lunes, 21 de septiembre de 2009

EL PLAN BOLONIA: HACIA UNA UNIVERSIDAD PROSTITUIDA

Se ha hablado mucho, desde hace tiempo, de modernizar la Universidad, de acomodar la formación académica a las demandas del mercado laboral, de favorecer la movilidad europea de los estudiantes, de barrer el polvo y de quitar las telarañas… Y aquí tenemos el Plan Bolonia, llegado, por lo que parece, en el momento oportuno, tras madura reflexión.

Lo malo –lo terrible–: so pretexto de modernizar y vivificar, el Plan comporta un latrocinio encubierto, una aviesa liquidación de la universidad pública. No me sorprende en absoluto que muchos estudiantes se rebelen contra semejante atropello.

De aplicarse el Plan, entregada a intereses privados, la Universidad perderá su necesaria autonomía, esto es, abdicará de su función social y de su compromiso con búsqueda de la verdad, su razón de ser.

A nuestros hijos y nietos les espera una Universidad pública prostituida, clasista, elitista, controlada y exprimida desde fuera con criterios empresariales. Sólo se podrá hacer con un currículo decente aquel que se lo pueda pagar… Las pobres humanidades tendrán que contentarse con una existencia fantasmal. Y todo ello con el mayor descaro, en nombre de la eficiencia y contando con la pasividad y la complacencia de una sociedad que prefiere no prestar atención a lo que nos estamos jugando.

Presenciamos una operación de largo alcance. Se trata, por un lado, de disfrutar de un cómodo monopolio del conocimiento; por el otro, de absorber recursos públicos desde el mundo empresarial; y lo que es decisivo, se trata de acabar con la Universidad como referencia crítica, algo que siempre formó parte del abecé del… totalitarismo.

Por haber sido el epicentro de los movimientos críticos de antaño, la Universidad pública ha venido padeciendo, desde hace varios lustros, una dolorosa erosión. Y ahora, si nada lo impide, asistiremos al último capítulo, titulado “la venganza del orden establecido”.

Al respecto, considero de obligada lectura el libro de Carlos Fernández Liria y Clara Serrano García, titulado El Plan Bolonia (Catarata, Madrid, 2009, http://firgoa.usc.es/drupal/node/41906).

BASURA RADIACTIVA

Me dicen que, a no dudar, se encontrará la manera de reciclar la basura radiactiva “el día de mañana”… Basta un pequeño gesto de escepticismo para que mi interlocutor ponga cara de pocos amigos… Tomemos nota: lo nuclear se ha convertido en una materia tan delicada como la religión, por lo que nada tiene de extraño que las grandes promesas vengan en el lote.

Los fundamentalistas de la energía nuclear son, por lo que he podido comprobar, gentes de fe sumamente tercas. Creen que la capacidad técnica del homo sapiens es ilimitada y creen, de paso, en la bondad y en la seriedad del sistema en que vivimos.

Chernobil no les impresiona; ni se acuerdan de Three Miles Island ni del susto de Tokiamura… Las fisuras y los “pequeños fallos” de las actuales centrales no les quitan el sueño; la vetusta Garoña debería funcionar diez años más; el poder contaminante de los proyectiles de uranio enriquecido es un asunto secundario; está muy bien que Rusia y otros países en apuros se conviertan en vertederos para la basura nuclear europea…

Y ya puede la mafia calabresa hundir toneladas de basura radiactiva en el Mediterráneo y en aguas africanas, que ellos seguirán convencidos de que la humanidad está en buenas manos y la situación bajo control. Así nos va.

lunes, 31 de agosto de 2009

ADENDA SOBRE EL CHANTAJE NUCLEAR

Un lector se ha enfadado conmigo por mi anotación sobre el chantaje nuclear que estamos padeciendo. Como falta a las reglas elementales de la cortesía, como no razona, como lee mal, me veo compelido a aumentar su irritación.

El problema de los residuos: Un "experto" en energía nuclear me dijo con la mayor seriedad que, a no dudar, la ciencia encontrará "pronto" la manera de hacerse cargo de ellos con “total seguridad”… Mi airado lector pertenece a la misma capilla, y lo sé incapaz de asumir el reto en su totalidad. Porque, amigos, una cosa es empaquetar y tener bajo vigilancia los residuos nucleares durante miles de años… y otra respetar el abecé de una organización hecha para durar. Un sistema ecológico sostenible exige que los residuos generados por cualquier actividad sean reciclables, lo que sitúa el problema de los desperdicios nucleares en su verdadera dimensión. Hablar de ello es, por lo que parece, un tema tabú, de donde se sigue que no habrá debate alguno sobre las cuestiones de fondo.

Se nos hace saber que la energía nuclear permitirá a nuestra civilización no sólo mantenerse en pie sino también seguir adelante sin necesidad de ninguna autocrítica seria. Como si no vivieran en un planeta limitado, los publicistas de la energía nuclear pasan sistemáticamente por alto una sencilla evidencia: a mayor cantidad de energía disponible, mayor devastación. Dichos publicistas están perfectamente dispuestos a legar a sus hijos y nietos un planeta cadavérico. Lo importante, creo haber entendido, es "tener energía"...

miércoles, 12 de agosto de 2009

MARIO VARGAS LLOSA CONTRA EL FANTASMA DEL 68


Una y otra vez, gentes bienpensantes se toman su tiempo para arremeter contra mayo del 68, momento en el que focalizan su resentimiento contra el espíritu de la llamada “década prodigiosa”. Se trata de una moda bastante rara, por no decir maliciosa, a la que Mario Vargas Llosa acaba de aportar su granito de arena (“Prohibido prohibir”, El País, 26 de julio de 2009).

Por lo visto, para entender la ruina de la enseñanza pública haríamos bien en llevar nuestras pesquisas hasta al lema “prohibido prohibir” que apareció escrito en una pared hace cuarenta años… con motivo de la revuelta parisina...

Bajo ese lema, nos dice Vargas Llosa, el principio de autoridad fue anulado en el ámbito de lo público, con desastrosas consecuencias sociales. Dicho principio sólo pudo conservarse en el campo de la enseñanza privada, la gran vencedora. Así pues, con aquello de “prohibido prohibir” no se sirvió a la causa de los pueblos, sino a la de los ricos. El juicio de Vargas Llosa cae sobre una generación entera, errada en sus medios, en sus fines y en sus efectos.

Si dejamos a un lado lo que este juicio tiene de moda, es inevitable que uno se sobresalte al ver reducido el principio de autoridad a la función de prohibir, así, sin más. No sé qué clase de autoridad desea ver restaurada Vargas Llosa, ni tampoco qué es lo que se aspira a prohibir, pero he de confesar que percibo un desagradable tufo antilustrado, un regusto a antiguo régimen e incluso a mero despotismo (a ordeno y mando, que por algo soy la autoridad).

Eso sí, el elegante análisis dialéctico de Vargas Llosa, lleva su parte de verdad en un punto, en el que se cuida de ahondar. Porque es cierto que, tras las revueltas estudiantiles de los sesenta –las hubo en todas partes, no sólo en París–, se inició, y no precisamente por parte de los jóvenes contestatarios, el escalonado y metódico ataque contra la enseñanza pública, hoy una caricatura de lo que fue.

Vistas las cosas desde la óptica del poder, nada peor que contar demasiados muchachos instruidos y despiertos: el saber y el conformismo no van de la mano, como acababa de demostrarse. En ello veo yo el verdadero motivo de la destrucción de la enseñanza pública y el paulatino robustecimiento de la enseñanza privada. Echarle la culpa a la “generación del 68” no pasa de ser un ejercicio de prestidigitación intelectual, cargante a decir verdad.

domingo, 19 de julio de 2009

LA SALUD, OBJETIVO GLOBAL

Allá por el año 1946, la Organización Mundial de la Salud, recién creada, definió la salud como el "el estado de completo bienestar físico y social y no solamente como la ausencia de enfermedad". Ya que estamos en una avanzada fase de "globalización", esta definición me parece irrenunciable, valiosísima, un auténtico faro en medio de la oscuridad.

Quienes no la aceptan, quienes la critican, quienes la tildan de "idealista" no pasan de ser unos cómplices de la antihumanidad militante que amenaza con arruinar nuestras vidas y el planeta. Tomada en serio es, desde luego, una definición exigente, y seguramente hoy se optaría por alguna fórmula rebajada, menos comprometedora, más fácil de manipular en términos estadísticos.

Yo he conocido esa salud, con ese completo bienestar, la he perdido y vuelto a recuperar... Aun no disponiendo de ella en estos momentos, me siento agradecido. ¡En los tiempos que corren es un privilegio haberla experimentado!

¿Acaso debemos tener como objetivo supremo que todo ser humano pueda disponer de una escudilla de arroz? ¡Un poco de ambición! Porque todos merecemos esa salud, para la cual estamos hechos –a menos que persistamos en preferir el viejo y maligno cuento del Valle de Lágrimas.

martes, 14 de julio de 2009

¿CONSEGUIRÁ OBAMA IMPEDIR LA CREACIÓN DE UN SISTEMA DUAL PLANETARIO?

Ojalá que sí. En los próximos tiempos, a no dudar, saldrán a la luz nuevos datos sobre las actividades oscuras de la era Bush-Cheney y se entrará en una fase decisiva.
Todo indica que hemos corrido el peligro de vernos atrapados en un sistema dual de alcance planetario, con gravísimo daño para todos (amigos y no amigos). Es mucho lo que nos jugamos, por lo tanto. Con cárceles negras, con una organización capaz de secuestrar ciudadanos con la complicidad de las autoridades, vuelos misteriosos, cámaras de tortura, mentiras e intromisiones en la intimidad de las personas, ¿adónde se supone que iríamos a parar?
¿Podrá Obama salir airoso de los tremendos desafíos que le saldrán al paso en este frente decisivo? Ojalá que sí, porque en este tipo de asuntos no suele haber segundas oportunidades.
Un sistema dual es aquel que tiene dos caras, una presentable, otra impresentable; una legal y otra ilegal, una limpia y otra sucia. Los sistema democráticos tienden, mal que nos pese, a cierta dualidad, pero más allá de un punto, no se sostienen.
El ejemplo mejor estudiado de sistema dual fue el Tercer Reich, con sus tribunales por un lado y sus campos de concentración por el otro. ¿Y cómo consiguió establecerse? Poco a poco, con bruscas novedades y períodos de aparente autocontención. Y por supuesto, con la complicidad de mucha gente, dispuesta a continuar como si tal cosa, como si aquello fuera de lo más normal y sólo los malos corrieran peligro.

jueves, 9 de julio de 2009

LOS DEL G8 ANTE NUEVE MILLONES DE NIÑOS MUERTOS


La benemérita organización Save the Children ha puesto sobre la mesa del G8 la situación de millones de niños condenados a una muerte prematura por motivos de salud indignos del siglo XXI. Con nuestros usos y costumbres, dejamos morir, todos los años, a más de nueve millones de niños.
No es la primera vez que que Save the Children reclama que se preste la debida atención al drama de la gente menuda. Sólo durante los tres días de la cumbre de L'Aquila (Italia) fallecerán 75.000 niños.
Si los dirigentes del G8 son capaces de salvar a banqueros y financieros en crisis, ¿por qué no van a ser capaces de hacer algo por la infancia sufriente? A fin de cuentas, sólo se les pide un milagro muy pequeño en comparación.
¿Acaso harán algo al respecto los máximos dirigentes del planeta? No lo creo, francamente, y eso que dejar morir y asesinar es lo mismo cuando se tienen las estadísticas a la vista.
Pero de algo estoy seguro: si no se hace nada por acabar de inmediato con el sufrimiento de los niños de este planeta, se puede dar por perdida la batalla contra el cambio climático y todas las demás batallas de las que depende la suerte de la humanidad. Tiempo al tiempo. Con almas de basalto a los mandos de la globalización, todos estamos perdidos, tan perdidos como esos niños.

martes, 7 de julio de 2009

AL FOTÓGRAFO GERVASIO SÁNCHEZ


El fotógrafo Gervasio Sánchez es un testigo de nuestro tiempo, un periodista de verdad, un hombre comprometido con la causa de la humanidad. Cada una de sus fotos me despierta, me sacude la conciencia.
Siempre he tenido motivos para admirar su trabajo y su valentía, y ahora me entero de que, al recibir el premio José Ortega y Gasset, habló con el corazón, causando una ola de irritación entre los primates del establishment. Su sincero y discurso, cargado de humanidad y de razón, ha sido escandalosamente silenciado. Juzgue el lector por sí mismo: www.youtube.com/watch?v=mixlx-KJeks Me solidarizo totalmente con él y le mando un abrazo.

jueves, 2 de julio de 2009

DON CARLO PONZI Y SUS DISCÍPULOS

El gran timador italiano, maestro en el arte de desplumar incautos, es mucho más representativo de nuestro tiempo que el muy avejentado y timorato John M. Keynes.

La economía entendida como artificio piramidal empieza a parecerme la forma más pura y avanzada del capitalismo. Don Carlo ha hecho escuela y, de haber vivido en la actualidad –en la era del dinero fiduciario, siempre dependiente de la confianza–, ¡de qué proezas no habría sido capaz!

A la escuela de don Carlo pertenecen, por ejemplo, Charles Keating, Michel Milken, el “rey de los bonos basura”, y Bernie Madoff , los tres capaces de desplumar a miles de personas bajo las mismas narices de las autoridades. Como don Carlo a sus víctimas, los tres personajes llegaron a inspirar una confianza asombrosa. Cuestión de carisma personal. Al final, se ha tenido que echar mano del dinero del contribuyente para impedir la quiebra del sistema, basado precisamente en la confianza. Ahora la pregunta es cuántas veces nos dejaremos involucrar en el mismo jueguecito, ya multipiramidal.

Ni siquiera es la primera vez que Estados Unidos se la juega al mundo con sus fajos de papel. Recordemos la inolvidable devaluación del dólar, en el abandono del patrón oro sin avisar a nadie, con nocturnidad y alevosía, perpetrado por el presidente Nixon… ¿A cuánta gente se le esfumaron sus ahorros de la noche a la mañana? El abandono del patrón oro vino después de varios acelerones a la máquina de imprimir billetes verdes, una manera de jugar, a lo grande, con las expectativas y con el dinero ajeno, según la típica fórmula de don Carlo.

No es ningún consuelo que ahora se opere en plan privado, con envío de envenenadas “sub prime” en todas direcciones. Tampoco es un consuelo que a Bernie Madoff lo acaben de condenar a 150 años de cárcel por estafa. Porque no es una cuestión de personas. Estamos ante un problema general, de ahí que no se hiciese nada serio tras el desastre de Enron, causante de la ruina de miles de personas. Es cierto que algunos responsables fueron procesados, pero con eso no se hace nada frente a un problema de tal magnitud. Tras Enron, la jugada continuó como si no hubiera pasado nada.

El espíritu de Carlo Ponzi no se deja encarcelar así como así y seríamos unos pardillos si sólo viésemos unas manzanas podridas. Como ha señalado Jean François Gayraud, especialista en el tema, hay que contar, entre los discípulos del italiano, a auténticos mafiosos... capaces de comprar políticos, de alterar las leyes y de trazarse planes piramidales de largo alcance cuyas víctimas seremos nosotros.

miércoles, 1 de julio de 2009

GAZA ME DUELE

 Acabo de ver un documental sobre la desesperante situación  de Gaza y, de pronto, se me han saltado las lágrimas.  ¿Es que no va a acabar nunca el sufrimiento del pueblo palestino?

   El documental, elaborado sobre el terreno por reporteros del Movimiento Solidaridad Internacional  (http://www.wipeoffthemap.com/), me  ha conmovido profundamente.  Doloroso en sí mismo, también me hiere en una fibra sensible, pues el Estado israelí, con la práctica de esa forma de terrorismo,  traiciona los sueños de mis padres y  también, estoy seguro, los de muchas personas de  mi generación, empeñadas, durante años, en idealizar los logros de sus fundadores. 

   No soy judío, pero mis padres me educaron, muy severamente, a la luz del Holocausto, vacunándome contra el antisemitismo y, por extensión, contra el racismo. Les tocó vivir en la Alemania nazi, y desde pequeño oí historias muy aleccionadoras: ambos hicieron lo que estuvo en su mano por ayudar a los judíos en plena persecución, corriendo los riesgos que cualquiera puede imaginar. De ahí mi solidaridad instintiva con  las víctimas de aquella barbarie, una solidaridad que ni siquiera se ha visto atenuada por el paso del tiempo.

    Sobre esa base educacional y sentimental, no consigo entender que los dirigentes de un pueblo que ha sufrido tanto sean capaces de practicar el terrorismo de Estado contra los palestinos de Gaza. La actitud del mundo civilizado, tan condescendiente con esta barbarie, me recuerda, como es obvio, la pasividad ante el antisemitismo nazi, con lo que tuvo de cobardía, de culpa colectiva y de perentoria advertencia para la posteridad.

   No se me pasa por la cabeza atribuir a todos los judíos las malas acciones de los responsables directos de las operaciones contra la franja de Gaza. Ahora bien, dicho esto, quede claro que no se me puede pedir que mire para otro lado por motivos sentimentales o históricos, o que acepte las justificaciones al uso (desde el terrorismo islámico a la listeza de insinuar que los palestinos sólo pretenden embaucar a la comunidad internacional para mejor vivir de la caridad); tampoco acepto las invocaciones a una presunta solidaridad cultural con el más fuerte, pues no viene a cuento.

   Sin duda, hay judíos de buena voluntad que están contra el terrorismo que practica su propio Estado, y a ellos me sumo. Desde hace tiempo tengo el corazón con los palestinos que sufren. 

lunes, 29 de junio de 2009

EL COMUNITARISMO, COMO REGRESIÓN TRIBAL

El comunitarismo surgió como crítica de la Ilustración. A estas alturas, es más o menos inevitable retocar por aquí y por allá el legado de ésta, para perfeccionarlo, para que no pierda operatividad, pero el comunitarismo no se quiere limitar a tan modesta tarea. Quiere enterrar ese legado, aspira a sustituirla.

Y el problema, al menos tal como yo lo veo, es que el comunitarismo no es compatible con el liberalismo, inseparable del impulso ilustrado. Las diferencias son notables.

El comunitarismo, como su nombre indica, pone el acento en la comunidad, no en la humanidad, lo pone en lo particular, no en lo universal. Y tampoco lo pone en el individuo como sujeto moral autónomo, de quien no se fía (y a quien promete la curación de todos los males del individualismo en la plaza del pueblo).

En efecto, a diferencia de lo que se espera de nosotros como ilustrados y como liberales, el comunitarismo nos invita a situarnos en un más acá de la humanidad –en el terruño, en un determinado encuadre étnico, en una nacionalidad– y en un más allá del individualismo, es decir, en un grupo, con el correspondiente instinto gregario.

En este sentido, desanda el largo y fascinante camino que los filósofos antiguos tuvieron que andar para descubrir la humanidad, el mismo por el cual continuaron tanto el cristianismo como la Ilustración y también el liberalismo, deudor del esfuerzo y de la complejidad resultante, fundamento último del individualismo moderno.

Yo no veo, por lo tanto, ningún progreso en esto del comunitarismo. Tiene, sí, cierto interés filosófico, pero su proyección política y mediática es inquietante. Veo una regresión hacia un nuevo tribalismo, mil veces peor que el de Hegel, y quizá una argucia para dislocar a la humanidad, para fragmentarla. Y no me parece que la intención sea saludable.

Llegados a cierto punto, nos dice Alisdair Macintyre, el grupo debe rechazar lo extraño, para protegerse de las contaminaciones peligrosas, para salvaguardar su identidad.

¿Acaso es ésta forma de pensar por la que conviene guiarse en plena globalización? ¿Nos tienta el sospechosamente publicitado choque de civilizaciones? ¿Tenemos ganas de provocarlo? ¿Estamos en edad de matarnos por motivos religiosos?

De tomarse al pie de la letra, el comunitarismo acabaría liquidando los sueños del Siglo de las Luces, y todos, ya dispuestos a batirnos por nuestras querencias particulares con fervor medieval, basaríamos nuestras respectivas “identidades” en elementos secundarios, por ejemplo, en la pertenencia a un grupo étnico –¡yo soy blanco, otra vez!–, a una determinada nacionalidad, a un credo religioso, o por ejemplo, a un grupo gay, a una comunidad de mujeres de tal o cual signo, a un determinado barrio, quizá a una determinada banda. No veo qué saldríamos ganando, pero sí lo que perderíamos con semejante fragmentación.

Entre el viejo Kant, humanista y universalista, y el pequeño Macintyre, un tribalista, me quedo con el primero, sin dudar. Después de todo, soy un homo sapiens sapiens, y con eso me conformo cuando se trata de asuntos serios, que son precisamente aquellos que interesan a la humanidad, hoy amenazada. Además, no estoy de humor para que se critique a la Ilustración mediante invocaciones a una comunidad ideal, sobre la que todos los comunitaristas fantasean de lo lindo.

¿CÓMO SALDRÁ ESPAÑA DE ESTA CRISIS ECONÓMICA?

Me lo pregunto con no poca inquietud. Porque la situación es de mal pronóstico. Las medidas que se han tomado son meramente cosméticas, lo que no es extraño: como ya deberíamos saber, los "milagros económicos" no existen. Los éxitos en la materia obedecen a mecanismos sencillos, comprensibles, fáciles de explicar, no a improvisaciones ni a juegos trileros.

El “desarrollismo” español de los viejos tiempos fue posible gracias a las naranjas, al trabajo de nuestros compatriotas en la próspera Europa y al turismo, por aquel entonces baratísimo desde el punto de cualquier ciudadano del primer mundo, y recibió un fuerte impulso gracias a la baratura y la docilidad de nuestra mano de obra y a las ventajas que dio el franquismo a la penetración de las grandes corporaciones transnacionales. El milagro chino ha sido, a lo grande, una copia del nuestro, basado en una fórmula infalible, de gran eficacia en sociedades menesterosas que, de pronto, se abren al mundo.

Cada vez que se contrajo la economía ajena, la nuestra entró en crisis atroz, por su incurable dependencia. La moderación salarial, las sucesivas oleadas privatizadoras, unidas a los fondos de cohesión, obraron maravillas, cierto es, pero con las obvias limitaciones que no deberían sorprender a nadie. Hace sólo un par de años, el gabinete de estudios de una prestigiosa entidad bancaria señalaba que la mano de obra de los emigrantes representaba el último balón de oxígeno para la economía española. ¿Y ahora qué?

Si prescindimos de los paños calientes y de nuestras ínfulas de nuevo rico, he aquí un dato inquietante: las únicas propuestas que están sobre la mesa no son precisamente novedosas ni agradables. Se habla de retrasar la edad de jubilación, de “dinamizar” el mercado de trabajo, de abaratar el despido, siendo así que nuestra mano de obra tendría que rebajarse hasta niveles asiáticos para ser competitiva.

Y se habla también de un nuevo impulso “privatizador”, lo que sólo puede exponernos a la venta al mejor postor de bienes públicos hasta ahora protegidos. O sea, se habla de soluciones desesperadas, acerca de cuyos efectos sobre otros pueblos ya deberíamos estar avisados. Pan para hoy, hambre para mañana. Que se lo digan a los ciudadanos de Chicago o de Detroit que, a fuerza de “privatización”, carecen hasta de agua en sus hogares.

En último análisis, lo que está en juego es la cohesión social. Si no se hace nada al respecto, unos tendrán todo el agua que quieran, otros, los más, tendrán que penar por ella en las más odiosas circunstancias, lo que, no nos llamemos a engaño, nada tendrá que ver con una "recuperación"...

viernes, 26 de junio de 2009

LA IDENTIDAD, UNA OBSESIÓN POSMODERNA

El tema de la identidad se ha puesto de moda. Hasta ayer mismo pocos se tomaban el trabajo de reflexionar sobre ella. Era asunto de especialistas, especialmente de psicólogos…¿No es un intrigante que haya llegado a movilizar a tanta gente aparentemente distraída, que de pronto se muestra celosísima de "su forma de ser", por lo general con grave pérdida de la capacidad de autocrítica y de empatía?

De pronto, surgen por todas partes, como setas, identidades histéricas, y líbrate de herirlas. Mucho cuidado porque los cultores de su identidad no suelen haber meditado gran cosa sobre la condición humana, ni tampoco sobre el hecho de que no somos seres fijos e inmutables sino maleables (como corresponde a nuestra capacidad de aprendizaje y de autorrealización).

La moda tiene su parte de reacción ante los avances de la globalización. Con el auge de las comunicaciones y de los movimientos migratorios, se produce un fenómeno de difusión cultural que no respeta ni las fronteras ni las puertas cerradas. Para unos, es un fenómeno estimulante, enriquecedor, para otros es algo temible. Quienes pretenden vivir en un mundo sencillo, cerrado a influencias extrañas y, por supuesto, sin historia, se sienten amenazados y se esfuerzan por apuntalar reactivamente sus respectivas “identidades”, echando mano de la tradición que consideran propia e irrenunciable, y a falta de ella, se la inventan.

Ahora bien, en esta moda, ya convertida en obsesión posmoderna, hay algo más que miedo a lo desconocido y al poder contaminante del prójimo. No es un asunto puramente psicológico motivado por un fenómeno de difusión cultural más o menos traumático: esta moda, en efecto, no es ajena al comunitarismo, una corriente filosófica posmoderna que, ignoro el motivo, no se suele mencionar por su nombre cuando se echa mano de sus ideas.

Cuando el presidente Sarkozy habla de reafirmar los valores religiosos de Europa, se apoya en el comunitarismo. Lo que corre el peligro de perderse es la vocación universalista del proyecto ilustrado. Al no poner por encima de lo nuestro una instancia superior -la humanidad- perdemos la perspectiva que ha permitido depurar el ideario liberal. Ahora se busca la propia identidad en lo más cercano, en una comunidad, en una tradición, en un giro regresivo típicamente posmoderno. Volveré sobre ello en otro apunte.

miércoles, 24 de junio de 2009

BURKA NO, BURKA SÍ, UNA REFLEXIÓN LIBERAL

El presidente Sarkozy acaba de rechazar el uso del burka en tierras de Francia. A su parecer, según expresó en ambiente decimonónico de género espectacular, no es una prenda que se use por respetables motivos religiosos, sino con la finalidad de sojuzgar a la mujer.

El presidente francés tiene toda la razón... desde nuestro punto de vista. Por algo hemos hecho nuestra la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ahora bien, hay que andar con mucho cuidado en estas materias.

El burka, mal que nos pese, no está desprovisto de connotaciones religiosas y no se puede pasar por alto que pertenece a una tradición asumida por mucha gente. No estamos, por lo tanto, ante una prenda que se pueda proscribir de la noche a la mañana. ¿Te imaginas, lector, qué cara se le pondría a Sarkozy si un esquimal le tirara a la basura sus trajes o si le fuera impuesta la obligación de lucir una faldita escocesa?

Nos toca hilar más fino. En primer lugar, porque no parece aceptable que un presidente se arrogue el derecho de condenar tal o cual prenda. En segundo, porque forma parte del ejercicio del liberalismo genuino la tolerancia frente a las rarezas ajenas (en ausencia de éstas, a buen seguro que nadie se habría tomado la molestia de sentar las alambicadas bases filosóficas del liberalismo). En tercero, porque no está nada claro que las usuarias del burka estén deseando liberarse de repente (hasta podrían sentirse, cómo decirlo, incómodamente desnudas, como se podría sentir, por ejemplo, una monja católica si se viera obligada a “mostrar sus encantos” porque el señor presidente así lo ha decidido). En cuarto porque, si es preceptivo apoyar a las mujeres que sí deseen liberarse del burka, sería torpe dar a entender a sus opresores que tal impulso se debe exclusivamente a un mandato de las alturas, de una cultura para ellos extraña y avasallante.

En estos temas la "superioridad" no se puede ejercer por las bravas. Una proscripción lisa y llana del burka sólo puede excitar el celo defensivo de sus partidarios, sólo puede herir el pudor de mucha gente, con pocas posibilidades de que se haga patente la disfuncionalidad de la prenda y con ninguna de acabar con la discriminación sexista subyacente, que es, en definitiva, lo único importante.

No hay ninguna superioridad liberal sin los correspondientes modales y sin la necesaria paciencia, y tampoco sin la convicción de que el tiempo trabaja a favor de la razón, de la justicia y de la simple comodidad.

Descontadas las inquietudes policiales ante las personas que no se dejan ver, ¿a qué viene tanta prisa? ¿Por qué no dejar que el tiempo y la seducción de nuestro modo de vida hagan su trabajo? Ya he oído equiparar el velo en su modalidad más sencilla y el burka, y las dos prendas con la mismísima ablación del clítoris, lo que indica una pérdida del sentido de las proporciones.

La ablación del clítoris es, por fortuna, una práctica poco difundida, con la particularidad de que exige, por sus irreparables consecuencias, una intervención inmediata por nuestra parte, por estar en juego la integridad de la mujer. Creo que sólo en este tipo de casos un liberal puede y debe oponerse frontalmente a una tradición ajena a la suya propia.

Rechazamos la ablación del clítoris, la abrasión de la vagina y, por supuesto, el canibalismo. Pero el velo y el burka no pertenecen, que yo sepa, a la misma categoría, ni tampoco, como prendas, son equiparables entre sí.

Como hay cierta variedad de modelos, ya veo venir que, de acuerdo con los criterios policiales de Silvio Berlusconi, dispuesto a imponer dos años de cárcel a las usuarias del burka, habrá patéticas discusiones en comisarías y juzgados sobre si tal modelo es "pasable" o no. Que las víctimas del acoso de las autoridades sean precisamente las mujeres me parece moralmente inadmisible. Ya las veo presionadas por nosotros y por los suyos...

lunes, 22 de junio de 2009

HAMBRE Y NEOLIBERALISMO: MÁS DE LO MISMO

Según el último informe de la FAO, uno de cada seis seres humanos padece hambre. Nuestra arrogante civilización ya tiene en su haber algo más de mil millones de hambrientos… Y mejor no ponerse a contar los fallecidos, ni las vidas arruinadas, mejor olvidar lo que ya sabemos, a saber, que la mala alimentación daña irreparablemente el desarrollo cerebral, lo que nos llevaría a amargas consideraciones sobre los millones de niños que nacen condenados a una existencia miserable e inmerecida.

La globalización en clave neoliberal, lejos de hacer retroceder el hambre, la ha expandido por doquier hasta niveles nunca vistos. De hecho, uno ya se puede morir de inanición en el seno de las sociedades hasta ayer mismo consideradas opulentas. Pero todavía se invoca la bondad de la famosa Mano misteriosa, como si no hubiéramos tenido ocasión de advertir lo peligrosa que es.

Se nos da a entender que esto del hambre en el mundo es un asunto de paciencia, en el supuesto de que sólo se puede erradicar a fuerza de más fundamentalismo del mercado. El neodarwinismo social –ingrediente inseparable de la Ética del Tendero–, todavía se justifica con tan sobada y maligna listeza, lo que es indicativo del grado de postración intelectual en que nos creen caídos los primates del negocio.

¿Hace falta recordar los efectos de la adicción a los principios de la escuela de Manchester, tal como se manifestaron en la Inglaterra de principios del siglo veinte? Londres era la ciudad más rica del mundo pero la tercera parte de sus habitantes disfrutaba de una existencia miserable. La inmensa mayoría de los ingleses tenía que conformarse con una esperanza de vida de menos de treinta años (la mitad de lo que le cabía esperar al ser humano del paleolítico). Había indigentes por todas partes; el raquitismo era un mal endémico. Y eso que estamos hablando de la potencia hegemónica de aquel entonces, con un imperio a pleno rendimiento... ¿Acaso no nos suena conocido?

Con las estadísticas en la mano, leído el libro El hambre que viene, de Paul Roberts, una clara anticipación de lo que nos espera a todos si no se rectifica de inmediato, me parece delictivo que se nos exija una fe ciega en los principios manchesterianos, encima con la pretensión de que, sin ellos, no se puede ser liberal. ¡Como si Green, Hobhouse y lord Bedveridge, que razonaron en contra de del capitalismo salvaje, no hubieran sido liberales, como si hubieran sido comunistas o cosa peor!

jueves, 18 de junio de 2009

¿CUÁNDO EMPEZÓ ESTA CRISIS?

Nos tenemos muy creído que empezó a finales de 2008, lo que forma parte de un autoengaño colectivo. La enfermedad viene de lejos y si alguien da muestras de haberse visto "sorprendido" por sus alcances, una de dos, o es un tontaina o es un personaje que no merece ningún crédito intelectual. Estamos ante las consecuencias de casi cuarenta años de galopada neoliberal.

Se veía venir este descarrilamiento. Lo veía venir cualquier lector de La cultura de la satisfacción, de J. K. Galbraith, publicado en 1992… con su inolvidable capítulo quinto, titulado “Licencia para la devastación financiera”, cualquier lector –por ejemplo– de El poder en la sombra, de Noreena Hertz, publicado en 2001…

Acabarán con el capitalismo, del empresario francés Claude Bébéar, data del año 2003 y George Soros lleva años dando voces de alarma. Por su parte, Naomi Klein tuvo tiempo de escribir –con trágicos visos de anticipación– su documentado libro La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre, publicado en 2007… Avisados sí que estábamos.

La única novedad es que ahora nos vemos directamente afectados, no como antes. Debimos poner las barbas en remojo al ver de qué forma eran desplumados los pueblos indefensos, al ver como unos y otros se veían obligados a emigrar en busca del privilegio de ser explotados, al ver de qué manera se vampirizaba al mismísimo pueblo norteamericano. ¿Por qué esperábamos librarnos nosotros, a ver si me entero? La economía canalla, bien definida por Loretta Napoleoni, no perdona a nadie. A las pruebas me remito.

Ya a la altura de 1992 se calculó que sólo un 10 por ciento de los valores mercadeados en la red financiera global tienen algo que ver con el comercio de bienes y servicios. Para entonces ya se sabía lo que da de sí el “capitalismo de amiguetes”, por utilizar la expresión acuñada por Joseph Stiglitz.

No hace falta ser un genio para reconocer que la presente crisis empezó cuando dio comienzo el enterramiento de la Trinidad de Dahrendorf a mediados de los años setenta. La cohesión social, el desarrollo económico y la misma democracia, los tres elementos de dicha trinidad, desaparecieron bajo un montón de irresponsable palabrería neoliberal. Ahora, la única esperanza es que Obama consiga rescatarla. Si no lo consigue, tendremos que atenernos a la ley de la jungla.

martes, 16 de junio de 2009

LA CRISIS DE LA IZQUIERDA EUROPEA

La izquierda europea se encuentra en crisis y hasta se puede adelantar que, de seguir así, acabará siendo abducida por la derecha, como acredita el caso de Tony Blair. Forma parte de la lógica de la posmodernidad que personajes como él, de los cuales hay muchos, encuentren un feliz acomodo en la élite del poder, como comparsas necesarios.

Se comprende que tras el derrumbe de la Unión Soviética la derecha de intereses se haya crecido. Esta derecha se veía obligada a hacer muchas concesiones para que el “mundo libre” pudiera presumir de mejores escuelas y hospitales que el enemigo comunista. Así, en cuanto éste dio las primeras muestras de flaqueza, empezó a sacudirse de encima "la pesada carga de lo social", siempre en pos de negocios fabulosos, y para ello nada mejor que contar con la complicidad de unos buenos izquierdistas.

Ahora bien, ¿por qué tenía la izquierda europea que dejarse reducir a la condición de oso de feria? ¿Acaso no había representado el llamado “socialismo real” una pesada hipoteca para quienes sueñan con algo más que un termitero? ¿Cómo es posible que no se aprovechase la desintegración de la Unión Soviética para redescubrir la herencia intelectual de la izquierda que fue aplastada por Lenin y Stalin? ¿Cómo es posible que se dejase en manos de personajes como éstos el monopolio del izquierdismo, con la consiguiente incapacidad para pensar un mundo mejor, con la consiguiente desilusión?

¿No era el momento de redescubrir el socialismo no totalitario, quiero decir el socialismo liberal, el socialismo libertario, democrático y no termítico? No, por lo visto. Era, simplemente, la hora de una socialdemocracia claudicante, incapaz de hacer valer sus razones.

Porque los capos de la izquierda –no necesariamente pensantes–, entendieron que era mejor darse aires tecnocráticos para una mejor instalación personal en sistema. Y de tanto compadrear en las alturas, no sólo se olvidaron de sus representados y del compromiso con la humanidad, sino también de recordar a la derecha sus deberes sociales más obvios. Se trata de dos gravísimos fallos históricos, que otra izquierda tendrá que enmendar, esperemos que no a la desesperada. El sistema democrático europeo no aguantaría una izquierda cortada según el odioso patrón bolchevique, pero necesita una izquierda creativa, liberal, ilustrada, actualizada... y decidida a cumplir responsablemente su función.

lunes, 15 de junio de 2009

ADVERTENCIA CONTRA EL MAL HÁBITO DE OLVIDAR LA HISTORIA

No se puede pedir a quienes de suyo llevan bien apretado el cinturón que se lo aprieten más, mientras otros siguen engordando a la vista de todos. No se puede, no porque lo diga yo, sino a juzgar por la experiencia histórica. Individuos como Lenin, Mussolini o Hitler no surgieron de la nada ni por azar.

Los diseñadores de los acuerdos de Bretton Woods (1944) fueron capaces de actuar preventivamente, lo que salvó a la humanidad de repetir los errores que siguieron a la Gran Guerra. Como nadie ignora, al repartir el pastel, aunque trampearon a favor de los peces gordos, fueron capaces de crear los fundamentos económicos de la clase media, por estar más atentos a la cohesión social que a los beneficios a corto plazo de las minorías irresponsables. No es lo que hoy se lleva, y por eso la situación es de pésimo pronóstico, dado que ya sabemos adónde conduce el egoísmo de los tiburones de las finanzas.

EL CHANTAJE NUCLEAR

Los partidarios de la energía nuclear siguen muy crecidos, y ahora esperan que todos bajemos la cabeza, y hasta que aplaudamos la resurrección de Garoña.

¿Acaso se han resuelto lo problemas que determinaron el parón nuclear? No, nada de eso. La única novedad es meramente publicitaria, basada en la invocación de presuntas autoridades, no necesariamente versadas en asuntos nucleares.

Acabo de oír a Ramón Tamames. El ilustre economista ha disertando sobre la necesidad del relanzamiento nuclear, amparándose en la autoridad moral del señor James Lovelock, el anciano autor de la bonita historia de Gaia, y del señor Patrick Moore, uno de los fundadores de Greenpeace. Como estos dos personajes, presuntos campeones del cuidado de la salud planetaria se han pasado al bando de los partidarios de la energía atómica, quienes nos oponemos a esta movida debemos ser unos imbéciles.

Seré sincero: las citadas conversiones, como la de Felipe González y la de Mijail Gorbachov, sólo me interesan a título de curiosidad, como cotilleo, como indicación de cómo está patio e incluso como indicación de lo que me convendría opinar para hacerme grato a los ojos del establishment. Pero son irrelevantes. Vamos a lo serio: a la escasez de uranio, a la malignidad de la minería de este mineral y su procesado, al complejísimo problema de los residuos de las centrales, a la imposibilidad de garantizar la seguridad de éstas y a la corta vida que tienen, así como a los gastos inherentes a su clausura y a la eterna vigilancia de toda la porquería resultante.

Ante estos problemas técnicos, reconocidos como tales y obviamente no resueltos, la campaña a favor de lo nuclear luce como lo que es, como una hábil maniobra de mercadotecnia de los gigantes del sector, con ciertos visos de inconfesable chantaje al común de los mortales. Este es el mensaje: o aceptáis –y pagáis– nuevas centrales, o estáis perdidos. Me parece inaceptable.

martes, 9 de junio de 2009

¿QUÉ DERECHA HA GANADO LAS ELECCIONES?

La victoria de la derecha en las elecciones europeas no se puede considerar sorpresiva; se veía venir, dado el comportamiento de la izquierda, visiblemente incapaz de aprovechar el efecto Obama.

Si contemplamos el panorama sin las anteojeras de nuestra campaña electoral de pandereta, reconoceremos que Europa se enfrenta a una crisis económica de incalculable alcance, acerca de cuyas consecuencias políticas no cabe dudar. ¿En qué quedará el sueño europeo?

En el Parlamento Europeo tomarán asiento no pocos euroescépticos y xenófobos, lo que, hablando con franqueza, no augura nada bueno. No es la primera vez que un Parlamento se ve asaltado por gentes que están lejos de tomarse en serio las reglas de juego convenidas.

Descontada la responsabilidad de la izquierda, el porvenir de Europa como proyecto depende ahora, en gran medida, del comportamiento de la derecha, con la particularidad de que ésta no constituye una fuerza homogénea. Cabe preguntarse qué porción de ella ha salido victoriosa.

A grandes rasgos, si dejamos fuera de nuestro análisis a fuerzas como la del holandés Geert Wilders, hay una derecha conservadora, más o menos fiel a la tradición de Jean Monnet, Alcide De Gasperi y Konrad Adenauer, en cuyas manos el proyecto europeo no corre ningún peligro, y hay otra derecha que, siguiendo las enseñanzas de Hayek, no se siente conservadora en absoluto.

De esta segunda derecha cabe temer comportamientos sorpresivos, probablemente incompatibles con el sueño europeo original, así como, dada su pujanza, una desviación de los conservadores, lo que sería lamentable.

El resultado electoral podría agravar una deriva que ningún observador serio debería pasar por alto. Porque ya hemos visto cosas muy raras. ¿O acaso se imagina alguien a Adenauer proponiendo la jornada laboral de sesenta y cinco horas o la calamitosa “directiva de la vergüenza”? ¿Cómo pudo llegar Alejandro Agag a la secretaria general del Partido Popular Europeo?

Por mi parte, confieso que soy incapaz de imaginar a Alcide De Gaspari tomando el té con Il Cavalieri en la villa de Cerdeña. Y tampoco me imagino Jean Monnet charlando amablemente Hashim Thaçi y prometiéndole una fácil entrada de Kosovo en la Comunidad Europea, que es precisamente lo que acaba de hacer Sarkozy, como si el líder kosovar hubiera disipado las odiosas sospechas que pesan sobre el comportamiento del ELK, del que fue máximo dirigente [véase Carla del Ponte, La caza, Yo y los criminales de guerra, p. 305 y ss.]

La Europa de los derechos humanos, de la política social, tenía un rostro; la que ahora se insinúa podría tener otro muy distinto.

sábado, 6 de junio de 2009

OBAMA ANTE EL MUNDO

     Los grandes discursos que ha pronunciado Barack Obama en Egipto y en Alemania representan no sólo un promesa. Son, en sí mismos, realidades, el deseado punto de partida para la construcción de un mundo mejor.

    Han sido discursos lúcidos y valientes, muy ponderados, comprometedores no sólo para él sino también para sus compatriotas y sus oyentes. Habrá un antes y un después y, pase lo que pase, su pronunciamiento de junio de 2009 figurará en los libros de historia, con el valor de una toma de posición sensata ante los males que nos afligen.

   Obama acaba de distanciarse valientemente del “con nosotros o contra nosotros” de su predecesor, y también de sus modos y dichos. Es de muy agradecer. Y hay que apoyarle, dado que, como es obvio, el reto que tiene ante sí es asustante.

    No es el momento de pedirle imposibles, ni de acosarlo con cominerías. Si algo hemos aprendido, no deberíamos hacerle a Barack Obama lo mismo que se le hizo a Gorbachov. Hay que darle un voto de confianza y tiempo, así como hay que juntar filas en torno a su figura, pues se ve venir la taimada reacción de las fuerzas que se oponen a todo lo que él representa. 

viernes, 5 de junio de 2009

ELECCIONES EUROPEAS


   Nunca he militado en las filas del euroescepticismo, pero a ratos experimento la tentación, muy rara en mí, de quedarme en casa, como si las urnas pudiesen esperar, como si la abstención fuese una buena manera de dejar constancia de mi irritación ante el curso de los acontecimientos.  Pero iré a votar el domingo.

   Quedarme en casa sería tanto como dar alas a los euroescépticos y a los antidemócratas, y por supuesto una manera de dar facilidades a la compleja marea antiprogresista.

   Aunque de poderes sospechosamente limitados, el Parlamento Europeo es el depositario de las esencias del sueño europeo. De no haber sido por él, por ejemplo, los pasteleros que propusieron la semana de sesenta y cinco horas se habrían salido con la suya. De modo que, aunque esté un poco cansado, tengo que ir a votar.  

jueves, 4 de junio de 2009

EL PARO Y LA TÉCNICA

A bombo y platillo se pregona una imperceptible amortiguación del paro. Se trata de calmar los ánimos, de ir tirando y de retrasar la quiebra de la cohesión social, ya muy tocada. 
Bajo el signo de la codicia de los que tienen la sartén por el mango, el problema de fondo no tiene solución, como ya deberíamos saber: en la era de la automatización, tan bien estudiada por Radowan Richta, no hay trabajo para todos. Así de sencillo.
La automatización combinada con la organización “científica” del trabajo opera silenciosamente mientras nos dejamos marear por cálculos macroeconómicos y protestamos contra las deslocalizaciones, los despidos, los ERES, la inepcia de las autoridades económicas y todo lo demás.
La robótica progresa con lentitud, porque, como es obvio, en un mundo saturado de trabajadores dispuestos a trabajar por poca plata, la sofisticada maquinaria sale más cara. Pero la robótica está llamada a trastornar por completo el panorama laboral del siglo XXI, siendo muy de lamentar que hayamos abdicado del deber de buscarle objetivos liberadores. Basta con releer El fin del trabajo, de Jeremy Riffkin para entrever lo que nos espera en ausencia de tales objetivos.

lunes, 1 de junio de 2009

DE LA CRISIS COMO “OPORTUNIDAD”

  Un amable comunicante considera que mi visión de la crisis económica es demasiado pesimista y me invita a pensar al confuciano modo, en el supuesto de que toda crisis es también una oportunidad. Y tendrá que perdonarme, porque sólo sé volver a las andadas y no veo “brotes verdes” por ninguna parte. 

   La crisis representa una oportunidad, pero, claro es, no para el común de los mortales, sino para quienes se encuentran en condiciones de apalear millones y de hacer valer su poder a mayor gloria de los grandes negocios. La ocasión es excelente sólo si de lo que se trata es de llevar  hasta las últimas  consecuencias la revolución de los muy ricos y de las gigantescas corporaciones  transnacionales.

   Considero muy sintomático que no se haya vuelto a hablar de “refundar el capitalismo”. De hecho, todos los esfuerzos de las altas autoridades económicas apuntan –con los recursos presentes y futuros del honrado contribuyente– a remendar el sistema, sin la menor intención de alterar el orden de cosas existente.

   Había que salvar a los bancos y al sistema financiero, claro es, por cuanto en la era del dinero fiduciario, basado todo él en la confianza, la cosa se estaba poniendo realmente fea, pero si se habla de algo es de rebajar los salarios, de prolongar las jornadas de trabajo, de despidos en masa, de revisar el sistema de pensiones y, en general, de “dinamizar” el mercado de trabajo, de nuevos impulsos privatizadores, en suma, de cumplir las aspiraciones de la escuela neoliberal, que lejos de llorar sus culpas se apresta a aprovechar la oportunidad… Ahora se trata de acabar de una vez con el sueño europeo, como antes se acabó con el sueño americano y como se acabó, hace ya bastante tiempo, con cualquier sueño del desventurado sur.

   La presente crisis será incluida por los historiadores en el capítulo consagrado a la revolución de los muy ricos, iniciada sigilosamente a principios de los años setenta. El capitalismo, que ahora llamamos “economía de mercado”, tiene una impresionante capacidad de reacción y, de hecho, ya ha empezado a digerirla. Vivimos bajo el signo de un crudo neodarwinismo social, vivimos a la sombra de Ricardo, y las lindas palabras ya no bastan para encubrir tan desagradable encuadre histórico.

    Eso sí, no hace falta ser ningún genio para predecir que, olvidadas las lecciones de los siglos XIX y XX, la presente revolución de los muy ricos acabará teniendo consecuencias políticas y sociales desastrosas. Sin duda, es el momento de releer el libro de Naomi Klein, La doctrina del shock – El auge del capitalismo del desastre, ya no con la tranquilidad de un espectador, sino con el acaloramiento de quien tiene buenas razones para temer por su sustento. 

ENERGÍA ATÓMICA

  Asistimos a una formidable campaña en favor del relanzamiento de la energía nuclear. Se trata, nos dicen, de la única solución a nuestro inquietante problema energético. Y no por casualidad, en gentil coincidencia con la señora Ana de Palacio, nuestra ex ministra de Relaciones Exteriores devenida en asistenta del muy tétrico señor  Wolfowitz, Felipe González se ha sumado a esta campaña con aires de buhonero mayor, ya del brazo del señor Berlusconi. Del nucleares no, nos vemos compelidos a pasar al nucleares sí.

    No sin arrogancia y pillería, se propala la especie de que la energía atómica es una energía “limpia” y “natural”. Se da a entender que es “inagotable”, que las centrales de “última generación” son  segurísimas y que, por lo tanto, los detractores de semejante maravilla somos unos mentecatos.

   Gentes hasta ayer mismo hostiles a las centrales nucleares se van rindiendo en las tertulias y en las redacciones de los periódicos ante lo que parece una marea de sentido común. Lo que no tiene nada de sorprendente: detrás de los rapsodas de lo nuclear operan los gigantes del sector, unas transnacionales poderosísimas, encabezadas por la Westinghouse y la General Electric, cuya capacidad de influir sobre la opinión pública es sobradamente conocida.

   No soy un tecnófobo, y precisamente porque no lo soy no se me puede pedir que tome en serio la propuesta nuclear por una mera campaña de marketing. Tengo en cuenta, en primer lugar, que la construcción de nuevas centrales, si bien será muy lucrativa para los gigantes del sector, le saldrá carísima al pobre contribuyente.

   Y tengo en cuenta que nada se ha dicho sobre la poquedad de las reservas de uranio, ni tampoco sobre el temible poder contaminante de la minería y el procesado del mineral, con el correspondiente resultado de mineros enfermos y muertos, y con el inevitable envenenamiento de aires, tierras y de acuíferos.

   Tengo en cuenta que el problema de los residuos radiactivos sigue siendo el mismo de siempre, con un potencial destructivo incalculable. Tengo en cuenta que las centrales nucleares tienen una vida limitada y que las de “última generación” son estupendas sólo sobre el papel. Y no he olvidado la catástrofe de Chernobil, el accidente de Three Mile Island ni el susto de la central de Tokiomura, ni tampoco el intolerable secretismo antidemocrático que rodea este tipo de asuntos.

    No se me puede pedir que aplauda en ausencia de garantías. El comité alemán de sabios que se pronunció contra el relanzamiento de la energía atómica se expresó con rigor, no así sus partidarios, siempre dados al optimismo y al voluntarismo, incompatibles con la seriedad del asunto.  Y por último, ¿a quién le parece moralmente aceptable que las próximas cincuenta y cinco mil generaciones se tengan que hacer cargo de nuestras inmundicias radiactivas, en su condición de víctimas de nuestra incontinencia económica y energética? No se me puede exigir que me convierta en cómplice pasivo de semejante monstruosidad.