Las investigaciones policiales
han puesto en limpio lo que no pasaba de ser una sospecha: durante años, grandes empresarios de la
construcción han entregado “donaciones” (léase “sobornos” o “coimas”) al PP a
cambio de “adjudicaciones” que les han reportado doce mil millones de euros... No
estamos ante un enjuague ocasional, sino ante un método de hacer dinero fácil,
un método viejo, muy conocido, más propio de una república bananera que de un
país europeo, como también lo será la enconada resistencia a asumir las responsabilidades
políticas. Tal y como va la investigación, el partido gobernante carece de
autoridad moral para pedirnos sacrificios de ninguna clase.
Como los
“donantes” son grandes los constructores,
se esclarece el misterio de que nuestro país se haya emperrado en la vía
del ladrillo, sin atender a razones, hasta caer al precipicio. Sin olvidar que
otros constructores menores y más probos verán explicado el mecanismo que los
dejó en la cuneta. También se aclara el motivo por el cual los señores
Sepúlveda y Bárcenas han sido
sobrellevados con mafiosa solidaridad.
Ya veremos lo que dice la justicia, pero del informe
policial se deduce que no estamos ante un problema de “manzanas podridas”, lo
que explica la ausencia de remordimientos y la imposibilidad de hacer algo
serio al respecto. Estamos ante un escándalo mayúsculo, que dará mucho que hablar
a los historiadores.
La
gente tiene motivos para estar muy enfadada. Resulta que este gobierno obedece a los constructores, a la
troika, a los banqueros, a los evasores, a los obispos, a cualquier pez gordo
que tenga algo que ofrecer, a un Adelson, por ejemplo, que escucha a los magos
de la mercadotecnia, que nos machaca con argumentarios imbéciles, pero que a la gente no la oye ni por
casualidad, ni siquiera por elemental prudencia. Se deja ver en esta manía una
grave deficiencia moral y política, que viene a sumarse al incumplimiento
sistemático de los deberes que le fueron encomendados por la ciudadanía. Ni siquiera
se toma la molestia de sustituir a los ministros más irritantes, en un
ejercicio de obnubilación que, de manera perversa, confunde con firmeza. Como
era de temer, como siempre ha ocurrido en este país, la mayoría absoluta se le
subió a la cabeza.
A todo
esto, intramuros de la derecha se detecta un movimiento adverso contra el
presidente Rajoy. Por cálculo y
por ambición, también con cierto sentido de la estrategia y de la autodefena, algunos
le consideran el chivo expiatorio ideal. Lo que impresiona es que, en cuanto a
las ideas en juego, dicho movimiento se dedique a ofrecer, arrogantemente, más
de lo mismo, como si viviéramos en los tiempos de la señora Thatcher y el señor
Reagan, lo que es señal clara de rigor mortis intelectual.
Por el otro lado, se habla
de la necesidad acuciante de unos nuevos Pactos de la Moncloa. Suena bien, pero
sobre la base actual no es posible ni conveniente: los que andan en ello son
los mismos que rubricaron en verano, a escondidas, la modificación del artículo
135 de nuestra Constitución, un pequeño botón de muestra de lo que son capaces.
Primero, elecciones, elecciones anticipadas, antes de que sea tarde.