Según los sesudos cálculos de Bill Gross, director de PIMCO, un gigante entre los fondos
de inversión, la deuda real de Estados Unidos asciende a la pavorosa suma de CIEN BILLONES DE DÓLARES. La
situación de la potencia hegemónica es, hablando en plata, mucho peor que la de
Grecia, un caso desesperado.El señor Gross ha hablado claro, lo que en sí mismo es un dato novedoso y poco tranquilizador.
Doy por sentado que “la pobre gente que paga impuestos”, a ambos lados
del Atlántico, será puesta a pan y agua. En cuanto a la pobre gente que nada
puede pagar porque nada tiene, o porque es un bebé, un niño o un anciano, mejor no pensar… La operación ya está en
marcha, con los consabidas maniobras de prestidigitación, por ejemplo con el cuento de que los “recortes” y las “reformas” –todas en sentido retrógrado–
son la mejor solución al problema que , obviamente, no van a solucionar.
Pero una cosa es desplumar a quienes no
pueden defenderse e incluso cargar sobre ellos la responsabilidad de la
tremenda e insensata juerga, y otra distinta, hablando ya de poder a poder, controlar las consecuencias. Ahí tenemos a China, que ha financiado las guerras en que se ha metido la potencia hegemónica, como está Rusia, como está
Europa, y otros países emergentes, como la India o Brasil. ¿Se dejarán desplumar
también? Cien billones de dólares es mucho dinero.
Me acuerdo del caso de Raskolnikov, dominado por una viejecita usurera,
a la que debía un montón de pasta. ¿Se acuerdan de la novela de Dostoievski?
Raskolnikov, fuerte él, asesinó a la anciana, como era de temer. En fin, que nada me
gustaría menos que figurar en la lista de acreedores de la arruinada potencia
hegemónica. Y hasta puedo entender que los prestamistas sigan prestando, no sea que el prestatario se enfade. Pero estas cosas tienen un límite.
En los viejos
tiempos, cuando un país no pagaba, cuando se empeñaba en pedir más créditos que jamás podría devolver, aparecían las cañoneras. El problema, ahora,
es que las cañoneras las puede mandar el país deudor y que, tal como están las
cosas, da completamente igual que tengan que operar a crédito. Con ello quiero
decir que, o las altas instancias planetarias recapacitan, como se recapacitó
tras la II Guerra Mundial, o la cosa se les puede ir de las manos. La verdad es que no sólo estoy indignado; también estoy alarmado.