Como se recordará, en su momento Podemos tuvo la oportunidad de acelerar la caída de Rajoy por el simple procedimiento de apoyar a Pedro Sánchez. Pidió demasiado y la desperdició. Me pareció un error.
Ahora Pablo Iglesias anda en lo mismo: a cambio de su apoyo a Sánchez reclama un gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, a ser posible con él de vicepresidente o de ministro. ¡Cielos! ¡Otra vez pidiendo demasiado, insensible a sus propios límites, a la correlación de fuerzas y a los cálculos elementales! Si Sánchez cediese, el engendro resultante sería de corta vida, con perjuicio seguro para el PSOE y para Unidas Podemos.
Es lógico que Pedro Sánchez, consciente de los números y de los intereses de su partido, consciente de algunas peculiaridades de Unidas Podemos, no esté por la labor. Lo ilógico es la pretensión de Pablo Iglesias, que descuida los números y no parece percatarse del peligro que corre su partido. En lugar de reprocharle a Sánchez su negativa, este debería agradecérsela. Porque ir por la vida como ruedecilla de auxilio del PSOE… Unidas Podemos iría por ese fangoso camino protestando, de lamentación en lamentación, con buenos motivos, pero sin efecto alguno, una forma más bien patética de pregonar su impotencia y su desconocimiento de las duras realidades.
Una cosa es apoyar al PSOE con motivo de la investidura, una cosa es cooperar en lo posible, y otra distinta pringarse en su gobierno. Unidas Podemos tiene que reencontrarse a sí mismo, y sobre todo tiene que reencontrarse con su electorado potencial, y no podrá hacerlo si se compromete con Sánchez en grado innecesario y en situación de evidente inferioridad.
La tarea de Pedro Sánchez es complicada y poco envidiable. Consciente de el PSOE puede acabar como sus pares italianos y franceses, se afirma en lo social, en su ser de izquierdas, viéndose favorecido por el giro de Ciudadanos hacia la derecha y por la calenturrienta retórica del PP y de Vox. Pero, no nos engañemos, Pedro Sánchez tiene que casar ese noble propósito con la voluntad de los chantajistas que dominan los resortes del poder en España y fuera de ella, de larga data entongados con los socialistas europeos. Conseguirá que le sean concedidas algunas migajas, que le den tiempo, que no le trituren de la noche a la mañana. Dichos chantajistas aprecian sus modales suaves, su talante, su moderación. La cosa va de mantener el status quo, una de las especialidades del PSOE, maestro en acomodaciones. Unidas Podemos no debería engañarse al respecto. Su pretensión de controlar al PSOE desde la sala de mandos, en plan parasitario, no tiene ningún porvenir y además dañaría la causa de la izquierda propiamente dicha.