenta su República ideal como social (eso sí, en el extravagante sobreentendido de que las Repúblicas son necesariamente sociales y las monarquías necesariamente antisociales).  Lo que importa es lo social, estoy de acuerdo, por descontado. Sin embargo, no me parece admisible utilizar lo social para dar sentido a cualquier desvarío y para demorar los asuntos sociales que no pueden esperar por el procedimiento de acumular deberes revolucionarios de imposible cumplimiento. Esta es una forma de irse por la tangente.
   La carta de Iglesias deja entrever una desmesura de pésimo pronóstico. Olvida que en este país nada sensato y decente es posible si se tiene la pretensión de copar todo el espacio político,  en plan adánico. Aquí no es nada saludable andar buscando camorra, empujando a alineaciones maniqueas, aspirando a que los oponentes desaparezcan como por ensalmo, porque no desaparecerán y hasta podrían volverse locos. Como para llegar a la República plurinacional habría que entrar en un proceso constituyente en toda la regla, la cosa da hasta miedo. 
    Parece que hay gente que ignora que en este país hay herederos del franquismo y del republicanismo, no necesariamente por libre elección, afortunadamente apaciguados y en buenas o aceptables relaciones gracias a las concesiones a la vez pragmáticas y heroicas que unos y otros se hicieron hace cuatro décadas. Yo, la verdad, no tengo ninguna gana de verme empujado a las coordenadas de los años treinta. ¿Encerrado en el campo de batalla donde peleaban republicanos y monárquicos con las consecuencias por todos conocidas y padecidas? No y mil veces no. Si para resolver los problemas sociales que nos acucian hay que volver tan atrás, estamos perdidos, señor Iglesias, y algo me dice que la mayor parte de los españoles no está de humor para semejante retroceso. 
    

lunes, 25 de septiembre de 2017

LO DE CATALUÑA ES CONTAGIOSO...

    La situación es de mal pronóstico: por extraño que parezca, el mal catalán es contagiosísimo.
     Si para mí ya es bastante perversa la colusión de la izquierda catalana con los herederos de Pujol, el contagio sufrido por Pablo Iglesias y sus huestes me  parece el colmo. Si dicha colusión daña por igual la causa de la izquierda, que es la de la justicia social, y la causa de la República,  en mala hora mezclada con tamaño brote de irracionalidad, lo segundo amplifica el daño  en grado superlativo, hasta el punto de que ya afecta al entero sistema político.
     Era de prever que la crisis económica dañaría este sistema, pero cuesta entender semejante extravío de las conciencias, semejante malversación  y manipulación de un sentimiento de indignación tan legítimo como generalizado. Resulta que no pocos indignados de ayer se han dejado enloquecer por el terruño y que algunos de sus portavoces, imbuidos de insano oportunismo, creen que se puede hacer palanca sobre dicho terruño para acabar con lo que llaman “el régimen del 78”. Toda la fuerza y la razón que se necesitan para abolir la Ley Mordaza y para salvar nuestro Estado de Servicios se perderá por el agujero negro del terruño.
   Me será dicho que ni Pablo Iglesias ni Ada Colau ni Alberto Garzón son independentistas, pero he aquí que no han resistido la tentación de hacerles el juego a los que sí lo son, ampliando la magnitud del desafío catalán. Lo han hecho con palabras dulces, con invocaciones a la libertad, al derecho de decidir, sirviéndoles en bandeja argumentos falaces para continuar su galopada. Un detalle lo dice todo:  Pablo Iglesias aprovecha la ocasión para atacar al gobierno de Rajoy, lo que en la presente situación implica un ataque sumamente artero contra el Estado y la Constitución. ¿Cuanto peor, mejor?  Detecto en ello oportunismo y desmesura a partes iguales. Puede uno maliciar que Rajoy ha dejado que se pudra la situación catalana con miras a encubrir sus vergüenzas, pero ni con esas se puede justificar el triple ataque, habida cuenta de que lo que aquí está en juego es nuestra convivencia y nuestro futuro político.
    Pablo Iglesias y los suyos ya han dado el paso de asociar, al modo de los catalanes independentistas, a Rajoy y a su socio Rivera con el autoritarismo, nada menos. De resultas de esta alucinación, se proyecta sobre el sufrido imaginario colectivo una inusitada división entre los demócratas y los que no lo son, merecedores de desprecio e incluso de desobediencia.
    Pedro Sánchez ha sido formalmente invitado a unirse a los buenos, en el plan maniqueo habitual. La idea es sacarse de la manga, en palabras de Pablo Iglesias, un nuevo Gobierno de unidad plurinacional y democrático que organice un referéndum en Cataluña". Como si el gobierno actual no fuese democrático y estuviese constituido por madrileños  enloquecidos. Tonto sería Sánchez si le hiciera el más mínimo caso. ¿Cuánto tiempo se tardaría en constituir ese taumatúrgico “gobierno de unidad plurinacional”? Desde luego que más de una semana, que es lo que nos separa del 1-O.
    Visto lo visto, me da la impresión de que ya se habría aplicado el artículo 155 de la Constitución si no fuera por la debilidad parlamentaria de Rajoy. El temor a que el Estado se quedase en pelotas ante el desafío catalán por obra y gracia de la parte de la izquierda que no entiende ni jota de sus responsabilidades, parece haber desaconsejado su aplicación.  Y es una pena, porque la vía judicial/policial es, por su propia dinámica, mucho menos transparente, menos garantista y menos pedagógica también.
    Como es obvio, las cosas habrían ido mucho mejor si  en su día, de resultas de una mayoría absoluta el PP,  no hubiese actuado torpemente en lo que a las aspiraciones catalanas se refiere. En su momento, no se dialogó con la debida altura de miras, pero ya no hay vuelta atrás, al menos por un tiempo. Estamos en la fase siguiente.
    Podemos y sus socios quieren dialogar, como si la desconexión no se hubiese planteado, y quieren hacerlo no a costa de las aspiraciones independentistas  sino a costa de nuestra Constitución y a costa de la tranquilidad de los catalanes no independentistas, lo que me parece demencial.
    La sola idea de que se nos proponga en esta precisa coyuntura un período constituyente con la triple finalidad de darles el gusto a los independistas, de expulsar a Rajoy y de refundar lo que los de Podemos designan como “régimen del 78”…  me parece una locura. Solo hay que restituir los términos originales del artículo 135 para que nuestra Constitución recupere su brillo. Algún día, claro, habrá que mejorarla, pero más vale no intentarlo en medio de la confusión reinante.

martes, 12 de septiembre de 2017

A VUELTAS CON EL CASO CATALÁN

   Lo que está pasando me produce un sentimiento de consternación.
   Los dirigentes de  la operación independentista han tomado la iniciativa,  saltándose la Constitución, por lo que veo venir una respuesta contundente, de última hora, por parte del Estado español.
    Que este Estado sea lento de reflejos no quiere decir que sea débil. Puede ser tolerante en muchas cosas, pero de seguro que en otras no lo es en absoluto. Póngase en riesgo  “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”, y actuará, con mayor o menor miramiento, a tiempo o a destiempo.
    Uno se pregunta qué hacen los de Izquierda Republicana de Cataluña y los de la CUP del brazo de los herederos de CIU. ¿Cómo pueden anteponer el valor terruño al valor justicia social? ¿Acaso no tienen conciencia del daño que le están haciendo a la izquierda de este país?
    ¿Cómo osan echarle la culpa a España de los males sociales que sufre Cataluña, desviando nuestra atención de los mercaderes que están labrando la perdición de todos? ¿Cómo se atreven a prometer un futuro alegre y próspero por el simple procedimiento de desconectarse? ¿Cómo se atreven a meter a este país en su follón particular, debilitándolo ante los retos del presente y del futuro inmediato? ¿Acaso no son conscientes de esos retos?
    ¿Acaso no se percatan que su proceder deja malherida la causa de la República para varias décadas?
    ¿Acaso ignoran que su demencial conducta refuerza la posición del gobierno del Partido Popular?
    Metidos en su rollo, les importa un bledo que su proceder excite las fibras más insanas del nacionalismo español, sin ningún provecho para nadie. Resulta que este nacionalismo, que ya se está desperezando, se lanzará contra ellos, dándole la espalda a los ataques contra la soberanía procedentes instancias económicas superiores y ajenas…
    Ni se dude que ciertos tiburones se relamen ante la perspectiva de que aquí pase algo grave. En otras latitudes, el nacionalismo, en mala hora reavivado por la galopada neoliberal, se revuelve contra Europa, en plan Le Pen o Farage, y aquí se revuelve contra el vecino de al lado… ¡Uf!
   Puestas las cosas en los términos escogidos por los señores independistas catalanes, una minoría compuesta por osados y por vacilantes, ¿qué sentido tiene proponerles no sé qué retoques de la Constitución, no sé que “federalismo asimétrico”? ¡Si precisamente ellos no merecen que se les conceda nada de nada! Y además, su independentismo es de tal calibre que ningún retoque les podría valer.
    ¿Y qué sentido tiene dar vivas a  no sé qué “soberanía catalana”  que no figura en nuestra Constitución? Para mi desconcierto, es lo que han hecho Ada Colau y Pablo Iglesias...
    Por lo que parece, una parte significativa de la izquierda toma como referencia suprema el “derecho a la autodeterminación de los pueblos”, transponiendo al presente caso la terminología de los tiempos de la descolonización. ¡Como si Cataluña tuviese hoy, en nuestro encuadre constitucional, la misma consideración que tenía Angola en tiempos del dominio portugués!

jueves, 29 de junio de 2017

EL CETA Y LA ABSTENCIÓN DEL PSOE

    Se ha aprobado el CETA. El establishment se felicita  de su éxito: el diktat corporatocrático se ha revestido de formalidad democrática. ¡Es fantástico!
    Y naturalmente, no se deja pasar la ocasión de atacar a Pedro Sánchez por su abstención. Se quiere ver en ella una prueba de que, en efecto, este hombre está  sacudiéndose de encima la sapiencia  de los genios ocultos del socialismo español. Voceros autorizados nos hacen saber que Sánchez se encuentra en no sé qué trance de podemización… ¡Es un radical, un loco!
      Pero dejémonos de estupideces: Esta abstención  nos ofrece una dolorosa aclaración sobre los límites de la izquierda que el PSOE dice representar.  Porque abstenerse en un tema así, de tal trascendencia (a sabiendas, encima, de que con eso bastaba para que el infame CETA siguiese su curso) no pasa de ser un clásico de la acomodación y el gatopardismo.  Con este tipo de juegos de no pero sí  en materias tan graves no hay mimbres para una renovación.
    Me será dicho que es mucho pedirle a Sánchez cosas tales como recusar el CETA por aquello de lo peligroso que es plantarle cara a las autoridades que están detrás de las autoridades. ¡Cómo iba a resistirse a esos chantajistas! ¿Desairar con un tremendo NO a sus compadres del Partido Socialista Europeo involucrados en la clandestina elaboración del CETA, del TTIP y del TiSA? ¡Menuda ocurrencia! ¡Si ya es heroico que se haya abstenido!
     Si abstenerse en lo del CETA se considera una heroicidad, apaga y vámonos. 

jueves, 18 de mayo de 2017

LA MENTALIDAD DE LOS CORRUPTOS

    Las revelaciones sobre los distintos entramados corruptores se potencian, pero también se tapan unas a otras y, lo que es peor, nos esconden la raíz del problema, a saber, la mentalidad que los ha hecho posibles.
     Nuestros grandes corruptos son algo más que simples chorizos y pícaros. Porque operan desde el poder, porque conforman una entera clase de personas, porque no roban para sobrevivir sino para engordar, porque se consideran por encima de las leyes que conciernen al común de los mortales y, sobre todo, porque la tienen tomada con los dineros  y los bienes del contribuyente, objetivo estupefaciente de todos sus emprendimientos y desvelos.
    ¿El bienestar del prójimo? ¿La buena salud de las instituciones? ¿La grandeza de la patria? ¿El respeto por la función pública? ¿La alta finalidad de la política? ¿La reputación del partido en que se milita? Oh, ¡qué preguntas más ingenuas! Todo eso les importa un carajo. Disponen, es evidente,  de una mentalidad  caracterizada por un egoísmo radical.
      Como nada recuerdan y nada saben, se diría que delinquieron sin querer, por lo que no pueden arrepentirse…  Pero no me cuadra: estamos hablando de delitos complicados, realizados en comandita, muy meditados, nada parecidos al robo de un gallina. ¡Cuánta sustancia gris perdida en esos turbios manejos!
      ¡Ese permanente estado de acecho, a la espera de una buena presa! ! ¡Qué tremenda y sostenida obsesión por las ganancias! Tan tremenda que en todos los casos se ha planificado mucho mejor la ocultación del dinero que el borrado del rastro que lleva al criminal, por lo general de lo más chapucero (libretas, conversaciones telefónicas, mails, etc.). A esto precisamente se le llama dar la vida por el dinero.
      Uno se pregunta por el estado de la conciencia. ¿Han experimentado estos personajes las torturas íntimas y los sudores nocturnos propios de quien ha delinquido y lo sabe, del que presiente una irrupción policial? ¿Han considerado la posibilidad de suicidarse? Lo lógico sería que sí, pero con esta rara mentalidad lo más probable es que no. No parece haber  mucho de eso que antes se llamaba vergüenza. A quien arriesga su vida y sus neuronas por la pasta, a quien es capaz de pringar a toda su familia,  no viene a cuento pedirle que se enrede en consideraciones sobre la honra y temas afines.
     A algunos hasta se les ha oído demandar a la sociedad el cumplimiento de las mismas leyes que ellos se saltan, no se sabe si dando el do de pecho como hipócritas o por padecer  un desdoblamiento de la personalidad. No es de extrañar que en lugar de arrugarse, se crezcan, declarando que son objeto de una cacería.
     Si los apuras,  es posible que te digan: “En mi lugar, tú habrías hecho lo mismo”. Y eso lo dicta su mentalidad, incapaz de comprender que no es nada normal echarse encima semejantes obsesiones, semejante actividad y, en definitiva, semejante calvario judicial.  ¿Simplemente por el gusto de hacer dinero fácil y de estar en la onda de los tiburones? Podemos estar seguros de que la inmensa mayoría de los españoles no se metería en semejante berenjenal ni harta de vino.
    No estamos ante unas cuantas manzanas podridas. Estamos ante una forma de ser que implica una completa desmoralización. Y  tengo para mí que debemos poner este fenómeno en relación con la penetración de los mantras neoliberales.
     ¿De donde salió la loca idea de que la sociedad no existe? De los argumentarios neoliberales, lo mismo que el desprecio por la titularidad de lo público (ya que no por lo que lo público tenga de negocio particular), lo mismo que el desprecio por la gente, lo mismo que la canonización del trepa, lo mismo que el gusto de presumir de la riqueza, entendida como símbolo del triunfo.
      La policía y los tribunales han tenido y tendrán muchísimo trabajo con esta gente, está visto. Otra cosa es que puedan poner coto al fenómeno con sus solas fuerzas. Sin la movilización de anticuerpos morales   me temo que no hay nada que hacer.  Mientras haya elementos que conviven con la corrupción con tanta naturalidad que ni siquiera la ven, mientras haya tantos votantes que en el fondo de sus corazones envidian al corrupto triunfal hasta el mismo instante de su caída,  dudo de que la cosa tenga remedio.

miércoles, 17 de mayo de 2017

DÍAZ VS. SÁNCHEZ VS. LÓPEZ

   El esperado debate a tres con miras a la elección del próximo secretario general del PSOE me ha parecido más bien patético.  Se comprueba una vez más que en estos tiempos  ningún político osa mostrar todas sus cartas. Lo que se lleva es irse por las ramas, centrarse en algún mantra, en lo personal y poco más. El sujeto se ve atenazado por un miedo paranoico a perder votantes y simultáneamente por el pavor, muy realista, a los verdaderos amos del cotarro.
    Dada la inarticulación de los discursos,  de  los sentimientos de atracción o repulsión personal no hay quien pase. Y esto ocurre cuando el PSOE realmente se juega su futuro, cuando corre el peligro de acabar como el PASOK o como el partido socialista francés, y por el mismo pecado, consistente  haber vendido su alma al diablo, el mismo pecado en el que se han revolcado durante años el Partido Socialista Europeo y la otrora respetable Internacional.
    El momento más esclarecedor del debate lo protagonizó Susana Díaz, cuando acusó a Pedro Sánchez de haber traicionado la confianza de sus mentor, Felipe González. Quiso transmitirnos la impresión de que, en general,  no es un tipo de fiar… pero nos transmitió de paso otras impresiones, retratándose a sí misma para los restos.
     Susana Díaz no ha entendido la gravedad del mal que corroe a su partido; se complace en la nostalgia y se gusta como simple continuadora… Con todo ello hace un guiño de inteligencia a los verdaderos amos del cotarro y a los jefes ocultos del partido a ellos asociados. Es una manera de reconocer que Pedro Sánchez, al que tienen aborrecido, es el único que ha entendido que no se puede seguir por el suicida camino de la acomodación, ya recorrido por el PASOK y por el PSF.  Por desgracia, como el partido parece estar dividido,  en el supuesto de que ganase, cuesta imaginar cómo podría salir airoso con tantos enemigos internos y externos…  

lunes, 8 de mayo de 2017

MACRON GANADOR: ALIVIO INJUSTIFICADO

    La victoria de Emmanuel Macron ha devuelto la sangre al cuerpo al establishment, temeroso de un nuevo brexit o de un nuevo trumpazo. Todo son elogios para el flamante presidente francés. Se ha salvado Europa, se ha salvado el euro, las aguas vuelven felizmente a su cauce, nos hacen saber sus portavoces mediáticos.
     Entiende uno la aprensión que se podía sentir ante un eventual triunfo de la señora Le Pen, pero la verdad es que no le veo la gracia al triunfo de Macron. Como hemos podido constatar, los dos partidos antes hegemónicos se han hundido ignominiosamente  y el triunfo del líder de En Marcha solo ha sido posible juntando todos los votos contrarios al Frente Nacional, lo que ha ocurrido más por miedo que por ilusión.
      De lo que se deduce que la crisis política derivada de la crisis económica es ya de muy difícil superación. En Francia, como en Italia, Grecia o España, como en Estados Unidos.
       No tardaremos en comprobar que lo que hoy se celebra implica la continuación y el agravamiento del alocado proceso que hizo subir los apoyos a la opción lepenista. El sistema político está gravemente dañado, la gente vota con la nariz tapada, y a partir de ahora el tiempo empieza a trabajar nuevamente a favor de la señora Le Pen.
    Me será dicho que menosprecio la novedad que encarna Macron, al que algunos imaginan capaz de cuadrar el círculo, de servir simultáneamente al establishment y a las clases perjudicadas que, hartas de todo, volvieron sus ojos hacia el Frente Nacional. Yo creo que ni siquiera lo va a intentar, por no estar en su ADN particular y por ser incompatible con los intereses de sus valedores. Es cierto que los genios que motorizaron En Marcha antepusieron la partícula “socio” al sustantivo “liberal”, para darnos a entender que Macron piensa en la gente, pero, lamentablemente, sería de género tonto tomárselo en serio.
     Yo no quisiera estar en el pellejo de quienes se manifestaron en las calles contra la reforma laboral del señor Macron y que ahora le han votado por miedo a Le Pen. No quisiera estar en el pellejo de quienes esperan de él algo distinto de lo que ya hizo,  porque más pronto que tarde se toparán con la evidencia de que mediante sus votos precisamente podrá ir mucho más lejos  y más rápido por ese camino de lo que le permitió el timorato Hollande.
    Solo por un espejismo puede parecer que con Macron  ha triunfado el centro. El suyo ya sido un triunfo de la derecha de intereses, con la particularidad de que lo ha logrado con la decisiva colaboración de los desechos de tienta de la izquierda oficial más servil  de todos los tiempos.