miércoles, 13 de enero de 2010

CONFESIONES SOBRE LA GUERRA DE IRAK

 Un día sí, otro también, van saliendo a la luz cabos sueltos sobre la decisión de meternos en esta  guerra que de ninguna manera el buen Santo Tomás hubiera calificado de “justa”. En rigor, las confesiones británicas y holandesas de estos días no añaden gran cosa a lo que ya se sabía, pero ponen de relieve, con la mayor crudeza, el déficit democrático que nos aqueja, la inanidad de las leyes y los organismos internacionales, la falta de criterio, la  ausencia de respeto por los derechos humanos, la perfidia, la estrechez de miras...  El poder anda suelto entre nosotros, indiviso, desnudo, descarado, prepotente, y no cabe esperar de él ni una confesión de verdad, ni lo que se entiende por propósito de enmienda.  ¿Poniendo a trabajar unas comisiones de estudio con casi diez años de retraso estamos haciendo algo al respecto? Me gustaría creerlo, pero en el futuro, a puerta cerrada naturalmente, alguien dirá: “Ya vendrán ellos con sus  comisioncitas  dentro de diez años, ¿y qué diablos nos importa?” Me parece estar oyendo las risotadas.  

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