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lunes, 8 de febrero de 2016

¡TITIRITEROS, LIBERTAD!

    Ahora resulta que dos titiriteros han sido pasaportados del guiñol al trullo, cual criminales pillados con las manos en la masa en algún sangriento negocio. Me parece de pésimo pronóstico que tal cosa pueda ocurrir en nuestro país con el aplauso de no pocos opinantes de  peso.
     Veo en ello un síntoma claro de que aquí todavía abundan las personas que no se han enterado de qué cosa es la libertad de expresión. Asistimos, de hecho, a un creciente ataque contra ella al socaire de intereses que nada tienen que ver con la salud de una sociedad abierta digna de tal nombre. Raspas un poco y resulta que bajo una fina capa de liberalismo subyace el organismo verdadero, todo él intolerante hasta  la médula.  O nos tomamos en serio la libertad de expresión y la defendemos con uñas y dientes (nos guste o no lo expresado), o estamos fritos.
     Me será dicho que los titiriteros del grupo Títeres desde Abajo han incurrido en el delito de “enaltecimiento del terrorismo”con su obra La bruja y don Cristóbal.  Es lo que dice el ministro del ramo y lo  que por lo visto piensa el juez que los mandó a la cárcel. Y núblase la conciencia, como antaño ante palabras como “masón”, “comunista” o “fascista”.
    El concepto de “enaltecimiento del terrorismo” se amplía o encoge como un acordeón. No parece lejano el día en que cualquier expresión o comportamiento crítico aparezca en ese rubro. Sin ir más lejos, los dos titiriteros presos sufren en su piel una de esas licencias que se toma el sistema  a partir del impreciso concepto.
    Oigo protestas airadas contra el Ayuntamiento, por haber programado la obrilla con motivo de las fiestas de carnaval. Dichas protestas no son lo más significativo (la historia de las representaciones teatrales que acabaron mal ocuparía varios volúmenes). Lo significativo fue que se llamase a la policía, metida de súbito en un problema molestísimo.
    ¿Acaso le corresponde a la policía juzgar sobre la marcha el contenido de una obra ya empezada, se le puede pedir? A partir de esa  llamada teléfono  (¿y cómo no iba a actuar la policía al oír la voz “terrorismo" con el agravante de comportamiento escandaloso ante los niños?), se produjo la escalada de despropósitos, dejándonos ver el mecanismo represor en toda su crudeza. Como no será que el propio Ayuntamiento ha demandado a los titiriteros, una manera de abandonarlos a su suerte y de darse por engañado. Un mal rollo. En los viejos tiempos la función habría contado con un delegado gubernativo, con poderes para detenerla, y el texto habría pasado por las manos de un censor. ¿Es a eso a lo que queremos volver? ¡A cuatro años de cárcel se exponen los titiriteros!
    Las primeras noticias que recibí de este “escándalo”  hacían referencia a una exaltación de la ETA, a una monja violada y a una serie de asesinatos (todo de pésimo gusto). Cuando por fin pude encontrar un resumen del argumento, me sorprendí al no encontrar ninguna monja violada ni tampoco “enaltecimiento del terrorismo”.  No se trata de una obra para niños pequeños,  ni fue concebida como tal. El error fue no advertir a los padres de lo que se les venía encima.
       Ahora bien, a juzgar por el resumen, el mensaje de La bruja y don Cristóbal es, oh ironía,  de género moralizante,  clásico además, mil veces recreado en todos los formatos artísticos: la injusticia, con sus valedores habituales,  genera una sucesión de desgracias. Un buen tema de conversación para padres e hijos.
     Claro que alguien dirá que lo grave aquí es que la bruja se sobreponga a los sucesivos ataques de las autoridades, siendo lo bastante bruja como para conseguir que el juez se ahorque en su lugar. ¿Es a esto a lo que hoy se llama enaltecimiento del terrorismo? En fin, amigos, lo dicho. Me sumo a quienes piden la libertad de los titiriteros, por una cuestión de principios en primer lugar. ¿O es que aquí hace falta ser brujo para ganarle la partida a don Cristóbal?

viernes, 5 de febrero de 2016

LA PROPUESTA DE IGLESIAS A SÁNCHEZ

     El primer encuentro formal de estos dos líderes políticos me producía, seré sincero, cierta inquietud. ¿Y si a la hora de la verdad Iglesias le ponía las cosas fáciles a Sánchez, por tales o cuales motivos, por una responsabilidad de Estado mal entendida, por ejemplo?
     Ya estoy tranquilo. Iglesias no me ha defraudado. Lo que él propone a Sánchez es una “coalición de progreso” PSOE-Podemos-Confluencias-Unidad Popular-IU, incompatible con fuerzas de la derecha. De modo que si Sánchez quiere negociar a derechas con Ciudadanos, debe olvidarse de Podemos. Más claro, agua. ¡Y menos mal!
    Iglesias todavía se declara esperanzado, quizá Sánchez opte por Podemos... Hasta le pareció proclive a ello. Sin embargo, el líder socialista ya salió por peteneras, decidido a seguir negociando con Ciudadanos, que a su vez le pide que negocie también con el PP. Las líneas rojas de unos otros están claras gracias a las precisiones de Iglesias, y esto es muy de agradecer. Me alegra que el líder de Podemos haya arrojado lejos de sí  la tentación del gatopardismo, afirmándose como un líder de izquierdas hecho y derecho. En este lance está jugando sus cartas con acierto.
    La posibilidad de que Sánchez se avenga a formar un “gobierno de progreso” con Podemos y sus afines no entra en mis previsiones.  Sánchez apunta a un “gobierno moderado y  reformista”,  cosa muy distinta. Sin embargo, hay que agradecerle que se haya reunido con Iglesias en un clima de cordialidad. Hay que agradecérselo, aunque para ello no haya corrido ningún riesgo. Tengamos en cuenta que al  establishment le gustaría que Sánchez fuera capaz de seducir y embridar a Podemos, algo imposible sin  “dialogar”, el verbo de moda. Lo ideal para el establishment sería abducirlo ya, con suavidad, antes de que se erija en una molestia tipo Syriza.
     Sobre el papel, es mucho lo que se juega Sánchez tras el órdago de Iglesias. Durante su breve ejercicio de liderazgo, ha intentado reverdecer la titulación socialista de su partido, ha intentado ir de progresista, sea por su propio impulso, por entender que el PSOE acabará como el PASOK si sigue en las mismas o por ambas cosas a la vez. Pero cuesta creer que pueda mantener el rumbo, habida cuenta de que su partido ya está enviciado con la acomodación. Ahora mismo, por ejemplo, sus pares europeos se encuentran en complaciente sintonía con sus homólogos del PP, metidos hasta el cuello en la turbia negociación del TTIP y el TiSA. De ahí que en ciertos labios las palabras progresistas suenen a hueco, en el mejor de los casos a fantasías personales.
     Entiendo que lo mejor que le puede pasar a Podemos es no pringarse en el débil gobierno que resulte de las negociaciones en curso. Lo primero que ocurrirá cuando ese gobierno se concrete se ve venir: una nueva vuelta de tuerca del garrote neoliberal. Lo que a la izquierda le conviene es que la culpa recaiga en los culpables, directa  e íntegramente. Las elecciones del 20-D demostraron que mucha gente sabe ya de qué va esto, pero no la suficiente. Paciencia. El respaldo a la izquierda aumentará, el tiempo corre a su favor. De aquí a poco, la Bestia neoliberal ya no podrá engañar a nadie, ni aquí ni en Europa.

lunes, 1 de febrero de 2016

¿Y PARA QUÉ SIRVE EL PARLAMENTO?

    Mucho se ha perorado últimamente sobre la “regeneración democrática” y la “transparencia”, y ahora resulta que todo  lo relativo a la tarea de formar gobierno se opera en la trastienda del sistema, como en tiempos de Franco mismamente.
     Los votantes del 20-D nos tenemos que contentar con una sucesión de ceremoniosas  escenas en Palacio y con declaraciones a la prensa de los diversos líderes políticos, ya sea equívocas o beligerantes, todavía en tonillo electoral y todas informales,  nada informativas, polisémicas, con segundas intenciones y, por ende, sofísticas. Es lamentable, ¿no creen?
     Como demócrata que soy, no se me puede pedir que me tome a la ligera este modus operandi extraparlamentario. Me parece anormal, sospechoso, insano, oscurantista, nada democrático,  franquistoide, y también una forma de retrasar sine die la obligación de que unos y otros muestren sus cartas.
     ¿No es el colmo que los señores parlamentarios electos del PSOE no se basten a sí mismos para tomar decisiones inaplazables, siendo considerado normal que se vean presionados por elementos no electos de pasadas épocas? ¿No es el colmo que el candidato a la presidencia del PP pase por alto la obligación de exponer sus propósitos en sede parlamentaria, para ganar o para perder apoyos  con luz y taquígrafos, como es debido?
     Si el Parlamento estuviera operativo, puestas ya las cartas sobre la mesa, ya sabríamos a qué atenernos. Tendríamos ya presidente, o sabríamos ya la fecha de la nueva cita con las urnas, con una ventaja añadida: tendríamos, además, los elementos de juicio necesarios para ratificar o enmendar el voto del 20-D. Tal como están las cosas, en este clima de secreteo y navajeo extraparlamentario, si hay nuevas elecciones, iremos a las urnas como si en el ínterin hubiéramos estado en la luna de Valencia.

viernes, 29 de enero de 2016

HABLÓ FELIPE GONZÁLEZ

    El ex presidente está empeñado en convencernos de las bondades de un gobierno PP-Ciudadanos, al que, según su parecer, el PSOE debería dar su anuencia.  Se ha apeado de su gran coalición PP-PSOE, lo que nada tiene de extraño a la luz de los resultados electorales.
    La existencia de Ciudadanos podría servir, cree,  para salvar al PSOE. Lo de la Gran Coalición era una jugada a la desesperada, tramada para salvar el status quo, no a su partido. Vista no le falta a González. Ahora ve la ocasión de que el PSOE, ofreciendo unos servicios menores, pueda eludir la responsabilidad por los recortes y atropellos que se avecinan. Y tanto le complace su arreglo que no ve ningún inconveniente en dejarle el campo libre al PP,  decidido a hacer la vista gorda ante los aspectos de este partido que a muchos nos han revuelto las tripas.
     Y memorable ha sido su juicio sobre Podemos. Se trata, nos dice, de un partido leninista y chavista de la peor especie, en lo que, significativamente, viene a coincidir con la apreciación de José María Aznar, ya convencido de que el propósito secreto de Podemos es cargarse la democracia.
     No se trata de una pequeña anécdota al margen. Que ambos personajes, insignes voceros del establishment, nos vengan con estas es mucho más grave que la pueril campaña encaminada a pintarnos como grandes corruptos y vendidos a Iglesias, Monedero y Errejón. Eso es lo que piensa el establishment, capaz de presentarse como el campeón mundial de las libertades.
    Por lo visto, ya no se considera lo bastante fuerte tildar a Podemos de populista. Es leninista, antidemocrático,  esto es, potencialmente violento. Lo que de buenas a primeras justifica que se prefiera apoyar a Rajoy en este trance, y podría justificar luego cualquier medida de excepción.
  Si tenemos en cuenta lo dicho por González, ¿qué posibilidades tiene Pedro Sánchez de entenderse con Podemos? Ninguna, y además se demuestra que Podemos hizo muy bien en poner duras condiciones a un posible pacto de gobierno con el PSOE. 
    El  PSOE está dividido, y la parte progresista, la de Pérez Tapias, en evidente minoría. No por otra razón ha habido espacio de sobra para el nacimiento y la expansión de Podemos, tema que el señor Felipe González pasa por alto en todas sus intervenciones como si también él, como un posmoderno más, considerase inanes las consideraciones históricas más elementales. Este hombre quiere seguir arrogándose el monopolio de la izquierda después de haberla traicionado alevosamente, y encima se permite meter miedo a los ignorantes y a los timoratos con eso del leninismo. Antes se apelaba al comunismo y  al oro de Moscú para mejor perseguir a cualquier opositor, hoy al leninismo y mañana al oro de Irán... 

miércoles, 30 de diciembre de 2015

EL MOMENTO DE LA IZQUIERDA

    Por lo que veo,  nos sigue costando adaptarnos al tempo democrático. En democracia las cosas suceden a su ritmo, se toman su tiempo. Por ignorarlo, los protagonistas principales de las pasadas elecciones se presentaron todos como vencedores numéricos o espirituales, el colmo del ridículo. Helos aquí imbuidos de esa mentalidad de ahora o nunca que jamás le ha sentado bien a una democracia digna de tal nombre.
    Por mi parte, opino que la ventaja obtenida por la izquierda en el cómputo total de escaños debe ser justipreciada sin triunfalismo alguno. Las voces que piden que se la haga valer como sea, para formar gobierno, me dan grima.  ¿Acaso no figura el PSOE en la combinación? ¿Y qué pruebas tenemos de su voluntad de hacer honor al socialismo de su fundador? ¿De qué combinación de izquierdas estamos hablando?
    Seamos conscientes, al menos, de que la  ventaja invocada es demasiado corta y de que las fuerzas están divididas. La castración del PSOE, esta cortedad y esta dispersión son argumentos de mucho peso para no intentar siquiera cargar con la responsabilidad de formar gobierno en clave izquierdista.
     Hay que respetar el tempo democrático, hay que saber esperar, no hay que cantar victoria antes de tiempo. Y sobre todo, hay que caer en la cuenta de que ahora, por fin, la historia corre a favor de la izquierda, si esta no se presta a asumir responsabilidades que no son de su incumbencia, si se abstiene de tocamientos que desde la calle serían vistos como sucios.
     Que el peso de la responsabilidad por la que se nos viene encima caiga íntegra sobre los peones de la Bestia neoliberal que nos han traído hasta este estado de cosas. La izquierda real debe protegerse incluso contra la tentación, que le será servida, de compartir dicha responsabilidad  de alguna manera, para pringarla y desprestigiarla.
     Se nos viene encima un año atroz según ha admitido la señora Lagarde; se reclamarán nuevos ajustes y recortes; se nos vienen encima el TTIP, el TiSA y quién sabe qué más. Que los señores neoliberales carguen con sus culpas, que hasta el último despistado comprenda de qué van y cómo se las gastan. Luego, muy pronto, llegará la hora de la izquierda. Por una razón muy sencilla: a la derecha neoliberal ya no le quedan conejos en la chistera.
      Si ahora, bajo la presente correlación de fuerzas, a la izquierda no le conviene acceder al poder (solo para pagar los platos rotos por la juerga de otros), que haga el favor de no proponer soluciones absurdas, como esa de que se apele a una personalidad ilustre  para que se haga cargo del embolado de formar gobierno (la misma que se usó contra Suárez con un resultado pésimo), no sea que se nos suba a la chepa el Monti de turno. No, no, paciencia, un poco de paciencia. El gobierno al servicio de la Bestia que se forme no durará mucho. El tiempo hay que usarlo para servir a la verdad, para informar,  para dar ejemplo, para rechazar de plano las leyes, disposiciones y conductas inhumanas, para establecer un frente unido contra la Bestia neoliberal, para perfilar una alternativa clara y distinta. 

sábado, 26 de diciembre de 2015

ACLARACIONES SOBRE PEDRO SÁNCHEZ

    Un corresponsal me reprocha mi “falta de confianza” en el PSOE y en particular que lo tenga metido en el saco de la mafia neoliberal. Me dice que he sido injusto con Pedro Sánchez, a quien considera el líder natural de la izquierda y el hombre indicado para liderar la operación de dejar fuera de juego a Rajoy.
     Me recuerda que Pedro Sánchez acaba de negarle su apoyo al PP ayer mismo. Lo sé, me he fijado, pero yo adscribo al PSOE al campo neoliberal desde hace mucho tiempo a la luz de sus hechos, esto es, en clave de poder y no de juegos de prestidigitación.
      Admito que en mis comentarios no le he otorgado a Sánchez el beneficio de la duda. No le conozco personalmente. Solo sé de él lo que he visto en los periódicos y en la tele. Puede que él se crea las mejores palabras que ha pronunciado al calor de la campaña electoral, puede que tenga las mejores y más socialistas intenciones, pero carezco de pruebas.
      Ahora bien, he tomado nota de que dejó de hablar de la eliminación del artículo 135 de la Constitución en cuanto se vio presionado por el establishment y de que se declaró más próximo a Valls que a Corbyn. No puedo ignorar tampoco que tiene un asesor llamado Jordi Sevilla, neoliberal y partidario de una gran coalición PP/PSOE, ya compinchado al respecto con Josep Piqué y correligionario económico del señor Garicano, el asesor de Ciudadanos.  
     ¿Pequeñeces? No, a mi parecer, aunque entiendo que mi corresponsal no haya prestado atención esos elementos de juicio: el candidato saltó a la palestra en clima electoral,  definiéndose al calor de las circunstancias, empujado por la necesidad de hacer valer lo que por razones históricas el PSOE aun pueda tener de socialista en el imaginario colectivo. Pero de ahí que tenga la cabeza y los huevos para romper con la herencia de los González y los Solchaga media un trecho.
     He visto a Pedro Sánchez andar por el filo de la navaja, tratando de conciliar los buenos propósitos del socialismo con el orden de cosas existente, como si tal cosa fuese posible en la práctica.  Le he visto eludir temas tan graves como el TTIP y el TiSA, de cuyos pormenores ya debe estar más que enterado. Y además, lo que me parece sintomático, recibió tan mal a Podemos como lo recibieron los del IBEX y de la caverna.  Encima, se ha presentado como el continuador de los maestros de la acomodación y el gatopardismo, desde González a Zapatero, a mucha honra me ha parecido entender.
    Admito que Pedro Sánchez me halagó los oídos cuando expresó su deseo de barrer de un plumazo la reforma laboral, pero, ¿cómo podría hacerlo sin pelearse con el establishment, provisto de excelentes peones dentro de su propio partido?
     Por su juventud y por las dramáticas circunstancias, Pedro Sánchez bien pudo declararse socialista renacido, echar pestes sobre la tercera vía, condenar la capitulación de la socialdemocracia ante los intereses del gran capital. Y no lo hizo. Para mí, esto quiere decir que el PSOE, balandronadas sociales aparte, está donde estaba, esto es, en la acomodación. Y por esta razón no lo puedo colocar en el frente antineoliberal. Y conste que me irritan más los neoliberales encubiertos que los declarados.
    Quizá Pedro Sánchez, desprovisto de escamas, por salud juvenil o por no estar atrapado en las redes clientelares, se sienta en posición nueva, quizá crea en el proyecto que los socialistas no contaminados por los intereses particulares todavía atribuyen al PSOE. Pero con eso no me basta. El partido que preside hace mucho que dejó de cumplir sus deberes, hace mucho que actuó como cómplice necesario del desplazamiento a la derecha de nuestro sistema político.
     Entiendo que mi corresponsal defienda a Pedro Sánchez.  Y reconozco que yo no quisiera estar en el pellejo de su defendido. Para salvar al PSOE de la trampa histórica en la que ha caído, tendría sacar del sótano a Pablo Iglesias el Viejo, apoyarse en la parte sana de su partido  y darles la patada a los profesionales de la acomodación, tendría que sacar pecho ante el establishment local y transnacional. Es lo que, a mi juicio, le toca, porque de seguir igual el PSOE se irá al carajo en plan Venizelos.
    ¿Lo veo capaz de tamaña heroicidad?  Pues no. Quizá esté deseando poner manos a la obra, pero yo no creo que le dejen. Y es que el PSOE, como el PP, ya quemó sus naves al servicio de la Bestia neoliberal para mejor disfrutar de sinecuras y zanahorias. 
     En fin,  querido amigo, que de aquí a nada se pondrá de moda la palabra “responsabilidad”, para justificar la siguiente ronda de acomodación, con o sin Pedro Sánchez. Ya se sabe, a la irresponsabilidad social por la responsabilidad corporativa, responsabilidad esta que en las urnas cotiza cada vez menos, como acaba de demostrarse. Y no se me enfade si le digo que presiento que la historia no tardará en sepultar al PSOE y al PP en la misma sima política, abrazaditos los dos. 


miércoles, 23 de diciembre de 2015

¿Y AHORA QUÉ?

     Con los resultados electorales a la vista, reina la incertidumbre. Se consideran las más diversas combinaciones, a ver si es posible formar un gobierno con lo que hay. 
      Lo único que sabemos  a ciencia cierta es que nos daremos de bruces contra la dura realidad. Ya están los portavoces de la Bestia neoliberal reclamando una nueva vuelta de tuerca en la reforma laboral y nuevos ajustes, es decir, nuevos recortes sociales, como parte del proceso que nos obligará a pasar por las horcas caudinas del TTIP y el TiSA.
     ¿Y ahora qué pasará?  En realidad, verbosidades electorales aparte, nos encontramos ante un asunto de poder, de resultado previsible. Habrá un pacto de gobierno entre las fuerzas neoliberales, PP, Ciudadanos y PSOE, a medida de los intereses del poder establecido y no se hará concesión alguna a los intereses de la parte desplumada de la sociedad.
     Si el indecente y el ruin no consiguen entenderse, serán relevados.  Y es que con lo que hay, hay de sobra para repetir la listeza del príncipe Salina y todo seguirá más o menos igual, a placer de la Bestia neoliberal. Tiempo al tiempo. Eso sí, los tres acabarán chamuscados, por aquello de que no se puede servir a dos señores, en este caso a la Bestia y al Bien Común.
     Por mi parte, considero una suerte que la izquierda propiamente dicha no se haya alzado con una victoria por los pelos. Hemos quedado momentáneamente a salvo de que se repita aquí el drama de Syriza. La hora de esta izquierda no ha llegado. Pero llegará, pues las cosas han quedado colocadas de manera tal que serán los neoliberales quienes acabarán merecidamente quemados, víctimas de sus propias iniquidades. Por mucho que prometan y mientan, la próxima vez no podrán salvar ni los muebles.

jueves, 10 de diciembre de 2015

EL PANORAMA ELECTORAL

   Reina una gran agitación en el centro del espacio político, donde los partidos atrápalo todo, Podemos entre ellos, agitan sus banderas. Se pugna por seducir a la masa de indecisos. Lamentablemente, ese centro es un espejismo. No hay tal centro, como constataremos después del 20-D.
     De hecho, la Comisión Europea, presidida por Jean-Claude Juncker –genio de la evasión fiscal, capo austericida–, acaba de puntualizar que, sea el que sea, el próximo gobierno de nuestro país tendrá que dar una vuelta de tuerca a la reforma laboral y atenerse a los  límites del déficit y de la deuda públicos (nuevos recortes sociales).
     Nótese que la Comisión, ya impaciente,  no ha tenido a bien esperar hasta después del 20-D para emitir este Diktat. Y no hace falta ser ningún genio para saber que  nos empuja de mala manera, como sobre raíles, a las coordenadas del TTIP y el TiSA, esto es, a un modelo de sociedad hobbesiano y darwinista en el que todas las lindas palabras  de ahora estarán fuera de lugar.
    No hay centro, insisto. Ni podría haberlo en circunstancias como estas.  O se está del lado de las personas, o se está del lado de la Bestia neoliberal. No otra es la confrontación, aquí, en Europa y en el mundo. Si nos atenemos a esta cruda realidad, la confusión deja paso a una visión ante la cual no cabe hacer el avestruz, pues el propio sistema democrático se encuentra en peligro aquí y en todas partes, por la incompatibilidad entre los fines de la Bestia y los de la gente.    
    Las encuestas predicen que tanto el PP como el PSOE algo pagarán en las urnas por lo que han hecho, pero nada dicen del daño que dicha incompatibilidad producirá a los partidos emergentes a partir del punto y hora en que se vean en el trance de pasar por el aro.
    Las encuestas predicen el final del bipartidismo imperfecto, pero mucho me temo que con eso no basta inaugurar una nueva fase histórica. Veo venir más desgaste. En cuanto se disipen las fantasías electorales, ¿qué creemos que van a sentir los votantes del PP y del PSOE, por muy curtidos que estén? La catarsis electoral durará poco.  
    En cuanto a los emergentes, su desgaste será rápido, porque obedece al mismo mecanismo perverso y sus votantes tienen menos estómago. Todo esto es malo para nuestra democracia en sí misma, y es pronto para saber si será capaz de sobreponerse, pues el daño es demasiado grave, no un simple toque de atención. En teoría, una democracia puede regenerarse, pero no hay manera de lograrlo a fuerza de abusar sofísticamente de su legitimidad en perjuicio de los intereses comunes. La crisis y su gestión, he aquí dos armas de destrucción masiva contra los sistemas democráticos, cuya salud no importa un comino al establishment.
    Para mí, hay dos frentes en liza. Por un lado, el frente neoliberal, del que forman parte el PP y Ciudadanos. Todo indica que tendrán tanta fuerza en el Parlamento que hasta me parece estúpido dar pábulo a una reforma constitucional, no vaya a ser que veamos sustituida la Constitución de 1978 por un sofrito neoliberal.
    El papel del PSOE se presenta equívoco aunque Sánchez haya tratado de girar hacia la izquierda. No le hemos vuelto a oír hablar de eliminar el sucio artículo 135; declaró sentirse más cerca de Valls que de Corbyn; y encima, tiene un consejero económico neoliberal, el señor Jordi Sevilla (hasta ayer mismo, un firme partidario de un gobierno de concentración PP/PSOE…). También es muy significativo que haya tratado de fastidiar a Podemos por el sencillo expediente de agitar el fantasma de Syriza, una manera de declarar su fidelidad al establishment.  Todo indica que el PP y Ciudadanos podrían contar con el apoyo del PSOE en los temas verdaderamente importantes, cualquiera que sea el resultado que  obtenga Pedro Sánchez el día 20. Que el PSOE se juega su porvenir es cosa sabida, pero es incierto que vaya a reaccionar. Piénsese en los casos de Venizelos y de Hollande, dispuestos a hundirse a mayor gloria del sistema.
    Nos queda el otro frente, el antineoliberal, en el que encontramos a Podemos, Unidad Popular-Izquierda Unida y las diversas mareas. Hoy separados por cuestiones menores, creo que estas fuerzas formarán un todo compacto en el Parlamento, aunque sin posibilidad alguna de influir en el curso de los acontecimientos.  El frente neoliberal no las dejará llevar adelante ningún referéndum, no les dará opción a dejar su huella en la reforma constitucional; no conseguirán la eliminación del artículo 135, ni sacar adelante sus proyectos sociales. Esto es triste, pero cabe esperar que se consolide una fuerza clara de oposición, tanto más digna de confianza cuanto menos doble el espinazo, tanto más importante para el día de mañana cuanto mejor informe a la ciudadanía de lo que está urdiéndose en la trastienda del poder. Como la indignación irá en aumento, como el otro frente cargará con toda la responsabilidad, su hora llegará, tarde o temprano. A menos que el sistema colapse por el camino.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

EL DESTINO DE LOS INOCENTES

       El destino de los inocentes ofrece una clara indicación sobre el nivel moral de los asuntos humanos. A juzgar por los hechos de nuestro tiempo, la humanidad, por lo que se refiere a sus rectores visibles e invisibles, ha recaído en un grado de barbarie digno de los tiempos de Auschwitz e Hiroshima. No es extraño, por lo tanto, que nos veamos invitados a hacer la vista gorda, a consentir e incluso a aplaudir con una mentalidad para nada distinta de la que hizo posible tamañas aberraciones.  La Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) no se habría materializado hoy. Y pensado en ella, confirmando lo que aquí afirmo, cierta afamada colaboradora de los think-tanks neoliberales ha dicho que le parecen “un cuento de hadas”.
      Ya no estamos hablando de barbaridades puntuales del poder establecido, ejecutadas más o menos a escondidas, típicas de los “treinta gloriosos”.  Hablamos de acciones de gran envergadura perpetradas  con descaro por elementos que ni se toman el trabajo de esconder la mano. Hasta deben considerar estupendo que la humanidad palidezca ante el despliegue de su poder, tanto más aterrador cuanto más desprovisto de lo que se entiende por altura de miras. La barbarie económica y barbarie militar que padecemos son de pésimo pronóstico, vistas las cosas desde la perspectiva de los inocentes, la única que debería interesarnos.
     Los atentados de París pertenecen a la categoría de los que se condenan por sí solos.  Fueron perpetrados contra personas como usted y como yo, a las que pretendieron confundir con cruzados a sabiendas de que eran inocentes. Si el asesinato es aborrecible aunque se perpetre en nombre de ideas políticas o religiosas,  la elección arbitraria de las víctimas representa el colmo de la atrocidad. Y en ello andamos.
     Para la humanidad el problema no es que un puñado de elementos con el cerebro lavado lleguen a ese extremo repugnante, pues ella va muy sobrada de anticuerpos contra tales sujetos. El problema, ya gravísimo, es que sus máximos dirigentes sean cultores de la misma lógica de la atrocidad a una escala incomparablemente mayor, como prueban los arrasamientos de ciudades y países enteros con fines geoestratégicos y económicos indeciblemente rastreros.  La estatura moral de una época no se deduce de las acciones de un puñado de criminales desnortados, sino de la lógica del poder establecido, en nuestro caso atroz.
     La famosa guerra contra el terror iniciada por Bush se ha cobrado ya no menos de dos millones de víctimas en Afganistán e Irak, inocentes en su inmensa mayoría. Lo que digo: la lógica de la atrocidad.  La que se usó en Libia y la que se viene empleando en Siria, donde se quiso repetir la jugada. 
    Ninguna sociedad está libre de que en su seno se forme algún grupo de locos asesinos, pero es gravísimo que gentes que se dicen civilizadas se pongan a dar lecciones de inmoralidad a los elementos que pueda haber por ahí en disposición de convertirse en tales. En este punto estamos con la autoridad moral por los suelos. Sin vergüenza y sin propósito de enmienda.
      Pero no se crea que a esta situación se ha llegado en un día. El neoliberalismo y el neobelicismo han ido de la mano durante años, llevándose por delante todos los avances de la humanidad.
      Allá por el año 1986  se produjo un hecho sintomático, un anticipo de lo que vendría. Ronald Reagan, “un campeón de las libertades”, decidió aprovechar la muerte de dos soldados americanos en un confuso incidente acaecido en un club nocturno berlinés. Se difundió la especie de que la seguridad de los Estados Unidos se encontraba en peligro. Se anunció una inminente una invasión de los sandinistas… precedida por una sucesión atentados terroristas  perpetrados por agentes libios, unas mentiras risibles que llevaron a miles de americanos a la correspondiente paranoia.  Seguidamente, de manera por completo ilegal, Estados Unidos bombardeó Trípoli y Benghazi, matando a no menos de cien personas.  ¿Qué tenían que ver esas personas con el incidente del bar berlinés? ¡Nada en absoluto! ¿Y los derechos humanos? ¡Al diablo con ellos!  Y el mundo se lo tragó con patatas. Sí, se tragó esa represalia en plan Lídice, con los resultados que eran de prever.
    Sólo tres años después, cuando le entraron prisas por raptar a Manuel Noriega, Bush senior  invadió Panamá, previo bombardeo. ¡Otra vez lo mismo! Noriega, colaborador de la CIA, viejo conocido de Bush,  fue repintado para la ocasión: un monstruo en calzoncillos rojos que esnifaba coca mientras hacía vudú. Murieron unos 4.500 panameños; no menos de veinte mil personas se quedaron sin hogar. No hubo reacción tampoco, y no se tomó en consideración, como nos habría exigido Tucídides, el espinoso tema del Canal, verdadero motivo del sangriento atropello.  Pronto nos veríamos ante la novedosa expresión “bombardeos humanitarios”. Ya estaba a punto el modus operandi que tomó como pretexto los atentados del 11-S para dar alas a la  “destrucción creativa”.
    No, no hemos llegado de la noche a la mañana a la presente degradación. El problema de fondo es la lógica de la atrocidad, la mismita que creíamos haber dejado atrás en 1945. El valor del ser humano se ha venido abajo. Asistimos a una escalada de barbarie, con un imparable aumento de los “daños colaterales”, que ya forman parte de la banalidad del mal de nuestro tiempo. El destino reservado a los inocentes no puede ser peor. Si logran salvar el pellejo y llegar a nuestras sociedades, mejor no pensar en lo que les espera. Nótese que ya hay gente inteligente y sensible que apuesta por acabar con el Estado Islámico sin pensar, ni por un momento, en los inocentes que se encuentran bajo su ocupación. ¡Como si aquí debiéramos dar por sobreentendido que carecen de importancia y que la clave de todo es bombardear más y mejor! Es de lamentar que esa gente no se percate de que tal como sean tratados los inocentes de regiones remotas seremos tratados todos. 

martes, 10 de noviembre de 2015

LOS DOS FRENTES EN LIZA

     El PP  nos promete un futuro muy lindo, merecidamente ganado por su buen hacer, luce simpático como nunca, muy moderado, se saca de la manga intereses sociales de última hora. El PSOE da muestras de socialismo y  promete derogar la reforma laboral. Todos defienden los bienes públicos, la sanidad, la educación, las pensiones, faltaría más.  Muy tranquilizador, se adormecen los malos recuerdos. También Ciudadanos tiene lo suyo, con su limpieza y su juventud, con ese líder de refresco que sabe hablar  estupendamente sin atenerse al consabido argumentario.  En fin, que dan ganas de votarles, que apena tener que elegir entre tres opciones tan buenas, que además están de acuerdo en la defensa de la unidad de la patria.
     Ahora bien,  ironías aparte, después del 20 de diciembre, cuando se disipen los narcóticos y los anestésicos, la cosa se pondrá brava.  Se prevén nuevos requerimientos de las altas instancias económicas, se prevén nuevos ajustes de la tuerca que nos tiene asfixiados.  Y si te he visto, no me acuerdo.
     ¿Se imagina alguien a Rajoy dando marcha atrás a las medidas económicas de las que tanto se ufana?  ¿Cree alguien que Sánchez se acordará del compromiso de eliminar el maldito artículo 135 que Zapatero y Rajoy calzaron en la Constitución? Lo que cabe esperar de él ya lo dijo, elegantemente, al declararse más próximo a Valls que a Corbyn. No preveo que haga historia plantándole cara al TTIP ni al TiSA. Doy por seguro que, como Rajoy, no tendrá el buen gusto de informarnos antes de las elecciones sobre lo que sin duda ya sabe  sobre tan secretos y decisivos tratados.  Y con Garicano como economista de cabecera, no preveo que Rivera se salga ni tanto así del guión. Se trata de un frente neoliberal. Y si se cumplen los vaticinios de los expertos, si finalmente gana Rajoy seguido por Rivera, si se acaba el duopolio, ya sabemos lo que nos espera. Se entenderán en lo principal, flanqueados por el PSOE de un modo u otro y con grave daño para sí mismo. En todo caso, parece que nos libraremos de la mayoría absoluta, instrumento que en manos de nuestros políticos ha demostrado ser peligrosísimo.  Algo es algo.    
     Del otro lado tenemos un frente antineoliberal, también dividido entre distintas sensibilidades. Por un lado tenemos a Podemos, por el otro a Unidad Popular. Compiten entre sí, pero tendrán que sumar sus fuerzas en el Parlamento. Separados, estos grupos serían cruelmente ninguneados.
    Las diferencias que no pudieron limar a priori,  se limarán por sí solas. Según los sondeos, el cielo no será asaltado, lo que tiene sus ventajas. Una victoria a lo Artur Mas sería peor que la derrota parcial que se ve venir. Nada menos recomendable que una victoria por los pelos si tenemos en cuenta el tremendo desafío que se nos viene encima. 
        Visto el peligro, se entiende la impaciencia, la sensación de ahora o nunca. Pero la historia tiene su tempo, y hasta se puede insinuar que le está haciendo un favor al desunido frente antineoliberal, al obligar al frente opuesto a cargar con toda la culpa del atraco y del cambio de modelo de sociedad que nos ha sido impuesto, privándole de la posibilidad de echársela encima.  Un favor, porque le da tiempo a madurar y constituir la alternativa necesaria, dentro de lo real posible, mientras sus oponentes se queman por completo; un favor, porque le da tiempo a que estos se quemen  no solo aquí sino en todas partes; porque le da tiempo a encontrar sus verdaderos amigos europeos, evitándole la penosa soledad que padeció Syriza. Y tiempo también para que hasta el más despistado se harte de votar contra sus propios intereses y se movilice en consecuencia. 

lunes, 10 de agosto de 2015

CON HIROSHIMA Y NAGASAKI EN LA MEMORIA

    Hace setenta años dos ciudades japonesas, Hiroshima y Nagasaki, fueron arrasadas por sendas bombas atómicas. Desde entonces, al llegar estas fechas, se pide en todos los idiomas la renuncia a tales armas, sin resultado.
     En estos momentos hay unas 15.000 cabezas nucleares, más que suficientes para destruir el planeta no una sino varias veces, evidencia que no se puede encajar en una visión de progreso digna de tal nombre. Las masacres que ahora evocamos proyectan su maligna luz sobre nuestro presente y sobre el futuro, sin que podamos consideradas un asunto pasado o ya maduro para el olvido.
    No fue una sorpresa menor descubrir que Japón estaba en trance de rendirse cuando fueron lanzadas esas primeras bombas atómicas sobre objetivos netamente civiles, preservados intactos hasta ese momento con la siniestra finalidad de dejar bien clara la superioridad destructiva de las nuevas armas. También fue escalofriante descubrir que el objetivo  primordial fue hacerle saber a Stalin que debía quedarse quieto.
    Conocidos los entresijos de la decisión de lanzarlas, la publicitada teoría que las pinta como un “mal necesario” encaminado a salvar vidas de soldados norteamericanos ha caído en el descrédito, al menos por lo que se refiere al círculo de los estudiosos del tema. Es más, ya no parece posible inscribir tales bombazos en la lista de los hechos de guerra propiamente dichos. El mismísimo general McArthur dejó constancia de que eran “completamente inútiles desde el punto de vista militar”.  Ni se dude de que el viejo santo Tomás los hubiera considerado inmorales.
     Creo que lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki nos obliga someter a un concienzudo peritaje los cimientos morales de la civilización, cosa que desgraciadamente no se hizo al término de la II Guerra Mundial. La victoria sobre el III Reich y sobre su asociado japonés no permitió ir al fondo de la cuestión. La victoria había hecho buenos a los Aliados y por lo visto no es nada fácil sustraerse a la lógica de la guerra total, inscrita en el ADN de nuestro tiempo a despecho de las amables apariencias.
   ¿Acaso no se echan de menos unas palabras de arrepentimiento? Que Estados Unidos tuviera en su mano la posibilidad de elevarse moralmente por encima de todos sus enemigos, por el simple procedimiento de abstenerse de usar la bomba atómica, y la desdeñase olímpicamente, para después festejar sus efectos con bochornosa algarabía, esto debe ser motivo de reflexión.
    Obligados a filosofar después de Auschwitz y del Gulag, estamos también obligados a hacerlo después de Hiroshima y Nagasaki. No vaya a ser que estemos bajo el maligno imperio del mismo poder criminal que atribuimos a Hitler y a Stalin, sospecha que se cierne pesadamente sobre nosotros.
    Visto el panorama, no es un asunto de patrias y banderas. Estamos, me temo, ante un problema de civilización. Resulta que más allá de las lindas palabras, el ser humano carece de valor. Si tiene la desgracia de cruzarse en el camino del poder, no vale nada. El maltrato a los inocentes, del que hoy somos testigos constantemente, implica una reviviscencia de Auschwitz, pero también de los crematorios de Hiroshima y Nagasaki.
   Eso de atacar países o bombardear ciudades so pretexto de neutralizar a un par de individuos odiados, como ahora se hace, ¿tiene algo que ver con la superioridad moral?  ¿Se puede pasar por alto que los neoliberales tienen entre pecho y espalda la misma porquería intelectual que alentó Hitler, la milonga del “darwinismo social”?
   Alambradas, cuchillas, torres de vigilancia, murallas, “campamentos para refugiados”, hambreados, muertos de hambre, emigrantes a la desesperada, “daños  colaterales”, bolsas de miseria, poblaciones esclavizadas, un Auschwitz posmoderno en Guantánamo, todo esto adquiere un sentido preciso a la luz de lo acontecido en Hiroshima y Nagasaki. Bien podía estar en fase de construcción un gulag planetario, comparado con el cual las criminales ambiciones imperiales japonesas y alemanas fueran asuntos menores, horrores localizados. Confío en que seamos capaces de impedir tamaña locura antihumana, una artera repetición. 

lunes, 3 de agosto de 2015

RESPUESTA A UN LECTOR

    Un lector me reprocha mi “radicalización”. De mi afirmación de que a raíz del caso griego me he visto obligado a dejar en suspenso mi filiación socialdemócrata, deduce que me he vuelto comunista al antiguo modo (no privándose de recordarme los horrores de Stalin y de Pol Pot, a ver si me echo atrás). ¿Y si lo veo todo negro para mejor  engolfarme en las profecías de Marx sobre el final del capitalismo? ¿Y si soy un intelectual pesimista, imposible de contentar?
    Este lector tiene razón en lo de mi radicalización. El caso griego, tan trágico, sobrevenido tras años de cultivar yo la esperanza de que las altas autoridades económicas entraran en razón, ha tenido el efecto de una revelación: la socialdemocracia no funciona ni funcionará en este contexto; es impotente por inadecuación al medio y no por la miseria moral e intelectual de sus capitostes actuales, como yo quería creer, como si esta bastase para explicar su fracaso.
     Me  harté de soslayar lo obvio: la socialdemocracia no nació para hacer frente al capitalismo salvaje. Nació cuando el capitalismo estuvo dispuesto a hacer concesiones significativas (concesiones que jamás habría hecho si solo hubiera tenido que enfrentarse con esta versión blanda del socialismo).
    Como el capitalismo ha vuelto a sus orígenes salvajes, no le queda otra opción a la izquierda que volver a los suyos, a cara de perro además. Salvo que quiera atenerse al papel que le han asignado los salvajes, que no es otro que el de cómplice de la barbaridad en curso. Tal es mi punto de vista en estos momentos.
   Al capitalismo vigente le corresponde una respuesta anticapitalista tan actualizada y refinada como seamos capaces de concebir, pero desde ahora mismo decidida. ¡Ya está bien de soportar la milonga thatcheriana de que no hay alternativas! La economía debe ser sometida a los intereses de la humanidad y punto.
     Dicho lo cual, debo añadir, para tranquilidad de mi corresponsal, que no debe ver en mí un admirador de Stalin o de Pol Pot. Soy,  por encima de todo, un humanista. Esos personajes me repugnan tanto como a él. A lo que debo añadir que los primates del capitalismo salvaje me inspiran no menor repugnancia.
    Aunque mi corresponsal no lo crea, hay un comunismo humanista, hay un socialismo humanista, hay un anarquismo humanista e incluso un liberalismo humanista, como hubo, mal que le pesase a Althusser, un Marx humanista, como hay, por cierto, un cristianismo humanista (pregúntele al papa Francisco lo que piensa del sistema económico). En esos espacios, si me busca, podría encontrarme. De esos humanismos saldrá la economía del futuro, si es que lo hay.
    No le doy más pistas. Pero me permito añadir que, entre las tareas pendientes de la izquierda figura, en primer lugar, y su carta me lo recuerda, la de quitarse de encima de una vez por todas el sambenito de ser tan inhumana como sus enemigos capitalistas. Y nada más sencillo, porque canallas como Stalin y Pol Pot no representaron ni entonces ni ahora a toda la izquierda, por mucho que lo publicite el establishment  con la impagable ayuda de unos nostálgicos completamente ajenos al sentir de la izquierda progresista.
     En cuanto al futuro, admito que no las tengo todas conmigo y que entiendo que me considere un pesimista si es, como sospecho, un ciudadano bienpensante, capaz de hacer buenas hasta las mentiras, que quiere creer que él no tiene nada que temer de la progresión de la Bestia neoliberal.
    La  terrible crisis planetaria causada por la Bestia está siendo aprovechada por ella misma de la manera más alevosa para imponernos un modelo de sociedad clasista y criminal. Lo que no deja mucho margen para la esperanza.
     Si nada la frenó en el punto de partida ni tampoco al derrumbarse la pirámide de Ponzi en que nos había metido, si continúa su galopada, ¿por qué iba a detenerse ahora, siete años después, cuando ya ha conseguido que los pueblos desprevenidos paguen la factura de su juerga global y alzarse con nuevos beneficios estratosféricos?
    No ignoro que la humanidad ha sido capaz de sobreponerse a la barbarie en varias ocasiones, siquiera relativamente, como ocurrió, por ejemplo, al término de la Segunda Guerra Mundial, y por eso mismo me estremezco. ¿Hasta qué punto tendrá que llegar ahora el sufrimiento antes de que se consolide un cambio de mentalidad que deje sin aire a la Bestia, antes de que se genere un significativo cambio a mejor?
   En buena ley, el ciclo neoliberal debería estar agotado y sus rapsodas  con el rabo entre las piernas. Pero no. De modo que queda mucho sufrimiento por delante. La manera en que se provocan y tratan los problemas, sean puramente económicos o geoestratégicos y económicos no permite hacerse ni la menor ilusión (piénsese en Afganistán, Irak, Libia y Siria, por ejemplo, medítese sobre la socialización de las pérdidas como modus operandi ).
   Ojalá que la humanidad encuentre la manera de sobreponerse a tanta barbarie, pero no puedo ignorar que el tiempo trabaja en contra.  Se ciernen sobre nosotros tremendos problemas ecológicos y la Bestia sigue adelante sin inmutarse.
    Mi admirada Naomi Klein cree que, quizá, la magnitud del desastre ecológico que se nos viene encima a consecuencia del cambio climático y de la tóxica fijación a los combustibles fósiles podría dejar fuera de juego a la Bestia neoliberal,  bajo cuya demencial dirección vamos  en línea recta e irreversiblemente hacia un infierno.
   Hasta puede venirnos bien topar con los límites ecológicos,  cree ella,  en orden a resolver de una tacada el problema del calentamiento global y el horror de la desigualdad  y la pobreza, y claro que la acompañaré en esta esperanza, hasta donde me sea posible. Me fío de su criterio, del criterio de las buenas gentes y de los científicos que no se han dejado sobornar, pero del poder establecido no me fío un pelo. Lo considero capaz de cualquier barbaridad. Pedirle que frene, venirle con razonamientos morales y llamadas a la cordura está tan fuera de lugar como lo estuvo en el caso de Hitler, dicho sea en plan clínico.

lunes, 27 de julio de 2015

LA RAZÓN POPULISTA COMO ESPEJISMO

    Podemos reitera que no es “ni de izquierdas ni de derechas”, repite que la dialéctica izquierda/derecha es asunto superado. Esta originalidad no es baladí, pues separa a Podemos de quienes se sienten de izquierdas, y empieza a escamarme.
    Deduzco que  Pablo Iglesias se ha tomado realmente en serio eso de no ser de izquierdas ni de derechas. Al principio, me pareció una arriesgada argucia electoral encaminada a constituir un partido atrápalo-todo, a hacerse querer  por los despistados votantes del centro, en aplicación del abecé de la sociología electoral. (Arriesgada, porque la posición de un partido no la define él solo. También depende, y a veces decisivamente, de la posición que le atribuyan sus adversarios y sus propios militantes. Siendo obvio que Podemos ha quedado inscrito en el lado izquierdo, como radical además).
    Ahora me inclino a creer que si algo tiene esta anomalía de argucia electoral, tiene mucho más de principio ideológico de máxima significación. O Pablo Iglesias no habría rechazado de ese modo a Alberto Garzón y a todos los símbolos de la izquierda. Si se ha atrevido a desconcertar de paso a sus propios seguidores debo pensar que la cosa tiene mucha importancia para él.
    A mí me suena mal eso de “no ser de izquierdas ni de derechas”.  Me  suena a franquismo, a fascismo, a falangismo.  Una cosa es que la gente del 15-M se hiciese eco de esa fórmula (por estar rechazando simultáneamente al PSOE y al PP), otra cosa es que ciertos  posmodernos la usen por creer que hemos arribado al fin de la historia, y otra muy distinta que tal sea la referencia de un partido  que aspira a gobernar. De modo que ahora necesito pruebas para no considerar insano este planteamiento de Podemos.
    Intrigado, tentado estoy de atribuir esta excentricidad a la influencia de Ernesto Laclau, un pensador enrevesado, capaz de entretejer, no sin originalidad, los hilados de Gramsci, Althusser y Lacan (lúcido aquel, muy liantes estos dos).  Considerado un posmarxista (no se bien lo que es), Laclau ha influido en la izquierda latinoamericana de los últimos tiempos y no es sorprendente que Iñigo Errejón le hiciese objeto de su tesis doctoral. No es un autor menor. Otra cosa es que su pensamiento sea adecuando a nuestras particulares circunstancias.
     A diferencia de lo que hoy se estila, la visión que tiene Laclau del populismo no es negativa. Entiende que el populismo, en un grado u otro, forma parte de la acción política, en todo momento, como estamos viendo ahora mismo (por ejemplo, cuando el PP  y el PSOE se sacan de la manga una serie de medidas “populistas” de última hora). Hay, claro es, un populismo revolucionario, el que más le atrae, y otro conservador. Los  análisis de Laclau se han basado, sobre todo, en la versión peronista del populismo, un caso de libro.
     El populismo peronista hizo acto de presencia, como otros, en una sociedad donde la dialéctica izquierda/derecha no había rendido ningún fruto en orden a la redistribución de la riqueza, donde el sistema político era inútil, una simple mascarada al servicio de la oligarquía, donde la izquierda de toda la vida  se había empantanado víctima de la represión, donde había un abismo entre ricos y pobres. Y surgió como novedad, por encima de la vieja política, dispuesto a trascender aquella dialéctica, abarcándolo todo, y a la vez obligado a ello por los furibundos ataques recibidos desde los dos lados del campo de juego político. De allí su pretensión totalizante, a partir de la supuesta centralidad que se atribuía a sí mismo.
    No se hablaba de clases, sino de ricos y pobres, de oligarcas y descamisados, donde estos términos eran a todas luces exactos. Las viejas etiquetas ya no valían. Perón se sacó de la manga su justicialismo, con la creatividad que Laclau atribuye a estos movimientos en el plano de los dichos. ¿Comunismo, socialismo? No, no: ¡justicialismo!  De puertas para afuera, Perón hizo fortuna con su “tercera posición”, ni con la URSS ni con los Estados Unidos.
    Cabe ver la influencia de Laclau en la renuncia a expresarse en términos de izquierda y derecha, en la acuñación de la oposición pueblo vs. casta, en una nueva forma de hablar, en la renuncia a viejos dichos y símbolos, e incluso en cierta vaguedad de propósitos, típica de los populismos.
    Las preguntas espinosas se remiten a lo que el pueblo decida en su momento.  Se da por supuesto que todos los que oponemos a la casta vamos  o debemos ir en el mismo barco, en lo que anida una voluntad de alcanzar la hegemonía, unida a la razón populista (conceptos este y aquel centrales en la obra de Laclau). Todo esto es muy interesante, pero no le veo la utilidad en nuestro caso.
    Es cierto que aquí el sistema ha traicionado el bien común, como en la Argentina de finales de los años 40. Ahora bien, hecha esta constatación, se terminan los parecidos. En aquel país y en aquel entonces la divisoria entre ricos y pobres era brutal  e insalvable, no había asomo de cohesión social, etc. Puede que lleguemos a esa situación, pero todavía no hemos llegado, con lo que basta para dar por no aplicables las sugerencias de Laclau sobre la formación de un poder hegemónico de corte populista.
    En un viejo post afirmé que en la España actual no hay populismo a la vista, digan lo que digan los publicistas orgánicos del establishment. Y es que no lo creo posible. El nacimiento del peronismo obedeció a circunstancias irrepetibles.
   La combinación de los carismáticos Perón y Evita no es de las que se repiten, tampoco de las que se fabrican a voluntad.  Además, no se puede pasar por alto que el populismo peronista pudo desenvolverse porque Perón sumó la legitimidad emanada de las urnas al liderazgo de las fuerzas armadas, es decir, se hizo con la totalidad del poder efectivo, sin el cual nada hubiera podido hacer contra una oligarquía intratable.
    Pablo Iglesias tiene un carisma indudable, pero solo el que corresponde a nuestro tiempo y lugar, donde los liderazgos a la Perón o a la Chávez no son bien vistos. Si intentase abusar de él, a buen seguro que toparía con una repulsa creciente dentro de sus propias filas. Y  téngase en cuenta que está llamado a actuar en un Estado en el cual, por imperfecta que sea la separación de poderes, no podría hacer lo que le viniera en gana, por muy de su parte que creyera tener a la razón populista de Laclau.
     El esquema populista basado en un simple y llano “pobres contra ricos” no podría funcionar en la España de hoy como funcionó en la Argentina de Perón o en la Venezuela de Chávez. Aunque las cosas van de mal en peor, todavía hay millones de españoles que tiene algo que defender, un trabajo, un pensioncita, un pequeño bar, algo, con el correspondiente miedo a perderlo y la inevitable resistencia a dejarse llevar por la razón populista, algo que les inspira pavor, de lo que se aprovecha el establishment.
   Y hay un dato más, a mi juicio fundamental, que cierra la puerta a un movimiento populista en nuestro país. Y es que la Argentina que confió su destino a Perón era un país inmensamente rico, que vendía trigo y carne a espuertas, a un mundo medio muerto de hambre. El chavismo, por poner otro ejemplo, tuvo su petróleo. ¿Qué tenemos nosotros?  Hace falta un país rico para que el populismo pueda hacer valer su poder, para que pueda crecer desde el primer día.
    Desde el primer momento, Perón pudo hacer y convencer porque tenía dinero (lo mismo que Chávez). En cuanto las arcas se vaciaron, su régimen sucumbió. Y si el crepuscular peronismo encarnado en la señora Kirchner pudo frenar a los acreedores y hacerse querer con medidas sociales de corte populista, la explicación la encontraremos en la riqueza de aquel país, justo en lo que a nosotros nos falta.
    Mucho me temo que la influencia de Laclau  puede contribuir a desorientar a Podemos, y de rebote a todos. Esto por no recordar que, en su necesidad de alcanzar la hegemonía para no verse a los pies de los caballos, Perón dio lugar a una formación dotada de facciones de izquierda radical, de centro, y de extrema derecha, esto es, a un guirigay que solo él, carisma, demagogia y dinero mediante, sabía “manejar”.  No creo que un artilugio así interese a nadie por estos lares.
     Y no dejaría de parecerme una ironía cruel de la historia que a estas alturas ciertos  ingredientes del peronismo, para colmo entresacados de los académicos y enrevesados libros del profesor  Laclau, confundiesen la mente de la izquierda española, como confundió y mareó Perón a la izquierda de su país, no una sino varias veces… Aquí de lo que se trata es de arreglar, refundar, actualizar o relanzar la izquierda, no de renegar de ella en plan genialoide.

martes, 14 de julio de 2015

GRECIA: EL TRIUNFO DE LA BESTIA

   Tras el no de los griegos, la capitulación de Tsipras.  La Bestia neoliberal venció, como era de temer. Era mucho pedir que Grecia, ella solita, se saliese con la suya, con un acuerdo sensato, encaminado a satisfacer dos mandatos incompatibles, el servicio a los acreedores y el de proteger al pueblo griego contra la galopada nihilista de los amos de Europa.  Por lo visto, da igual que se sepa que la deuda griega, en parte odiosa, es tan impagable como la nuestra.
     Varufakis ha dado testimonio de que sus interlocutores no se atenían a razones, que ni siquiera se tomaban el trabajo de escucharle, que iban a lo suyo, a tiro  fijo. Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Thomas Piketty y Jeffrey Sachs estaban pidiendo a gritos una solución sensata, con visión de futuro, con eso que antes se llamaba “sentido europeo”. Y se han visto tan cruelmente defraudados como Tsipras y Varufakis.
    Los griegos se ven obligados a apurar el cáliz del austericidio hasta sus últimas consecuencias, por la vía de un chantaje que, a no dudar, irá in crescendo.
     Pero hay un antes y un después de la capitulación griega. Cuando los primates de la Comunidad Europea nos vengan con palabras tales como solidaridad y responsabilidad, ya sabremos a qué atenernos con solo recordar su insolidaridad brutal y su nulo sentido de la responsabilidad histórica en el caso griego.
     Bien claro ha quedado que les gusta conceder préstamos a terceros con ánimo de engordar las arcas de sus empresas y bancos. Bien claro está que les encanta posesionarse de las riquezas de un país y someter a explotación a sus habitantes según una lógica neocolonial tan vieja como repugnante. Bien claro ha quedado que no les importa destruir a un gobernante y al entero sistema político de un país, con tal de salirse con la suya. De demócratas no tienen un pelo.
     Esos primates consideran  muy razonable pagar las  enloquecidas juergas propias y las de los peces gordos con el trabajo presente y futuro de los pueblos. Les parece normal socializar las pérdidas y emprenderla sistemáticamente contra los más necesitados de protección, niños, parados, enfermos y ancianos.  ¿Se avergüenzan de ello? No, desde luego. Estos personajes no sienten  lo que antes se llamaba temor de Dios y carecen de compromisos éticos laicos. Son simples aprendices de Maquiavelo rebozados en el viejo darwinismo social. El pardillo europeo que se tenga creído que esos salvajes le dispensarán un trato mejor que a los griegos, no tardará en llevarse un susto de muerte.
    Y hay un antes y un después, por cuanto la catástrofe humanitaria de Grecia ha sido cargada ya sobre los hombros de Alemania, lo que se presta a asociaciones mentales muy desagradables, malos recuerdos, especialmente dolorosos en el caso de los griegos, que todavía están esperando las reparaciones por “aquello”. ¿Hemos de pensar que lo alemanes se han sacudido de encima ciertos complejos, que vuelven a las andadas? ¡Habrá quien lo piense, desde luego!
    Al parecer los primates europeos han querido dar una lección a todos, también a Francia, en la cabeza de los griegos, en estricta aplicación del manual del chantajista.
     De momento, han conseguido que sean los países más endeudados los que se hayan mostrado más duros con Grecia, coreando su acción. Pero como todo esto es una insensatez, no se ha tenido en cuenta que, visto lo visto, uno no puede uno sentarse a negociar con tales chantajistas con la esperanza de hacer valer la razón y el humanitarismo. El caso griego ha enseñado que una actitud tan sensata no conduce a ninguna parte. El próximo gobierno que decida defender a su pueblo de los depredadores empezará por no sentarse a la mesa. Y es que se ha sacado la conclusión de que Tsipras se ha quedado corto, por confiar en los valores de una Europa que ya no existe.

miércoles, 8 de julio de 2015

Y GRECIA DIJO NO...

    El referéndum griego del domingo se saldó con un no rotundo, de los que hacen época. Es más, si sopeso los motivos de los griegos que optaron por el sí y el de los que se quedaron en casa, si resto el sí de la clase pudiente, sospecho que deben haber sido muy pocos los que se plegaron libremente ante las exigencias de la Troika. Me basta con tener en cuenta la enorme dosis de miedo que se inoculó al país.
    Si se planteasen sendos referéndums de idéntica o parecida factura en otros países, la Troika se llevaría una sucesión de varapalos. Por eso no quiere saber nada de tales consultas. Prefiere los arreglos a puerta cerrada, como el que llevó al PSOE y el PP ha prostituir nuestra Constitución (artículo 135). Y es que hay una clara incompatibilidad entre sus propósitos y  la democracia, que solo le interesa a título ornamental, es decir, por una inmoral razón de conveniencia.
    Gracias a la valentía de Tsipras y del pueblo griego la Troika ha topado con el primer no, con la primera patada, con el primer rechazo político frontal. Y esto con motivo de la primera oportunidad que se ofreció en términos de una democrática consulta, pues hasta la fecha y desde que empezó la crisis aquí solo ha habido pasteleos y engaños.
   ¿El futuro? Solo sé que los chantajistas se van a emplear a fondo para que la situación no se les vaya de las manos. Todos ellos son neoliberales fanáticos, indiferentes ante la suerte de las personas y los pueblos. Ya embarcados en el Gran Plan del TTIP y del TiSA, ¿van a entrar en razón por el no de los griegos? Lo dudo. ¿Van a preocuparse, de pronto, por la suerte de los pensionistas, de los enfermos y de los empobrecidos trabajadores griegos? ¿Van a renunciar a los bienes que atesora el país? Lo dudo. Si se ha llegado al presente estado de cosas es porque carecen de escrúpulos y van como sobre raíles. Nótese que no han tenido ningún inconveniente en burlarse de las razones humanitarias invocadas por Tsipras. Les importan un carajo. Y esto se trasluce descaradamente en sus discursos y en los decires de sus intelectuales orgánicos. Queda clara la catadura moral de la Europa en curso.
   Vistas las cosas desde España, sobrecoge el sometimiento del gobierno al rollo inhumano y brutal de la Troika y sus asociados. Y sobrecoge porque comporta la suposición idiota  de que “si España se porta bien”, será salva.
     Da la casualidad de que en la patria del buen alumno y lacayo, la deuda es también impagable, como da la casualidad de que también aquí hay gente que pasa hambre y frío y que ya no puede mirar el futuro con esperanza. Da la casualidad de que aquí, para ir tirando, se echa mano de la hucha de las pensiones, etcétera. Aquí también se está gestando un no como una casa  y llegará el momento que nuestros primates descubrirán que sus actuales patrones no derramarán una lágrima por ellos, como no la derramaron por los señores Papandreu, Venizelos y Samaras. El neoliberalismo es una máquina de destruir siervos, no siervos y enteros sistemas políticos. 

jueves, 2 de julio de 2015

El TiSA: ¿QUIÉNES ESTÁN EN EL AJO?

   Como ahora vamos en línea recta a las elecciones generales, nos vemos en un engañoso período de calma chicha, en medio del tremendo acelerón. El partido gobernante se saca de la manga, con la venia de Bruselas, unas cuantas medidas populistas y presume de no sé qué “agenda social”. Y el PSOE da la impresión de haber rejuvenecido, mientras procura hacer suyas las angustias del país, al que propone un cambio “seguro”, sin incertidumbres, su especialidad.
    La prensa airea los tuits de Zapata, espía a Carmena, a ver si va a trabajar en metro o en coche oficial, airea la “recuperación”, se burla de Syriza y de Podemos a la vez, etc., etc. El tiempo, en suma, parece haberse detenido. Como  neuróticos, parece que estamos obligados a obsesionarnos con pequeñeces, impotentes todos ante lo verdaderamente grave, qué digo, ante lo gravísimo.
    La historia acelera brutalmente, y mucho me temo que nos despertaremos cuando ya sea tarde para impedir el descarrilamiento. Lo que la Troika está haciendo con Grecia es gravísimo, siendo incomprensible que no hayamos salido todos a la calle para expresar nuestra solidaridad con Tsypras y el pueblo griego. Porque, termine como termine el embolado, la Europa que quisimos está muerta y enterrada.
   ¿Seremos tan imbéciles como para creer que el mismo poder que pretende devorar a los griegos alberga buenos propósitos en lo que a nosotros se refiere? Yo no he oído de las altas instancias planetarias ni una palabra digna de respeto y consideración. Se han expresado en todo momento como usureros, como chantajistas de la peor especie. Tienen la moral de un proxeneta, y de ahí no pasan ni pasarán. De modo que no espero de ellos que devuelvan la esperanza al pueblo griego, ni tampoco al mío. Yo era un europeísta convencido, pero esta Europa nada tiene que ver conmigo y tengo suficientes motivos para sentirme traicionado.
    Visto lo visto, ya no me parece nada sorprendente lo que sucede en España, empujada en sentido retrógrado. Como no me sorprende que el tratado EE UU/UE (TTIP) se haya negociado en secreto y que ahora lo estén maquillando a gusto entre populares y socialistas europeos (tal para cual).
    Como no me sorprende tampoco lo que acaba de salir a la luz gracias a WikiLeaks y Público, esa monstruosidad supersecreta llamada TiSA. Recomiendo al lector la lectura del siguiente artículo de Carlos Enrique Bayo:  http://www.publico.es/internacional/wikileaks/diez-amenazas-del-pacto-secreto.html  , claro y singular en medio del silencio convenido vaya usted a saber dónde. En estos momentos, por lo que sabemos del TTIP y del TiSA, tiene lugar la formalización contractual de un proceso ya lanzado.
     Las grandes corporaciones transnacionales ya se han hecho con el poder, y ahora pretenden legitimar su galopada por escrito. Lo que nos pasa a nosotros y lo que les está pasando a los griegos forma parte de la misma jugada. La historia acelera bajo nuestros pies. El mundo de mañana no se parecerá al de ayer, salvo en la carcasa institucional, vacía de todo contenido democrático. La dictadura del capital es un hecho brutal y descarado.
    El destino de la gente no importa un comino. Hagámonos a la idea de que somos espaldas mojadas, ratas de río, migrantes despavoridos, todos en situación de ser explotados como nuestros hermanos chinos de la Foxcom.
    Los datos de millones de ciudadanos circularán a través de las fronteras para ser procesados por las multinacionales, sin ningún control. Los contratos públicos pasarán a manos de dichas empresas, etc. Renunciad a toda esperanza de que se pongan límites al capitalismo salvaje. 
    De modo que no es extraño que nos enteremos de que la empresa Walmart  evadió tranquilamente el pago de impuestos en Argentina por el simple procedimiento de tener una empresa ad hoc, sin empleados, en Valencia. Y que la misma astucia libera de molestias a Pepsi y a otros gigantes por el estilo. Lo normal, vamos. A los españoles los peces gordos nos defraudan, pero lo mismo ocurre en todas partes. Es la norma, como también burlarse de la “pobre gente que paga impuestos”, la que soporta todo el edificio.
    Si uno pregunta quién le representa en las negociaciones secretas del TiSA, podrá escandalizarse, pero no sorprenderse: el señor Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, el mismo que urdió el formidable mecanismo evasor luxenburgués. ¿Quién mejor que él para presidir esta Comisión, y para representarme a mí en las misteriosas tenidas del TiSA?
    Claro que a título de insana curiosidad me pregunto con qué lumbreras españolas se comunica  a escondidas el señor Juncker. ¿Quiénes están en el ajo en nuestro país? Deberíamos saberlo antes de las elecciones generales, pero no nos hagamos ilusiones. Esto no va de demócratas, sino de gángsters.
    La idea es que el TiSA se haga público dentro de cinco años… cuando el proceso sea completamente irreversible, cuando los Estados firmantes se hayan habituado al papel de encomenderos del las altas instancias que nos gobiernan dictatorialmente desde las sombras. La locura en curso es de tal nivel que entiendo que a muchos les cueste creer que sea cierta. Es lo que siempre ha sucedido en casos así, una forma rara de esperanza típica de los momentos históricos catastróficos.