Se entiende la
consternación de la derecha ante el surgimiento de Podemos, y nada sorprenden
los argumentarios que ha puesto en circulación para descalificar al novedoso
fenómeno. Pero a mí me consterna que gentes
afines al PSOE se los copie, sin
privarse de ninguna grosería. Así se le da la razón a quienes sostienen que el PP
y el PSOE son tal para cual.
El señor Sánchez acaba de afirmar que no pactará con Podemos bajo ningún
concepto, por tratarse de un partido “populista” y “chavista” del que solo cabe
esperar, asegura, una sociedad no igualitaria y unas cartillas de
racionamiento. Fin de mis esperanzas en el señor Sánchez, el Venizelos de
turno, una desgracia para su partido, para la izquierda y para el país. Resulta que ni se tomó la molestia de
tomar un café con los señores Iglesias y Monedero.
Se nos hace saber tanto desde el PP como desde el PSOE que Podemos es una “cosa
de locos”, un monstruo populista, un lobo con piel de cordero, un fenómeno criptototalitario, criptocomunista,
criptochavista, criptocastrista, criptofascista, acaudillado por unos demagogos
de la peor especie. Ni por cortesía se contempla la posibilidad de que pueda
tratarse de algo nuevo, made in Spain. ¡Que viene el coco! A ver si cunde el voto del miedo, el único que les puede salvar.
De paso, el PSOE y el PP se congratulan
a sí mismos, los angelitos, y se sienten autorizados a pedirnos una nueva
oportunidad. ¡Es el colmo! Como el primero ha enterrado hace tiempo a Pablo
Iglesias el viejo, como el segundo hasta ha olvidado por qué se reputa popular,
habiendo enterrado ya sus componentes socialcristianos, social-liberales y
socialdemócratas, de los que nadie
se acuerda ya, entregados ambos a sus respectivos gurús, esencialmente
conformes con el papel de encomenderos, ya hechos a la mentir y a la
sofistería, ya no saben qué demonios hacer para continuar el proyecto canalla
de devolvernos al siglo XIX, por definición antipopular. Ya habituados a
presumir ante sus superiores orgánicos de lo muy bravos que son en materia de
recortes, fastidiados están. Su propia supervivencia política depende de la
asistencia de dichos superiores, para nada de fiar, perfectamente capaces de
tragarse países enteros.
Después de haber dilapidado su
propio crédito político y el de la entera Transición, después de haber
prostituido a nuestras espaldas la Constitución con el artículo 135, después de
haber consentido la perversión del sistema al punto de convertirlo en un
mecanismo de succión de la riqueza en sentido ascendente, una traición a lo
acordado en la Constitución de 1978
y a lo que dicta el sentido común en una sociedad civilizada, todo en
beneficio de la famosa casta, resulta que el PSOE y el PP son los buenos de la película, autorizados a señalar
con el dedo a los malos… antes de que hayan hecho nada tan ruin como lo por ellos realizado.
No sé qué cosa linda y
suavecita esperaban ellos como respuesta a su irresponsable galopada hacia el
abismo. El caso es que les ha salido Podemos, y que hasta deberían estar
agradecidos por sus modos, que solo podrían agriarse si ellos no tienen mejor
idea que hacerse los sordos, seguir insultando y pasteleando a nuestras
espaldas con las cosas de comer.
Hay que tener mucha jeta
para atacar preventivamente a Podemos, que se encuentra en fase de formación,
atribuyéndole todos los males del populismo, después de haber practicado el
populismo berlusconiano con el mayor desparpajo a costa de la verdad un año
tras otro; mucha cara dura para acusar de demagogos a los dirigentes de Podemos
después de haber batido todos los récords de demagogia y cinismo (brotes
verdes, raíces vigorosas, etc.); mucha jeta para acusar a Podemos de tener una
intención totalitaria después de habernos metido a patadas en una obra de
ingeniería social totalitaria que nos dejará irreconocibles y desesperados ante
la cáscara de una democracia sin contenido. Y hay que tener un rostro de basalto para arremeter contra
Podemos por su supuesta adscripción a modelos extranjeros, bolivarianos o
castristas, mientras se aplica a rajatabla el abecé de movimiento neoliberal,
que no surgió precisamente en Lavapiés y que pretende retrotraernos a las
coordenadas del siglo XIX, de las que tanto nos costó salir.
¡Que viene el
coco! Pues claro que viene, dado el nulo propósito de enmienda de nuestra clase
dirigente. Pero que nadie se llame a engaño: ese coco inspira a mucha gente
menos temor y bastante más esperanza que la Bestia neoliberal y neoconservadora
que nos está comiendo por los pies. Habrá quien prefiera lo malo conocido a lo
bueno por conocer, pero, por favor, que no olvide lo siguiente: lo malo
conocido hasta la fecha no permanecerá igual a sí mismo; se irá agravando
imparablemente, hasta el horror, como acredita la historia de los diversos
países que ya han pasado por esto.