sábado, 11 de abril de 2020

¿A TRABAJAR EL LUNES?

     Se mantiene el confinamiento, se mantiene el estado de alarma… Pero  he aquí que hoy expira el permiso de retribución recuperable y  que el lunes próximo se incorporarán a sus puestos de trabajo los trabajadores hasta ayer mismo considerados no esenciales
   Estoy pendiente de las noticias, pero este giro de los acontecimientos me ha pillado por sorpresa. ¿Ha pasado el peligro? No, simplemente se ha cumplido un plazo fijado hace un par de semanas a saber con qué criterio. 
     Los trabajadores y las empresas han recibido algunas indicaciones para evitar contagios. Al menor síntoma, el trabajador deberá quedarse en su casa... Se repartirán mascarillas en el metro. Atención al distanciamiento social, a la higiene. Y poco más. En el documento oficial se indica  que las personas "vulnerables por edad" (así, sin precisar) y las que  padezcan algunas patologías previas están eximidas. Es un detalle a agradecer.
      Pero lo grave es que aquí, de pronto, los contagiadores asintomáticos, tan peligrosos, pasan a segundo plano, como si no existiesen. ¿Quién le asegura al trabajador que no meterá el virus en su casa?
     Gracias al esfuerzo colectivo, tremendo en el caso del personal sanitario, íbamos bastante bien. Se han reducido los contagios, sí, pero es imposible cantar victoria. Dicho personal sanitario está al límite, se ha bordeado un colapso asistencial... hay muchísimos muertos, un indecible sufrimiento.
    ¿Por qué correr riesgos?¡No logro entenderlo! Un miembro del consejo de expertos confiesa no haber sido consultado; el gobierno afirma que sí consultó. ¿En qué quedamos? 
     ¿Quién fijó en dos semanas el permiso de retribución recuperable? ¿Qué poder o poderes? ¿Por qué no se puede prorrogar? ¿Qué o quiénes se encuentran por encima del estado de alarma?
      Mucho me temo que el lunes se volverá al tajo prematuramente, por intereses económicos particulares ajenos a la batalla contra el virus. 
      Leo la prensa. Parece que unos no quieren pedirle explicaciones al gobierno, para no moverle el suelo bajo los pies, mientras otros callan cucamente, desde siempre alineados con los intereses del  sadocapitalismo.
      Según la OMS, un levantamiento prematuro de las barreras de seguridad podría tener consecuencias desastrosas. 
     Espero que quienes han optado por reanudar ciertas actividades económicas el próximo lunes sepan lo que hacen. Porque si la situación vuelve a descontrolarse, como temo, serán barridos por un tsunami de indignación, con grave daño para el entero sistema político.
     Ya saben mis lectores lo que pienso de los señores Trump, Johnson y Bolsonaro, los del aquí no pasa nada, esto es una gripecita, unos jodidos darwinistas sociales que solo piensan en la pela y en pisar el acelerador económico caiga quien caiga. De modo que me entenderán si les confieso que ahora he tenido que ponerme en guardia ante la posibilidad de que detrás del humanitarismo nuestro haya escondidos o a la vista capataces de la misma laya, solo que más hipócritas, simples lobos vestidos de piel de oveja. 

viernes, 3 de abril de 2020

LA PANDEMIA, EL SADOCAPITALISMO Y LA VERDAD

     El neoliberalismo no es una mera doctrina económica. Es una forma de entender la vida y las relaciones humanas, una pseudofilosofía  confeccionada con retales decimonónicos; es una religión laica, una más de las que ha producido la modernidad. Yo no dudo en incluirla, sin contemplaciones, en el saco del estalinismo y el fascismo (como sigamos así, se cargará a la humanidad entera). 
    Y digo que es una religión porque sus cultores se distinguen por su fanatismo y sus supersticiones. No buscan honradamente la verdad, se la inventan sobre la marcha y, como es propio de esta clase de gente, niegan cualquier elemento de juicio que interfiera sus delirios. 
    Ahora mismo, dato tremendo, se ha sabido que desde enero de 2017 el Pentágono vio venir esta pandemia (https://ctxt.es/es/20200401/Politica/31805/militares-coronavirus-pentagono-the-nation-covid19-exclusiva-ken-klippenstein.htm), poniendo sobre la mesa la necesidad de contar con elementos –respiradores, guantes, epis, etc– que ahora se están echando en falta desesperadamente. Y nada, ni caso. Y claro que ese informe no fue la única señal de alarma. No nos sorprenda: el neoliberalismo no pasa de ser  un disfraz del poder, del poder en estado puro, libre de frenos morales y, además, imbécil. 
    Siempre se ha mentido, siempre se ha ocultado la verdad. Pero nunca como ahora, tan metódicamente. Resulta que el mentiroso, hechos sus cálculos, opera con la certeza de que saldrá ganando. Los tontos seguirán engañados, y los listos, los que no se traguen la mentira, unos pocos, recibirán junto con el conocimiento de la verdad una revelación añadida, un patadón en la cara, a saber, la evidencia de que al mentiroso le importa un comino ser pillado,  en lo que cualquiera puede ver no solo la prueba de su desfachatez sino también la de su poder. Te miento porque puedo mentirte, ¿o no te das cuenta, imbécil? Meto el informe del Pentágono en un cajón y me olvido, porque me da la gana.
    La reacción ante el coronavirus ha sido la que cabía esperar: negación de la realidad, mentiras. Puro automatismo. Trump, Johnson y Bolsonaro han actuado como autómatas, sin percatarse de que ahora tienen que vérselas con un virus. Nada, una gripecita. Simplemente, hay que sacrificar a los viejos, y adelante con los faroles. ¿En serio?
    Si ahora vacilan es porque el sistema mismo se ve gravemente amenazado. El virus es insensible a sus peroratas. Ninguno de los tres sobrevivirá políticamente a la hecatombe, esto lo doy por seguro. Ya se han cubierto de oprobio, ya han dejado a la vista sus vergüenzas intelectuales y morales, su incompetencia y su sadismo. Ahora, de pronto, la verdad cotiza alto, como también la solidaridad.
    Ahora bien, si estoy seguro de que estos tres personajes se irán por el sumidero de la historia de aquí a poco, no puedo decir lo mismo del sadocapitalismo en cuanto tal. Los tres son simples peones, de fácil sustitución.
    Si el sadocapitalismo fue capaz de robarnos la cartera impunemente a raíz de la estafa del 2008, si fue capaz de engatusar a millones con no sé qué recuperación, con no sé qué capitalismo verde, ¿por qué tendría que enmendarse ahora? Algunos lo dan por muerto y enterrado, imaginan a Friedman hundido y a Keynes resucitado. 
    Puede que la imperiosa llamada a la fraternidad humana tenga algún efecto positivo, puede que algo se haga para suavizar los horrores presentes y  venideros, puede que los publicistas del sistema nos inculquen algunas dosis de esperanza, pero, cuidado. Nos toca estar atentos a la letra pequeña y a los hechos. No es una pequeña cosa que el señor ministro de finanzas de los Países Bajos se haya poco menos que disculpado por su escasa empatía con los países del sur y que ahora hable de algún regalo asistencial. Pero habrá que ver qué entiende él por regalo. Y así con todo.

domingo, 29 de marzo de 2020

¿UN GOBIERNO DE SALVACIÓN NACIONAL?

     He oído un extemporáneo llamamiento de Pedro J. Ramírez. A su parecer, se impone la necesidad de establecer un nuevo gobierno, un gobierno de concentración, en el que estuvieran representados los líderes del entero arco parlamentario, un gobierno de emergencia, de salvación nacional…  
   Como la situación es grave, por no decir gravísima, es posible que a algunos esta idea les guste. A mí no, para nada. 
    En estos momentos, lo que puede sonar bien –un gobierno de unidad, qué bonito– no pasa de ser un golpe bajo al gobierno realmente existente, que es el de coalición PSOE-UP, una zancandilla a Pedro Sánchez, nada útil, nada práctico, una simple cabronada de pocas luces. 
    En medio de la tremebunda crisis causada por el coronavirus sería una locura disputarle el timón a Sánchez. Y no lo digo solo por él, que debe concentrar –más nos vale– sus cinco sentidos en la batalla, que no está para que le metan más presión. Lo digo también por el entero sistema político, que tiene que durar, a ser posible, de aquí a la eternidad.
    No es sensato poner en riesgo el sistema político en el peor momento forzándolo a incurrir en originalidades de género irreversible, generadoras no de unidad sino de purulenta confusión.
    Siempre que se habla de gobiernos de emergencia, la democracia sale perdiendo. Se pierde una de sus funciones, que es la de tener en el banquillo fuerzas políticas alternativas, no quemadas, en condiciones de tomar el relevo con naturalidad. 
    El PSOE y UP pueden acabar quemados, abrasados, y si eso ocurre, el sistema necesitará fuerzas intactas, para tomar democráticamente el relevo. De momento, a Sánchez le toca cargar con la responsabilidad de llevar la nave a buen puerto, empresa de por sí difícil. Si se quema, que se queme, pero quede a salvo el sistema. Yo no le veo ninguna ventaja  a que todas las fuerzas políticas, malamente unidas, tengan que hacer frente a la casi segura ola de indignación que nos espera a la salida.
   En   el caso de Sánchez, es pronto para saber si la guerra contra el coronavirus le valdrá apoyos que en situación de paz no habría podido ni soñar. En casos de guerra, los pueblos suelen alinearse con su presidente, e incluso sufren por él, apretando los dientes y haciendo la vista gorda ante sus yerros. La historia está plagada de ejemplos, pero, por lo que parece, este principio quizá no se cumpla, por el encono político reinante. Y con todo y con eso, mejor Sánchez que montar el quilombo del gobierno de emergencia nacional.
     Así pues, en estos momentos toca apoyar al gobierno. La situación lo exige. No se trata de pasar por alto sus fallos, pero entiendo que sería imperdonable utilizarlos para hacer sangre con fines particulares. 
   Acosar a Sánchez y a su gobierno, ponerlo en situación de debilidad ante Bruselas, el FMI, el Banco Mundial y demás instancias planetarias y locales es algo que España no se puede permitir en hora tan crucial, y menos a cuenta de personalidades que en ninguna parte está escrito que lo fueran a hacer mejor.

viernes, 27 de marzo de 2020

TRUMP, JOHNSON & CÍA (y 2)

      En pleno ataque del coronavirus, ya se detectan fuertes tensiones entre los países, cierta atmósfera de sálvese quien pueda. 
    Solo la ayuda de China y la llegada a Italia de un contingente de médicos cubanos y de otro de soldados rusos se salen claramente del guión con su encomiable aporte de solidaridad, algo rarísimo en las alturas de la dirigencia planetaria, tanto que se ha optado por no ponerlo en primera plana. No vaya a ser que Putin y Xi Jinping se agiganten en la consideración de la opinión pública.
    Vistos desde aquí, desde mi confinamiento, los primates occidentales se limitan a marear la perdiz, incapaces de alumbrar una respuesta a la altura de las circunstancias. Van pasando los días, y nada. No se me puede pedir optimismo. Evidentemente, no hay cabezas pensantes para hazañas como New Deal,  Bretton Woods o el Plan Marshall, aunque haya muchas empeñadas en salirse con la suya. 
   No es que Trump, Johnson & Cía hayan desafinado un poco. Es que están en otra galaxia: para ellos, por encima de todo está el dinero, no las personas, no sus respectivos pueblos. El sadocapitalismo da la cara una vez más, como lo que es, a saber, un movimiento de codiciosos prepotentes, de darwinistas sociales irredentos e irrecuperables, rebozados en la banalidad del mal y dispuestos a transitar sobre una montaña de cadáveres.
     Ninguno de esos personajes actúa a título individual. Sus declaraciones obedecen a una visión del mundo. Se pronuncian de acuerdo a un argumentario compartido, para nada improvisado. No es casual que Trump de por hecho el regreso a la normalidad dentro de tres semanas. Imagina las iglesias abarrotadas el Domingo de Pascua. En la misma línea se pronuncia Jair Bolsonaro, para el cual el Covid-19 solo produce un risible "resfriadito"  [sic!].
    Con algún disimulo, andan  en lo mismo los Países Bajos y Alemania… ¿Se sacó algo en limpio de la reunión extraordinaria del Consejo Europeo? Pues sí: no a los coronabonos. Se pretende resolver el problema sin retocar la arquitectura financiera de la zona euro, es decir, con los mismos métodos usados para apañar la crisis del 2008 (con ventaja para los bancos y los especuladores en general). ¡Sálvese quien pueda! 
    El ministro neerlandés de finanzas, Wopke Horkstra, no tuvo mejor idea que reclamar a la Comisión que investigue a España –y a otros países– por pedir medidas excepcionales, por mangonear o cosa parecida. Le ha correspondido al primer ministro portugués, Antonio Costa, el honor de calificar la reclamación de Horkstra como se merece, como "repugnante"… Con ese tipo de reclamaciones, se pone en peligro, dice Costa, el entero proyecto europeo. Tiene razón.  Ha sido el más claro. Pedro Sánchez ha mantenido un perfil bajo, al igual que Macron y Conte, a ver si dentro de quince días los alemanes y los neerlandeses se avienen a entrar en razón, cosa que dudo. O Sánchez, Macron y Conte dan un puñetazo sobre la mesa o el último que apague la luz.
  Actualmente, Trump, Johnson y Cía van lanzados hacia una vuelta a la normalidad, como si tal cosa fuera posible. Y sus peones van segregando mensajes de apoyo, revestidos, cómo no, de cierto aire tecnocrático, dirigidos a las mentes supuestamente pensantes y supuestamente inmunes a los giros pintorescos. Ya se sabe, un mensaje para el populacho, otro para el lector que se las da de culto.
   Ahora es fácil entender  por qué la OMS, presionada por esa banda, empezó por minimizar el impacto demográfico de la enfermedad y  por qué se resistió a usar la palabra pandemia hasta el 12 de marzo. ¿Ocurrió por falta de reflejos, por incompetencia? No lo creo.
    Y ahora es fácil también comprender el goteo de mensajes encaminados a convencernos de que en realidad no pasa nada, por tratarse de un resfriadito, de una gripecita, siendo hasta obvio que no hay motivo alguno para suspender la actividad económica, pues aquí solo corren peligro los viejos. Ni Trump ni Johnson estuvieron nunca solos.
   El vicegobernador de Tejas acaba de declarar en plan melodramático que los abuelos deben estar dispuestos a dar la vida por el bienestar económico de sus hijos y nietos. El genio de Cambridge Analítica y mago de los algoritmos  Robert Mercer (coleccionista de yates de lujo y orgulloso propietario del arma usada por Arnold Schwarzenegger en Terminator) quiere que se vuelva a la normalidad de inmediato. El presidente de Goldman Sachs y los del Tea Party piden lo mismo. El reverendo Jerry Falwell Jr, líder evangélico, se niega a cerrar su universidad, con la misma idea demencial. 
    No faltan los intelectuales que andan en ello. Por ejemplo, tenemos el caso de Thomas L. Friedman, ganador del Premio Pulitzer en tres ocasiones. Friedman, campeón del optimismo, muy celebrado en las tenidas de los think-tanks del movimiento a favor del sadocapitalismo, acaba de dar publicidad en el New York Times a las tesis del doctor David L. Katz (Universidad de Yale). "Es hora de pensar si hay una alternativa mejor que cerrar todo"  es un artículo que no tiene desperdicio. 
    El tándem Friedman/Katz apuesta, al igual que Johnson, por la famosa inmunidad de grupo, dejando correr el virus. Habría, sí, que proteger un poco a los más vulnerables, pero nada más (pues se sobreentiende que no hay mucho que se pueda hacer por los ancianos y por los tocados). Que los jóvenes enfermen, se recuperen y vuelvan al trabajo. Es, nos asegura, lo mejor que se puede hacer, porque bajar la persiana durante meses y tratar de salvar del virus a todos, sin importar su perfil de riesgo, sí que tendría consecuencias catastróficas: "matamos a muchos otros por otros medios, al matar nuestra economía y tal vez nuestro futuro". Me pregunto cuánto tardará este mantra inmoral (y fatalmente antieconómico por lo que sabemos del virus) en alinear las conciencias de la porción más repulsiva de nuestra sociedad.
    En cualquier caso, todo indica que la elite del poder está dividida. Una parte, la de mayor peso, junta filas tras Trump, Johnson y Cía; otra, en la que por fortuna milita Pedro Sánchez, considera insoslayable anteponer la salud al dinero; y hay otra más, la de los poderosos indecisos, que pueden inclinar la balanza en uno o en otro sentido. Lo que está claro es que la humanidad se la juega. 

jueves, 19 de marzo de 2020

TRUMP, JOHNSON & COMPAÑÍA

    Nos ataca el coronavirus, somos víctimas de una pandemia global, unos encerrados en nuestras casas y otros  jugándose la salud en primera línea, en la batalla por salvar vidas, reducir el sufrimiento y mantener la sociedad en funcionamiento. 
    En medio de todo esto, ya inmerso en una angustia medieval, la actitud de los señores Trump, Johnson & Cía me causa una indecible repugnancia. No por su torpeza.  Lo que me repugna es su mentalidad, de índole psicopática. Un cero en empatía. Un cero en solidaridad. ¡Un diez en sadocapitalismo! 
    Es inevitable recordar lo dicho por Margaret Thatcher: la sociedad no existe; existen los individuos; no hay alternativas. 
    Lo que empezó como neoliberalismo, una religión laica no menos repugnante y antihumana que el fascismo o el estalinismo, nunca tuvo nada que ver con la famosa mano misteriosa de Adam Smith, el deísta bonachón que creía de buena fe en que la suma de los egoísmos particulares, debidamente regida por esa mano divina, los haría confluir en movimiento armonioso hacia un mundo más próspero y más justo. ¡Pobre Smith, cómo abusaron de él!
    Publicidad engañosa aparte, el neoliberalismo es puro y simple darwinismo social, voluntad de poder desprovista de frenos morales. De ahí que de las promesas incumplidas (capitalismo popular, sociedad de propietarios) pasásemos directamente a la explotación alevosa de los pueblos. 
    Hace tiempo que el neoliberalismo ejerce dando la cara como lo que es, descarnado sadocapitalismo. ¿Se tomaron en consideración las advertencias sobre la peligrosidad de los coronavirus? ¿Se puso a trabajar a los sabios con la vista puesta en proteger la salud planetaria? No, claro que no. Porque no era un negocio a corto plazo.
    ¿Y cabe esperar que los genios del sadocapitalismo estén a la altura de las circunstancias, que se rediman ahora por medio de una actuación humanitaria digna de tal nombre? Harán ver, claro que se preocupan, para no ser barridos pasado mañana por una ola de indignación. Pero poco más. Habrá quien se las arregle para que las farmacéuticas se aprovechen de los dineros públicos para competir entre sí en la búsqueda de tratamientos y una vacuna, para que se lucren una vez más, cobrando lo que les de la real gana. 
    Salvarán su pellejo y el de sus asociados y cómplices, y de algún modo se las compondrán para salir ganando. E ingenuos seríamos si no contásemos con la puntualidad de los encargados de recordarnos el infame artículo 135 de nuestra Constitución, y la obligación de pagar a los señores prestamistas y especuladores por encima de cualquier consideración humanitaria.
    Son inhumanos, quizá posthumanos. Hasta qué punto nos lo reveló el señor Boris Johnson, al invitar a sus paisanos a aceptar como inevitable la muerte en masa de seres queridos de cierta edad. Ni siquiera se tomó la molestia de disimular que le importa mucho más la pasta que poner los medios para impedir la hecatombe. ¿Reconocer que el sadocapitalismo arrasó la envidiable seguridad social británica, dejándola en los huesos, en estado de emergencia desde hace años, incapacitada para hacer frente a una crisis de este calibre? No, eso jamás.
   Los ciudadanos del mundo globalizado tomamos nota: estamos como estábamos, a saber, desamparados. Inútil levantar la vista hacia la OMS, hacia la ONU, hacia Bruselas, hacia Estados Unidos. Si algún acorde humanitario llega a mis oídos procede de China, lo que pone al descubierto las vergüenzas de todos los poderes occidentales. 
     

sábado, 23 de noviembre de 2019

ESPAÑA: ¡CUIDADO, MUCHO CUIDADO!

    Todavía no sabemos si se llegará o no a un “gobierno de progreso”, ni si llegado el caso merecerá dicho título. Pero hay algo claro:  se nos impone la obligación de andar con cuidado en evitación de situaciones irreparables. Los juegos sofísticos y los cálculos de mercadotecnia política son muy peligrosos en las actuales circunstancias, y también inmorales. 
   Lo digo porque la cuestión catalana va camino de ocasionarnos daños que creíamos de otras épocas, de otras latitudes. El independentismo catalán ya ha desequilibrado por completo sistema político, potenciando los efectos de la crisis económica de la peor manera posible (unos y otros aprovechan el fenómeno para ocultarla y para ir maquiavélicamente a su bola, sin preocuparse por las consecuencias). 
   El nacionalismo independentista catalán ha despertado el nacionalismo españolista, y ya se están produciendo colisiones no solo entre políticos sino también entre familiares y amigos. De pronto, tocado el tema, la tolerancia, sin la cual no hay sociedad abierta que valga, se ve arrastrada por el fango. 
    En nuestro caso, con una guerra civil a las espaldas, milagrosamente salidos de una larga dictadura (milagrosamente, a juzgar por los modales actuales), hay que ser psicopáticamente malvado o patéticamente ignorante y necio para echar leña al fuego como se está haciendo a diario. 
   Por eso, me permito recomendar la entrevista que Ángel Villarino le hizo a Slavenka Drakulik, publicada en El confidencial(https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2019-11-16/slavenka-drakulic-balcanes-crisis-politica-espana-nacionalismo_2337340/), donde esta escritora croata, estudiosa de la desintegración de Yugoslavia, nos ofrece algunas observaciones sobre la galopada del nacionalismo catalán y la emergencia de su contrario. 
   Según Slavenka Drakulik, bien podríamos haber incubado ya, sin darnos cuenta, el huevo de la serpiente. Primero esto, luego el caos, por último la sangre y la aflicción. Evitar que tal cosa se haga realidad depende, a su juicio, de todos y de cada uno de nosotros.
   Por mi parte, diré lo siguiente: 1) Mientras los independentistas catalanes sigan erre que erre, los redivivos nacionalistas españolistas seguirán en alza, lo que solo puede redundar en un gravísimo daño para la democracia (cualquier concesión que se les haga, por nimia que sea, será motivo de respuestas airadas). 2) Como no sé de ningún Estado que, meramente charlando, haya consentido y facilitado graciosamente la segregación de una de sus partes, temo un desenlace violento, como lo teme la señora Drakulik, especialista en estos temas.
   De momento, ya tenemos aquí a Vox, en respuesta al desafío catalán, con Abascal y los suyos en situación de gravitar sobre Ciudadanos y sobre el Partido Popular hasta el punto de haberlos alejado del centro y de suministrarles la correspondiente cobertura retórica para mejor atacar a Sánchez (como si Sánchez fuera nuestro peor problema, como si no fuera obvio que es indecente utilizar el tema catalán como arma arrojadiza).
   De momento, ya tenemos en la retina los desórdenes habidos en las calles y carreteras de Cataluña, y también las masivas protestas pacíficas del independentismo. Los desórdenes violentos nos indican que el independentismo se nutre de una indignación desviada, pues no va contra un estado de cosas injusto, lesivo para todos los españoles, sino en defensa de un ideal particular. Y las manifestaciones pacíficas, por muy respetables que sean, van de lo mismo. Lo que solo puede tener dos efectos negativos: el descrédito de las movilizaciones sociales de protesta y un aumento de las previsiones represivas del Estado. No son extremos que uno tenga ganas de agradecer a los señores independentistas.    
   De momento, ya tenemos al presunto “gobierno de progreso” dependiendo de una peculiar clase de pseudoprogresistas de obediencia independentista. De momento, tenemos al constitucionalista Sánchez puesto situación de depender de personajes que se han jactado tomar a broma el por ellos llamado Régimen del 78. 
   De momento,  ya tenemos a Sánchez en coalición con Pablo Iglesias, el mismo que ha tenido a gala desairar al rey y dar alas a un proceso constituyente (¡con estos mimbres!). Y qué fácil se lo han puesto a Abascal: que estos van, de últimas, a por el rey. Lo que desencadena, cómo no, un reflejo defensivo que potencia el reflejo defensivo ante la hiriente estimulación independentista. 
   Es cierto que últimamente, en los debates televisivos, Pablo Iglesias ha esgrimido determinados artículos de la Constitución, pero no se sabe si sinceramente o por mero oportunismo. Y esta duda es de suyo muy significativa y desequilibrante. ¿Constitución en parte o totalmente? Peligroso juego este, precisamente por la situación creada por los independentistas catalanes, republicanos ellos (algunos por cálculos sobrevenidos). 
   Se levantan de sus tumbas los fantasmas, rojos y azules, en el peor momento, desviando la atención de problemas urgentes, con grave daño a la credibilidad del sistema. 
   Hay aprendices de brujo que imaginan que, de una tacada, se puede enmendar la plana a la Constitución del 78 y solucionar el problema catalán. Se deja entrever, en lugar del “café para todos” que dio lugar al diseño autonómico, un República para todos…
   Ya sabemos por dónde andan Esquerra Republicana de Cataluña y los señores de la CUP, asociados a los herederos de Pujol y desentendidos de la izquierda del otro lado del Ebro. Pero he aquí que los de Más País, supuestamente venidos para calmar los ánimos, se han mostrado partidarios de cierto “federalismo republicano” que no se sabe cómo pretenden alcanzar y que no se sabe por qué imaginan que serviría de antídoto contra el independentismo catalán. Sobre el papel, se puede escribir cualquier cosa, pero la historia  no se anda con bromas ante tales pretensiones. Si para resolver los problemas que afectan a la gente normal se requiere el derribo de la Monarquía, estamos perdidos. Y por cierto: Esta gente no tiene ni la menor idea de cómo se las gasta un Estado moderno.
   Los señores independentistas catalanes sueñan con su Estado propio y con su República particular. Es decir, se han saltado ya la Constitución (una “deslealtad intolerable”, como dijo el rey con toda razón). 
     Uno no puede dejar de lamentar las torpezas del gobierno anterior, incapaz de desactivar el conflicto. Si de lo que se trataba era de enconarlo, lo hizo muy bien, pero, ¿cómo salir de esta trampa histórica? Me será dicho que mediante el diálogo, y me será repetido el mantra de la “plurinacionalidad”, pero como no he tenido noticia de que los independentistas catalanes estén dispuestos a pisar el freno ni por cortesía, ni por respeto a los catalanes que no lo son, ni por una mejor idea de lo que podría ser una izquierda española, nos veo en un callejón sin salida. Si el nuevo gobierno, pretendidamente de progreso, va a depender de los independentistas catalanes, mal asunto, mal asunto para la izquierda y para el sistema político en su conjunto. En fin, lo dicho, hay que leer la entrevista a Slavenka Drakulik, publicada en El confidencial…

jueves, 14 de noviembre de 2019

LA NEUROSIS DEL PACTÓMETRO

    Como ya dije en este blog, la crisis económica, descaradamente gestionada a favor de la minoría rapaz, debe ser entendida como trituradora de los sistemas políticos conocidos. Lo que aquí nos pasa está sucediendo en todas partes. Lo que nada tiene de consolador. Hasta lo que ocurre en Cataluña tiene que ver con esa desgracia mundial.
   Ahora andamos neuróticamente a vueltas con el pactómetro. Se dice que es posible un “gobierno de progreso”. El resultado de las elecciones, que han dado cierta ventaja al centro izquierda, parece ir en esa dirección, para gran fastidio del bando retrógrado, pero el invento está en el alero. Lo verdaderamente peligroso: si el PSOE y Unidas Podemos se queman conjuntamente, la revancha retrógrada estará servida. De la noche a la mañana, estaríamos en situación parecida a la de los franceses y los italianos, es decir, hechos un lío. Con el agravante de que aquí tenemos la cuestión catalana, de ribetes demenciales. 
   Hay varias cositas que no entiendo. Entiendo, sí, la escalada de Vox, que ha hecho su agosto con la cuestión catalana y con los mantras bannonianos y trumpianos. Entiendo, en parte, al PP, oscilante, como siempre, entre sus pulsiones derechistas y sus necesidades centristas, pero no comprendo su falta de sentido de Estado, su lenguaje pasado de vueltas, por momentos incendiario, de pésimo efecto sobre las conciencias. Tampoco logro entender a los de Ciudadanos, que ni siquiera ahora, barridos en las urnas, parecen en condiciones de recapacitar. Como no los entiendo, estimo que les falta un tornillo. Como les falta a los señores de la izquierda catalana que se han aliado con los herederos de Pujol. El  problema es que esos tornillos faltantes dañan al entero sistema político, que rechina horriblemente.
   Tampoco entiendo que Unidas Podemos se haya jugado hasta la camiseta a la carta de meterse en un gobierno de coalición con el PSOE. ¿Por qué no se limita a apoyar, a colaborar con el PSOE? ¿Por qué ese empeño de “tocar poder”? A mi juicio, con esto de la coalición comete varios errores de imposible rectificación. En primer lugar, ha violentado a Sánchez a la vista de todos, lo que no deja de ser aprovechado, desde ya, por sus enemigos, que ya lo pintan como un débil, como aliado de maduristas o cosa peor, dispuesto a cualquier componenda con tal de atornillarse a La Moncloa. Era obvio que Sánchez no quería gobernar en coalición con Unidas Podemos. Ha dado su brazo a torcer, y ya se publicita que cederá en temas capitales, sea cual sea su intención. 
    En segundo lugar, Unidas Podemos da a entender que para apoyar a Sánchez se puede y se debe exigir esto o lo otro, de lo que naturalmente han tomado nota todos los que tienen algo que ofrecer a la luz del pactómetro. Si Iglesias se hace con una vicepresidencia, ¿por qué tendría Rufián que apoyar gentilmente a Sánchez? Que este haya sido el más votado llega a parecer una pequeñez… 
   Y en tercer lugar, esto de la coalición PSOE/Unidas Podemos puede ser un negocio de lo más ruinoso para la izquierda y una delicia para el establishment, una de cuyas especialidades es pringar a la izquierda en sus maniobras contra el bien común. En cuanto empiecen los chantajes, que empezarán en cuanto se constituya el gobierno, Sánchez e Iglesias harán, me temo, lo que se acostumbra: perorarán sobre su elevado sentido de la responsabilidad. Pero habrá que ver qué cara se les pone a sus votantes. Los del PSOE ya están acostumbrados a ciertos acomodos, pero los de Unidas Podemos no, lo que podría tener resultados catastróficos.

jueves, 22 de agosto de 2019

LEYENDO A MANOLO MONEREO

     Leo en Cuarto Poder un artículo de Manolo Monereo, “¡Que se vayan todos! El retorno del ‘momento populista’ que nunca se fue”, publicado el 29 de julio de 2019 (https://www.cuartopoder.es/ideas/2019/07/29/manolo-monereo-que-se-vayan-todos-el-retorno-momento-populista-que-nunca-fue/).
    Es inspirador, como otras piezas que le he leído, comparto su anhelo de una sociedad justa y libre, pero me produce malestar, mucho malestar. Detecto las peculiaridades  intelectuales y estratégicas de una izquierda que, a poco que se descuide, quedará encerrada para siempre en la trampa para incautos que le han tendido los magos la revolución de los muy ricos. 
   Imagina Monereo que la única fuerza capaz de vencer al populismo de derechas es un populismo de izquierdas. Apela al “momento populista que nunca se fue”, apela al 15-M. No suena mal, pero no termino de acostumbrarme a esa manera de hablar y mucho me temo que el 15-M ya se fue. A mi entender el populismo es por definición una instrumentalización del sentir colectivo, por la izquierda o por la derecha. (Lo del nacional-populismo de izquierdas, sobre el que he oído hablar, me parece completamente ilusorio.)
   El 15-M no fue un movimiento populista sino un movimiento popular, cosa muy distinta. Fue una reacción espontánea y masiva contra la crisis económica y su gestión, una reacción de los indefensos y no representados. Si de lo que se trataba era de que Podemos le diese alas y orientación a ese movimiento, fracasó por completo. Se alejó de la gente, perdió apoyo electoral, y no es extraño que , habiendo renunciado a ese papel histórico, se empeñe ahora en “tocar poder” al precio de su completa esterilización. Y en  el supuesto de que volviese a producirse un movimiento popular como el del 15-M –algo muy difícil bajo el repulsivo articulado de la Ley Mordaza–, no creo que Podemos, ya consumido por su torpe ejecutoria, pueda adueñarse de su destino. Ha perdido el tren.
   También me causa malestar el trato superficial que Monereo dedica a la socialdemocracia. Hace bien en señalar la complicidad de los socialdemócratas en la jugada neoliberal y en la restauración del status quo, pero demando precisiones. Una cosa es la socialdemocracia como teoría política y otra la andadura de sus dirigentes de los últimos cuarenta años. Considero muy empobrecedor confundir la socialdemocracia con los hechos de falsos socialdemócratas como Schröeder, González, Blair u Hollande, una confusión que ya afecta seriamente a los más jóvenes. 
   Si la izquierda renuncia a la socialdemocracia por culpa de tales personajes, si renuncia al registro liberal que le pertenece, ¿qué le queda? Perseguir en vano la hegemonía, en plan comunista. Y la gente, aunque no lo diga, se lo barrunta, de lo que se aprovechan a placer los publicistas de la derecha. Y por cierto: Podemos nos debe una aclaración.  No puede jugar a la vez la carta comunista y la carta socialdemócrata, ni siquiera jugando vergonzantemente a ambas. 
    En otro artículo, firmado por Monereo y Julio Anguita (https://www.cuartopoder.es/ideas/2019/08/19/un-mundo-grande-y-terrible/), se habla de reflotar el socialismo, pero no queda claro a qué socialismo se refieren. Por el contexto, no parece que al socialismo libertario. Podría tratarse del de Brezhnef, del de Castro, vaya usted a saber. Lo que hay que tener claro es que muy poca gente se siente atraída por tales modelos y que el PSOE, por un lado, y por el otro, los publicistas de la derecha se aprovechan de la ambigüedad, el primero para sacar brillo a su título en plan tranquilizador, y los segundos para meter miedo con los fantasmas coreanos o venezolanos. Hace falta claridad, aunque ciertos teóricos la teman. 
    Hay quien se complace en imaginar un enfrentamiento a cara o cruz con el capitalismo. Es  comprensible desde luego, porque  la imaginación no es dialéctica ni tiene que atenerse a las duras realidades. No obstante, tal y como están las cosas, entiendo que la socialdemocracia seriamente entendida ofrece el único cauce político en el que pueden converger las distintas variedades de la izquierda. El salto de la minoría a la hegemonía es una cosa de locos.
   Otro motivo de malestar: aunque reconoce que es comprensible que se hable en términos de derecha e izquierda, Monereo considera que es un lenguaje desfasado. No estoy de acuerdo y me da mala espina, porque tengo muy presente cómo empezó el juego de confundir al personal, con Daniel Bell y el canturreo tecnocrático. ¿Acaso se puede olvidar que el pistoletazo de salida de la moda de negar la dialéctica izquierda/derecha lo dio Ronald Reagan, hace muchos, muchos años? Jamás entenderé que la izquierda se dejase vender la moto. 
   En opinión de Monereo, de lo que se trata es de que el 99 por ciento se movilice contra el 1 por ciento, siendo necesario sustituir la vieja dialéctica por la pugna entre los de abajo y los de arriba. No suena mal, suena a pan comido en términos democráticos, pero es un error tremendo, de pronóstico pésimo, una invitación a darse cabezazos contra una pared de hormigón. Y esto lo digo porque no sé de ninguna revolución que se haya producido sobre esa hipótesis. Las grandes revoluciones fueron obra de una combinación de elementos de arriba y de abajo. Y la revolución que habrá de hacerse si queremos salvar el pellejo, la dignidad  y la entera humanidad, será obra de gentes de arriba y de abajo, sumadas, o no habrá revolución. Thomas Jefferson no era un pringadillo, tampoco lo eran los nobles que desencadenaron la Revolución Francesa, tampoco los militares que le dijeron al zar hasta aquí hemos llegado, tampoco lo era Lenin, financiado por los alemanes… ¿O no lo hemos entendido aun? 

viernes, 26 de julio de 2019

LA INVESTIDURA FALLIDA

    La fracasada investidura de Pedro Sánchez no solo copa los titulares; oigo despectivos comentarios, brevísimos, como de pasada, en bares, taxis y ascensores. Impresión de cosa zanjada, de asunto sobre el que ya no apetece añadir nada más. 
   Algunos desesperados escriben que todavía es posible que Sánchez e Iglesias se pongan de acuerdo. Me sorprende. Si algo ha quedado claro es que estos caballeros no están en condiciones de alumbrar un gobierno de coalición.  Mejor que mañana, ya todos en alta mar, ahora mismo: archívese ese sueño. Un gobierno de coalición con esos mimbres naufragaría a las primeras de cambio, y la vergüenza y el daño serían mucho mayores para la izquierda y para el entero sistema político.
   Es tentador echarle la culpa del fracaso al tándem Sánchez/Redondo, a la perfidia del IBEX o a una llamadita de la Casa Real. Pero no se me pida que caiga en esa trampa. En mi opinión, la culpa la tiene Pablo Iglesias. Ha pedido demasiado como tiene por costumbre y muy mal de la cabeza tendría que estar Sánchez para ceder a sus pretensiones. 
   En lugar de apoyar a Sánchez sin pringarse en su gobierno, en lugar de un razonable acuerdo de colaboración, Iglesias ha optado por tentar a la suerte, a ver si sonaba la flauta, y al menos conseguía una vicepresidencia para Irene Montero. No ha sonado, y ahora se dispone a hacer política a costa de Sánchez, presunto responsable del tremendo fracaso, se dispone a hacer política facilona, digo, de nivel no superior a la practicada por la derecha.  
   Lo preocupante no es que Pablo Iglesias de muestras de no conocer la naturaleza del PSOE, uno de los pilares del establishment. Lo grave es que ignore sus propios límites y los de Podemos. La idea de que podría hacer una política de izquierdas seria por el simple procedimiento de subirse a la chepa del PSOE es digna de lástima. La creencia de que Unidas Podemos podría acomodarse a una política de izquierdas de pega sin sufrir un colapso es ya de género tonto. 
    Nótese que la fuerza combinada PSOE y Unidas Podemos no se presta a ensoñaciones estimulantes. En el supuesto de que no se dañaran mutuamente, estos partidos no le llegarían ni a las rodillas a lo que fue el combinado de Syriza de la primera hora. ¡Y ya sabemos cómo acabó Syria!
     Darnos a entender que se ha desperdiciado la gran ocasión de parir un gobierno de izquierdas digno de tal nombre es un completo desatino. Lo que se ha desperdiciado es la oportunidad de un gobierno de sufrida contención de las pulsiones derechistas sistémicas. Media un abismo entre lo uno y lo otro. Y conste que lo de la sufrida contención, a lo máximo a que se puede aspirar en la actualidad, no es ninguna pequeñez. 
   Desde la óptica de los indefensos e incorrectamente representados (categoría en la que me incluyo) lo mejor que podría haber hecho Unidas Podemos es respaldar la investidura de Sánchez, colaborar en lo posible, asistirle en temas de Estado, no meterle palos en las ruedas, dejarle que cargue con sus responsabilidades (se vienen encima 15.000 millones de nuevos recortes), y tener vida propia, sin perjuicio de esa colaboración. 
    Y en lo de tener vida propia incluyo el necesario trabajo de introspección y puesta a punto de su ideario. Considero demostrado que es una locura arremeter contra el régimen del 78, agitar el fantasma constituyente, dejarse llevar por peroraciones sobre el derecho a decidir y la soberanía catalana, desairar al rey  y venir luego a exigir que se cumpla la Constitución y que se le haga un lugar a Unidas Podemos en el gobierno (por no mencionar el apoyo electoral modesto y menguante). De seguir como va, Unidas Podemos encajará a con exactitud milimétrica en el nicho de la antigua Izquierda Unida. Y de ello no se le podrá echar la culpa a Sánchez, ni al IBEX ni a las cloacas del Estado. Se lo habrá buscado y ganado a pulso.

jueves, 27 de junio de 2019

¿A QUÉ JUEGA PABLO IGLESIAS?

   Como se recordará, en su momento Podemos tuvo la oportunidad de acelerar la caída de Rajoy por el simple procedimiento de apoyar a Pedro Sánchez. Pidió demasiado y la desperdició. Me pareció un error. 
    Ahora Pablo Iglesias anda en lo mismo: a cambio de su apoyo a Sánchez reclama un gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, a ser posible con él de vicepresidente o de ministro. ¡Cielos! ¡Otra vez pidiendo demasiado, insensible a sus propios límites, a la correlación de fuerzas y a los cálculos elementales! Si Sánchez cediese, el engendro resultante sería de corta vida, con perjuicio seguro para el PSOE y para Unidas Podemos. 
    Es lógico que Pedro Sánchez, consciente de los números y de los intereses de su partido, consciente de algunas peculiaridades de Unidas Podemos, no esté por la labor. Lo ilógico es la pretensión de Pablo Iglesias, que descuida los números y no parece percatarse del peligro que corre su partido. En lugar de reprocharle a Sánchez su negativa, este debería agradecérsela. Porque ir por la vida como ruedecilla de auxilio del PSOE… Unidas Podemos iría por ese fangoso camino protestando, de lamentación en lamentación, con buenos motivos, pero sin efecto alguno,  una forma más bien patética de pregonar su impotencia y su desconocimiento de las duras realidades.
    Una cosa es apoyar al PSOE con motivo de la investidura, una cosa es cooperar en lo posible, y otra distinta pringarse en su gobierno. Unidas Podemos tiene que reencontrarse a sí mismo, y sobre todo tiene que reencontrarse con su electorado potencial, y no podrá hacerlo si se compromete con Sánchez en grado innecesario y en situación de evidente inferioridad. 
    La tarea de Pedro Sánchez es complicada y poco envidiable. Consciente de el PSOE puede acabar como sus pares italianos y franceses, se afirma en lo social, en su ser de izquierdas, viéndose favorecido por el giro de Ciudadanos hacia la derecha  y por la calenturrienta retórica del PP y de Vox. Pero, no nos engañemos, Pedro Sánchez tiene que casar ese noble propósito con la voluntad de los chantajistas que dominan los resortes del poder en España y fuera de ella, de larga data entongados con los socialistas europeos. Conseguirá que le sean concedidas algunas migajas, que le den tiempo, que no le trituren de la noche a la mañana. Dichos chantajistas aprecian sus modales suaves, su talante, su moderación. La cosa va de mantener el status quo, una de las especialidades del PSOE, maestro en acomodaciones. Unidas Podemos no debería engañarse al respecto. Su pretensión de controlar al PSOE desde la sala de mandos, en plan parasitario, no tiene ningún porvenir y además dañaría la causa de la izquierda propiamente dicha. 

miércoles, 19 de junio de 2019

TRAS LAS ELECCIONES AUTONÓMICAS, MUNICIPALES Y EUROPEAS

   Impacientes por saber a qué atenernos, ya estamos cansados de imaginar pactos. El resultado de las elecciones generales se ha complicado con este nuevo paso por las urnas, y a saber en qué acaba todo esto. Pero ya hay algunas cosas claras, al menos para mí.
    En primer lugar, creo que el sistema, tomado en su conjunto, se ha deslizado varios grados hacia la derecha. El PSOE ha renacido de sus cenizas, pero no ha conseguido alzarse con una victoria comparable a las de antaño. Además, no ha tenido que hacer gran cosa para sacar brillo a su lema “somos la izquierda”. Le ha bastado con hacer gala de moderación, de buen rollo, del famoso talante. La situación le favorecía: Unidas Podemos iba en caída libre y la derecha de toda la vida reaparecía a cara descubierta causando reacciones alérgicas masivas. 
    Sociológicamente hablando, el país se encuentra donde siempre, algo vencido hacia el centro izquierda, pero los aspirantes a representarlo, si exceptuamos al PSOE, no parecen haberlo tenido en cuenta. Ciudadanos ha preferido girar hacia la derecha, para competir con el PP y ponerse en situación de recabar apoyos de Vox. Todo un espectáculo. 
    Ciudadanos se ha presentado como una cosa y funciona como otra… sin dar ninguna explicación. El sueño de un partido de centro derecha digno de tal nombre, sin pesadas rémoras, se ha ido al diablo. El Partido Popular, por su parte, después de volcarse descaradamente hacia la derecha, ha vuelto a declararse de centro. Las alianzas pondrán a unos y otros en su sitio. 
    Yo entiendo que el sistema se ha desplazado hacia la derecha porque siendo Ciudadanos, el Partido Popular y Vox peones de brega del neoliberalismo, no tienen en el PSOE un aguerrido oponente, sino, salvo que se me demuestre lo contrario, un cómplice vergonzante. Ni qué decir tiene que Unidas Podemos habría podido ser ese oponente que falta, pero no lo será, por la sencilla razón de que se ha desangrado por el camino. De modo que la cabalgada nihilista de los señores neoliberales va a continuar con mejores o peores modales. 
    Los socialistas se han visto duramente acosados por la derecha, que no se ha privado de ninguna indecencia, pero no desde las alturas del poder, y esto por la sencilla razón de que no interesa engordar el demonio de los populismos nacionalistoides, lo que nos ha valido una tregua, un espacio para el teatro político. Ya vendrán las vueltas de tuerca, según el guión preestablecido. Los indefensos, seguimos indefensos. Ya estamos bajo la amenaza de nuevos recortes (15.000 millones), y habría que ser muy ingenuo para creer que el PSOE “en colaboración” con Unidas Podemos represente una protección digna de tal nombre.

lunes, 13 de mayo de 2019

EVA PERÓN, MI PADRE Y LA RAZÓN DE MI VIDA

    Coincidiendo con el centenario del nacimiento de Eva Perón, Emecé publica Evita y yo, libro póstumo de mi padre, donde he reunido sus valiosísimas páginas sobre el peronismo, sobre su relación con la primera dama de los argentinos y sobre la escritura del libro que ella firmó, La razón de mi vida
    La publicación de Evita y yo me quita un gran peso de encima. Yo deseaba ver debidamente vengado a mi padre ante el tribunal de la historia, hasta la fecha injusta con él, y al final me he salido con la mía. 
   La razón de mi vida que conocen los argentinos es una lamentable tergiversación del original, y las cosas no podían quedar así eternamente. Una cosa es el original, que obra en mi poder, y otra muy distinta la versión oficial. 
   En su momento, ya fallecida Eva Perón, mi padre exigió una lectura comparativa entre el original de La razón de mi vida y la versión oficial publicada por Peuser en 1951. Reclamó ese peritaje tanto por decoro intelectual como por motivos económicos, seguro, además, de que Eva Perón había sido engañada. Era de rigor una argentinización del texto, pero el encargado de la tarea, Raúl Mendé, eliminó una tercera parte, borró cuanto quiso y añadió lo que le dio la gana, al parecer, según el padre Benítez, con el propósito de de complacer a Perón. 
    Imagínese la situación: A mi padre no le pagaban lo convenido (la mitad de los beneficios del libro) y por ahí iba Raúl Mendé propalando el bulo de que el manuscrito era tan malo que había tenido que reescribir la obra de principio a fin. Se requería  una lectura comparativa a cargo de expertos neutrales. Pero a mi padre no le hicieron el menor caso. La enfermedad y la muerte de Evita lo habían dejado completamente indefenso. Las personas que debían cumplir lo prometido por ella, empezando por el presidente Perón, le dieron la callada por respuesta. No le pagaron y la versión oficial pasó a la historia como libro maravilloso o como ridiculez aborrecible, según el punto de vista. 
   Desde la caída del peronismo hasta la fecha se ha atribuido la autoría de La razón de mi vida a Manuel Penella de Silva. Ningún consuelo… Imagínese el lector lo que fue para mi padre verse asociado a ese libro mutilado y deformado, verse responsabilizado de las ñoñerías, simplezas y monstruosidades (piénsese en la comparación de Perón con Jesucristo y con Alejandro Magno) que salieron de la pluma del señor Mendé. Y conste que esto le dolía no solo por él, sino también por Eva Perón. 
   Por culpa de la versión oficial de La razón de mi vida –convencional hasta la náusea– Eva Perón se ha visto excluida de la historia del feminismo. De modo que yo, al dar a la imprenta el testimonio de mi padre y al ofrecer una lectura comparativa de ambos textos, no solo libero a mi padre de los desatinos de Mendé. También Eva Perón aparece bajo una luz distinta, liberada, en situación de ser recolocada en la posición que le corresponde en el debate sobre el papel de la mujer en la historia, recolocada como feminista, en la corriente que se ha dado en llamar feminismo de la diferencia.
   En ausencia de los datos que figuran en Evita y yo, se entiende que se haya dejado volar la fantasía y que hayan fraguado algunos lugares comunes en el imaginario de los argentinos. Desde la óptica peronista, bien estaba reducir a mi padre a la condición de un escriba pasivo,  para salvar la autoría de Evita. Desde la óptica antiperonista, para dejarla retratada como una nulidad intelectual y como una pretenciosa por hacerse escribir un libro, nada mejor que agitar la versión oficial de La razón de mi vida y dar a entender que el tal Penella de Silva era un don nadie, a lo sumo un avivado.  Nadie parece haberse preocupado por la pregunta acerca de por qué la primera dama de los argentinos confió su firma a un forastero. En fin, amigos, pienso que quedarnos con esos lugares comunes y con esa pregunta sin responder es muy empobrecedor para todos. Creo, además, que ya es tiempo de echar un vistazo al sueño a la vez feminista y humanitario que compartieron Eva Perón y mi padre. Que ese sueño se frustrase no representa una objeción, y menos en los tiempos que corren. (Véase Evita y yo, https://www.amazon.com/dp/B07RN2PGWH  )

miércoles, 8 de mayo de 2019

RESACA ELECTORAL

    Por un tiempo nos veremos libres de la risible moda de decir que la dialéctica izquierda/derecha se ha visto superada… Esta ha sido, una vez más, una confrontación entre la una y la otra. 
   Por un lado tenemos la hazaña de Pedro Sánchez, que ha conseguido salvar al PSOE de una quema más que merecida. A nadie se le puede ocultar lo cerca que estuvo de acabar como Hollande y los suyos, en la mismísima ruina, lo que acrecienta su mérito. La listeza de retrasar un poco la ineludible convocatoria a elecciones le permitió lucirse adecuadamente con unos pases sociales y sobradas muestras de buen talante. Dado el enardecimiento de la derecha, no le hacía falta más.
   Del mismo lado –el izquierdo– tenemos a Pablo Iglesias, como perdedor. Nos será dicho que Unidas Podemos salvó los muebles, pero quizá ni eso. El partido se ha dejado por el camino a millones de votantes, que se le fueron al PSOE por sentirse defraudados y para mejor pararle los pies a la derecha de toda la vida. Si ese partido estuviese realmente vivo, de seguro que Pablo Iglesias, Irene Montero y Alberto Garzón estarían juntando sus bártulos en cajas de cartón.
   Por la derecha, lo que más ha llamado la atención es el derrumbe del PP, algo que se veía venir. Lo curioso es que Casado se haya desplazado hacia la banda de Vox. ¿Qué sentido tenía abandonar tan a las claras el supuesto centro del espectro político? Ninguno, salta a la vista. La psicología positiva, la asertividad, las ínfulas de ganador, todo eso estaba fuera de lugar. A pesar de su mecánico sonreír, Casado llegó a dar miedo, y pasó lo que tenía que pasar. Ahora le han entrado prisas por centrarse, tan a la desesperada que causa vergüenza ajena.
   También ha sido llamativo el giro de Rivera hacia la derecha.  Que Ciudadanos pertenece a la derecha ya lo he dicho y repetido en este blog, pero, ¿qué necesidad tenía de abrir los ojos a los despistados? Y conste que se trata de un giro irreversible. Por lo visto, la tentación de arrancarle votantes al PP y de postularse como el relevo ha sido más fuerte que la querencia por el centro. 
    En cuanto a Vox, las urnas le han puesto un límite, pero está claro que ha venido para quedarse,  para seguir gravitando sobre el entero sistema político, deformando tanto al PP como a Ciudadanos, y cumpliendo una función añadida: la de sacar brillo a los títulos de izquierda reales o figurados, a cualquier cosa que se le oponga.

lunes, 21 de enero de 2019

LA CRISIS DE PODEMOS

     Íñigo Errejón se ha aliado con la independiente Manuela Carmena y la crisis de Podemos es tal que no hay manera de celebrar su quinto cumpleaños. 
   El proceder de Errejón, una felonía desde la óptica oficial, no parece obedecer a simple ambición personal, ni tampoco a cálculos electorales más o menos obvios. Supongo que ha dado el paso de unirse a Carmena por las bravas ante la imposibilidad de hacerlo por las buenas, desde dentro. Y esto es en sí mismo muy revelador, pues nos deja entrever la rigidez del aparato constituido alrededor de Pablo Iglesias.
    Lo único que tengo claro es que la izquierda situada a la izquierda del PSOE se ha metido, ella solita, en una crisis de las gordas, viéndose sus votantes mareados  y fraccionados hasta sentir náuseas. Esto para gran satisfacción de las derechas y, por supuesto, del PSOE, cuyo lema “somos la izquierda” cobra sentido y hasta parece de buena ley en medio de tamaña confusión.
   Hay algo incomprensible en todo esto, dadas las circunstancias, en teoría favorables a la causa de una izquierda digna de tal nombre. Ya nos veo en situación parecida a la de la veterana Rossana Rossanda, que confesó que no sabía a quién votar en la próxima cita electoral italiana. El colmo.
   Como no entiendo lo sucedido, solo se me ocurre dejar caer algunas impresiones. Por ejemplo, como ya escribí en este blog, no me parece verosímil en la España actual el florecimiento de un liderazgo carismático. Es para alegrarse, pero he aquí que precisamente Podemos se ha jugado hasta la camiseta a esa ficha perdedora. El aparato a medida de tal liderazgo que se ha construido repugna a las personas normales y, para colmo, por muchas invocaciones a la democracia interna que se hagan, no funciona. La soledad del líder empieza a ser preocupante.
    Y hay cuestiones de fondo de las que no se habla. En primer lugar, no se habla de la desmesura y tampoco del adanismo improductivo que en definitiva han terminado por remeter a Podemos en el nicho hasta ayer mismo reservado a Izquierda Unida. Los ataques al Régimen del 78, las llamadas a un proceso constituyente, el antimonarquismo, el republicanismo idealista y ciertas ambigüedades en el tema catalán no podían conducir a otro sitio. No sé cuánta gente se ha dejado entusiasmar por tales movidas, pero me parece que no sirven para definir a una auténtica izquierda a la izquierda del PSOE, pero sí para darle a este todas las facilidades en lo que al monopolio de la cordura se refiere.
   La gente quiere justicia social porque es urgente, pero no está de humor para dar un rodeo enorme y peligrosísimo antes de poner manos a la obra. Es una cuestión de sentido común, y por supuesto de memoria histórica. 
   Y está lo otro: si de las grandes palabras se pasa bruscamente y sin explicaciones a tomar como gran cosa la aprobación de unos presupuestos no tan sociales, la buena gente se desconcierta o se enfada. El desmesurado queda mal parado cuando da muestras de contención… (hasta he oído hablar del famoso chalet de Galapagar como explicación).
   Por otra parte, creo que Podemos se ha equivocado al entrar en el juego de la superación de la dialéctica izquierda/derecha, un rollo posmoderno surgido de la matriz neoliberal (ya Reagan andaba en ello). Esa dialéctica no se puede sustituir provechosamente con el rollo de los de arriba y los de abajo, o lo de la casta y la no casta, como considero demostrado. Para frenar a la horda neoliberal, dicho sea de pasada, no bastan “los de abajo”. Hace falta contar con el apoyo de gentes de arriba, a las cuales es estúpido estigmatizar o asustar.
    Tampoco ha acertado Podemos al meterse en una batalla lingüística minoritaria. Eso de “la portavoza” ha causado hilaridad. Ver machismo donde no lo hay es tan irritante como considerar prueba de feminismo ese palabro pintoresco. La lengua evoluciona, desde luego, pero no a voluntad, y la sociedad patriarcal  es invulnerable a las ridiculeces y además disfruta con ellas.
    Y he dejado para el final un asunto muy molesto: resulta que en el imaginario colectivo, Podemos, que no termina de aclarar su posición, es visto como de izquierdas, como es lógico, con la particularidad de que muchos se lo representan como comunista, como comunista vergonzante… 
     Se ha dicho que el aparato del partido es estalinista y algunos se representan a Echenique en el papel de Beria. Es una frivolidad, desde luego (del mismo calibre que llamar fascistas a los carcas neoliberales de Vox), pero no se puede tomar a guasa por la sencilla razón que afecta a la intención de voto. ¿Cuánta gente está dispuesta a votar a un partido comunista? ¿Cuánta gente está dispuesta a votar a un partido hipócrita, al que se supone capaz de ocultar su comunismo bajo un amable disfraz? La división de la izquierda en comunista y no comunista ya ha causado penas innumerables. Un poco de claridad sería muy de agradecer (no basta con hablar de moderados y no moderados).
   

martes, 15 de enero de 2019

A VUELTAS CON LA CONSTITUCIÓN

      Se oye decir que hay que actualizarla o reescribirla, y algunos van muy lejos, afirmando que o se entra en un período constituyente en toda la regla o seguiremos encerrados en el  “régimen del 78”,  un fraude político de la peor especie. Parte de la izquierda se complace en esta visión, y me preocupa.
   ¿Acaso existe hoy el consenso que hizo posible la Constitución? Creo que no. Plantear su sustitución en las actuales circunstancias me parece una frivolidad, francamente. Corremos el peligro, dada la correlación de fuerzas existente y el pésimo ambiente, cargado de intolerancia, malicia e irracionalidad, de que salga un texto mucho peor. 
    En particular, me preocupa que se prescinda de una evidencia más bien aterradora: en la actualidad, los tres partidos que ocupan la banda derecha del espectro político son neoliberales, una especie inexistente, por fortuna, en 1978. Arriesgarnos a cambiar una Constitución de cierto sesgo social por una de corte neoliberal es de lo más estúpido, pero, claro, ¿quién tiene ojos para este peligro? 
   Suelo leer con placer y provecho al profesor Vicenç Navarro, pero por eso mismo me ha turbado una apreciación vertida en “El debate sobre la Constitución en la izquierda” (https://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2019/01/14/debate-sobre-la-constitucion-entre-las-izquierdas/). Allí nos presenta el artículo 129.2 como “una victoria del movimiento obrero” (apreciación que, por lo que parece, comparte con Nicolás Sartorius y Joan Coscubiela). Refresquemos la memoria: en ese artículo constitucional se dice que “los poderes públicos (…) establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción”… 
    Pues bien, he aquí lo interesante (sin restar méritos al movimiento obrero y sin la menor intención de elogiar al régimen anterior): ese artículo fue propuesto por el franquista Licinio de la Fuente. 
    El comunista Solé Tura confesó que no se había atrevido a proponer algo así por temor a que le acusaran de querer dar a la Constitución un giro socializante. Interrogado al respecto, Licinio de la Fuente declaró que su enmienda, aprobada con facilidad, no tenía nada de asombroso, por estar inspirada, eso dijo, en la doctrina social de la Iglesia y en el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera. 
   De este tipo de cosas, ni pío, pero considero  insoslayable reconocer que en aquel entonces se produjo cierta afortunada convergencia en lo social de los que venían del régimen franquista y de  los que venían de fuera, de la izquierda. Puestos a escribir y a pronunciarse, unos y otros tenían in mente los requerimientos de la justicia social, lo que les permitió entenderse en temas principales.  
    Ahora, tras cuarenta años de neoliberalismo, con toda la derecha y parte de la izquierda en el ajo friedmanita, ¿cómo creen que saldría la nueva Constitución? ¡Si ni siquiera ha habido arrestos para eliminar los renglones inmundos y anticonstitucionales del artículo 135!

domingo, 22 de julio de 2018

PABLO CASADO Y EL ABANICO DE SORAYA

    Vencido en la ronda electoral de los militantes, Casado ha vencido en la ronda de los compromisarios, dejando malparada a la escudera de Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría. Se habla simultáneamente del relanzamiento del partido y de un regreso a sus orígenes...
    En materia de contenido no ha habido ninguna novedad. La derrotada y el ganador son ideológicamente compatibles. A lo que sí tendremos que acostumbrarnos, me parece, es a una mayor franqueza, lo que para nada le garantiza a este partido en crisis la añorada centralidad, ni menos aun los avances transversales. 
   Fiel a su estilo, proclive al encubrimiento, Soraya Sáenz de Santamaría no entró en precisiones programáticas. Se limitó a exhibir inesperadamente un abanico muy español y nos invitó a ver en sus varillas los principios inmutables del partido, como para que cada uno dejase volar su imaginación. Casado, en cambio,  salió, arreciando, en defensa de la España “de los balcones y las banderas”, de la “familia” y de la “vida”, de la “eficiencia”, de la “meritocracia”, de la bajada de impuestos, mostrando sus cartas, todas  archiconocidas. ¿Autocrítica? No hubo ninguna. En su lugar, puro narcisismo, pura autocomplacencia y también la promesa de seguir erre que erre.
    Según parece, Pablo Casado es un neoliberal de libro (mucho más entusiasta que Rajoy y, por lo tanto, menos realista). Como es característico de esta especie, se siente liberal en el plano económico y sin serlo para nada en el plano de las costumbres. Como sus mentores políticos, no es consciente de la contradicción. Tal como está, queda retratado a la derecha de Rivera, ayudándole a centrarse y en situación de entenderse con él en todos los asuntos referidos a su común interés. 

miércoles, 4 de julio de 2018

¿ADÓNDE VA EL PARTIDO POPULAR?

    Según José Manuel García Margallo el Partido Popular es “un yermo ideológico”. De los candidatos a suceder a Rajoy, el ex ministro parece el único que  dispone de los haberes intelectuales del partido fundado por Manuel Fraga y se comprende que lamente la negativa a un debate como Dios manda.
    Ahora bien, esto del “yermo ideológico” se las trae. El yermo es más aparente que real: desde los tiempos de Aznar el PP está atado de pies y manos al abecé neoliberal y a los poderes fácticos que lo utilizan como tapadera intelectual. El yermo oculta una ideología, casi una religión.
    El Partido Popular original tenía varios registros, el liberal, el social-liberal, el neoliberal, el democristiano y el socialdemócrata y, por lo tanto, una buena equipación para resistir los embates de la historicidad. Así lo quiso Manuel Fraga, el creador del invento.  La transformación de la derecha antidemocrática en una democrática, su ampliación y centramiento se hizo con esos mimbres, para nada ajenos a su sensibilidad. (Se ha querido discutir la sensibilidad social de Fraga, pero es inútil. La tuvo, por sus orígenes y por su formación.)
    Como  no quería que su partido acabase como UCD, proscribió las facciones; como no quería una formación cadavérica, se rodeó de personas de diversa sensibilidad política, y dejó que a su alrededor orbitaran varias fundaciones de filiación diversa. Luego, en cuanto asumió que tenía un techo electoral, dio vía libre a las primeras elecciones internas, que dieron vencedor a Hernández Mancha. 
    Se da por supuesto que Fraga derrocó a Mancha porque se aburría o por pura ambición personal, lo que es falso. Lo peor no era que Mancha no diese la talla o que despachase asuntos importantes mientras jugaba obsesivamente al billar. Fraga recuperó el poder porque Mancha, al principio ideológicamente indeciso o simplemente confuso, resolvió aplicar la fórmula de la “doble ruptura” de la derecha neoliberal francesa (consistente en atacar simultáneamente el socialismo y el paternalismo heredado de De Gaulle). Fraga no aceptó la transposición de esta batalla a términos españoles. Defenestró a Mancha, pero no para quedarse. 
    Pensó que la mejor solución era confiar el partido a Isabel Tocino, pero luego, presionado por algunos pesos pesados, designó sucesor a José María Aznar. Este joven prometedor se distinguía por sus buenas relaciones con todas y cada una de las diversas corrientes que cohabitaban en la trastienda del partido. Era, por lo tanto, un buen candidato a sucederle. Y  ocurrió lo impensable: Aznar hizo valer su poder absoluto para imponer un plato intelectual único. Las fundaciones que habían dado vida a la pluralidad se vieron fundidas en una sola, la FAES, rápidamente conectada a los puntos de recarga ideológica norteamericanos (American Enterprise Institute, Cato Institute, Heritage, etc.), campeones del capitalismo salvaje y, simultáneamente, de la Moral Majority, el The Party y parecidos artilugios que de liberales no tienen un pelo.  
    Estoy en condiciones de afirmar que ese giro hacia el neoliberalismo produjo no poca desazón a Manuel Fraga, consciente de lo que se perdía y de que era una manera de desnaturalizar el partido, de jugar su futuro a una sola carta, para colmo antisocial. 
    No es de extrañar que el partido se haya visto inmerso en tantos casos de corrupción –el neoliberalismo tiene a gala no respetar lo público e idolatrar el dinero–, como no es de extrañar que a la vuelta de los años, no haya debate posible. Las milongas sobre la creación de riqueza, la sociedad del propietarios y el capitalismo popular ya no se las cree nadie, de modo que mejor ni mentarlas. En plena ola de recortes austericidas, sin ningún conejo en la chistera, el neoliberalismo ya ha dado la cara. Mejor un desfile de candidatos, un aquí estoy yo, mejor unas simples puyas, mejor el chismorreo.
   Ya es una gran cosa que la candidata Soraya Sáenz de Santamaría declare que no es socialdemócrata, que es liberal. Sería excesivo pedirle que anteponga el neo de rigor 
(a los neoliberales les gusta llamarse liberales a secas). Dice, sí, disponer de principios de la democracia cristiana (no dice cuáles) y nos habla de “cierta atención, que deriva de nuestros principios económicos, al bienestar social  y la política social”. 
    Total, nadie se va a molestar por la inversión típicamente neoliberal, ni siquiera un lapsus: ni la política social ni el bienestar social determinan la política económica; al contrario, esta determina “cierta atención” a estos rubros, entendidos como secundarios (tal como reflejan las amargas realidades sociales que los populares niegan con una obstinación que les distingue y que ha llegado a irritar a millones de ciudadanos). Como todo indica que María Dolores de Cospedal y Pablo Casado andan en lo mismo, los escasos afiliados autorizados a votar tendrán que decidir según querencias personales que no dan de sí lo suficiente como para hablar de una refundación.
   Así pues, el porvenir del PP es bastante oscuro. Ha querido el destino que sirviese al un movimiento global  a favor del capitalismo salvaje cuya especialidad es  hacer picadillo  no solo a los partidos que se le oponen sino también a los que le han entregado su alma.
    

martes, 12 de junio de 2018

PEDRO SÁNCHEZ COMO ESPERANZA

    Pedro Sánchez ha conseguido renacer de sus cenizas contra todo pronóstico. Se ha hecho con la presidencia por escaso margen y con apoyos oportunistas, pero, digan lo que digan sus adversarios, limpiamente. Alivio, curiosidad, e incluso algo de esperanza donde no había ninguna, esto nos ha traído de momento, y no es poco. 
   El nuevo equipo de gobierno es una pequeña obra de arte, se diría que una carabela dentro de una botella, con guiños de inteligencia hacia personas de muy distintas sensibilidades y desde luego que también hacia los poderes establecidos tanto locales como internacionales. 
    De aquí a las próximas elecciones el PSOE se pone en situación de recuperar a los votantes que perdió en beneficio de Podemos y de Ciudadanos. ¿Cómo no se nos ocurrió antes?, se estarán preguntando los partidos desplazados. Un equipo de personas de primer nivel, tecnocráticamente aromatizadas, flanqueadas por un astronauta y por un político veterano. Personas que cuando hablan lo hacen como seres pensantes y no como loros sometidos a un argumentario y a un reparto de papeles preestablecido.
   ¿Y qué pasará? Todo indica que Sánchez y su equipo, si los tomamos como experiencia histórica, por breve que sea, nos darán una indicación precisa de  por dónde pasan las líneas rojas del sistema de poder. Y esto porque van de mesurados y razonables. 
    Pedro Sánchez tratará de hacer honor al “somos la izquierda” para no acabar como Hollande. Y sin duda también, como le ocurrió a Zapatero, tendrá que vérselas con los amos de la situación. Lo único que juega a su favor es el fenómeno populista de corte eurófobo, de cuya amenaza dichos amos, reyes del estropicio,  responsables directos de su emergencia, son perfectamente conscientes. Mejor él que los de la Liga Norte.
   Como conviene a la situación,  es probable que estos señores sean más indulgentes con Sánchez que con Zapatero, pero no creo que le den demasiada cuerda. Y es que lo que Galbraith llamaba “la revolución de los muy ricos” sigue su curso. ¿Cuánto tardarán en pedir nuevos recortes en puntos sensibles? ¿Hasta dónde permitirán una reversión de la reforma laboral? Dicha revolución es perfectamente capaz de levantar el pie del acelerador, pero es incapaz de frenar. Ya deberíamos saberlo. Y conste que reflotar el Estado de Bienestar o Estado de Servicios no figura en su agenda. Puede que Macron se repute social-liberal, o que Juncker (hasta ayer mismo patrón de la ministra Nadia Calviño en la Comisión Europea), se llene repentinamente la boca con el “pilar social”, pero el rumbo ha sido trazado con mano de hierro. Unas palabritas no cambian nada.
     Las cosas están montadas de tal manera que el gatopardismo es la norma. No obstante, gracias a Sánchez, contando con su buena voluntad y con la de su equipo de gobierno, nos será dado ver, con singular crudeza, qué es posible y qué no en las actuales circunstancias, es decir, dentro de lo que es, pues desde hace tiempo lo que podría ser no pertenece al sistema (como tampoco la justicia y menos aun la humanidad). En tiempos de Rajoy, la cosa no estaba clara, porque, bien que remoloneando, este se atenía al guión de los amos del cotarro, sin la menor pretensión de llevarles la contraria (en la ingenua seguridad de que por ello sería recompensado). En cuanto a Sánchez, o les lleva la contraria, un poquito siquiera, sudando y forcejeando a la vista de todos, o está perdido. 

lunes, 4 de junio de 2018

SÁNCHEZ DESALOJA A RAJOY

    Como en otras latitudes, los pilares del bipartidismo se venido abajo. Ya es definitivo. El PP venía con plomo en el ala, por lo que su repentina precipitación no debería sorprender a nadie, ni siquiera a sus partidarios más fieles. El PSOE, el otro pilar, ha triunfado, pero solo en apariencia. La victoria de Sánchez  ha sido por los pelos, gracias al apoyo oportunista de partidos incompatibles. También el PSOE venía seriamente dañado. La crisis económica y su gestión, brutalmente contraria al bien común, les ha pasado factura a  los dos partidos antes hegemónicos. A no dudar, Sánchez tratará de desmarcarse, en busca de una absolución, pues parece haber comprendido que la salvación de su partido pasa por sortear la trampa en que cayeron los socialistas griegos y franceses. Y no lo tendrá nada fácil, pues de todos es sabido que los dueños de la situación tratan bien a los socialistas acomodaticios y machacan a los que no lo son. 
    El panorama no luce despejado.  La de Sánchez podría ser una victoria pírrica. Quizá consiga suavizar las formas, quizá le sea dado hacer algo serio por los niños que sufren, quizá pueda eliminar algunas vergüenzas, como la Ley Mordaza, pero tiene muy poco margen de maniobra. De entrada, ha aceptado el presupuesto de Rajoy. Y no creo que sea lo único que tenga que “tragarse con patatas”. En los temas de fondo, habrá continuidad. Lo que permite vaticinar una creciente desafección por parte de sus apoyos oportunistas, ya dispuestos a pedirle imposibles. 
    Para colmo, el triunfalismo económico del gobierno saliente puede volverse contra Sánchez. Habrá quien pase en un abrir de ojos del triunfalismo al pesimismo. Hay mucha gente que se ha tragado las mentiras del PP. Que todo va bien, que hemos sido salvados de la crisis, que los presupuestos son sociales, etc. Ya está toda la maquinaria mediática en disposición de fuego, para culpar a Sánchez de todos los males habidos y por haber. Su “buen talante”, tan de agradecer, una de sus bazas fuertes, será objeto de ataques demenciales, como ya le ocurrió a Zapatero.
    Ya es demasiado tarde para considerar que, quizá, lo verdaderamente purificador habría sido dejar que el  PP cargase, a palo seco y sin escapatoria posible, con toda la responsabilidad de sus hechos y sofismas. Sería triste que la izquierda acabase pagando los platos rotos y se quedase sin fuelle para nada mejor. 
   Esperemos, en todo caso, que la izquierda comprenda que necesita configurar una alternativa potente y, sobre todo, realista, dentro de lo real-posible como diría Bloch, algo que parece muy lejano. Como del otro lado se perfila una armada imponente –Ciudadanos y el PP,  llamados a entenderse en temas capitales– más vale que se de prisa. Pero, claro, durante el interregno que ahora da comienzo corre el peligro de fragmentarse   aun más de lo que está.