El
Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha decidido que las empresas puedan
intervenir, con sus dineros, en las campañas electorales; en adelante, podrán
actuar a las claras, sin necesidad de esconder la mano.
Es una
monstruosidad transferir a las empresas los derechos del ciudadano. Es
realmente escandaloso que la humanidad ceda graciosamente tales derechos a esas
entidades de por sí nada democráticas. Claro que, como apuntó Chomsky hace una
década, con ironía, éstas tienen la ventaja de ser, aparte de ricas, algo así como “personas inmortales”… Lo
que vemos es, desde luego, parte de un proceso contrario a la esencia del
liberalismo y de la Ilustración. La prepotencia va en aumento.
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