sábado, 10 de septiembre de 2011

LO DE LIBIA COMO SÍNTOMA

    La percepción que uno tiene sobre lo que está pasando en Libia es de lo más extraña, muy expresiva de la época que nos toca vivir.  
    Hay una versión oficial, según la cual nos hemos involucrado en la guerra por motivos estrictamente humanitarios. Asentado el principio de que los rebeldes son los buenos, reservado el papel de malo a Gadaffi, se supone que debemos alegrarnos de las victorias de aquellos y de las derrotas de éste. Y se supone también que debemos hacer la vista gorda ante el hecho de que la OTAN no se haya atenido al papel de fuerza de interposición. Todo sea por la causa, tan intachable.
   Pero hay otra versión, según la cual los intereses que mueven a occidente son cualquier cosa menos presentables, porque hay que tener en cuenta el petróleo y las arcas del dictador, repletas de divisas, un botín suculento en estos tiempos de estrechez, esto por no entrar en consideraciones geopolíticas más o menos obvias y por dejar a un lado el vidrioso asunto de la creciente compulsión a hacer uso de la fuerza.
     Las informaciones sesgadas han sido la norma, y parece que, en lugar de vivir en una sociedad abierta, bien informados, debamos considerar normal la ausencia de noticias y de debates parlamentarios serios. 
     Sin embargo, al final  nos enteramos de que  los rebeldes que estamos apoyando cometen  atrocidades indescriptibles, nos enteramos de que, hasta ayer mismo, las relaciones de Gadaffi con occidente eran, aunque tenebrosas, excelentes, nos enteramos de que el líder rebelde Belhady, el héroe de la conquista de Trípoli, es un acreditado extremista islámico y de que él y gente de su entorno han tenido algún trato con el tristemente célebre Tunecino de los atentados de Madrid. 
     Uno se pregunta qué clase de democracia puede salir de todo ello, pero hay algo seguro: Cuando dentro de un tiempo encajen las piezas del rompecabezas, el cuadro nos dejará espantados, por la lógica del trazo, por la chapuza, por la maldad y por las mentiras que nos tragamos.

lunes, 5 de septiembre de 2011

EL INDIGNANTE TRASFONDO DE ESTA CRISIS



     La entrada precedente, sobre la infumable reforma constitucional, ha irritado a quienes desearían vernos bailar como osos de feria. Que si no había más remedio, que si así es el mundo, que si el banco central europeo nos ha salvado con su Diktat, que si los partidos mayoritarios han dado pruebas de un elevado sentido de la responsabilidad… Pero yo me reafirmo en lo dicho.
    Y algo más voy a añadir: esta reforma de las Constitución representa un sacrificio horripilante de la soberanía en el altar de los intereses financieros y, además,  introduce unas disposiciones que contradicen su espíritu, incompatibles con varios de sus artículos de mayor enjundia, a los que vacía de contenido (artículos 1, 129,130,131…). 
    Este atropello se inscribe en una serie de reformas canallas, encaminadas a cargar sobre nuestras espaldas el montante la juerga neoliberal, por un lado, y por el otro, a  destruir el Estado de bienestar, lo que equivale a romper el contrato social. Naturalmente, nos será dicho que no, que lo que se pretende  es salvarlo, una mentira de las gordas a juzgar por lo que han hecho los neoliberales un año tras otro.
   Y conste que no estamos ante un asunto meramente económico, como pretende hacernos creer la parte interesada. Estamos ante un asunto de poder, de un poder que, por su propia dinámica, se encuentra en  situación de sacar partido de esta crisis que él mismo provocó. Lo que desde fuera parece un fracaso inapelable, desde dentro es un paso más por el camino del éxito. Nótese lo bien que se dosifica el tempo de los acontecimientos, nótese el escalonamiento de las reformas canallas, de las que nadie habló cuando se trataba de socializar las pérdidas.
    Pese a lo ocurrido, pese al derrumbamiento de la pirámide de Ponzi, seguimos en las mismas.  Se pide aun menos gasto público –menos gasto social–, más austeridad, más privatizaciones, menos derechos para la clase trabajadora e incluso menos impuestos, lo que indica que la galopada nihilista va a continuar.
   Economistas tan serios como Joseph  Stiglitz, Paul Krugman y Nouriel Roubini han dejado claro que así, EN LUGAR DE SALIR DE LA CRISIS, LA AGRAVAREMOS. Pero es que da igual. Da completamente igual que la gente ya sepa que se exigen  sacrificios que no servirán para nada salvo para sufrir. En definitiva, estamos ante un chulesco despliegue de rapacidad, ante el cual una de dos, o uno se indigna, o quedará convertido, automáticamente en un COLABORACIONISTA. Se puede llegar a tan fea condición por interés, por falta de luces o por simple cobardía.

sábado, 3 de septiembre de 2011

LA REFORMA CONSTITUCIONAL


     Acabamos de asistir a un espectáculo vergonzoso, a un trágala, a una cacicada, a un pacto del capó.  ¿Con que éstas tenemos? ¡Modificar la Constitución que nos dimos en 1978 con el exclusivo propósito de dar satisfacción a unos chantajistas que para nada tienen en cuenta nuestros intereses!  
    No tengo palabras para decir lo que siento.  Si ya estaba indignado, ahora lo estoy mucho más, y también alarmado, porque el daño ya está hecho,  con una tremenda pérdida de legitimidad. 
   Me pregunto de dónde han sacado los responsables de esta jugada la  creencia infantil de que los chantajistas van a agradecer el favor. Aprobar semejante modificación del texto constitucional equivale a proclamar a los cuatro vientos que los españoles estamos decididos a ahogarnos en la miseria antes de ponerles el más pequeño límite.  En lugar de contenerse, los chantajistas se crecerán, ya advertidos de que, aparte de rendirnos, no sabemos hacer nada de nada.
    Pedir una democracia real ya es, salta a la vista, una cuestión de supervivencia.
    

miércoles, 27 de julio de 2011

EL GESTO DE STIGLITZ

    A los no indignados, a los satisfechos, les ha sentado fatal que Joseph Stiglitz se haya solidarizado con el movimiento del 15m. Nadie esperaba verlo  participando en la Asamblea de Economía que se celebraba en el Retiro. 
    Improvisadamente, altavoz en mano, Stiglitz nos dejó este mensaje, un diagnóstico conciso,  seguido de una prescripción facultativa: “Las malas ideas han dominado el discurso económico las últimas tres décadas. No son ideas sustentadas en la ciencia económica, sino en la ideología y los intereses. Hay una oportunidad real ahora de combinar la ciencia económica con un compromiso con la justicia social, para crear una nueva economía.”
    Y añadió: “Os deseo la mejor suerte”.  Entrevistado por el diario Público, no se anduvo por las ramas: si él estuviese en la piel de los indignados españoles, estaría aún más indignado
     Stiglitz ha dado un paso muy valiente.  Ex vicedirector del Banco Mundial, Premio Nobel de Economía y catedrático de la Universidad de Columbia no es precisamente un hombre ajeno al sistema. De ahí la importancia de su gesto.  Tenemos fundados motivos para creer que dentro del sistema, con cierto poder y con cierto predicamento, hay otros personajes que piensan como él, y sería muy de agradecer que dieran la cara con la misma naturalidad. El movimiento de los indignados está cargado de razón.
    Y bien mirado, entre las pocas esperanzas que nos quedan está la de que los espíritus decentes e ilustrados que se encuentran en el interior del Sistema se hagan cargo de la indignación reinante en las calles. Así, con los de fuera y con los de dentro unidos, sería posible, en teoría, poner límites a la élite maligna que se ha hecho con las riendas de la humanidad.

martes, 26 de julio de 2011

BEHRING BREIVIK

Un loco, es lo primero que piensa uno. Pero este Breivik es algo más que un simple desequilibrado. La salvajada que cometió en Oslo y en la isla de Utoya nos pone ante uno de los enigmas más odiosos de la posmodernidad: la fría aniquilación de personas con segundas intenciones, como resultado de un cálculo, de un plan. No es la primera vez que ocurre, y mucho me temo que no será la última.
     La desvalorización de la vida humana ha llegado a extremos inauditos. Es inevitable ver tan horrible característica de nuestro tiempo en los bombardeos de ciudades, en la indiferencia con que contemplamos a millones de hambrientos, y en este tipo de actos. 

    En los viejos tiempos, el terrorista apuntaba contra los responsables reales o presuntos de tales o cuales injusticias. Ahora lo que se lleva es poner bombas en la calle y disparar contra cualquiera. Esta moda empezó, creo recordar, con la matanza de Peteano, o con la bomba de la sala de espera de la estación de Bolonia. Los locos y los no locos son capaces de las mismas salvajadas.

    En este caso, se ve a las claras el alto precio que se acaba pagando por la retórica del odio al diferente, pues el tal Breivik la tenía tomada contra los musulmanes y contra el multiculturalismo, hasta el punto de disparar contra sus propios compatriotas, supuestos culpables de condescendencia.
    Tenga o no cómplices directos, Breivik no está solo en su odio. Hay mucha gente –intelectuales de pago incluidos– que se dedica a atizar el odio contra los “extraños”. El viejo racismo hitleriano ha sido convenientemente reciclado, y el sueño de la “raza pura” ha sido sustituido por el no menos insensato y criminal de la “comunidad pura”, una invitación a la “limpieza étnica”. Que a estas alturas de la historia tengamos que  vérnoslas con este tipo de cosas es un indicio claro de que ésta, en lugar de progresar, retrocede… Que el señor Breivik tenga una empanada mental no sirve de consuelo: no es el único que la tiene. 
    Y una última cuestión: ¿es tolerable que ciertas gentes se lucren vendiendo ametralladoras y balas dum-dum a particulares? 

domingo, 17 de julio de 2011

APLAUSOS PARA GIULIO TREMONTI


    El superministro de finanzas italiano, señor Tremonti, se ha sacado de la manga una serie de medidas draconianas. Pretende impedir en el último momento que la tercera economía de la zona euro –“demasiado grande para quebrar”–, se vaya a pique. Le aplauden  quienes disfrutan con este tipo de cosas, los que consideran normal y razonable que se cargue el montante de todas las juergas en el pueblo llano. Se alaba su elevadísimo sentido de la responsabilidad, pero no seré yo quien aplauda. Me parece indignante: todas esas medidas se las dictó el Comité del Dolor, de espaldas al bien común.
     Mano derecha de Berlusconi hasta ayer mismo y corresponsable de todas sus juergas financieras, Tremonti  no es quién para imponerle sacrificios a nadie. No hay más que pensar en su buen amigo Milanese, un auténtico acumulador de porsches, yates y joyas, para abarcar la tragedia de un vistazo.
    Para imponer sacrificios hay que tener eso que antes se llamaba “autoridad moral”. ¿Cómo reaccionarán los italianos?  Las  tuercas se irán apretando de aquí al año 2014 y, a juzgar por otros casos, se puede dar por seguro que, por el camino, Tremonti o cualquiera de sus clones, añadirá nuevos sufrimientos. Estas cosas van de menos a más, sin ninguna garantía para la víctima.
   Si la estabilidad de la zona euro depende de este tipo de jugadas, podemos estar seguros de que esto va a acabar mal, muy mal. ¡Pobre Italia, pobre Europa! ¡Y pensar que hay gente que se está lucrando con el dolor de los pueblos con increíble desvergüenza!  Vale la pena leer el siguiente artículo:  www.publico.es/dinero/387469/los-bancos-de-eeuu-se-hacen-de-oro-con-la-crisis-del-euro Ofrece una clara indicación de que nos encontramos en manos de una banda de chantajistas.

viernes, 15 de julio de 2011

LA “CRISIS”: DE MAL EN PEOR


    Nada se hizo para poner orden en las finanzas mundiales, y así nos va. No hay a la vista ningún acuerdo sensato a lo Bretton Woods, y se concluye que los asuntos humanos están en manos de unos dementes. A lo más que se llega es imponer recortes de menos a más, como acredita el caso italiano, a tapar unas noticias malas con otras peores y a dar largas a todos los problemas. Las autoridades planetarias, tanto las económicas como las políticas, están dando un penoso espectáculo.
     El único que parece haber recapacitado es el presidente de Filipinas, Benigno Aquino. Nos enteramos de que, con gran dolor,   ha renunciado a su Porsche de segunda mano, ya convertido en un símbolo de su arrogancia. La señora Lagarde, nueva presidenta del FMI, mujer de sólidos principios atlánticos, próxima a los intereses del complejo científico-militar-industrial norteamericano, amiga de Condi Rice y de Dick Chenney no parece haberse enterado de que hay cosas que sientan mal: lo primero que hizo fue subirse el sueldo. Juega en otra división y, lejos de ocultarlo, nos lo hace notar.
     Lo que se lleva es más de lo mismo. Nada de irritar a los beneficiarios de la pirámide de Ponzi planetaria. La sola idea de compartir sacrificios con el común de los mortales pone fuera de sí a quienes se creen por encima del bien y del mal.   
    El presidente Obama se encuentra entre la espada y la pared por su pretensión de subir un poquito los impuestos a los muy ricos y a las empresas petroleras. Cargar el montante de la juerga universal sobre lo que antes se llamaba “el pueblo llano” es una forma de dar por liquidado el contrato social. Obama lo sabe, todos lo sabemos, pero los juerguistas, lejos de llorar sus culpas, se han envalentonado, llegando al colmo de actuar contra sus propios intereses (parece mentira, pero están dispuestos a matar a la gallina de los huevos de oro).
   No sabemos qué cara pondrán los chinos a primeros de agosto si los norteamericanos no hacen honor a sus compromisos, pero no deberíamos olvidar jamás que nos encontramos en la era del dinero fiduciario, basado todo él en la confianza, ya prácticamente agotada.