lunes, 3 de agosto de 2015

RESPUESTA A UN LECTOR

    Un lector me reprocha mi “radicalización”. De mi afirmación de que a raíz del caso griego me he visto obligado a dejar en suspenso mi filiación socialdemócrata, deduce que me he vuelto comunista al antiguo modo (no privándose de recordarme los horrores de Stalin y de Pol Pot, a ver si me echo atrás). ¿Y si lo veo todo negro para mejor  engolfarme en las profecías de Marx sobre el final del capitalismo? ¿Y si soy un intelectual pesimista, imposible de contentar?
    Este lector tiene razón en lo de mi radicalización. El caso griego, tan trágico, sobrevenido tras años de cultivar yo la esperanza de que las altas autoridades económicas entraran en razón, ha tenido el efecto de una revelación: la socialdemocracia no funciona ni funcionará en este contexto; es impotente por inadecuación al medio y no por la miseria moral e intelectual de sus capitostes actuales, como yo quería creer, como si esta bastase para explicar su fracaso.
     Me  harté de soslayar lo obvio: la socialdemocracia no nació para hacer frente al capitalismo salvaje. Nació cuando el capitalismo estuvo dispuesto a hacer concesiones significativas (concesiones que jamás habría hecho si solo hubiera tenido que enfrentarse con esta versión blanda del socialismo).
    Como el capitalismo ha vuelto a sus orígenes salvajes, no le queda otra opción a la izquierda que volver a los suyos, a cara de perro además. Salvo que quiera atenerse al papel que le han asignado los salvajes, que no es otro que el de cómplice de la barbaridad en curso. Tal es mi punto de vista en estos momentos.
   Al capitalismo vigente le corresponde una respuesta anticapitalista tan actualizada y refinada como seamos capaces de concebir, pero desde ahora mismo decidida. ¡Ya está bien de soportar la milonga thatcheriana de que no hay alternativas! La economía debe ser sometida a los intereses de la humanidad y punto.
     Dicho lo cual, debo añadir, para tranquilidad de mi corresponsal, que no debe ver en mí un admirador de Stalin o de Pol Pot. Soy,  por encima de todo, un humanista. Esos personajes me repugnan tanto como a él. A lo que debo añadir que los primates del capitalismo salvaje me inspiran no menor repugnancia.
    Aunque mi corresponsal no lo crea, hay un comunismo humanista, hay un socialismo humanista, hay un anarquismo humanista e incluso un liberalismo humanista, como hubo, mal que le pesase a Althusser, un Marx humanista, como hay, por cierto, un cristianismo humanista (pregúntele al papa Francisco lo que piensa del sistema económico). En esos espacios, si me busca, podría encontrarme. De esos humanismos saldrá la economía del futuro, si es que lo hay.
    No le doy más pistas. Pero me permito añadir que, entre las tareas pendientes de la izquierda figura, en primer lugar, y su carta me lo recuerda, la de quitarse de encima de una vez por todas el sambenito de ser tan inhumana como sus enemigos capitalistas. Y nada más sencillo, porque canallas como Stalin y Pol Pot no representaron ni entonces ni ahora a toda la izquierda, por mucho que lo publicite el establishment  con la impagable ayuda de unos nostálgicos completamente ajenos al sentir de la izquierda progresista.
     En cuanto al futuro, admito que no las tengo todas conmigo y que entiendo que me considere un pesimista si es, como sospecho, un ciudadano bienpensante, capaz de hacer buenas hasta las mentiras, que quiere creer que él no tiene nada que temer de la progresión de la Bestia neoliberal.
    La  terrible crisis planetaria causada por la Bestia está siendo aprovechada por ella misma de la manera más alevosa para imponernos un modelo de sociedad clasista y criminal. Lo que no deja mucho margen para la esperanza.
     Si nada la frenó en el punto de partida ni tampoco al derrumbarse la pirámide de Ponzi en que nos había metido, si continúa su galopada, ¿por qué iba a detenerse ahora, siete años después, cuando ya ha conseguido que los pueblos desprevenidos paguen la factura de su juerga global y alzarse con nuevos beneficios estratosféricos?
    No ignoro que la humanidad ha sido capaz de sobreponerse a la barbarie en varias ocasiones, siquiera relativamente, como ocurrió, por ejemplo, al término de la Segunda Guerra Mundial, y por eso mismo me estremezco. ¿Hasta qué punto tendrá que llegar ahora el sufrimiento antes de que se consolide un cambio de mentalidad que deje sin aire a la Bestia, antes de que se genere un significativo cambio a mejor?
   En buena ley, el ciclo neoliberal debería estar agotado y sus rapsodas  con el rabo entre las piernas. Pero no. De modo que queda mucho sufrimiento por delante. La manera en que se provocan y tratan los problemas, sean puramente económicos o geoestratégicos y económicos no permite hacerse ni la menor ilusión (piénsese en Afganistán, Irak, Libia y Siria, por ejemplo, medítese sobre la socialización de las pérdidas como modus operandi ).
   Ojalá que la humanidad encuentre la manera de sobreponerse a tanta barbarie, pero no puedo ignorar que el tiempo trabaja en contra.  Se ciernen sobre nosotros tremendos problemas ecológicos y la Bestia sigue adelante sin inmutarse.
    Mi admirada Naomi Klein cree que, quizá, la magnitud del desastre ecológico que se nos viene encima a consecuencia del cambio climático y de la tóxica fijación a los combustibles fósiles podría dejar fuera de juego a la Bestia neoliberal,  bajo cuya demencial dirección vamos  en línea recta e irreversiblemente hacia un infierno.
   Hasta puede venirnos bien topar con los límites ecológicos,  cree ella,  en orden a resolver de una tacada el problema del calentamiento global y el horror de la desigualdad  y la pobreza, y claro que la acompañaré en esta esperanza, hasta donde me sea posible. Me fío de su criterio, del criterio de las buenas gentes y de los científicos que no se han dejado sobornar, pero del poder establecido no me fío un pelo. Lo considero capaz de cualquier barbaridad. Pedirle que frene, venirle con razonamientos morales y llamadas a la cordura está tan fuera de lugar como lo estuvo en el caso de Hitler, dicho sea en plan clínico.

lunes, 27 de julio de 2015

LA RAZÓN POPULISTA COMO ESPEJISMO

    Podemos reitera que no es “ni de izquierdas ni de derechas”, repite que la dialéctica izquierda/derecha es asunto superado. Esta originalidad no es baladí, pues separa a Podemos de quienes se sienten de izquierdas, y empieza a escamarme.
    Deduzco que  Pablo Iglesias se ha tomado realmente en serio eso de no ser de izquierdas ni de derechas. Al principio, me pareció una arriesgada argucia electoral encaminada a constituir un partido atrápalo-todo, a hacerse querer  por los despistados votantes del centro, en aplicación del abecé de la sociología electoral. (Arriesgada, porque la posición de un partido no la define él solo. También depende, y a veces decisivamente, de la posición que le atribuyan sus adversarios y sus propios militantes. Siendo obvio que Podemos ha quedado inscrito en el lado izquierdo, como radical además).
    Ahora me inclino a creer que si algo tiene esta anomalía de argucia electoral, tiene mucho más de principio ideológico de máxima significación. O Pablo Iglesias no habría rechazado de ese modo a Alberto Garzón y a todos los símbolos de la izquierda. Si se ha atrevido a desconcertar de paso a sus propios seguidores debo pensar que la cosa tiene mucha importancia para él.
    A mí me suena mal eso de “no ser de izquierdas ni de derechas”.  Me  suena a franquismo, a fascismo, a falangismo.  Una cosa es que la gente del 15-M se hiciese eco de esa fórmula (por estar rechazando simultáneamente al PSOE y al PP), otra cosa es que ciertos  posmodernos la usen por creer que hemos arribado al fin de la historia, y otra muy distinta que tal sea la referencia de un partido  que aspira a gobernar. De modo que ahora necesito pruebas para no considerar insano este planteamiento de Podemos.
    Intrigado, tentado estoy de atribuir esta excentricidad a la influencia de Ernesto Laclau, un pensador enrevesado, capaz de entretejer, no sin originalidad, los hilados de Gramsci, Althusser y Lacan (lúcido aquel, muy liantes estos dos).  Considerado un posmarxista (no se bien lo que es), Laclau ha influido en la izquierda latinoamericana de los últimos tiempos y no es sorprendente que Iñigo Errejón le hiciese objeto de su tesis doctoral. No es un autor menor. Otra cosa es que su pensamiento sea adecuando a nuestras particulares circunstancias.
     A diferencia de lo que hoy se estila, la visión que tiene Laclau del populismo no es negativa. Entiende que el populismo, en un grado u otro, forma parte de la acción política, en todo momento, como estamos viendo ahora mismo (por ejemplo, cuando el PP  y el PSOE se sacan de la manga una serie de medidas “populistas” de última hora). Hay, claro es, un populismo revolucionario, el que más le atrae, y otro conservador. Los  análisis de Laclau se han basado, sobre todo, en la versión peronista del populismo, un caso de libro.
     El populismo peronista hizo acto de presencia, como otros, en una sociedad donde la dialéctica izquierda/derecha no había rendido ningún fruto en orden a la redistribución de la riqueza, donde el sistema político era inútil, una simple mascarada al servicio de la oligarquía, donde la izquierda de toda la vida  se había empantanado víctima de la represión, donde había un abismo entre ricos y pobres. Y surgió como novedad, por encima de la vieja política, dispuesto a trascender aquella dialéctica, abarcándolo todo, y a la vez obligado a ello por los furibundos ataques recibidos desde los dos lados del campo de juego político. De allí su pretensión totalizante, a partir de la supuesta centralidad que se atribuía a sí mismo.
    No se hablaba de clases, sino de ricos y pobres, de oligarcas y descamisados, donde estos términos eran a todas luces exactos. Las viejas etiquetas ya no valían. Perón se sacó de la manga su justicialismo, con la creatividad que Laclau atribuye a estos movimientos en el plano de los dichos. ¿Comunismo, socialismo? No, no: ¡justicialismo!  De puertas para afuera, Perón hizo fortuna con su “tercera posición”, ni con la URSS ni con los Estados Unidos.
    Cabe ver la influencia de Laclau en la renuncia a expresarse en términos de izquierda y derecha, en la acuñación de la oposición pueblo vs. casta, en una nueva forma de hablar, en la renuncia a viejos dichos y símbolos, e incluso en cierta vaguedad de propósitos, típica de los populismos.
    Las preguntas espinosas se remiten a lo que el pueblo decida en su momento.  Se da por supuesto que todos los que oponemos a la casta vamos  o debemos ir en el mismo barco, en lo que anida una voluntad de alcanzar la hegemonía, unida a la razón populista (conceptos este y aquel centrales en la obra de Laclau). Todo esto es muy interesante, pero no le veo la utilidad en nuestro caso.
    Es cierto que aquí el sistema ha traicionado el bien común, como en la Argentina de finales de los años 40. Ahora bien, hecha esta constatación, se terminan los parecidos. En aquel país y en aquel entonces la divisoria entre ricos y pobres era brutal  e insalvable, no había asomo de cohesión social, etc. Puede que lleguemos a esa situación, pero todavía no hemos llegado, con lo que basta para dar por no aplicables las sugerencias de Laclau sobre la formación de un poder hegemónico de corte populista.
    En un viejo post afirmé que en la España actual no hay populismo a la vista, digan lo que digan los publicistas orgánicos del establishment. Y es que no lo creo posible. El nacimiento del peronismo obedeció a circunstancias irrepetibles.
   La combinación de los carismáticos Perón y Evita no es de las que se repiten, tampoco de las que se fabrican a voluntad.  Además, no se puede pasar por alto que el populismo peronista pudo desenvolverse porque Perón sumó la legitimidad emanada de las urnas al liderazgo de las fuerzas armadas, es decir, se hizo con la totalidad del poder efectivo, sin el cual nada hubiera podido hacer contra una oligarquía intratable.
    Pablo Iglesias tiene un carisma indudable, pero solo el que corresponde a nuestro tiempo y lugar, donde los liderazgos a la Perón o a la Chávez no son bien vistos. Si intentase abusar de él, a buen seguro que toparía con una repulsa creciente dentro de sus propias filas. Y  téngase en cuenta que está llamado a actuar en un Estado en el cual, por imperfecta que sea la separación de poderes, no podría hacer lo que le viniera en gana, por muy de su parte que creyera tener a la razón populista de Laclau.
     El esquema populista basado en un simple y llano “pobres contra ricos” no podría funcionar en la España de hoy como funcionó en la Argentina de Perón o en la Venezuela de Chávez. Aunque las cosas van de mal en peor, todavía hay millones de españoles que tiene algo que defender, un trabajo, un pensioncita, un pequeño bar, algo, con el correspondiente miedo a perderlo y la inevitable resistencia a dejarse llevar por la razón populista, algo que les inspira pavor, de lo que se aprovecha el establishment.
   Y hay un dato más, a mi juicio fundamental, que cierra la puerta a un movimiento populista en nuestro país. Y es que la Argentina que confió su destino a Perón era un país inmensamente rico, que vendía trigo y carne a espuertas, a un mundo medio muerto de hambre. El chavismo, por poner otro ejemplo, tuvo su petróleo. ¿Qué tenemos nosotros?  Hace falta un país rico para que el populismo pueda hacer valer su poder, para que pueda crecer desde el primer día.
    Desde el primer momento, Perón pudo hacer y convencer porque tenía dinero (lo mismo que Chávez). En cuanto las arcas se vaciaron, su régimen sucumbió. Y si el crepuscular peronismo encarnado en la señora Kirchner pudo frenar a los acreedores y hacerse querer con medidas sociales de corte populista, la explicación la encontraremos en la riqueza de aquel país, justo en lo que a nosotros nos falta.
    Mucho me temo que la influencia de Laclau  puede contribuir a desorientar a Podemos, y de rebote a todos. Esto por no recordar que, en su necesidad de alcanzar la hegemonía para no verse a los pies de los caballos, Perón dio lugar a una formación dotada de facciones de izquierda radical, de centro, y de extrema derecha, esto es, a un guirigay que solo él, carisma, demagogia y dinero mediante, sabía “manejar”.  No creo que un artilugio así interese a nadie por estos lares.
     Y no dejaría de parecerme una ironía cruel de la historia que a estas alturas ciertos  ingredientes del peronismo, para colmo entresacados de los académicos y enrevesados libros del profesor  Laclau, confundiesen la mente de la izquierda española, como confundió y mareó Perón a la izquierda de su país, no una sino varias veces… Aquí de lo que se trata es de arreglar, refundar, actualizar o relanzar la izquierda, no de renegar de ella en plan genialoide.

martes, 21 de julio de 2015

UNA LECCIÓN DEL CASO GRIEGO

   Los esfuerzos de Grecia por alcanzar un acuerdo sensato dentro de los esquemas oficiales han concluido con una rendición humillante y fatídica para los griegos, obligados a renunciar la última esperanza de salir del pozo que les quedaba.
   De acuerdo, nada; de solución, nada de nada. Ha sido un Diktat en toda la regla. El país y sus moradores, a subasta, sin porvenir. ¡Y en Europa!
    El no de los griegos a ese Diktat criminal y los intentos negociadores de Tsipras y Varufakis, basados en la creencia de que todavía rigen los valores de la vieja Europa y en la suposición de que las altas instancias del planeta no pueden estar locas de remate,  han servido para constatar cómo se las gastan los matones que rigen nuestros destinos. En ellos no hay asomo de racionalidad, ni de compromiso con el bien común, ni de humanitarismo.
    Como se recordará,  Varufakis llegó a afirmar que intentaba “salvar al capitalismo de sí mismo”.  Contaba pues con la quijotesca esperanza de que la crudeza del caso griego motivase una excepción que terminase por servir de límite al capitalismo salvaje, un primer paso hacia su caída en desuso en todo el ámbito europeo.  Los hechos demenciales y antihumanos de ese capitalismo hablaban por sí mismos, y quizá había llegado el momento de poner fin a su hegemonía con el auxilio de sus propios valedores, supuestamente alarmados ante el curso de los acontecimientos.
    Varufakis contaba, en efecto, con la posibilidad de que justo ahora se diesen los primeros pasos hacia la moderación del capitalismo salvaje, los primeros intentos de embridarlo, de retrotraerlo a las coordenadas anteriores a su reposición. No tenía intenciones rupturistas, pretendía encontrar un virtuoso término medio, una solución no traumática. Los matones le dieron con la puerta en las narices, ya decididos, por anticipado, a dejar al pueblo griego en los huesos.
   Me pregunto a cuántos europeos socialdemócratas nos chafó la nariz ese portazo que Varufakis recibió en la suya. Claro que Varufakis no es Roosevelt, de quien se ha dicho que salvó el capitalismo, ni los matones entienden, a estas alturas, de qué va eso de salvar al capitalismo de sí mismo. Pero había que intentarlo, por no haber una opción no traumática a la vista, contando también con el hecho de que Grecia no es un país rico. Y él lo intentó, a mi juicio meritoriamente.
    Pero otra cosa sería repetir el intento.  El portazo ha venido a cargarse una remotísima esperanza que algunos europeos albergábamos en el fondo del la corazón: la de que milagrosamente prevalecieran, en el último momento, las razones de humanidad y cordura que considerábamos propias de la Europa escarmentada por dos guerras mundiales y depositaria de los altos valores de la civilización.  Y de eso, nada.
   De modo que, en último análisis, debemos a la rectitud de Varufakis  y al valiente no de los griegos una dolorosa lección histórica, una aclaración a la que ya no cabe resistirse. Ni el capitalismo quiere ser salvado, ni nos compete a nosotros salvarlo. La remota esperanza, perdida está.
    Es evidente que los socialdemócratas europeos, hechos a pensar en tiempos templados, nos habíamos olvidado de cuál es la esencia del capitalismo, torpeza que estamos pagando con creces.
    El portazo en forma de Diktat ha sucedido tras una larga sucesión de barbaridades. La reposición del capitalismo salvaje viene de lejos. Reléase La doctrina del shock, de Naomi Klein. Complétese la lectura con un repaso de los casos recientes. Para vomitar.
   Lo de Grecia es una repetición, lo de Europa es una repetición. Véase la secuencia, y hablaremos de una continuación, de un crescendo monomaníaco. La Bestia neoliberal va a toda máquina, insensible a las advertencias de Krugman, Stiglitz, Roubini, Piketty y demás sabios sometidos a un régimen de escalofríos.
   ¿En qué quedó aquello de refundar el capitalismo tras el derrumbe de la pirámide de Ponzi planetaria en el 2008? En que los mismos responsables de la locura fueron llamados a arreglar el desaguisado. Se impuso la idea de aprovechar la confusión y el miedo  para transferir a los pueblos desprevenidos el montante de la juerga,  la de aprovechar la crisis para liquidar la singularidad europea en materia social,  la de terminar de abatir las fronteras para mejor apoderarse de los bienes ajenos. La Bestia no frenó, aceleró.
   No entienden los economistas ilustrados que se prolongue el austericidio (como si a su ciencia se le pasara por alto su artera función instrumental, de dominio sobre los más débiles). No entienden que no se haga nada para atemperar la locura, pero lo entiendan o no, da igual.  Ya pueden ellos proponer reformas inteligentes en el último capítulo de sus libros críticos que nadie  les hará el menor caso. El portazo en las narices de Varufakis ha disipado cualquier duda al respecto. Y ahora vienen los misteriosos TTIP y el TiSA… Suma y sigue, cuando ya estamos metidos en una catástrofe humanitaria global y en puertas de un desastre ecológico de proporciones incalculables.
    Visto lo visto y tras el portazo a Varufakis, se da uno de bruces con una evidencia insoslayable: la operatividad de la socialdemocracia ha quedado brutalmente cuestionada, como si toda ella hubiera sido puesta fuera de juego por la historia. Me duele decirlo, pero no me quiero llamar a engaño. Ya no estamos ante un simple desgaste, ante la deriva neoliberal de unos socialdemócratas de tres al cuarto, de unos paquetes como Hollande o Schulz, ante unos renegados o vendidos, tipo Tony Blair. No, la cosa es más grave.
     La socialdemocracia está funcionando en el vacío. Pero no de manera inofensiva: crea falsas esperanzas y complace a los matones una jugada tras otra, encantados de disponer de una fuente auxiliar de legitimidad para la comisión de cualquier atrocidad que se les pase por la cabeza. En el mejor de los casos, es un colector de nostálgicos e ingenuos; en el peor, una fábrica de cómplices por activa o por pasiva.
     La socialdemocracia despuntó como opción cuando el capitalismo dio algunas muestras de autocontención, al topar con sus dificultades y con las realidades sociales. De hecho, pudo funcionar  y suscitar esperanzas de progreso cuando del otro lado había interlocutores, estadistas que grosso modo entendían algo de historia y poseían un mínimo de sensibilidad social o, al menos, ganas de aparentarla. Con matones, chantajistas y ventajistas neoliberales no funciona en absoluto, como se ha demostrado en el caso Varufakis (el único socialdemócrata serio y respetable del que se ha tenido noticia en los últimos tiempos).
    De modo que es la propia relación de los socialdemócratas con el capitalismo la que debe ser revisada de pies a cabeza, sin contemplaciones, sin esperanzas ingenuas, en nombre de la humanidad. Habrá que desempolvar a los viejos maestros, que pensaron cuando el capitalismo era tan salvaje como hoy, y proceder a las actualizaciones de rigor. Tal es la lección que el caso griego me impone a mí. Si el capitalismo ha regresado a sus orígenes salvajes, mi  querido pensar socialdemócrata no pinta nada. 

martes, 14 de julio de 2015

GRECIA: EL TRIUNFO DE LA BESTIA

   Tras el no de los griegos, la capitulación de Tsipras.  La Bestia neoliberal venció, como era de temer. Era mucho pedir que Grecia, ella solita, se saliese con la suya, con un acuerdo sensato, encaminado a satisfacer dos mandatos incompatibles, el servicio a los acreedores y el de proteger al pueblo griego contra la galopada nihilista de los amos de Europa.  Por lo visto, da igual que se sepa que la deuda griega, en parte odiosa, es tan impagable como la nuestra.
     Varufakis ha dado testimonio de que sus interlocutores no se atenían a razones, que ni siquiera se tomaban el trabajo de escucharle, que iban a lo suyo, a tiro  fijo. Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Thomas Piketty y Jeffrey Sachs estaban pidiendo a gritos una solución sensata, con visión de futuro, con eso que antes se llamaba “sentido europeo”. Y se han visto tan cruelmente defraudados como Tsipras y Varufakis.
    Los griegos se ven obligados a apurar el cáliz del austericidio hasta sus últimas consecuencias, por la vía de un chantaje que, a no dudar, irá in crescendo.
     Pero hay un antes y un después de la capitulación griega. Cuando los primates de la Comunidad Europea nos vengan con palabras tales como solidaridad y responsabilidad, ya sabremos a qué atenernos con solo recordar su insolidaridad brutal y su nulo sentido de la responsabilidad histórica en el caso griego.
     Bien claro ha quedado que les gusta conceder préstamos a terceros con ánimo de engordar las arcas de sus empresas y bancos. Bien claro está que les encanta posesionarse de las riquezas de un país y someter a explotación a sus habitantes según una lógica neocolonial tan vieja como repugnante. Bien claro ha quedado que no les importa destruir a un gobernante y al entero sistema político de un país, con tal de salirse con la suya. De demócratas no tienen un pelo.
     Esos primates consideran  muy razonable pagar las  enloquecidas juergas propias y las de los peces gordos con el trabajo presente y futuro de los pueblos. Les parece normal socializar las pérdidas y emprenderla sistemáticamente contra los más necesitados de protección, niños, parados, enfermos y ancianos.  ¿Se avergüenzan de ello? No, desde luego. Estos personajes no sienten  lo que antes se llamaba temor de Dios y carecen de compromisos éticos laicos. Son simples aprendices de Maquiavelo rebozados en el viejo darwinismo social. El pardillo europeo que se tenga creído que esos salvajes le dispensarán un trato mejor que a los griegos, no tardará en llevarse un susto de muerte.
    Y hay un antes y un después, por cuanto la catástrofe humanitaria de Grecia ha sido cargada ya sobre los hombros de Alemania, lo que se presta a asociaciones mentales muy desagradables, malos recuerdos, especialmente dolorosos en el caso de los griegos, que todavía están esperando las reparaciones por “aquello”. ¿Hemos de pensar que lo alemanes se han sacudido de encima ciertos complejos, que vuelven a las andadas? ¡Habrá quien lo piense, desde luego!
    Al parecer los primates europeos han querido dar una lección a todos, también a Francia, en la cabeza de los griegos, en estricta aplicación del manual del chantajista.
     De momento, han conseguido que sean los países más endeudados los que se hayan mostrado más duros con Grecia, coreando su acción. Pero como todo esto es una insensatez, no se ha tenido en cuenta que, visto lo visto, uno no puede uno sentarse a negociar con tales chantajistas con la esperanza de hacer valer la razón y el humanitarismo. El caso griego ha enseñado que una actitud tan sensata no conduce a ninguna parte. El próximo gobierno que decida defender a su pueblo de los depredadores empezará por no sentarse a la mesa. Y es que se ha sacado la conclusión de que Tsipras se ha quedado corto, por confiar en los valores de una Europa que ya no existe.

miércoles, 8 de julio de 2015

Y GRECIA DIJO NO...

    El referéndum griego del domingo se saldó con un no rotundo, de los que hacen época. Es más, si sopeso los motivos de los griegos que optaron por el sí y el de los que se quedaron en casa, si resto el sí de la clase pudiente, sospecho que deben haber sido muy pocos los que se plegaron libremente ante las exigencias de la Troika. Me basta con tener en cuenta la enorme dosis de miedo que se inoculó al país.
    Si se planteasen sendos referéndums de idéntica o parecida factura en otros países, la Troika se llevaría una sucesión de varapalos. Por eso no quiere saber nada de tales consultas. Prefiere los arreglos a puerta cerrada, como el que llevó al PSOE y el PP ha prostituir nuestra Constitución (artículo 135). Y es que hay una clara incompatibilidad entre sus propósitos y  la democracia, que solo le interesa a título ornamental, es decir, por una inmoral razón de conveniencia.
    Gracias a la valentía de Tsipras y del pueblo griego la Troika ha topado con el primer no, con la primera patada, con el primer rechazo político frontal. Y esto con motivo de la primera oportunidad que se ofreció en términos de una democrática consulta, pues hasta la fecha y desde que empezó la crisis aquí solo ha habido pasteleos y engaños.
   ¿El futuro? Solo sé que los chantajistas se van a emplear a fondo para que la situación no se les vaya de las manos. Todos ellos son neoliberales fanáticos, indiferentes ante la suerte de las personas y los pueblos. Ya embarcados en el Gran Plan del TTIP y del TiSA, ¿van a entrar en razón por el no de los griegos? Lo dudo. ¿Van a preocuparse, de pronto, por la suerte de los pensionistas, de los enfermos y de los empobrecidos trabajadores griegos? ¿Van a renunciar a los bienes que atesora el país? Lo dudo. Si se ha llegado al presente estado de cosas es porque carecen de escrúpulos y van como sobre raíles. Nótese que no han tenido ningún inconveniente en burlarse de las razones humanitarias invocadas por Tsipras. Les importan un carajo. Y esto se trasluce descaradamente en sus discursos y en los decires de sus intelectuales orgánicos. Queda clara la catadura moral de la Europa en curso.
   Vistas las cosas desde España, sobrecoge el sometimiento del gobierno al rollo inhumano y brutal de la Troika y sus asociados. Y sobrecoge porque comporta la suposición idiota  de que “si España se porta bien”, será salva.
     Da la casualidad de que en la patria del buen alumno y lacayo, la deuda es también impagable, como da la casualidad de que también aquí hay gente que pasa hambre y frío y que ya no puede mirar el futuro con esperanza. Da la casualidad de que aquí, para ir tirando, se echa mano de la hucha de las pensiones, etcétera. Aquí también se está gestando un no como una casa  y llegará el momento que nuestros primates descubrirán que sus actuales patrones no derramarán una lágrima por ellos, como no la derramaron por los señores Papandreu, Venizelos y Samaras. El neoliberalismo es una máquina de destruir siervos, no siervos y enteros sistemas políticos. 

jueves, 2 de julio de 2015

El TiSA: ¿QUIÉNES ESTÁN EN EL AJO?

   Como ahora vamos en línea recta a las elecciones generales, nos vemos en un engañoso período de calma chicha, en medio del tremendo acelerón. El partido gobernante se saca de la manga, con la venia de Bruselas, unas cuantas medidas populistas y presume de no sé qué “agenda social”. Y el PSOE da la impresión de haber rejuvenecido, mientras procura hacer suyas las angustias del país, al que propone un cambio “seguro”, sin incertidumbres, su especialidad.
    La prensa airea los tuits de Zapata, espía a Carmena, a ver si va a trabajar en metro o en coche oficial, airea la “recuperación”, se burla de Syriza y de Podemos a la vez, etc., etc. El tiempo, en suma, parece haberse detenido. Como  neuróticos, parece que estamos obligados a obsesionarnos con pequeñeces, impotentes todos ante lo verdaderamente grave, qué digo, ante lo gravísimo.
    La historia acelera brutalmente, y mucho me temo que nos despertaremos cuando ya sea tarde para impedir el descarrilamiento. Lo que la Troika está haciendo con Grecia es gravísimo, siendo incomprensible que no hayamos salido todos a la calle para expresar nuestra solidaridad con Tsypras y el pueblo griego. Porque, termine como termine el embolado, la Europa que quisimos está muerta y enterrada.
   ¿Seremos tan imbéciles como para creer que el mismo poder que pretende devorar a los griegos alberga buenos propósitos en lo que a nosotros se refiere? Yo no he oído de las altas instancias planetarias ni una palabra digna de respeto y consideración. Se han expresado en todo momento como usureros, como chantajistas de la peor especie. Tienen la moral de un proxeneta, y de ahí no pasan ni pasarán. De modo que no espero de ellos que devuelvan la esperanza al pueblo griego, ni tampoco al mío. Yo era un europeísta convencido, pero esta Europa nada tiene que ver conmigo y tengo suficientes motivos para sentirme traicionado.
    Visto lo visto, ya no me parece nada sorprendente lo que sucede en España, empujada en sentido retrógrado. Como no me sorprende que el tratado EE UU/UE (TTIP) se haya negociado en secreto y que ahora lo estén maquillando a gusto entre populares y socialistas europeos (tal para cual).
    Como no me sorprende tampoco lo que acaba de salir a la luz gracias a WikiLeaks y Público, esa monstruosidad supersecreta llamada TiSA. Recomiendo al lector la lectura del siguiente artículo de Carlos Enrique Bayo:  http://www.publico.es/internacional/wikileaks/diez-amenazas-del-pacto-secreto.html  , claro y singular en medio del silencio convenido vaya usted a saber dónde. En estos momentos, por lo que sabemos del TTIP y del TiSA, tiene lugar la formalización contractual de un proceso ya lanzado.
     Las grandes corporaciones transnacionales ya se han hecho con el poder, y ahora pretenden legitimar su galopada por escrito. Lo que nos pasa a nosotros y lo que les está pasando a los griegos forma parte de la misma jugada. La historia acelera bajo nuestros pies. El mundo de mañana no se parecerá al de ayer, salvo en la carcasa institucional, vacía de todo contenido democrático. La dictadura del capital es un hecho brutal y descarado.
    El destino de la gente no importa un comino. Hagámonos a la idea de que somos espaldas mojadas, ratas de río, migrantes despavoridos, todos en situación de ser explotados como nuestros hermanos chinos de la Foxcom.
    Los datos de millones de ciudadanos circularán a través de las fronteras para ser procesados por las multinacionales, sin ningún control. Los contratos públicos pasarán a manos de dichas empresas, etc. Renunciad a toda esperanza de que se pongan límites al capitalismo salvaje. 
    De modo que no es extraño que nos enteremos de que la empresa Walmart  evadió tranquilamente el pago de impuestos en Argentina por el simple procedimiento de tener una empresa ad hoc, sin empleados, en Valencia. Y que la misma astucia libera de molestias a Pepsi y a otros gigantes por el estilo. Lo normal, vamos. A los españoles los peces gordos nos defraudan, pero lo mismo ocurre en todas partes. Es la norma, como también burlarse de la “pobre gente que paga impuestos”, la que soporta todo el edificio.
    Si uno pregunta quién le representa en las negociaciones secretas del TiSA, podrá escandalizarse, pero no sorprenderse: el señor Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, el mismo que urdió el formidable mecanismo evasor luxenburgués. ¿Quién mejor que él para presidir esta Comisión, y para representarme a mí en las misteriosas tenidas del TiSA?
    Claro que a título de insana curiosidad me pregunto con qué lumbreras españolas se comunica  a escondidas el señor Juncker. ¿Quiénes están en el ajo en nuestro país? Deberíamos saberlo antes de las elecciones generales, pero no nos hagamos ilusiones. Esto no va de demócratas, sino de gángsters.
    La idea es que el TiSA se haga público dentro de cinco años… cuando el proceso sea completamente irreversible, cuando los Estados firmantes se hayan habituado al papel de encomenderos del las altas instancias que nos gobiernan dictatorialmente desde las sombras. La locura en curso es de tal nivel que entiendo que a muchos les cueste creer que sea cierta. Es lo que siempre ha sucedido en casos así, una forma rara de esperanza típica de los momentos históricos catastróficos.

jueves, 25 de junio de 2015

PABLO IGLESIAS CONTRA LOS CENIZOS

    El encuentro entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón ha sido desastroso. Iglesias no quiere saber nada de la propuesta de una combinación de “unidad popular” reclamada por Garzón con vistas a las elecciones generales. Es más, rechaza cualquier contacto formal  con IU.
     En una entrevista publicada simultáneamente por Público y Critic, Iglesias se ha despachado a gusto contra la izquierda encarnada en IU, a la que llega a acusar de no haber hecho nada positivo. Quiere lejos de sí a sus dirigentes, a los que acusa de pesimismo, de no creer en la gente, de ser unos cenizos profesionales.
    “Que se queden la bandera roja y nos dejen en paz”. Los deja retratados como típicos izquierdistas tristones, aburridos y amargados, a los que solo cabe invitarles a que se cuezan en su propia salsa, conformes con su lamentable 5%.  Tal cual.
    Muchos, no solo Garzón, se habrán quedado de piedra al leer tales cosas. Yo me limito a constatar que Iglesias quiere tener las manos libres, que se siente lo bastante fuerte como para articular el complejo movimiento a favor del cambio con sus propias manos, que desea desmarcarse de los decires y símbolos izquierdistas de toda la vida, que pugna por la “centralidad” y que  no quiere servir a la derecha en bandeja el miedo a una reedición del Frente Popular. Es evidente que se ha tomado muy en serio y que aplica a rajatabla  eso de no plantear el conflicto en términos de un enfrentamiento entre izquierda y derecha.
      De ello se deduce que  Pablo Iglesias tiene muy en cuenta el abecé de la sociología electoral. Precisamente, IU es un buen ejemplo de “partido ideológico”, habituado a presentarse con sus principios por bandera, en plan perdedor según dicho abecé. Y de ello se deduce también que Pablo Iglesias no quiere renunciar a los beneficios de las formaciones “partido atrápalo-todo”,  lo que explica sobradamente sus ambigüedades y elusiones. Él desea ganar –lo repite en la entrevista– y obra en consecuencia. No hay ningún misterio en ello. Tal y como están las cosas, sería de necios que incurriese en bizarras declaraciones de principios a favor de la República o de la nacionalización de la banca…
    Sin embargo, no termino de entender por qué se ha permitido tan crudo desbordamiento anti  IU. No le veo ninguna utilidad. ¿Acaso puede servir para que le quiten la etiqueta de radical quienes tanto le temen? Pues no.
    ¿Hace un guiño de entendimiento a los sufridos votantes de IU? No, desde luego. Y no me lo explico.
    Puedo entender, desde luego, y no tanto a pesar sino en razón de mi condición de sexagenario, que arremeta contra la izquierda tristona y aburrida, pero no he podido disfrutar de sus palabras por el contexto, demasiado agrio.
     No olvido que la “izquierda amargada” no se amargó por casualidad, sino por las brutales realidades que gravitaron sobre ella y configuraron formas de pensar y modos de ser más bien tétricos.  Y recuerdo que esa izquierda fue aborrecida no solo por la derecha, que la usó a placer para meter miedo, sino también por la no amargada, imposible de encuadrar en un sistema de obediencia ciega, con la correspondiente división de las fuerzas progresistas.
     Quizá Pablo Iglesias ha comprendido la necesidad de poner fin a esa división fatal, culpable de incontables fracasos electorales dentro y fuera de España. Pero no creo que su diatriba anti IU haya sido de utilidad al respecto. Es difícil remediar una división con otra, y encima parece hasta de mal gusto confundir a Alberto Garzón con los clásicos cenizos que se la inspiraron.

sábado, 6 de junio de 2015

EL TiSA, EL TTIP, GRECIA Y NOSOTROS

   Los dos tratados secretos, urdidos a espaldas de la ciudadanía, nos sitúan ante la dolorosa evidencia de que el neoliberalismo se dispone a rematar una jugada criminal iniciada hace muchos años, largamente ensayada desde los tiempos de Suharto. La agenda oculta del establishment local y mundial ha quedado al descubierto, a su pesar, como indeseable filtración. Claro que hará un gran esfuerzo propagandístico para hacer creer a las buenas gentes que el TTIP es la salvación, él único camino para relanzar la economía, pero a sabiendas de que salvo por los tontos no será creído. Ni él se fía de la operación, de ahí el misterio y el tratado de doble fondo.  
    Las cartas están echadas. El citado establishment no recula ni reculará ante el sufrimiento de los pueblos y no tiene el menor propósito de enmienda. Como no será que en el TiSA establece que de ningún modo se aceptarán regulaciones encaminadas a impedir la repetición de la locura que nos metió en la crisis.
    Quienes creyeron que los amos del cotarro aprendieron algo de las trapacerías de Lehman Brothers y similares, quienes se desgañitan pidiendo cordura y que se pongan límites al capitalismo salvaje, que se ponga fin al austericidio, llegan a producirme conmiseración, precisamente porque los comprendo. Pero si creen de verdad, por acertados cálculos, sentido de futuro y una comprensión profunda de los fenómenos políticos y sociales, si creen de verdad que lo que pasa es fruto de la cerrilidad, se equivocan. Los hechos acreditan otra cosa bien distinta.
    Tras la aparente cerrilidad opera una maldad sin límites, la lógica del poder económico en estado puro. Ernst Nolte vio venir algo así tras la caída de la Unión Soviética, seguro de que tan formidable evento alteraría profundamente la esencia del capitalismo hasta entonces vigente. Y ahora estamos viendo y sufriendo lo que él vio venir de puro resabiado.
    La crisis que actualmente padecemos no es una simple crisis al viejo modo. Porque, haya sido provocada a conciencia o sin ninguna conciencia, el hecho es que está siendo astutamente aprovechada para abatir todos los obstáculos que se alzaban en el camino de los pactos que hoy conocemos bajo el nombre de TiSA y TTIP. Todos los pasos que se han dado bajo el nombre antaño progresista de “reformas” han ido en la dirección de estos acuerdos. Noticias aparentemente inexplicables, como la negativa de Bruselas a reconocer que el glifosato de Monsanto es altamente cancerígeno, contradiciendo descaradamente el dictamen de la OMS, se entienden a la luz de esos acuerdos secretos.
    Lo mismo se puede decir de los pasos “reformistas” dados en nuestro país, desde el puntapié en la cara de los dependientes, el recorte de las pensiones, la reforma laboral o las privatizaciones. Nada de esto ha sido hecho solo para ahorrar y  robustecer la economía.  De lo que se trata es de cambiar el modelo de sociedad, paso a paso, para irlo ajustando a las estipulaciones del TiSA y del TTIP. Estamos ante una obra de ingeniería social, nada menos, tan maquiavélica como hobbesiana.
    Mientras escribo estas líneas no sé cual será el desenlace de las negociaciones con Grecia. Pero acabo de enterarme de lo que se exige a los griegos, ya pasados por la picadora neoliberal antes de la llegada de Syriza al poder. Veamos:  para seguir en el sistema,  se les exige que eliminen la subvención a los pensionistas de bajos ingresos, un recorte general de pensiones, una subida general del IVA, hasta el 23 por ciento, esto para productos como los medicamentos y la electricidad. También se les exige que privaticen el operador de la red eléctrica, todavía en manos públicas, que privaticen los puertos del Pireo y Tesalónica, el operador de telecomunicaciones, la empresa de petróleo… Justo lo que les interesa a los genios rapaces del TiSA y del TTIP. El chantaje no puede ser más brutal.
    Con la particularidad de que si los griegos ceden no sacarán nada en limpio, aparte de un crudelísimo aumento de la pobreza, pues aquí solo se trata de que el  país pague a sus acreedores, haciéndoles graciosa entrega de sí mismo. Lo que está previsto que hagamos nosotros, los españoles, en su debido momento, según establece el maldito artículo 135 de la Constitución. Si a los chantajistas no les importa un bledo el pueblo griego, menos les importa que se vaya al carajo Syriza y el entero sistema político del infortunado país. Tomemos nota.
    Viendo lo sucedido en Grecia podemos visualizar el feo panorama. Los dos buenos alumnos de los amos del cotarro, señores Samaras y Venizelos, ni llegando a un antipatriótico entendimiento, lograron mantenerse en pie. No hay más clara advertencia a los partidarios españoles de un gobierno de coalición PP/PSOE. Y claro que Syriza, atada al potro de tortura de la horda neoliberal, no puede ni moverse, lo que representa una advertencia a las fuerzas alternativas.
    Dicha horda no está dispuesta a negociar. Solo le interesa su agenda oculta y dispuesta está a devolvernos a patadas al estrato más inhabitable del Tercer Mundo. A juzgar por que se sabe del TiSA y del TTIP, falta un buen trecho para que nuestro país se ajuste exactamente a lo que se espera de él. Lo que quiere decir que habrá más recortes y ajustes. Estamos tratando con chantajistas.
    Por eso me resulta tan patética la actitud del gobierno tanto de puertas para adentro como de puertas afuera, en Europa. Cree que si cede, será salvo, bendito por los poderes, sin imaginar siguiera que al ceder no solo cava su tumba, sino la del país también. Lo peor que se puede hacer ante un chantajista es ceder a sus demandas. Pues no está en su naturaleza darse por satisfecho jamás.
    Ahora le oigo decir  a este gobierno que es espantoso que el PSOE se “radicalice”… Rajoy ha dicho y repetido que no está dispuesto a modificar un ápice su política económica.  Ya cruzó su particular Rubicón. Por eso sólo parece dispuesto a ofrecer algún cambio de peones. De Guindos, por ejemplo, es un buen candidato para presidir el Eurogrupo… El ex Lehman Brothers puede apuntar tan alto como quiera, faltaría más y cualquiera puede verlo como trujamán especialmente capacitado para implementar tanto el  TiSA  como  el TTIP.  Sería un gran avance recibir las Instrucciones redactadas en castellano...
    Y nótese que Rajoy le aconseja a Pedro Sánchez que “se vaya adaptando a las decisiones que corren por Europa”.  Es una manera de decirle en plan críptico que se atenga al guión del TiSA  y del TTIP y que le  ayude imponerlo. No quiere verse solo en el papel de verdugo y vendepatria, en ese papel de miserable quisling posmoderno que ya abrazó a puerta cerrada. Como en este país ya se sufre hambre, como los amos del cotarro que le han adjudicado ese papel tienen la catadura moral de un virus, las consecuencias son previsibles.

jueves, 4 de junio de 2015

LO QUE SE NOS VIENE ENCIMA

      WikiLeaks  (vía Público) acaba de destapar una prueba bien gorda de que las cosas pintan muy mal.  Nada menos que cincuenta países, entre ellos algún paraíso fiscal para mayor recochineo, han acordado ya, con el mayor sigilo, el Trade  in Services Agreement (TiSA), que luce como una jugada maestra del neoliberalismo para acabar con cualquier compromiso residual con eso que antes se llamaba el bien común.
    Todo será liberalizado a mayor gloria de las grandes empresas y de los peces gordos de las finanzas. La cosa llega hasta el punto de que estos se protegen  contra cualquier intento de regulación encaminada a impedir desmanes como el de Lehman Brothers,  en lo que cualquiera puede advertir una señal de que se repetirán.
    Si no fuera por Wikileaks ni siquiera nos habríamos enterado de esta jugada que influirá directamente sobre nuestras vidas y las de nuestros hijos y nietos, y sobre la salud del sufrido planeta en que habitamos. El Tratado de Comercio e Inversiones EE UU/UE  (TTIP, según sus siglas inglesas) se está urdiendo en secreto con la idea de que sea más o menos presentable, el TiSA ni eso. La soberanía quedará doblemente  maniatada a los intereses globales  y la democracia reducida a una mascarada.
    Este es, amigos, nuestro problema, el problema de nuestro tiempo: la derecha neoliberal-neoconservadora, que no tiene un pelo de liberal en el sentido político del término, que no es conservadora en el sentido de antaño, posee una agenda oculta de muy largo alcance. De hecho, aspiraba a mantener en secreto el TiSA durante al menos cinco años más, el tiempo necesario para implementar las medidas accesorias y pillarnos a todos desprevenidos, supongo que todavía enredados en vanas discusiones sobre el TTIP.
    Y WikiLeaks revela que España figura entre los urdidores y signatarios del TiSA… ¿En qué clase de tenidas de altos vuelos se ha decidido nuestro destino?  ¿Quiénes, amos y técnicos, han participado, con nombres y apellidos? ¿Quiénes han participado por parte del PSOE y del PP?  ¿Ha tenido noticias el rey de lo que se tramó a puerta cerrada? 
     Solo sé que esta pieza de convicción explica sobradamente no pocas cosas raras que han pasado en los últimos tiempos, desde el sucio artículo 135 malmetido en nuestra Constitución con nocturnidad y alevosía hasta la forma arrogante de socializar las pérdidas  y la entera política económica del gobierno.
      Es evidente  que este gobierno vendido, estando en el ajo, alineado con los intereses que han conducido al TiSA, ha operado en todo momento en función de esa agenda oculta. Obró sobre seguro, sintiéndose  exonerado del deber de velar por el bien común y autorizado a arrojar por la borda todos los imperativos relacionados con la cohesión social, imperativos despreciables desde la óptica del Tisa.  Ahora se entiende la seguridad con la que inviste sus declaraciones en el sentido de que las cosas se están haciendo de manera inteligentísima, por no haber otra opción… ¡Acabáramos! Claro, el gobierno sabía lo que nosotros ignorábamos, pobres imbéciles, y solo él estaba capacitado para orientarse en el terreno de juego... Basta un somero análisis para comprender que todas las medidas lesivas para el interés general se encuentran en la agenda neoliberal
del TiSA.
     No es extraño que, aparte de Público, ningún otro medio español se haya hecho eco de la terrible revelación de WikiLeaks. Defiende el TTIP, encubre a los brujos del TiSA y serás salvo. Y si no, ya sabes.
     Termina uno por entender este ambiente enrarecido. La derecha salvaje de ahora sabe que no puede ofrecernos nada, calla lo que sabe, nada dice sobre su agenda verdadera, sobre su hoja de ruta, a sabiendas de que la gente se la tiraría a la cara. Y por el otro lado, tenemos a la izquierda emergente sin una agenda clara, porque con semejante oponente real no hay quien sea capaz de llamar pan al pan y vino al vino.
    No por casualidad esta izquierda ha empezado por tranquilizar a los poderes fácticos nacionales e internacionales con un suave “no temáis” y exponiendo un programa de mínimos, encaminado a poner fin a los desahucios y al hambre, esto es,  sin ánimo de romper la baraja. Esto cuando esa derecha tiene un programa de máximos, totalmente antidemocrático, inmundo todo él y  ya en fase de cumplimiento brutal.
    Claro que sería estúpido romper la baraja cuando solo se cuenta con el poder de la razón y de las urnas, cuando además eso ya está hecho, a la chita callando, por parte de la armada neoliberal. Llegados a este punto, vaciada de sentido la democracia por el juego de los poderes en la sombra, paradójicamente solo la democracia puede protegernos un poquito contra la pérdida de libertades y derechos. O esos señores del TiSA no habrían tenido que recurrir a reuniones secretas como unos vulgares asaltantes de caminos.
      La situación es gravísima, tanto que nuestros actuales debates sobre posibles pactos municipales y autonómicos  lucen como una un fenómeno muy secundario,  quizá una mera distracción.  La confrontación que se avecina deja pequeños los acontecimientos vividos. Está en juego nuestro porvenir y, desde luego, el de Europa, en estos momentos totalmente pervertida, tan alejada de su ideal democrático que me da náuseas. Cuánta razón asiste a Alberto Garzón, que acaba de publicar el único artículo en el que he visto reflejada una comprensión cabal de la situación y de la correlación de fuerzas. Se titula La unidad popular es el único camino: lo recomiendo encarecidamente. (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199566)…  Si al escribirlo hubiese podido tener sobre su mesa el asunto del TiSA no le habría salido más redondo. 

    

miércoles, 27 de mayo de 2015

Y AQUÍ LLEGA LA “IZQUIERDA RADICAL”…

     Al día siguiente de las elecciones, varios escribas orgánicos dieron la voz de alarma, prodigando la expresión “izquierda radical” para definir a las fuerzas que han venido a alterar el mapa político que tanto les gustaba. ¿Se trata de distinguir a los recién llegados del PSOE en dos palabras, por falta de espacio? Ya me gustaría, pero no.
   El empavorecido constructor Villar-Mir acaba de afirmar que se nos viene encima el comunismo, nada menos, en lo que ha venido a coincidir con Esperanza Aguirre, empeñada en hacer creer a las buenas gentes que Manuela Carmena se propone acabar con la democracia en España. Y ahora, a la desesperada, al ver que su frente anti-Podemos no cuajará en Madrid, he aquí que se muestra dispuesta a pactar con Carmena… a condición de que abjure de sus vínculos con los “soviets de distrito” [sic!]. Y leo y oigo que no está sola, que el propio PP, o gente del PP, se identifica con su visionaria estrategia. Confieso que de buenas a primeras me reí; pero ya no le veo la gracia.
    Y no se la veo porque estas burradas dejan al descubierto la mentalidad de una parte muy pesada de la élite del poder, la misma mentalidad locoide y egoísta que tanto daño la ha hecho a este país desde los tiempos de Larra y de Galdós.  Me refiero a la mentalidad que tuvo la ocurrencia de propalar el infame bulo de que el señor Alcalá Zamora era la punta de lanza del comunismo, y esto desde el primer día de su mandato, cuando en este país los comunistas se podían contar con los dedos. La misma que alentó y financió el golpe de Estado de 1936 a partir del punto y hora en que perdió la esperanza de mantener a la República bajo control, es decir, en cuanto vio venir el imperativo histórico de redistribuir la riqueza y acabar con los privilegios incompatibles con la modernidad. La misma que entonces creía que era de lo más normal una sociedad dividida en ricos y pobres, la misma que ahora es incapaz de comprender que este país no quiera prestarse a seguir de rodillas ante lo que está pasando, la misma que en su día descubrió el neoliberalismo y se dijo a sí misma que la desigualdad es natural como la lluvia o el granizo, y esto a su entera satisfacción, aunque tuviera que mandar al diablo el cristianismo del que tanto le gusta farolear.
    Confundir a las reuniones vecinales de Madrid con aquellos soviets constituidos en la Rusia inmersa en la I Guerra Mundial es una animalada, fruto de la incultura y de la malicia. Decir que la señora Carmena es un peligro para la democracia, otra animalada. Designar a las fuerzas emergentes bajo el rótulo de izquierda radical, otra. ¿Se pregunta uno si Esperanza Aguirre y los que piensan como ella saben, siquiera remotamente, qué es una izquierda radical? Me parece el colmo que endosen ese título a lo que se presenta como una izquierda a secas, socialdemócrata en todos sus usos y planteamientos. De aquí a una reviviscencia de una izquierda radical, a la Che Guevara por ejemplo, hay un tal trecho que no es de recibo seguir con la milonga.
    La pretensión de amedrentar a la parte peor informada de la ciudadanía con idea de que Pablo Iglesias es como Chávez y que, por lo tanto, tiene la oculta intención de cargarse la democracia, es sencillamente asquerosa. Porque ni Pablo Iglesias es Hugo Chávez, ni es cierto que el chavismo haya prescindido de la legitimidad democrática.  
    Pero no veo por qué me escandalizo… ¿Acaso ignoro que forma parte de la esencia del neoliberalismo justificarse mediante todo tipo de mentiras de brocha gorda en el prepotente convencimiento de que la verdad no pinta nada en política? Lo que parece torpeza, brutalidad e ignorancia viene en el lote.
    No veo ni el menor peligro para la democracia en las fuerzas emergentes. Al contrario, veo en ellas una esperanza de regeneración del sistema en que habitamos, por ser obvio para mí que un sistema político sin una izquierda  real solo podría ser democrático en una sociedad sin clases que ni siquiera se divisa en el horizonte. En cambio, sí veo un peligro para la democracia en la derecha representada por la señora Esperanza Aguirre. ¡Esta sí que es radical! Esperemos que haya otra derecha, porque esta ya sabemos a qué extremos es capaz de llegar y qué tipo respuesta termina por merecer.

martes, 26 de mayo de 2015

TRAS LAS ELECCIONES DEL 24-M

    Se constata un gran avance de la izquierda y un retroceso de la derecha, un cambio de tendencia que, con las elecciones generales a la vista, se puede entender como una clara señal de que se prepara una redistribución del poder. Es pronto para echar a volar las campanas, pero se alegra el espíritu al constatar que millones de españoles son, hoy por hoy, inmunes a las mentiras de saturación que hemos padecido durante los últimos meses.
    Hay quien se asusta ante la necesidad de pactar y habla de ingobernabilidad. Evidentemente, no será fácil llegar a acuerdos y atenerse a ellos. Pero, la verdad, creo que ya era hora de que llegásemos a una situación como esta. Las mayorías absolutas habidas hasta la fecha han sido sumamente dañinas para la  normal maduración de nuestra joven democracia. Piénsese en los modales chulescos de sus beneficiarios, en el hurto de los temas serios  y trascendentes del debate público y leal, por no hablar de otras consecuencias indeseables, desde la corrupción a la promoción de auténticos inútiles a puestos de elevada responsabilidad.
   Me hacen gracia las murmuraciones de la derecha ante las declaraciones del presidente Rajoy, que ya pone proa a las elecciones generales sin mirar atrás. ¿Qué esperaban? Hace mucho tiempo que el PP quemó sus naves para mejor disfrutar de la corriente neoliberal-neoconservadora que nos ha traído al presente desfiladero histórico. El resultado era previsible y de aquí a noviembre no tiene la menor posibilidad de rectificar, como no tiene ni la menor opción de pintar de rosa su agenda oculta, que no es otra que la de seguir en las mismas, destruyendo la cohesión social en nombre de los intereses de su red clientelar y de los mandatos de los amos de las finanzas internacionales.
    No cabe ignorar que el PP tenía otras potencialidades, pero ya da igual. Se lo ha jugado todo a una carta, justo a la carta que la gente tiene buenos motivos para aborrecer y temer. Y es que ha dejado la causa de la justicia social en el lado de la izquierda, de manera inequívoca, haciendo daño hasta a sus ingenuos votantes de ayer. Si ahora empezase a hablar de justicia social, sus palabras sonarían  tan hipócritas que es hasta normal que no se atreva a pronunciarlas.
    Hay quien cree que Rajoy no es el mejor candidato por no ser el más locamente neoliberal-neoconservador del elenco, pero ya me dirán lo que adelantan con ello en orden al reencuentro con la sensibilidad del común de los mortales. Y recuerden que ahora precisamente asistimos al hundimiento del absurdo mito de que las derechas entienden la cosa económica mejor que nadie…
    Ahora veremos qué hace el PSOE. Parece que la historia ha tenido a bien darle una oportunidad de redimirse de sus desviaciones. ¿Con quién pactará? Supongo que Pedro Sánchez ya se ha dado cuenta de que cualquier tocamiento con el PP sería desastroso para el partido. Pero no cabe descartar que le chantajeen para que de el paso fatal. La sombra de Felipe González es alargada y no sabemos en qué quedaron las tenidas sobre el famoso gobierno de concentración PP-PSOE. O con la derecha o con la izquierda, señor Sánchez. Este país no está para bromas.
    No quisiera dejarme en el tintero una evidencia de sumo interés. La división de la izquierda no ha sido un impedimento para su avance, y esto por un dinamismo interno que ha desbordado el marco partidario convencional. Cabe ver en ese dinamismo, tan esperanzador, la consecuencia del sufrimiento y la desazón, y además una manera colectiva de sobreponerse a los cantos de sirena del fatalismo histórico.
    La derecha no tiene ni la menor posibilidad de emplear su arsenal contra un fenómeno social de tal amplitud, contra semejante voluntad de cambio. Dicho arsenal quizá le sirvió para sembrar dudas, en espíritus timoratos, sobre la idoneidad de los líderes de Podemos para encarnar una alternativa creíble y para endosarle al partido de Pablo Iglesias una agenda oculta de tenebrosas intenciones totalitarias, pero ha demostrado ser patéticamente inútil contra dicha voluntad. Si lo tuviera que expresar en términos convencionales, diría que el poder establecido ha topado con el pueblo.

    

jueves, 14 de mayo de 2015

A LOS 70 AÑOS DEL FIN DE LA II GUERRA MUNDIAL

    Los actos se han visto deslucidos por la imposibilidad de una celebración conjunta de la victoria sobre el nazismo. Así las cosas, con Europa  y Estados Unidos por un lado, y por el otro Rusia, más valía dejarse de celebraciones.
    Lo único que ha quedado claro es que vamos mal, como si se hubiese perdido la memoria y el significado de lo acontecido, lo que ya son ganas de tentar al diablo y de remeternos a traición en la lógica de la destrucción mutua asegurada. Es como si no se hubiera aprendido nada, nada bueno quiero decir…
   Es cierto que algo mejoraron las cosas en la resaca de la última hecatombe mundial, pero no es menos verdad que, tras un par de décadas y pico de prudencia, los amos del tinglado volvieron descaradamente a las andadas. Del capitalismo prudente, que algunos denominaron capitalismo con rostro humano, hemos pasado al capitalismo salvaje, empeñado en devolvernos a lo peor del siglo XIX. Y esto no por ignorancia, qué más quisiéramos, sino por calculada maldad.  Lo que rebaja la honra del bando victorioso o, al menos, el derecho de los herederos del triunfo a presumir de los hechos heroicos de sus mayores.
    Horror de horrores: en el núcleo ideológico del neoliberalismo vigente encontramos el mismo principio que catapultó a Hitler a la barbarie, a saber, el entendimiento de la vida como feroz combate encaminado a la supervivencia del más fuerte, principio extraído  de una lectura torticera  y sumamente burda de la teoría de la evolución. El mismito.
    No nos extrañe, pues, el curso de los acontecimientos,  porque en ello va implícita la santificación del poder económico y militar, entendido como la más alta expresión de la vida. El pez grande se come al chico y así debe ser. Esto lo pensaba Hitler y lo piensan ahora mismo los líderes y las hordas neoliberales.
    Incapaz de sobreponerse a la crisis derivada del avance científico y filosófico, la élite del poder cayó la locura de echarse en brazos de la naturaleza, y particularmente en sus aspectos más violentos, en busca de orientación moral. Como si  no fuese capaz de advertir que la naturaleza, por definición amoral, nada tiene que decir al respecto. Pero en esas estamos. El regreso del darwinismo social a primer plano tras dos décadas y pico en la reserva, es el dato número uno a tener en cuenta para entender lo que nos está pasando y para predecir lo que nos espera de seguir por este camino.
    Ya a mediados de los años setenta, el señor Nelson Rockefeller, tenido por persona liberal y progresista, quedó en evidencia como lo que era y dejó al descubierto la nueva orientación de la élite del poder. Según recogió el New York Post (13 de septiembre de 1975), Rockefeller osó afirmar que uno de grandes problemas es “la herencia judeocristiana de querer ayudar a los necesitados”.  ¡Pero qué incordio la compasión, menudo obstáculo para el libre juego de los tiburones! Han pasado cuarenta años desde entonces y es de temer que pronto se  sugiera la conveniencia de acorralar y suprimir a las bocas inútiles. De momento, ya se ha entrado en lamentaciones sobre el exceso de población. Esto cuando ya es considerado normal bombardear países y ciudades so pretexto de neutralizar a un solo hombre.
    Nunca está de más celebrar el final de una guerra, pero  mejor si se hace con las manos limpias, la conciencia esclarecida y el ánimo fraterno. Si Hitler hubiera ganado, la Alemania nazi se hubiera hecho con un imperio interior gigantesco y habría podido llevar a término su vasto programa de exterminio y esclavización. Perdió, afortunadamente, pero no deberíamos relajarnos como idiotas: se ha puesto en marcha un proyecto de dominación global sobre el mismo principio inmoral que hizo posible la locura nazi. Ya hay exterminados, ya hay deportados, ya hay desaparecidos, ya hay esclavos, ya hay ciudadanos de segunda y de tercera, ya hay pueblos que, por lo visto, no valen el suelo que pisan. Y ya hay millones de personas que moralmente hablando son de la misma hechura de Eichmann, inmersas en la banalidad del mal, esto es, trabajando para una burocracia criminal.
   La humanidad, es triste reconocerlo, no se ha liberado de las fuerzas antihumanas que se empeñan en arruinarle la vida. Ayer fueron nazis, hoy neoliberales. Que estos sean más sutiles y menos impacientes que los nazis a mí no me sirve de consuelo. Mientras las cosas sigan así, mientras no se tome al pie de la letra la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el derecho de celebrar aquella victoria de 1945 se debe dar por cautelarmente suspendido.