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sábado, 6 de junio de 2015

EL TiSA, EL TTIP, GRECIA Y NOSOTROS

   Los dos tratados secretos, urdidos a espaldas de la ciudadanía, nos sitúan ante la dolorosa evidencia de que el neoliberalismo se dispone a rematar una jugada criminal iniciada hace muchos años, largamente ensayada desde los tiempos de Suharto. La agenda oculta del establishment local y mundial ha quedado al descubierto, a su pesar, como indeseable filtración. Claro que hará un gran esfuerzo propagandístico para hacer creer a las buenas gentes que el TTIP es la salvación, él único camino para relanzar la economía, pero a sabiendas de que salvo por los tontos no será creído. Ni él se fía de la operación, de ahí el misterio y el tratado de doble fondo.  
    Las cartas están echadas. El citado establishment no recula ni reculará ante el sufrimiento de los pueblos y no tiene el menor propósito de enmienda. Como no será que en el TiSA establece que de ningún modo se aceptarán regulaciones encaminadas a impedir la repetición de la locura que nos metió en la crisis.
    Quienes creyeron que los amos del cotarro aprendieron algo de las trapacerías de Lehman Brothers y similares, quienes se desgañitan pidiendo cordura y que se pongan límites al capitalismo salvaje, que se ponga fin al austericidio, llegan a producirme conmiseración, precisamente porque los comprendo. Pero si creen de verdad, por acertados cálculos, sentido de futuro y una comprensión profunda de los fenómenos políticos y sociales, si creen de verdad que lo que pasa es fruto de la cerrilidad, se equivocan. Los hechos acreditan otra cosa bien distinta.
    Tras la aparente cerrilidad opera una maldad sin límites, la lógica del poder económico en estado puro. Ernst Nolte vio venir algo así tras la caída de la Unión Soviética, seguro de que tan formidable evento alteraría profundamente la esencia del capitalismo hasta entonces vigente. Y ahora estamos viendo y sufriendo lo que él vio venir de puro resabiado.
    La crisis que actualmente padecemos no es una simple crisis al viejo modo. Porque, haya sido provocada a conciencia o sin ninguna conciencia, el hecho es que está siendo astutamente aprovechada para abatir todos los obstáculos que se alzaban en el camino de los pactos que hoy conocemos bajo el nombre de TiSA y TTIP. Todos los pasos que se han dado bajo el nombre antaño progresista de “reformas” han ido en la dirección de estos acuerdos. Noticias aparentemente inexplicables, como la negativa de Bruselas a reconocer que el glifosato de Monsanto es altamente cancerígeno, contradiciendo descaradamente el dictamen de la OMS, se entienden a la luz de esos acuerdos secretos.
    Lo mismo se puede decir de los pasos “reformistas” dados en nuestro país, desde el puntapié en la cara de los dependientes, el recorte de las pensiones, la reforma laboral o las privatizaciones. Nada de esto ha sido hecho solo para ahorrar y  robustecer la economía.  De lo que se trata es de cambiar el modelo de sociedad, paso a paso, para irlo ajustando a las estipulaciones del TiSA y del TTIP. Estamos ante una obra de ingeniería social, nada menos, tan maquiavélica como hobbesiana.
    Mientras escribo estas líneas no sé cual será el desenlace de las negociaciones con Grecia. Pero acabo de enterarme de lo que se exige a los griegos, ya pasados por la picadora neoliberal antes de la llegada de Syriza al poder. Veamos:  para seguir en el sistema,  se les exige que eliminen la subvención a los pensionistas de bajos ingresos, un recorte general de pensiones, una subida general del IVA, hasta el 23 por ciento, esto para productos como los medicamentos y la electricidad. También se les exige que privaticen el operador de la red eléctrica, todavía en manos públicas, que privaticen los puertos del Pireo y Tesalónica, el operador de telecomunicaciones, la empresa de petróleo… Justo lo que les interesa a los genios rapaces del TiSA y del TTIP. El chantaje no puede ser más brutal.
    Con la particularidad de que si los griegos ceden no sacarán nada en limpio, aparte de un crudelísimo aumento de la pobreza, pues aquí solo se trata de que el  país pague a sus acreedores, haciéndoles graciosa entrega de sí mismo. Lo que está previsto que hagamos nosotros, los españoles, en su debido momento, según establece el maldito artículo 135 de la Constitución. Si a los chantajistas no les importa un bledo el pueblo griego, menos les importa que se vaya al carajo Syriza y el entero sistema político del infortunado país. Tomemos nota.
    Viendo lo sucedido en Grecia podemos visualizar el feo panorama. Los dos buenos alumnos de los amos del cotarro, señores Samaras y Venizelos, ni llegando a un antipatriótico entendimiento, lograron mantenerse en pie. No hay más clara advertencia a los partidarios españoles de un gobierno de coalición PP/PSOE. Y claro que Syriza, atada al potro de tortura de la horda neoliberal, no puede ni moverse, lo que representa una advertencia a las fuerzas alternativas.
    Dicha horda no está dispuesta a negociar. Solo le interesa su agenda oculta y dispuesta está a devolvernos a patadas al estrato más inhabitable del Tercer Mundo. A juzgar por que se sabe del TiSA y del TTIP, falta un buen trecho para que nuestro país se ajuste exactamente a lo que se espera de él. Lo que quiere decir que habrá más recortes y ajustes. Estamos tratando con chantajistas.
    Por eso me resulta tan patética la actitud del gobierno tanto de puertas para adentro como de puertas afuera, en Europa. Cree que si cede, será salvo, bendito por los poderes, sin imaginar siguiera que al ceder no solo cava su tumba, sino la del país también. Lo peor que se puede hacer ante un chantajista es ceder a sus demandas. Pues no está en su naturaleza darse por satisfecho jamás.
    Ahora le oigo decir  a este gobierno que es espantoso que el PSOE se “radicalice”… Rajoy ha dicho y repetido que no está dispuesto a modificar un ápice su política económica.  Ya cruzó su particular Rubicón. Por eso sólo parece dispuesto a ofrecer algún cambio de peones. De Guindos, por ejemplo, es un buen candidato para presidir el Eurogrupo… El ex Lehman Brothers puede apuntar tan alto como quiera, faltaría más y cualquiera puede verlo como trujamán especialmente capacitado para implementar tanto el  TiSA  como  el TTIP.  Sería un gran avance recibir las Instrucciones redactadas en castellano...
    Y nótese que Rajoy le aconseja a Pedro Sánchez que “se vaya adaptando a las decisiones que corren por Europa”.  Es una manera de decirle en plan críptico que se atenga al guión del TiSA  y del TTIP y que le  ayude imponerlo. No quiere verse solo en el papel de verdugo y vendepatria, en ese papel de miserable quisling posmoderno que ya abrazó a puerta cerrada. Como en este país ya se sufre hambre, como los amos del cotarro que le han adjudicado ese papel tienen la catadura moral de un virus, las consecuencias son previsibles.

jueves, 4 de junio de 2015

LO QUE SE NOS VIENE ENCIMA

      WikiLeaks  (vía Público) acaba de destapar una prueba bien gorda de que las cosas pintan muy mal.  Nada menos que cincuenta países, entre ellos algún paraíso fiscal para mayor recochineo, han acordado ya, con el mayor sigilo, el Trade  in Services Agreement (TiSA), que luce como una jugada maestra del neoliberalismo para acabar con cualquier compromiso residual con eso que antes se llamaba el bien común.
    Todo será liberalizado a mayor gloria de las grandes empresas y de los peces gordos de las finanzas. La cosa llega hasta el punto de que estos se protegen  contra cualquier intento de regulación encaminada a impedir desmanes como el de Lehman Brothers,  en lo que cualquiera puede advertir una señal de que se repetirán.
    Si no fuera por Wikileaks ni siquiera nos habríamos enterado de esta jugada que influirá directamente sobre nuestras vidas y las de nuestros hijos y nietos, y sobre la salud del sufrido planeta en que habitamos. El Tratado de Comercio e Inversiones EE UU/UE  (TTIP, según sus siglas inglesas) se está urdiendo en secreto con la idea de que sea más o menos presentable, el TiSA ni eso. La soberanía quedará doblemente  maniatada a los intereses globales  y la democracia reducida a una mascarada.
    Este es, amigos, nuestro problema, el problema de nuestro tiempo: la derecha neoliberal-neoconservadora, que no tiene un pelo de liberal en el sentido político del término, que no es conservadora en el sentido de antaño, posee una agenda oculta de muy largo alcance. De hecho, aspiraba a mantener en secreto el TiSA durante al menos cinco años más, el tiempo necesario para implementar las medidas accesorias y pillarnos a todos desprevenidos, supongo que todavía enredados en vanas discusiones sobre el TTIP.
    Y WikiLeaks revela que España figura entre los urdidores y signatarios del TiSA… ¿En qué clase de tenidas de altos vuelos se ha decidido nuestro destino?  ¿Quiénes, amos y técnicos, han participado, con nombres y apellidos? ¿Quiénes han participado por parte del PSOE y del PP?  ¿Ha tenido noticias el rey de lo que se tramó a puerta cerrada? 
     Solo sé que esta pieza de convicción explica sobradamente no pocas cosas raras que han pasado en los últimos tiempos, desde el sucio artículo 135 malmetido en nuestra Constitución con nocturnidad y alevosía hasta la forma arrogante de socializar las pérdidas  y la entera política económica del gobierno.
      Es evidente  que este gobierno vendido, estando en el ajo, alineado con los intereses que han conducido al TiSA, ha operado en todo momento en función de esa agenda oculta. Obró sobre seguro, sintiéndose  exonerado del deber de velar por el bien común y autorizado a arrojar por la borda todos los imperativos relacionados con la cohesión social, imperativos despreciables desde la óptica del Tisa.  Ahora se entiende la seguridad con la que inviste sus declaraciones en el sentido de que las cosas se están haciendo de manera inteligentísima, por no haber otra opción… ¡Acabáramos! Claro, el gobierno sabía lo que nosotros ignorábamos, pobres imbéciles, y solo él estaba capacitado para orientarse en el terreno de juego... Basta un somero análisis para comprender que todas las medidas lesivas para el interés general se encuentran en la agenda neoliberal
del TiSA.
     No es extraño que, aparte de Público, ningún otro medio español se haya hecho eco de la terrible revelación de WikiLeaks. Defiende el TTIP, encubre a los brujos del TiSA y serás salvo. Y si no, ya sabes.
     Termina uno por entender este ambiente enrarecido. La derecha salvaje de ahora sabe que no puede ofrecernos nada, calla lo que sabe, nada dice sobre su agenda verdadera, sobre su hoja de ruta, a sabiendas de que la gente se la tiraría a la cara. Y por el otro lado, tenemos a la izquierda emergente sin una agenda clara, porque con semejante oponente real no hay quien sea capaz de llamar pan al pan y vino al vino.
    No por casualidad esta izquierda ha empezado por tranquilizar a los poderes fácticos nacionales e internacionales con un suave “no temáis” y exponiendo un programa de mínimos, encaminado a poner fin a los desahucios y al hambre, esto es,  sin ánimo de romper la baraja. Esto cuando esa derecha tiene un programa de máximos, totalmente antidemocrático, inmundo todo él y  ya en fase de cumplimiento brutal.
    Claro que sería estúpido romper la baraja cuando solo se cuenta con el poder de la razón y de las urnas, cuando además eso ya está hecho, a la chita callando, por parte de la armada neoliberal. Llegados a este punto, vaciada de sentido la democracia por el juego de los poderes en la sombra, paradójicamente solo la democracia puede protegernos un poquito contra la pérdida de libertades y derechos. O esos señores del TiSA no habrían tenido que recurrir a reuniones secretas como unos vulgares asaltantes de caminos.
      La situación es gravísima, tanto que nuestros actuales debates sobre posibles pactos municipales y autonómicos  lucen como una un fenómeno muy secundario,  quizá una mera distracción.  La confrontación que se avecina deja pequeños los acontecimientos vividos. Está en juego nuestro porvenir y, desde luego, el de Europa, en estos momentos totalmente pervertida, tan alejada de su ideal democrático que me da náuseas. Cuánta razón asiste a Alberto Garzón, que acaba de publicar el único artículo en el que he visto reflejada una comprensión cabal de la situación y de la correlación de fuerzas. Se titula La unidad popular es el único camino: lo recomiendo encarecidamente. (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199566)…  Si al escribirlo hubiese podido tener sobre su mesa el asunto del TiSA no le habría salido más redondo. 

    

miércoles, 27 de mayo de 2015

Y AQUÍ LLEGA LA “IZQUIERDA RADICAL”…

     Al día siguiente de las elecciones, varios escribas orgánicos dieron la voz de alarma, prodigando la expresión “izquierda radical” para definir a las fuerzas que han venido a alterar el mapa político que tanto les gustaba. ¿Se trata de distinguir a los recién llegados del PSOE en dos palabras, por falta de espacio? Ya me gustaría, pero no.
   El empavorecido constructor Villar-Mir acaba de afirmar que se nos viene encima el comunismo, nada menos, en lo que ha venido a coincidir con Esperanza Aguirre, empeñada en hacer creer a las buenas gentes que Manuela Carmena se propone acabar con la democracia en España. Y ahora, a la desesperada, al ver que su frente anti-Podemos no cuajará en Madrid, he aquí que se muestra dispuesta a pactar con Carmena… a condición de que abjure de sus vínculos con los “soviets de distrito” [sic!]. Y leo y oigo que no está sola, que el propio PP, o gente del PP, se identifica con su visionaria estrategia. Confieso que de buenas a primeras me reí; pero ya no le veo la gracia.
    Y no se la veo porque estas burradas dejan al descubierto la mentalidad de una parte muy pesada de la élite del poder, la misma mentalidad locoide y egoísta que tanto daño la ha hecho a este país desde los tiempos de Larra y de Galdós.  Me refiero a la mentalidad que tuvo la ocurrencia de propalar el infame bulo de que el señor Alcalá Zamora era la punta de lanza del comunismo, y esto desde el primer día de su mandato, cuando en este país los comunistas se podían contar con los dedos. La misma que alentó y financió el golpe de Estado de 1936 a partir del punto y hora en que perdió la esperanza de mantener a la República bajo control, es decir, en cuanto vio venir el imperativo histórico de redistribuir la riqueza y acabar con los privilegios incompatibles con la modernidad. La misma que entonces creía que era de lo más normal una sociedad dividida en ricos y pobres, la misma que ahora es incapaz de comprender que este país no quiera prestarse a seguir de rodillas ante lo que está pasando, la misma que en su día descubrió el neoliberalismo y se dijo a sí misma que la desigualdad es natural como la lluvia o el granizo, y esto a su entera satisfacción, aunque tuviera que mandar al diablo el cristianismo del que tanto le gusta farolear.
    Confundir a las reuniones vecinales de Madrid con aquellos soviets constituidos en la Rusia inmersa en la I Guerra Mundial es una animalada, fruto de la incultura y de la malicia. Decir que la señora Carmena es un peligro para la democracia, otra animalada. Designar a las fuerzas emergentes bajo el rótulo de izquierda radical, otra. ¿Se pregunta uno si Esperanza Aguirre y los que piensan como ella saben, siquiera remotamente, qué es una izquierda radical? Me parece el colmo que endosen ese título a lo que se presenta como una izquierda a secas, socialdemócrata en todos sus usos y planteamientos. De aquí a una reviviscencia de una izquierda radical, a la Che Guevara por ejemplo, hay un tal trecho que no es de recibo seguir con la milonga.
    La pretensión de amedrentar a la parte peor informada de la ciudadanía con idea de que Pablo Iglesias es como Chávez y que, por lo tanto, tiene la oculta intención de cargarse la democracia, es sencillamente asquerosa. Porque ni Pablo Iglesias es Hugo Chávez, ni es cierto que el chavismo haya prescindido de la legitimidad democrática.  
    Pero no veo por qué me escandalizo… ¿Acaso ignoro que forma parte de la esencia del neoliberalismo justificarse mediante todo tipo de mentiras de brocha gorda en el prepotente convencimiento de que la verdad no pinta nada en política? Lo que parece torpeza, brutalidad e ignorancia viene en el lote.
    No veo ni el menor peligro para la democracia en las fuerzas emergentes. Al contrario, veo en ellas una esperanza de regeneración del sistema en que habitamos, por ser obvio para mí que un sistema político sin una izquierda  real solo podría ser democrático en una sociedad sin clases que ni siquiera se divisa en el horizonte. En cambio, sí veo un peligro para la democracia en la derecha representada por la señora Esperanza Aguirre. ¡Esta sí que es radical! Esperemos que haya otra derecha, porque esta ya sabemos a qué extremos es capaz de llegar y qué tipo respuesta termina por merecer.

martes, 26 de mayo de 2015

TRAS LAS ELECCIONES DEL 24-M

    Se constata un gran avance de la izquierda y un retroceso de la derecha, un cambio de tendencia que, con las elecciones generales a la vista, se puede entender como una clara señal de que se prepara una redistribución del poder. Es pronto para echar a volar las campanas, pero se alegra el espíritu al constatar que millones de españoles son, hoy por hoy, inmunes a las mentiras de saturación que hemos padecido durante los últimos meses.
    Hay quien se asusta ante la necesidad de pactar y habla de ingobernabilidad. Evidentemente, no será fácil llegar a acuerdos y atenerse a ellos. Pero, la verdad, creo que ya era hora de que llegásemos a una situación como esta. Las mayorías absolutas habidas hasta la fecha han sido sumamente dañinas para la  normal maduración de nuestra joven democracia. Piénsese en los modales chulescos de sus beneficiarios, en el hurto de los temas serios  y trascendentes del debate público y leal, por no hablar de otras consecuencias indeseables, desde la corrupción a la promoción de auténticos inútiles a puestos de elevada responsabilidad.
   Me hacen gracia las murmuraciones de la derecha ante las declaraciones del presidente Rajoy, que ya pone proa a las elecciones generales sin mirar atrás. ¿Qué esperaban? Hace mucho tiempo que el PP quemó sus naves para mejor disfrutar de la corriente neoliberal-neoconservadora que nos ha traído al presente desfiladero histórico. El resultado era previsible y de aquí a noviembre no tiene la menor posibilidad de rectificar, como no tiene ni la menor opción de pintar de rosa su agenda oculta, que no es otra que la de seguir en las mismas, destruyendo la cohesión social en nombre de los intereses de su red clientelar y de los mandatos de los amos de las finanzas internacionales.
    No cabe ignorar que el PP tenía otras potencialidades, pero ya da igual. Se lo ha jugado todo a una carta, justo a la carta que la gente tiene buenos motivos para aborrecer y temer. Y es que ha dejado la causa de la justicia social en el lado de la izquierda, de manera inequívoca, haciendo daño hasta a sus ingenuos votantes de ayer. Si ahora empezase a hablar de justicia social, sus palabras sonarían  tan hipócritas que es hasta normal que no se atreva a pronunciarlas.
    Hay quien cree que Rajoy no es el mejor candidato por no ser el más locamente neoliberal-neoconservador del elenco, pero ya me dirán lo que adelantan con ello en orden al reencuentro con la sensibilidad del común de los mortales. Y recuerden que ahora precisamente asistimos al hundimiento del absurdo mito de que las derechas entienden la cosa económica mejor que nadie…
    Ahora veremos qué hace el PSOE. Parece que la historia ha tenido a bien darle una oportunidad de redimirse de sus desviaciones. ¿Con quién pactará? Supongo que Pedro Sánchez ya se ha dado cuenta de que cualquier tocamiento con el PP sería desastroso para el partido. Pero no cabe descartar que le chantajeen para que de el paso fatal. La sombra de Felipe González es alargada y no sabemos en qué quedaron las tenidas sobre el famoso gobierno de concentración PP-PSOE. O con la derecha o con la izquierda, señor Sánchez. Este país no está para bromas.
    No quisiera dejarme en el tintero una evidencia de sumo interés. La división de la izquierda no ha sido un impedimento para su avance, y esto por un dinamismo interno que ha desbordado el marco partidario convencional. Cabe ver en ese dinamismo, tan esperanzador, la consecuencia del sufrimiento y la desazón, y además una manera colectiva de sobreponerse a los cantos de sirena del fatalismo histórico.
    La derecha no tiene ni la menor posibilidad de emplear su arsenal contra un fenómeno social de tal amplitud, contra semejante voluntad de cambio. Dicho arsenal quizá le sirvió para sembrar dudas, en espíritus timoratos, sobre la idoneidad de los líderes de Podemos para encarnar una alternativa creíble y para endosarle al partido de Pablo Iglesias una agenda oculta de tenebrosas intenciones totalitarias, pero ha demostrado ser patéticamente inútil contra dicha voluntad. Si lo tuviera que expresar en términos convencionales, diría que el poder establecido ha topado con el pueblo.

    

lunes, 11 de mayo de 2015

CHANTAJISTAS Y CHANTAJEADOS

      En estos tiempos de dominación neoliberal y globalización, el chantaje se ha convertido en la herramienta más efectiva del poder establecido. Como este poder es esencialmente antidemocrático (obedece a intereses oligárquicos contrarios al bien común), no  es de extrañar que se emplee a fondo como chantajista, papel que le sienta como anillo al dedo y en el que está dando pruebas de un virtuosismo mafioso de superior categoría. 
     Nos encontramos inmersos en la era del chantaje, como si viviésemos en una dictadura.  Y nada tiene de sorprendente que la dignidad humana se encuentre bajo mínimos y que la libertad, en lugar de ir a más según el sueño de la modernidad, se recorte a ojos vistas. Caminas o revientas. Son lentejas, lo tomas o lo dejas… Y así se llega a la prostitución, a la esclavitud, así se firman contratos infumables y se dice sí señor a cualquier burrada.
     Contémplese la realidad europea, lo que nos pasa a nosotros y el completo panorama económico y geopolítico en clave de chantaje. En lugar de las razones y sentimientos que asociamos a la búsqueda de la justicia local y planetaria, vemos el completo repertorio del arte de chantajear a pueblos y personas. Lo considero una recaída en la barbarie de pronóstico pésimo. Las negociaciones no son tales. Son simulacros.
      ¡Qué tiempos estos en los que el chantajista endosa a la realidad los mandatos que se le antojan, dándoselas de honorable! ¡Qué tiempos, en los que el chantajeado, en lugar de sentirse como tal, en lugar de tragarse la humillación o de reaccionar como una víbora, le sigue la corriente al opresor, ya dispuesto a ceder todo lo que haga falta, e incluso a hablar del caloret o de otras cuestiones triviales mientras cede y cede como si fuera de lo más natural.
     ¿Cómo se llegó al artículo 135 que hoy figura en nuestra Constitución? Pues por ceder ante un chantaje. ¿Cómo es posible que el Acuerdo de Libre Comercio e Inversión EE UU/UE se haya pergeñado a puerta cerrada y que los señores europarlamentarios no se hayan echado abajo esa puerta? ¿Cómo es posible que estos representantes de la ciudadanía europea se hayan dejado contentar con una especie de resumen sin poner el grito en el cielo, sin reaccionar siquiera cuando el chantajista les prohibió que lo leyeran como es debido y hasta tomar notas? Por la dialéctica chantajista/chantajeado.
    ¿Qué pasa con las propuestas económicas de todos los partidos que se presentan a las elecciones del presente año en España? Pues que han sido escritas bajo la amenaza del chantaje local y global.
     Nadie quiere exponerse a que el chantajista se enfade, nadie quiere reconocer siquiera que está siendo víctimas de un chantaje y de que así no hay manera de establecer un programa coherente, ni tampoco de fijar los objetivos con claridad meridiana, como si el punto justo estuviese en engatusar simultáneamente al chantajista y al votante chantajeado.
     El votante, viendo el garrote suspendido sobre su cabeza, pide moderación, calculitos, alguna cosilla, nada que pueda irritar a los amos del mundo. (¡Madrecita, que me quede como estoy!) Quien amenace con volcar la mesa del tahúr se verá castigado en las urnas, como bien saben el chantajista y la masa ovejuna. Y por eso es muy conveniente hablar de corrupción, de manzanas podridas, caer en el juego del tú más, como si aquí el problema fueran los chorizos y no el sistema y su infame doctrina de fondo.
    ¡No hay alternativas! Esta necedad que contradice la razón de ser de la política, encubre las pezuñas del chantajista y esconde las vergüenzas del chantajeado. Ni se dude de que el las próximas elecciones, millones de españoles irán a votar convencidos de que son libres, pero en realidad entregados a la lógica del Síndrome de Estocolmo, la misma que domina a la mayor parte de los líderes que aspiran a conquistar La Moncloa, como domina a su actual inquilino.
    Y naturalmente  esos electores timoratos y calculadores han sido tenidos en cuenta por los redactores de los programas económicos. Aquí nadie está libre de temer el mencionado garrote, tampoco ellos, todavía aferrados a la curiosa esperanza de que el capitalismo salvaje entre en razón, nostálgicos de un capitalismo bueno o roosveltiano que no volverá a fuerza de comedimiento y bajadas de pantalones.
    ¡Véase lo que pasa en Grecia! Por no rendirse a la primera, véase, véase. El chantaje apunta más que a expulsar a Grecia del euro, a provocar la caída de Syriza y a devolver el poder a alguno de los blandengues de ayer. Si Syriza cae o se traiciona, ¡qué alegría más repugnante se llevarán al cuerpo los encumbrados matones de la Bestia neoliberal, y que alegría los simples cagones, viendo en ello una justificación y una disculpa moral!
     El chantaje ha sido tan masivo y sostenido que ya no hay quien se atreva a llevar el debate político al estricto plano de la justicia, por preferir todos los juegos de números, como si debiéramos dar por supuesto que en esos juegos tiene tan digna dama algún papel (podría tenerlo, pero actualmente no lo tiene).
    Chantajistas y chantajeados hablan en un idioma común, caídos en el economicismo inherente a la narrativa del chantaje en curso.  La mayoría de los economistas críticos huyen como de la peste de que los tomen por militantes antisistema, ateniéndose al guión de lo que hay, a las reglas del juego escritas y no escritas del sistema. A ver si se puede hacer algo sin irritar a los que tienen la plata. Es una manera de ceder al chantaje. ¿Se atrevió el señor Miliband a cuestionar de raíz la política económica de Cameron? No, claro que no. Otro que dobló el espinazo y acabó en la cuneta.
     Esto sucede cuando está ya clarísimo que el chantajista es un perfecto inmoral, un enemigo de la democracia y de la humanidad, y que, por lo tanto, no tiene nada que ofrecer aparte de las operaciones de saqueo y socialización de las pérdidas. Que para servir a la causa de la justicia los números tendrían que ser otros y distinta la escala de valores, esto es sabido, pero el miedo es libre.
    El chantaje ha pervertido nuestras mentes y corazones. A duras penas es posible traer a primer plano a los pobres y hambreados europeos  y ya es imposible que a uno le tomen en serio si alude al espantoso daño que el actual sistema está haciendo a la gente en el plano vital, un daño atroz del que sus hijos no se librarán por estar ya en la categoría de los sin futuro.
     El chantaje opera a diversos niveles, y ya han pervertido las mentes hasta el punto de que se debe dar por sobreentendido que tener un trabajo precario y miserablemente pagado, no ser desahuciado y contar con luz eléctrica es extraordinario, más que suficiente para llevar una vida digna (y  no digo plena porque esta palabra ya no se usa por no ser del agrado del chantajista,  solo interesado en la plenitud de sus negocios). Nótese que defendemos educación en nombre de los beneficios económicos futuros y no del desarrollo libre de las personas. Quien defienda este desarrollo de las personas será tomando por loco y fichado como tal.
     Creer que si uno cede el chantajista se portará bien es una imbecilidad, la esperanza del tonto. Cuanto más se cede, peor. Y además, llegados a este punto, la idea de ceder para ganar tiempo carece de valor operativo. Porque aquí el único que puede sacar partido de ella es precisamente el chantajista.

    Y si uno no está dispuesto a ceder, debe atarse los machos. Debe estar preparado para que de los modales melifluos, tecnocráticos  y pseudodemocráticos el chantajista pase directamente a los brutales.  Y puede que de esto no estemos lejos a juzgar por los preparativos jurídicos, policiales e informáticos. El chantajista se cura en salud, consciente de que lo que se trae entre manos es de rango genocida y de que su supervivencia depende cada vez más de la pura fuerza bruta, la de las plantaciones de esclavos, la de Auschwitz o del Gulag. 

miércoles, 6 de mayo de 2015

EL VOTANTE DE IZQUIERDAS

    Urnas a la vista, el votante de derechas  solo tiene que elegir entre dos opciones. O se inclina por el PP o por Ciudadanos,  por la opción jurásica o por la emergente. 
    El votante de izquierdas, en cambio, no lo tiene tan fácil. ¿A quién debe confiar su representación? En este campo el panorama es complejo. Solo está claro que aquí y ahora de lo que se trata es de hacer frente a la a Bestia neoliberal, antes de que sea tarde, antes de que termine de retrotraernos al siglo XIX.
    Y como esto sí que está claro, por ser cuestión de supervivencia, es inevitable que la visión de las urnas le cause a este votante una sensación rara y hasta de enojo con sus pares. Debería estar ilusionado, lo estuvo hasta hace poco, y ahora anda cejijunto.
    Es una  pésima idea entrar en el futuro con las fuerzas divididas por personalismos, rencillas de familia y cálculos esotéricos. Donde ya debería haber formado un frente amplio, resulta que no lo hay. Es muy de lamentar precisamente ahora, por estar la mencionada Bestia en un apuro. Es de género tonto no ver y no aprovechar la oportunidad, sobre todo si se piensa en su temible capacidad de reacción y en el odioso y semioculto programa que se trae entre manos. En fin, con división interna o sin ella, el cometido de la izquierda es ese.
     Y siendo así, con pena o sin ella, el votante de izquierdas se ve ante la desagradable evidencia de que, a juzgar por su ejecutoria, el PSOE no es de fiar. Ha servido a la Bestia, ha traicionado a sus votantes, y hasta la fecha no ha ofrecido ninguna prueba de que no vaya a repetirlo. Es más, dada su hipersensibilidad a los chantajes oligárquicos, dada su habituación al arte del acomodo, está cantado que volverá a las andadas en cuanto se le pase el sofocón.
     Ahora como siempre, el PSOE va de “izquierda responsable”, tildando de idiota a cualquiera que no se comporte como un oso de feria. Y esto vale por una declaración de intenciones. Mucho le habrá dolido que el 15-M lo metiese con el PP en el mismo saco, pero méritos sí que hizo, como sabe cualquier votante de izquierdas que se precie, haya votado o no al PSOE en el pasado.
     ¿Está Pedro Sánchez decidido a eliminar el maldito artículo 135 que Zapatero urdió a escondidas con el PP? ¿Decidido denunciar los aspectos siniestros del acuerdo de Comercio e Inversiones EE UU/UE? ¿Decidido a poner en su sitio a la casta extractiva? ¿Decidido a apoyar a Grecia en los altos foros internacionales? ¿Decidido  a dar cuenta en el Congreso del chantaje de turno, lo que debió hacer Zapatero y no hizo, decidido a dimitir antes de entregarnos? ¡A saber!
    Aquí y ahora, el votante de izquierdas que realmente esté convencido de que hay que pararle los pies a la Bestia, no pudiendo fiarse del PSOE, tendrá que elegir entre Podemos, Izquierda Unida y sus asociados, Ganemos y los suyos… y reclamarles que lleguen a un entendimiento sincero y práctico lo antes posible, porque sin él serán triturados de uno en uno  o de un solo golpe todos sin que la gente que les apoya tenga la menor oportunidad de hacerse valer como lo que es, un conjunto humano numeroso y poderoso, indignado ante el curso de los acontecimientos. 

lunes, 27 de abril de 2015

MÁS ALLÁ DE LA CONFUSIÓN

   Tras el arranque andaluz, enfilamos hacia nuevas citas electorales y la confusión va en aumento. Nadie quiere mostrar sus cartas para no espantar a los famosos votantes del centro, todo se personaliza, se excitan las filias y las fobias, se huye de los temas serios y se amañan hasta las sumas y las restas.
    La confusión es, sin embargo, más aparente que real. Tenemos, por un lado, a los partidos que desean poner límites y hacer retroceder a la Bestia neoliberal-neoconservadora  y por el otro a quienes sueñan con engordarla ilimitadamente a nuestra costa y a la de nuestros hijos y nietos.
     No hay ni puede haber un punto de convergencia entre ambos proyectos, por eso ya dije alguna vez que, de hecho, el centro político ha desaparecido.  No digo que no haya gente que se sienta en ese espacio, en una posición muy de clase media, convencida de que ahí reside el equilibrio y el buen sentido. El problema es que esa gente se encuentra en una especie de tierra de nadie. Quienes aspiran a representarla no se encuentran allí, sino a la derecha o a la izquierda, como los hechos no tardarán en acreditar.
    La clase media, engañada y traicionada por sus presuntos representantes, ya ha sido destruida en Estados Unidos y en otros países caídos en las garras del neoliberalismo. Ahora ocurre en Europa. Lo sufrimos en nuestras propias carnes, una experiencia que esa buena gente “del centro” no es capaz de admitir ni cuando la pisotean.
   Tarde o temprano la confrontación  entre neoliberales-neoconservadores y sus oponentes irrumpirá brutalmente y pondrá a todos en su sitio. Sucederá tras las próximas elecciones municipales y autonómicas, antes o después de las generales, quizá más tarde,  porque todo depende de cómo vayan las cosas aquí y en el mundo. Sí, llegará el momento, lo presiento, en que no habrá el menor margen para la simulación.
    Si ganan los partidarios de la Bestia, más de lo mismo: seguirán llevándonos a empujones y por etapas al siglo XIX, entregados a un designio oligárquico que no hay democracia que resista. Si ganan sus oponentes, toparán de frente con el establishment  mundial y con una agrupación de las fuerzas sobrevivientes que tan fielmente le sirven. Si por miedo decidieran no hacer nada y marear la perdiz, dejarán a las víctimas sin la representación que les prometieron,  o sea, rotas o airadas, lo que también sería funesto para nuestro sistema democrático.
    Ahora bien, a  juzgar por las encuestas en este país todavía no se ha llegado al punto en que una abrumadora mayoría experimente el ferviente deseo de dejar atrás lo malo conocido en busca de lo bueno e incierto por conocer. Es un dato a tener en cuenta.
     ¿Hace falta más sufrimiento para que se llegue a ese punto crítico?  Tal parece, como parece que hace falta más dolor para que los adversarios de la Bestia dejen de hacer el tonto, incapaces de dar vida a un frente amplio a la altura de los desafíos que nos van a salir al paso indefectiblemente, como parte del embolado global.  
     Sería de desear que  los representantes de la izquierda no perdieran el tiempo con cominerías, personalismos  y desmesuras, pues les ha caído encima la responsabilidad de impedir que nuestro país pierda el tren de la historia. Sería muy triste que España reaccionase tarde y mal y encima sola y desunida contra dicha Bestia, como ahora le pasa a Grecia. Sería como para tirarse de los pelos, pues en estos mismos momentos la Bestia está  enferma de muerte, como consecuencia de su criminal locura. Como no será que ya ha despuntado una hornada de economistas que han dejado de reírle las gracias. Thomas Piketti no está solo, señal  inequívoca de que los tiempos están cambiando, aunque no tan rápido como algunos desearíamos.
     A mi entender al menos, el tren de la historia ha llegado a un punto en que el neoliberalismo-neoconservadurismo ya se ha exhibido ante grandes masas humanas y ante un significativo número de cabezas pensantes como lo que es: una salvajada sin porvenir, mortal para la gente y para la salud de la tierra, un constructo ideológico impresentable  y falaz, surgido de la matriz de una oligarquía local y transnacional tan ciega como egoísta y cutre. Como ya no puede prometer a la gente prosperidad alguna, al neoliberalismo solo le queda mentir y abusar de su indecente instrumental propagandístico y represivo. Hemos llegado al punto de que hay que ser muy necio o muy malvado para sostener esa ideología es la mejor, la última, la incontestable. La Gran Crisis Política nos espera, pues, a la vuelta de la esquina.

lunes, 16 de marzo de 2015

PODEMOS Y VENEZUELA

    El establishment vocea cualquier vínculo de Podemos con el chavismo, a ver si así consigue pararle los pies. Salta a la primera página que Íñigo Errejón le cayó en gracia a una hija de Hugo Chávez… ¡Pues sí que han llegado lejos el entendimiento y la complicidad!
      Ya hemos visto lo sucedido con las cuentas de Juan Carlos Monedero, entendidas como una revelación trascendental, como prueba de un delito de financiación subterránea  de Podemos. ¿No debería ese hombre ser pobre como una rata? ¡Aquí hay algo sospechosísimo!
     La noticia de ayer: se le pidió a Pablo Iglesias que condenase la detención del alcalde de Caracas y él se fue por la tangente. Manifestó que le desagrada que un alcalde se encuentra entre rejas. O sea, no la condenó… (¿Y cómo la iba a condenar porque sí, solo para darle el gusto a la caverna? ¿Y si el conocido antichavista estaba involucrado en una intentona golpista como asegura el gobierno venezolano?). 
     La noticia de hoy es que los europarlamentarios de Podemos rechazaron las sanciones que el Partido Popular Europeo, portavoz del establishment mundial, pretende imponer a Venezuela por una supuesta vulneración de los derechos humanos. O sea, Pablo Iglesias  y los suyos defendieron a Maduro, se retrataron, mostraron sus cartas, quedando probado lo que se pretendía demostrar, a saber, que son unos bichos, que los derechos humanos les importan un bledo, que no son demócratas… Acosado por los medios, Pablo Iglesias añadió que no conoce personalmente a Maduro y que está a favor del diálogo y no de las sanciones.
      La derecha vernácula aprovecha la crisis venezolana para meter miedo a los españoles. Caiga sobre Podemos toda la basura lanzada sobre Chávez y sobre Maduro, ahora elevado a la categoría de "peligro para la seguridad de los Estados Unidos", categoría reservada a personajes como Manuel Noriega, Sadam Hussein o Muhamar Gadaffi, de lo que nada bueno cabe esperar, pues el paso siguiente suele ser una acción “humanitaria”, en “defensa de la libertad”, de terribles consecuencias para el pueblo.
     Podemos se nos pone de perfil, lanza balones fuera y trata de que esa basura no le sepulte. No le conviene que esa identificación con el chavismo, hoy en crisis, se consolide en el imaginario colectivo. Como no le conviene tampoco presentarse como un enemigo declarado del establishment,  un enemigo a la Chávez. De ahí que se abstenga de defender al chavismo con la rotundidad que cabría esperar, aun al precio de quedar indefenso ante los ataques que recibe, e incluso al de dar la impresión de doblez que encanta a sus enemigos e irrita, a no dudar,  a una parte de sus simpatizantes.
   Como yo no pertenezco a Podemos (ni a ningún otro partido), como estoy a solas con mi ordenador y mi perro, me voy a tomar la licencia de decir algunas cositas. Dada la situación mundial, en la que se está a favor de la barbarie neoliberal o contra ella, no hay nada indecoroso en haber tenido o tener buenas relaciones precisamente con el chavismo (como tampoco tenerlas con Rafael Correa, con Evo Morales o con José Mújica, por ejemplo).   
     ¿Acaso era Venezuela un país idílico antes de la democrática llegada de Hugo Chávez a la presidencia?  ¿Acaso el país era un modelo a seguir en tiempos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, devenidos ambos en peones del Consenso de Washington, decididos a hacer lo mismo que ahora se está haciendo en España (desplumar al pueblo)?
    ¿Acaso es decente ignorar los indiscutibles logros sociales del chavismo, todos indigestos desde el punto de vista de la oligarquía local y transnacional? ¿Se puede ignorar que ésta ha estado maniobrando contra el chavismo desde el primer día? ¿Se puede olvidar que en estos momentos el presidente Maduro está siendo objeto de una feroz campaña de acoso, en la que sus enemigos parecen dispuestos a ir a por todas?
     Eso de echar abajo el precio del petróleo y dejar las tiendas desabastecidas no dice gran cosa sobre su capacidad de gobierno de Maduro y mucho, en cambio, sobre el poder de sus enemigos  (lo mismo se hizo contra Salvador Allende en Chile, donde se echó por tierra el precio del cobre nacionalizado…). Para la derecha mundial es de vital importancia que el chavismo y otros proyectos similares  descarrilen y muerdan el polvo. Se trata de demostrar, por las malas, que “no hay alternativas”. Esto lo sabemos todos, como deberíamos saber que, en caso de que Podemos llegue al poder  no lo tendría nada fácil para desmentir este absurdo criminal que se sacó de la manga la señora Thatcher. El establishment se defenderá con uñas y dientes.
    En rigor, lo verdaderamente escalofriante, lo que habría sido devastador para la esperanza que representa Podemos en España habría sido descubrir  un entendimiento entre sus principales dirigentes  y los hermanos Koch… un entendimiento con los magos de la banca en la sombra, una repentina admiración por Peña Nieto, un trato preferente del señor Juncker, un favorcito del rey de Arabia Saudita…
    A juzgar por los compadres, capataces  y empleadores de los enemigos de Podemos, ni siquiera soy capaz de sobresaltarme con la noticia de que no sé que programa televisivo de Pablo Iglesias ha contado o cuenta con patrocinio iraní. Esto es lo que han conseguido sus enemigos al presentarse como unos santitos, como altísimos modelos de solvencia democrática y moral. Resulta cargante que se escandalicen como hienas ante tales o cuales relaciones de Podemos, como si ellos tuvieran las manos limpias. Y ya es el colmo que se movilicen masivamente en defensa del alcalde de Caracas, porque son los mismos que tienen por norma no decir nada sobre Guantánamo y silenciar todas y cada una de las barbaridades de los “buenos” de esta historia para no dormir.

     

martes, 9 de diciembre de 2014

LA PROSTITUCIÓN DEL ESTADO DE BIENESTAR


     Desde hace  tres décadas los predicadores neoliberales se han dedicado a denostar al Estado en cuanto tal. Incluso, hablaron de reducirlo hasta el punto de que fuera posible “ahogarlo en una bañera”, siempre en nombre de la “libertad económica”.
     De más está decir que, en realidad, nunca se les pasó por la cabeza liquidar el Estado. Se trataba de conquistarlo y de reducirlo simple maquinaria de extorsión y dominación al servicio de los peces gordos, lo que, por otra parte, siempre formó parte de su esencia.
   El grueso de la artillería neoliberal cayó sobre el Estado de Bienestar o Estado de Servicios. Este fue tildado de Estado-Niñera, de vampiro burocrático y antieconómico, de  fábrica de holgazanes. De su historia y su razón de ser, ni una palabra. Se ha predicado el bulo de que fue un invento de tiempos de vacas gordas, una forma de enterrar en el olvido que en Gran Bretaña se puso en pie en tiempos de vacas muy flacas (como en España). Ni siquiera es casual que no se hable de “Estado de Servicios”, por ser de mayor efecto hablar de “Estado de Bienestar”; en tiempos malos bienestar suena a país de Jauja, a cosa insostenible que pide a gritos unas tijeras o un hacha.
    Siempre se pasa por alto que entre los beneficiarios del viejo  Estado de Servicios debemos contar no solo al los trabajadores y los pobres.  También fue de gran ayuda para los empresarios y banqueros, en condiciones de operar sin tener que hacerse cargo de todos los gastos de sus trabajadores y directivos, familias incluidas. Hechos los cálculos, los empresarios y los banqueros de ayer comprendieron que salían ganando si contribuían al desarrollo del Estado de Servicios en el plano económico y, lo que era vital, en el plano social, no fuera una revolución a estallarles en la cara.
    A mediados de los años setenta del pasado siglo, los peces gordos se hartaron del invento. Ya no querían pagar su parte. El proyecto de ir mejorando el Estado de Servicios como parte del progreso fue arrojado a la papelera de la historia. Por un lado, porque ya no era tan fácil hacer negocios facilones a gran escala (shock del petróleo, competencia de países libres de grandes gastos militares como Alemania y Japón);  por otro lado,  porque los tiburones se habían llevado una sorpresa muy desagradable para ellos. Los progresos realizados en el plano de la cohesión social por medio del Estado de Servicios,  no tenían por resultado, como ellos habían esperado, unas  sociedades conformistas.
     En efecto, los tiburones se toparon con la evidencia de que los pueblos relativamente bien educados y bien servidos y atendidos querían más y no menos, como querían más libertad. De modo que había que meterlos en cintura por las malas, provocando un regreso forzoso al encuadre hobbesiano, ricardiano, maltusiano y espenceriano. En cuanto se vio que la Unión Soviética se venía abajo, cuando esos caballeros ya no le vieron ninguna utilidad a tener “en libertad” las mejores escuelas y hospitales, los mejores servicios públicos, dieron el carpetazo a lo social sin el menor escrúpulo. Sin miedo a las consecuencias (los tiburones no son historiadores, ni sociólogos ni estadistas). Y en ello estamos, ya avanzado el proceso, conducente a la restauración de una desigualdad lacerante, digna de épocas que creíamos felizmente superadas.
    Ya pisoteado el contrato social, rotos todos los frenos morales, estos caballeros remataron la jugada: ahora el Estado está a su servicio. Del Estado de Bienestar de pasados tiempos hemos pasado al Estado de Servicios para los Grandes Banqueros, Especuladores y Empresarios. Si sumamos las subvenciones, terrenitos,  facilidades, bonificaciones, descuentos,  si sumamos las aportaciones de los ciudadanos a estos vampiros por medio del Estado, descubriremos que lo que era una niñera se ha convertido en una vaca. Los pobres y la clase media se quedan con un poquito, a modo de consolación,  y los peces gordos se llevan la parte del león.  Hoy los tiburones arramblan con el grueso del “dinero social” disponible, sudado por la gente hasta la última gota, y encima con el dinero todavía virtual que esta pobre gente y sus hijos y nietos ganarán el  futuro… Como el nuevo Estado pertenece a los tiburones, dado que la iniciativa les ha sido gentilmente cedida, nada tiene de extraño que se construyan aeropuertos sin aviones o que hayan saqueado Bankia. Lamento dejar constancia de que nos escandalizamos ante lo que en este fase histórica es absolutamente normal.
     Por no hablar de las formidables ayuditas que recibía la duquesa de Alba, tómese como referencia la chapuza de Castor. Ahora resulta que durante los próximos treinta años los consumidores de gas tendrán que pagar casi cinco mil millones de euros, temblando de frío si es preciso. Los genios del fracasado negocio se van de rositas, con los bolsillos llenos. Resulta que el Estado no puede hacer nada frente al drama humano de los desahucios, nada por los niños españoles hambrientos, nada por lo que se mueren de frío, pero sí por los locos de Castor.
    Si unos banqueros hacen locuras, adelante, las pagaremos entre todos, exprimidos por el Estado, al que en realidad nadie pensó en ahogar en una bañera. Ya se encargan los tiburones neoliberales de mantenerlo a pleno rendimiento, como ente socialmente irresponsable pero necesario para ejecutar su política de tierra quemada, necesario como avalista, como garante de los contratos leoninos, como simpático donante, como encubridor de absurdos, como cobrador de impuestos al honrado trabajador y como brazo armado. Si al Estado de Servicios de ayer se le acusó de ser una antieconómica fábrica de holgazanes, al nuevo, al servicio de los tiburones, se me permitirá que lo defina como fábrica de dementes, chapuceros y malvados, incalculablemente más caros y dañinos para el conjunto de la sociedad.
      Las diatribas neoliberales contra el Estado, envueltas en promesas de gran prosperidad, surtieron efecto, como es sabido. Se dijo que las empresas públicas no podían funcionar satisfactoriamente por “carecer de dueño” [sic!]. Ola de privatizaciones, todas trileras,  Iberia, Repsol y Telefónica, etc. Ya va quedando poco. Ahora les toca el turno a los ferrocarriles, a AENA, al agua, en el mismo plan. Y como queda poco, ya no se habla de liquidar el Estado de Servicios: a la chita callando se procede a privatizarlo por partes.  
     Desde las cárceles hasta el registro civil, desde los hospitales a las universidades y los paradores de turismo, hay de todo, muy atractivo para tiburones de todos los tamaños, locales o extranjeros, con nombre propio o con nombres misteriosos inventados para la ocasión. Así aparece una constructora en la recogida de basuras de Toledo. No es extraño que los trabajadores de los servicios privatizados tengan salarios bajísimos y un porvenir incierto. De sus patronos solo cabe esperar que presten atención a los beneficios, que suban los precios, que bajen los salarios, que se quiten de encima todos los compromisos molestos y que aprovechen las ayuditas de la administración con ellos compinchada. El resultado es la prostitución del Estado de Bienestar, un negocio seguro.
    No hace falta ser un genio para saber que esa prostitución irá a más, sin dar nunca la cara como lo que tiene de robo y de atentado masivo contra el bien común. Su irreversibilidad será claramente establecida en el todavía secreto Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones EEUU/UE.  No es un problema exclusivamente español. ¿Qué hace Goldman Sachs invirtiendo en el principal presidio de Nueva York? Ahora los genios del emprendimiento son todos iguales. ¿Problemas en África? Ya se luce el señor Gates con su fundación caritativa, y de paso les impone a sus ayudados las bondades de Monsanto. Es el paso siguiente. En lugar de justicia, caridad, pero no la que antaño obedecía al temor de Dios o al buen corazón, sino otra caridad, de increíble retorcimiento y bajeza.

    

miércoles, 3 de diciembre de 2014

GLOBALIZACIÓN Y DESNACIONALIZACIÓN

     En 1947 Harry Truman declaró que el sistema capitalista norteamericano solo podría mantenerse en el tiempo y evitar las repeticiones del  crack de 29 si se hacía mundial; era prioritario, dijo, poner coto a los impulsos nacionalistas, un obstáculo para ese plan y, por lo tanto, “una amenaza para la paz” (la amenaza era, en realidad, la suya). Lo que llamamos “globalización” viene de más atrás, del siglo XIX, pero las palabras de Truman fueron su consagración como proyecto a largo plazo de la potencia hegemónica.
     Dicho y hecho. Estados Unidos aplastó todos los brotes de nacionalismo económico, todos los intentos de anteponer los intereses de los pueblos a los intereses transnacionales. Recuérdese de qué manera fueron derribados el guatemalteco Arbenz, el iraní Mossadeg, el indonesio Sukarno y el brasileño Goulart. Recuérdese el asesinato de Lumumba. El argentino Illia fue depuesto por los militares en cuanto se vio su intención de poner límites a los empresarios del petróleo. Estas cosas ocurrían en el Tercer Mundo, lejos de la conciencia del Primero, durante los “fabulosos años” que siguieron al fin de la guerra mundial. La destrucción de Salvador Allende data del fin de ese período (1973). Luego vendrían los “accidentes” de aviación de  Jaime Roldós y Omar Torrijos. Horrores lejanos desde la óptica de las clases bienpensantes. Pero ya le llegaría la hora a Europa. El democristiano Aldo Moro  fue asesinado antes de que pudiese hacer efectivo un entendimiento con los comunistas. La caída de Gorbachov y su sustitución por Yeltsin, peón del neoliberalismo, estaba cantada.
     En definitiva, los líderes que intentaron anteponer los intereses de sus respectivos pueblos a los intereses de la potencia hegemónica y de las élites locales a ella asociadas  siempre acabaron mal. En cambio, los peones favorables gozaron de apoyo mediático, económico y militar sin límites, incluso cuando recurrieron al terrorismo de Estado puro y duro (Suharto, Pinochet, etc.). Por ser poco condescendientes con los intereses de la potencia hegemónica, Milosevic, Sadam Hussein y Gadaffi  fueron  objeto, ellos y sus pueblos, de “bombardeos humanitarios”, ya sabemos con qué resultados. Todo ello según el mismo guión.
     Lo de ahora es una continuación, a lo grande, sin rebozo ni máscara.  Pero sospecho que Truman se quedaría perplejo ante el curso de los acontecimientos. Él hablaba de Estados Unidos en primera persona, y no creo que imaginase que la desnacionalización que imponía a los demás como plato único llegaría a imponerse, neoliberalismo mediante y a la chita callando, a su propio país, donde ya hay gente que no se puede pagar ni el agua.
    Todavía vemos a Estados Unidos como gran protagonista de la historia, sin advertir que sus verdaderos protagonistas desprecian los intereses del pueblo norteamericano. Este pueblo es uno más entre los pueblos caídos en las manos de las empresas transnacionales, los especuladores y los banqueros. Ya decía Marx que el dinero no tiene nacionalidad. Los norteamericanos de a pie lo están experimentado en sus propias carnes.
    Cualquiera que se devane los sesos con la política exterior norteamericana de las últimas décadas se ve en la necesidad de reconocer que no hay manera de entenderla si se prescinde de esas fuerzas privadas, desprovistas del menor compromiso social. Si el complejo militar industrial científico quiere guerra, habrá guerra, a crédito, a costa de las buenas gentes. La comida de los soldados y la limpieza de las letrinas se privatizan, como las cárceles. ¡Adelante con los faroles! Si unos banqueros sin escrúpulos han vendido basura, se los rescata y luego se les confían los resortes económicos del país.
     Truman podía pensar que su agenda serviría a los intereses del pueblo norteamericano,  receptor de la riqueza planetaria, pero los hechos han demostrado su error de cálculo. La clase media norteamericana, la gran obra de ingeniería social de los años de la posguerra, ya ha sido destruida. Los salarios han caído, la desigualdad se ha disparado, el Estado federal ha sido esclavizado por unos mafiosos.
    Ahora les ha toca morder el polvo a los diversos nacionalismos europeos, cuyas elites están entregadas al servicio de esas fuerzas transnacionales.
     Nadie habría imaginado que tras “el milagro alemán” millones de alemanes fuesen a caer en la precariedad, como así ha ocurrido ante nuestros ojos a cámara lenta pero en pocos años. De los británicos ya se ocuparon la señora Thatcher y el señor Blair. La  Unión Europea es a estas alturas un engendro de ocupación al servicio de la élite transnacional. En España, la democracia, tardíamente conseguida, pasará a la historia como una concesión política para ocultar la mano de una desnacionalización sin precedentes, digna de un país tercermundista de los más tirados.
   En el mundo resultante ni los norteamericanos ni los europeos, sean alemanes, italianos, griegos, franceses o españoles, valen en cuanto tales para sus gobernantes, salvo como sujetos de masiva explotación o de maltusiana  exclusión. Al mismo tiempo, toda la artillería mediática bate con furia contra la sola idea de nacionalismo, para lo cual se echa mano de los malos recuerdos de las viejas guerras patrióticas, con tal estruendo que no deja oír la menor crítica contra esta manera de entender la globalización, publicitada cínicamente como una protección contra tales guerras, ya que no contra las que ahora se libran por el petróleo y los intereses privados.
    Si no pasas por el aro, te reventaremos; si pasas con una sonrisa y trabajas "en la dirección del capitalismo salvaje”, te untaremos. Así se acabó simultáneamente con la socialdemocracia y su variante democristiana, así se redujo a los sindicatos a una caricatura de sí mismos, así se redujo a marionetas a varias generaciones de políticos y de jefes de Estado. Y vamos, no se le podía pedir al señor Felipe González que fuese de la madera de Palme o de Allende..., tampoco a Venizelos u Hollande.
    Ni se te ocurra sacar a relucir los principios internacionalistas de la Ilustración ni la Declaración Universal de los Derechos Humanos, indispensables para una globalización digna de tal nombre, incompatibles con esta forma de rapiña. Se pide de ti que celebres la desigualdad, que revuelvas el caldero de lo particular, de lo étnico, de lo religioso; se pide de ti que repitas  los mantras neoliberales, vengan o no a cuento, se te pide que sacrifiques todos los valores humanitarios en el altar del dinero apátrida.
    Aquí el problema no es si los españoles o los griegos van a soportar más recortes, todos ellos de intenciones pésimas. ¿Los va a soportar la humanidad? Esta es la gran pregunta, seguida de la pregunta acerca de qué son capaces de hacer con la pobre humanidad los que nos han conducido este callejón sin salida. A juzgar por estos, la civilización está acabada, putrefacta. A juzgar por las buenas gentes, no. 

jueves, 27 de noviembre de 2014

PODEMOS, LA IZQUIERDA Y LA DERECHA

A Cayo Lara le desagrada que Podemos haga gala de ambigüedad en lo tocante a su posición en el espectro político. Pablo Iglesias ha dicho que su ADN personal es de izquierdas, pero  no lo hace extensivo a Podemos. El nuevo partido pretende trascender la dialéctica/izquierda derecha, un enfoque trasnochado según nos cuentan. Hay al respecto una diferencia significativa entre IU y Podemos.
    Entiendo el recelo de Cayo Lara, y lo comparto. Norberto Bobbio decía, a mi juicio con razón, que un partido no puede ser a la vez de izquierdas y de derechas. Creo que en algún punto de su trayectoria Podemos se topará con esta evidencia insoslayable, en forma de crisis interna o de ataque exterior.
    A mí no me gusta esta ambigüedad. Por razones teóricas y pedagógicas, pero también por los malos recuerdos que me vienen a la cabeza cuando alguien me  suelta “no es de izquierdas ni de derechas”, por ser precisamente esta la fórmula de Hitler, de Franco y de José Antonio  Primo de Rivera. 
     Con motivo del 15-M fui sorprendido por algunos jóvenes que no se sentían ni de derechas ni de izquierdas, nunca supe si por devociones posmodernas, por haberse tomado en serio lo del fin de la historia, o simplemente por tener asociada la izquierda al PSOE y la derecha al PP. En fin, me dije, da igual que el 15-M no se sitúe formalmente en la izquierda como movimiento de indignación, como expresión multitudinaria de una voluntad de cambio, expresión en la que caben las más distintas sensibilidades; además, no todos mis interlocutores andaban en las mismas. Pero el problema me lo platea Podemos como partido llamado a ocupar un sitio en el espacio político.
     Detrás del lema “ni de izquierdas ni de derechas” siempre se agazapa, a juzgar por la experiencia, una oscura voluntad de hacerse con la hegemonía, una voluntad incompatible con una sociedad abierta y con un sistema de partidos variado y funcional. Es el lema que conduce a los sistemas de partido único. Con estas cosas no se juega, y más vale que Podemos se ande con cuidado, para no desbocarse y también para ejercer la función pedagógica que corresponde a la alta responsabilidad que va camino de asumir.
      Claro que no es mi propósito prejuzgar a Podemos, todavía en fase de construcción. Sería injusto atribuirle las culpas de otros o embutirlo por anticipado en un esquema, como hacen sus enemigos. Además, reconocidas las preocupaciones precedentes, no dejo de dar vueltas al fenómeno, topándome con elementos de juicio que  no se pueden pasar por alto en estos momentos de emergencia. Como observador estoy obligado a contemplar el cuadro desde todos los ángulos.
     Por ejemplo, la ambigüedad que irrita a Cayo Lara y a mí tiene todas las trazas de obedecer a una toma de conciencia por parte de los dirigentes de Podemos en lo que se refiere a su electorado seguro y a su electorado potencial. Estaríamos ante un simple reajuste del lenguaje en función de los hábitos imperantes en esos segmentos, es decir, ante un caso de pragmatismo o de demagogia, según el observador, siendo obvio por lo demás que solo tendría derecho a protestar el no demagogo (espécimen desconocido en el juego político actual).
     Los sinsabores electorales de IU parecen haber sido tomados como lección. Y el resultado es espectacular. 
    Sería absurdo pedirle a Podemos que actúe en función de un repertorio ideológico cerrado y coherente, pues es de sobra sabido que quien lo haga se quedará, urnas mediante, en un rincón. Como es sabido también que,  para ganar unas elecciones, hay que conquistar a los votantes del centro, esos votantes que siempre se le han resistido a IU, los que “deciden” según los técnicos en la materia.  
   Todo indica que los dirigentes de Podemos aspiran a que sea lo que se entiende por un partido “atrápalo todo” (al precio de fastidiar a los puristas).  ¿Tiene sentido reprochárselo? ¡Los dos partidos del turno con los que debe competir funcionan en ese registro y no serán vencidos por quien se abstenga de incurrir en esa estratagema tan vulgar como eficaz! ¿Acaso podríamos exigirles a unos estudiosos de la política que prescindan de su saber en aras de una pureza suicida? 
    Mucha gente que no se siente representada por la derecha no se atreve a declararse de izquierdas por razones históricas, siendo de lo más práctico prescindir de la etiqueta y dejar en segundo plano a los componentes de Izquierda Anticapitalista, obviamente inhabilitados para la conquista del centro. Como es práctico insistir en que aquí se enfrenta el pueblo contra la casta. Así planteadas las cosas, se pueden dejar en el armario los fantasmas evocados por la lucha de clases, sin incurrir en demagogia alguna porque no se engatusa a nadie. El enfrentamiento entre pueblo y casta extractiva es real, no un invento de ocasión.
     Por lo demás, hay que tener en cuenta la pesada inercia histórica: de alguna manera este país sigue dividido en dos por la línea de separación marcada por la Guerra Civil. Y podría ocurrir que la ambigüedad de Podemos sirviese para desactivar los reflejos condicionados a la hora de votar. ¿Una listeza de Podemos, o una señal de que el tiempo no ha transcurrido en vano? Depende del punto de vista. 
     Es comprensible, por ejemplo, que los europarlamentarios de Izquierda Unida hayan abandonado el hemiciclo en protesta por la presencia del Papa en un espacio formalmente laico, pero también lo es que Pablo Iglesias se haya quedado  y le haya aplaudido, celebrando su contundente declaración a favor de la justicia social. No veo en ello una listeza, ni tampoco una contradicción, sino una sensibilidad diferente, menos traumatizada por la acción eclesiástica directa, y bastante más recomendable que la rigidez habitual si de lo que se trata es de ganar elecciones y de sumar fuerzas contra la Bestia neoliberal, el enemigo común.