lunes, 17 de febrero de 2014

EL PROYECTO ANTI ABORTO DE RUIZ-GALLARDÓN


   Como se desprende de mi post precedente, es un proyecto de ley antiilustrado, absolutista y confesional. Me reafirmo en ello pese a las críticas recibidas, añadiendo, para que todo quede bien claro, que la ley de aborto aprobada en tiempos de Zapatero me parece la que corresponde a la época en que vivimos. Hasta me parece muy bien que ofrezca a las menores de edad la posibilidad de actuar sin consultar a los padres.
    Y si esta ley socialista me gusta, imagínese usted mi reacción al conocer la propuesta de Ruiz-Gallardón. ¡Menudo retroceso! Añadía en ese post, una evidencia insoslayable: no hay manera de que un abortista convenza a un antiabortista, y a la inversa tampoco, pues viven en mundos distintos, que es precisamente lo que tiene que tener en cuenta el legislador, absteniéndose de tomar partido. ¿Acaso obliga la ley de Zapatero a abortar? Pues no. ¿Cómo se atreve el PP a prohibir el aborto, obligando a no abortar a quienes desean hacerlo?
    No me apetece entrar el discusión con los antiabortistas, que hagan lo que les parezca mejor. Pero el problema es eso que llaman Ley de Protección de la Vida del Concebido y de la Mujer Embarazada, infumable desde tan grandielocuente, capcioso y sofístico título. Como tenemos un Concebido desde el momento de la fecundación, el aborto pasa a ser un crimen, crimen que, con todo, será autorizado en casos puntuales… de lo que presume Ruiz Gallardón, extremo que, comprensiblemente, irrita a los obispos.
    A partir de ese texto, todas las enmiendas que se introduzcan para “suavizarlo” serán criticadas por los antiabotistas militantes y conducirán a un pastiche  de lo más contradictorio, imposible de explicar en las escuelas. Doy por hecho lo que bien sabe el legislador, a saber, que las personas de pocos medios abortarán en cuchitriles y las otras se tomarán un avión, la mayoría solas por razones obvias.
     Por lo demás, se constata que el legislador, a quien considero capaz de confundir una bellota con un roble, que no distingue entre un embrión y un feto, se arroga el dominio del verbo proteger en lo que se refiere al Concebido. Y se me permitirá que le diga de frente que su idea de protección es como para salir corriendo.
    El ministro se ha declarado en situación de traer al mundo un hijo malformado. Está en su derecho, pero tal declaración no le autoriza a imponer sus ideas a los demás. ¿No sabe que hay madres que han abortado con dolor una criatura que venía mal, no por egoísmo sino por la criatura misma?  
    ¿Sabe realmente el señor ministro de qué habla? Cuando yo tenía doce años tuve la desgracia de que mis maestros me llevaran, con otros chicos, a visitar cierto Cotolengo de Don Orione, donde fui obligado, por considerarse instructivo, a familiarizarme en una especie de gallinero con unas deformes y babeantes criaturas imposibles de olvidar. Lejos de mí la idea de recomendarle esa experiencia, ni a él ni a nadie, porque tuve pesadillas y llegué yo solito a la conclusión de que el Creador no es ni justo ni bueno. Era en los tiempos anteriores a la amniocentesis y el ecógrafo…
   Y en  cuanto a los pomposos derechos de la mujer embarazada, casi mejor no hablar. Sale el ministro y dice que con su ley ninguna mujer irá a la cárcel por abortar. Lo considera un progreso, pero yo no: la mujer es desposeída simultáneamente del derecho de decidir y de toda responsabilidad, pasando de ser el sujeto de su vida, una persona responsable, a ser una menor de edad permanente, una niñita a la no se puede pedir cuentas por sus actos.  Para mejor intervenir desde fuera en su intimidad, lo primero era eso, negarle su autonomía moral.
    Pero, ay, todo el peso de la ley caerá sobre los ejecutores y cómplices del aborto. A efectos prácticos, esto quiere decir que la mujer embarazada que desee abortar se verá convertida en un ser apestado, en una persona sola, que no podrá recurrir a sus allegados si no quiere comprometerlos.
    La mujer no podrá contar con naturalidad ni con su esposo ni con su amante, tampoco con su madre ni con su padre, ni con un buen amigo, todos en peligro de ir directamente al talego. Si algo se hace, habrá de ser cuchicheando, cerrando puertas y ventanas. Y realmente no quiero ni pensar en el desfiladero moral y práctico en que se verán los médicos y el personal sanitario en general. De modo que me parece una ley aborrecible.
    Pero con ello no está todo dicho. En caso de violación parece que se podrá abortar si así lo decide la autoridad competente. Se piensa obviamente en aquellos casos en que una mujer puede quedar embarazada como consecuencia de un atropello brutal, en un sórdido callejón, por ejemplo. Pero, claro, con este inesperado grumo de sensatez, la ley deja insensatamente fuera del campo de visión la complejidad de la conducta humana, donde no siempre es tan fácil discernir matices de gran trascendencia. Hay actos sexuales que, sin suceder en un callejón, ni entre personas que no se conocen, no responden a una sencilla tipificación. La alcoba conyugal, por ejemplo, no es necesariamente un espacio de libertad y hasta puede ser una noche cualquiera tan fea como un callejón. ¿Qué se hace con estos casos? A la autoridad competente sólo le interesan las violaciones en el sentido estricto de la palabra. Quizá acabe viéndolas por todas partes. Pero lo tremendo es que, para  que “hagan algo”, la mujer tendrá que ser paseada con sus sentimientos y penurias, todo bien detallado, como si fuese un mono de feria, por diversas dependencias del Estado, mendigando ayuda, algo a lo que la ley de Zapatero, respetuosamente, no le obligaba. ¿Es normal que se exponga su vida sexual a semejante escrutinio público?
    Por último, quisiera resaltar tres cosas. Una, que en esta ley retrógrada reaparece una repulsiva voluntad de asociar la actividad sexual con la culpa, con el castigo, con el dolor. Está inspirada por la misma mentalidad perversa que se opuso al uso del éter para aliviar los dolores del parto. Dos, desprecia militantemente uno de los principales progresos de la conciencia humana, un logro que debemos a la psicología y a la pedagogía. Porque hoy sabemos que el satisfactorio desarrollo del ser humano tiene como punto de partida el hecho de haber sido deseado por sus padres. Si esto suena demasiado poético, escribámoslo así: el ser humano tiene derecho a iniciar su singladura sin la hipoteca de haber sido considerado un intruso, un ser no querido. Y las autoridades nada saben de eso. Solo los padres,  especialmente la mujer, saben. Y tres, que si esta ley aborrecible sigue adelante, vendrán otras de parecido jaez. Peligraría, por ejemplo, la píldora del día después, peligraría el matrimonio homosexual, etc., aunque solo fuera por razones de coherencia carca, y probablemente la libertad de expresión correría peligro, pues al final será delictivo razonar a favor del aborto, un “asesinato”, un”genocidio”…

miércoles, 12 de febrero de 2014

EL PARTIDO POPULAR, EL ABORTO Y NUESTRA CRUZ


     Como un solo  hombre votó  el PP que siga su curso la tramitación de la ley antiabortista del ministro Alberto Ruiz-Gallardón, y como un solo hombre se aplaudió a sí mismo al alzarse con la victoria  en el Parlamento. Ha sido un triste espectáculo, tan memorable como el que nos avergonzó con motivo de la guerra de Irak. Las mayorías absolutas son desastrosas en este país, pues se suben a la cabeza de sus usuarios como un narcótico, lo que deja ver algo peor que la falta de praxis democrática: sale relucir una pulsión absolutista con los correspondientes tics y automatismos.  Esta es nuestra cruz, a la que no veo manera de acostumbrarme.
      Léase el texto de la “Ley de Protección de la vida del concebido”, óigase a Ruiz-Gallardón, sopórtese a sus corifeos, atiéndase a los loros y a los que se deciden a hablar, que llegan a equiparar el aborto hasta la fecha legal con un acto terrorista, y pocas dudas pueden quedar: los que se decían liberales y de centro son inequívocamente absolutistas de derechas. Resulta que no han entendido el porqué filosófico y político del liberalismo, lo que resultaría risible si no fuera trágico. Esto es lo que acaba de demostrarse a la luz del tema del aborto, de este anteproyecto de ley que, ni retocado y repintado, podrá esconder su filiación absolutista de signo confesional, con la correspondiente carga de machismo y de oscurantismo.
    El liberalismo obedece la necesidad de hacer posible la convivencia de personas que no comparten la misma religión y la mismas ideas, necesidad evidente a partir del punto y hora en que se reconoció la quiebra de la unidad religiosa y el carácter problemático de la verdad.  Por lo que se refiere al aborto, a nadie le puede sorprender que tenga partidarios y detractores, pues ello forma parte de lo que se entiende por una sociedad liberal, esto es, abierta y plural. Es más, ya sabemos, hasta el hartazgo, que un antiabortista jamás convencerá a un abortista, ni a la inversa. Viven en mundos distintos y, apercibido de ello, el legislador no puede tomar partido al modo de Ruiz-Gallardón. Porque al hacerlo está vulnerando el principio liberal, como lo vulneraría el abortista que se empeñase en imponer el aborto en tales o cuales casos.
     La verdad es que no se entiende muy bien por qué el PP nos ha arrastrado a este desfiladero. ¿Para halagar a su facción extremista? No está claro, porque no parece arrastrar a un número significativo de votantes? ¿Para satisfacer a los obispos? No está claro tampoco, porque ni siquiera aceptan el aborto en caso de violación, aunque esta la defina la autoridad competente y no la víctima. ¿Para ponerse en  sintonía con los neoconservadores norteamericanos? Podría ser, pero no parece posible que en la España de hoy se puedan encubrir los verdaderos problemas como se hace en la América profunda, donde se hace política, maníacamente, “en nombre del feto” (Harold Bloom). ¿Por aquello de ahora o nunca?  En cualquier caso, mal asunto, con la correspondiente llamada a la confrontación.

domingo, 9 de febrero de 2014

CARLOS PARÍS



    Ha fallecido Carlos París (1925-2014), mi querido maestro, y me he quedado pensando en todas las cosas buenas que le debo, incluido el ejemplo inimitable de su filosófica manera de envejecer, tan fructífera, e incluso tan prometedora (pues este hombre iba a más).
    Lo primero que le debo es su departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid. Me parece una hazaña que fuese capaz de crearlo en aquellos tiempos tan oscuros, tan franquistas. Era una completa y espléndida anomalía.
    Recuerdo como si fuera ayer el día en que Dionisio Ridruejo me convenció de que siguiera estudiando mi carrera, de que era una estupidez por mi parte despreciarla por el fastidio que me producían los dos años “de comunes”. Un poco de paciencia, me dijo, y podrás disfrutar de un departamento de Filosofía que parece hecho a tu medida. El tiempo le dio la razón a Ridruejo. ¡Menos mal que perseveré! Cuanto más viejo me hago, más agradezco, con mayor conocimiento de causa, el privilegio de haber estudiado en ese departamento.
    Carlos París había congregado un extraordinario elenco de profesores, todos estimulantes, todos ajenos a la somnolencia de los dogmas que regían en otros espacios universitarios, personas que, de no haber conocido en su salsa, hubiera considerado no posibles en aquellos tiempos. París encontró a su gente y ella a él, para gran disgusto del poder establecido. Allí estaban, entre otros, mis  inolvidables Alfredo Deaño, Ubaldo Martínez Veiga, Tomás Pollán, Julio Bayón, Diego Núñez, Pedro Ribas, Antonio Ferraz, Santiago González Noriega y Fernando Savater. Haya sido yo un buen o un mal alumno, seguro estoy de que de no mediar estos profesores mi configuración intelectual sería otra, mucho más pobre.
    En segundo lugar, le debo a Carlos París su defensa de los alumnos nocturnos, amenazados de extinción un año tras otro. De modo que llegué al final de mi carrera gracias a él, gracias a su firme oposición a lo que se entiende por una universidad clasista. En tercer lugar, le debo que viniese a darnos clases aunque sólo fuéramos dos. “Venga ya”, me decían los incrédulos, “¿dónde se ha visto que un catedrático se tome tales molestias?” Él se las tomaba, desde luego, y aquellas clases eran una gozada. Cuando el indocto y retrógrado rector Julio Rodríguez nos cayó encima, las clases continuaron, en su casa.
     En cuarto lugar, tengo que agradecerle su amplitud de miras. Si alguna vez me sentí atrapado en el laberinto de Carnap, fue para que él me lanzase a las aguas purificadoras de Feyerabend. Su capacidad para presentar con placer a pensadores opuestos, para valorar con deleite las aportaciones de los grandes y de los pequeños, era de lo más instructiva y liberadora. Le debo a Mach, pero también a Meyerson.
    Como no le gustaba repetirse, se lanzaba a nuevas aventuras, y uno llegaba a sentirse copartícipe de sus andanzas y descubrimientos. De hecho, formaba parte de su magisterio la invitación a participar. Sabía escuchar y respetaba los conatos reflexivos de sus alumnos, con paciencia, sin abrumarlos con su tremenda erudición, con una simpatía muy suya.
    Me abrió los horizontes de la Filosofía de la Ciencia y de la Filosofía de la Técnica, y además me invitó a acompañarle por los caminos de Ulises y don Quijote. Todo ello con su elegante combinación de rigor e improvisación, siempre muy por encima de lo que se entiende por letra muerta.
    Considero que su replanteamiento de la antropología filosófica figura entre sus grandes aportaciones. En esta rama del saber, tan penosamente descuidada, hacía falta un Carlos París, no me cabe duda, siendo sus aportaciones tanto más vigentes y urgentes cuanto mayor es el oscurantismo que nos ronda en lo tocante a nosotros mismos. Siempre habrá que volver a su libro El animal cultural.
    Cuando yo reaparecí en la universidad con ánimo de hacer mi doctorado, aceptó de buen grado la dirección de mi tesis sobre Nietzsche, aunque este no fuera santo de su devoción. Y esto, claro, le honra en mi recuerdo.
      Añadiré que era el único comunista no dogmático que he conocido, el comunista-humanista posible, es decir, el verdaderamente necesario. Que fuese capaz de ir desde las coordenadas del franquismo en que fue educado hacia el lado contrario, su lado, esto es, de ir de derecha a izquierda, justo lo contrario de lo que se acostumbra, arrostrando por ello toda clase de incomodidades, como el hecho de que fuese tan realista y tan utópico a la vez, he aquí elementos  que forman parte de su legado intelectual y moral, su marca filosófica, pues en su caso la teoría y la praxis no iban por separado. Aunque me quedan sus enseñanzas y sus libros, sé que le echaré muchísimo de menos. Descanse en paz mi buen profesor.

lunes, 3 de febrero de 2014

EL CENTRO-DERECHA, UN ESPACIO POLÍTICO ABANDONADO



     El reparto de espacios surgido de la Transición se ha visto sometido a una modificación que no entraba en los planes de sus arquitectos.
     En el centro-izquierda, tras un corrimiento hacia la derecha, encontramos, más o menos inmóvil, al PSOE, pero del otro lado es inútil buscar: el centro-derecha ha sufrido un corrimiento espectacular hacia estribor. Así se explica que en ciertos medios se hable de “izquierda radical” en referencia al PSOE, un efecto óptico debido al distanciamiento con respecto a la posición inicial.
     Como el PP sigue reputándose de centro-derecha parece que todos sigue igual, pero no, pues ya ha sucumbido a la atracción del modelo neoliberal-neoconservador, situado a unos mil kilómetros de lo que en España se considera “de centro”.
      El elitismo, el servicio a los intereses oligárquicos y confesionales, todo esto viene en el lote de esta derecha, ya incompatible con los usos y costumbres que nos habíamos dado. De ahí que sus propios votantes hayan caído en la estupefacción, y me refiero a los de derechas de toda la vida y a los propiamente centristas.
     Y en estas estamos cuando unos disidentes del PP dan vida a VOX, que también se declara de centro-derecha... Más neoliberalismo-neoconservador, esto es lo que aporta VOX. Apuesta por una reducción-recentralización del Estado, en la línea neoliberal, cosa que, a su parecer, Rajoy debería haber hecho ya sin atender a ninguna consideración por las víctimas, y por la bajada de impuestos que viene en el catecismo de la secta.
     Como los de VOX  son tan antiabortistas como Gallardón, como son tan neoliberales y tan neoconservadores como los del PP, no tienen ni la menor posibilidad de atraerse a los desconcertados votantes del centro, lo que no quiere decir que no sean capaces de gravitar sobre el partido que acaban de abandonar y que acaso pretenden copar de aquí a poco. Para ellos, y esto lo dice todo, Rajoy es un socialdemócrata encubierto, otro error de perspectiva, motivado en este caso porque él preside el gobierno y no puede actuar como ellos quisieran, como el caballo de Atila, como si el catecismo del profesor Schwartz se pudiera aplicar a rajatable sin que este país saltase por los aires.
     Ya se ve qué consecuencias ha tenido para nuestro sistema de partidos la ingenua caída del PP en los brazos del neoliberalismo-neoconservadurismo. Lo que de él sale, viene con la misma marca. Esto es lo que siempre sucede cuando se cae en las garras de un catecismo de tres al cuarto. Al final, las cabezas supuestamente pensantes acaban teniendo que ser clasificadas en función de su fanatismo o, en su defecto, de su hipocresía.
     Particularmente ilustrativo y penoso es lo sucedido en relación a los nacionalismos periféricos. Se diría que el PP da muestras de haberse intoxicado con sus propios rollos sobre la complicidad de Zapatero con la mismísima ETA. De modo y manera que, al tener que cumplir Rajoy el dictamen del tribunal europeo, sus propias huestes se le han echado encima. Quien siembra vientos cosecha tempestades.
     Estamos asistiendo a una nueva puesta en escena del nacionalismo español, en respuesta a los nacionalismos periféricos, en un lenguaje que agravará a estos, y que dará lugar a un fenómeno odioso: una patriótica defensa de España, pero sólo de puertas para adentro, en relación a esos nacionalismo periféricos, y no frente a los tiburones exteriores que la tienen acosada. Y podría suceder que los tremendos problemas de este país acaben todos ellos sepultados bajo la retórica y los hechos de la confrontación doméstica, para gran deleite de dichos tiburones y de sus asociados locales.

domingo, 12 de enero de 2014

LA IGLESIA Y LA BESTIA NEOLIBERAL (IV)


     Estimulada por los éxitos de la mercadotecnia religiosa de allende los mares, por el agresivo dogmatismo neoconservador en temas sensibles como el aborto o la homosexualidad, por el repunte de la moral victoriana propiciado por la señora Thatcher y el señor Reagan, devoto de la Moral Majorty, la Iglesia católica se olvidó del Concilio Vaticano II, metiéndose un espectacular viraje retrógrado, adaptándose, una vez más, al espíritu de los tiempos.  
    La reaparición de la Religión como asignatura escolar en la ley Wert y el proyecto de ley sobre el aborto del ministro Ruiz Gallardón habrían sido impensables de no mediar ese movimiento retrógrado. El relanzamiento de la religión y los ataques contra el aborto forman parte del síndrome neoliberal-neoconservador, por definición antiilustrado, cuyos efectos la Iglesia católica quiso aprovechar en beneficio propio durante las últimas décadas, como si los telepredicadores norteamericanos tuvieran algo que enseñarle.  
    No es de extrañar, por lo tanto, la revalorización de las sotanas y las casullas, ni los pronunciamientos contra el preservativo, como tampoco el hecho de que un hombre de Dios haya osado definir la enfermedad del diputado Zerolo como un castigo divino. Todo esto viene en el lote, siendo, como siempre, muy difícil saber si nos encontramos ante casos de fanatismo o de simple hipocresía.
     Lo único claro es que se pretende devolver las conciencias a las coordenadas preilustradas, en un patético intento de recuperar el pleno dominio sobre ellas. Como no estamos ante un asunto meramente pintoresco sino ante un asunto de poder, se vuelven a oír voces anticlericales claras y distintas. 
    La irritación que producen las alevosas medidas retrógradas de los señores Wert y Gallardón acaba cargada en la cuenta de la Iglesia, que así se expone a que, ya que los señores financieros tienen medios sobrados para irse de rositas, sea ella, más débil, la que tenga que pagar el pato en primer lugar. Y de paso, todos nos vemos expuestos a que nuestros verdaderos problemas sean torticeramente ocultados por un loco cacareo sobre temas que este país había dejado atrás con realismo y sabiduría.
    Coincide todo esto con la llegada del papa Francisco, de quien ya se puede decir que ha inaugurado una nueva etapa, por su estilo, por sus palabras y sus actos, un jarro de agua fría sobre la recalentada conciencia de los elementos neoconservadores. La situación es, pues, novedosa, y sería una torpeza juzgarla mecánicamente según la plantilla anticlerical de toda la vida. En cuanto dichos elementos neoconservadores salgan de su estupor, le harán la vida imposible al papa Francisco, y si no queremos hacerles el juego, más nos vale echarle una mano, a él y a la parte de la Iglesia que se encuentra tan deseosa como nosotros de poner fin a la asesina dictadura neoliberal.
      ¿Ha concluido el giro retrógrado de la Iglesia? Tal parece.  Las  finas antenas vaticanas han detectado que hemos llegado al final de una época y de que la gente está  harta de los usos infames del poder. Creo que precisamente por eso ha podido llegar Francisco al papado y adelantarse genialmente a otros dirigentes planetarios, todavía engolfados en un status quo que la gente odia con todas sus fuerzas.  Ya ha dicho lo que opina del capitalismo salvaje. De modo que segarle la hierba bajo los pies a él y a los católicos contrarios a la Bestia neoliberal sería un error lamentable, probablemente fatal para la causa. La pretensión de pararle los pies a dicha Bestia en plan adánico está condenada al fracaso. De ahí la importancia de la Iglesia, de lo que ella haga y de lo que nosotros hagamos en relación con sus hechos. Si en su momento fue decisivo el  Concilio Vaticano II para dejar al franquismo fuera de juego, algo podemos esperar de este papa, seamos católicos o no.
      Si Francisco se mantiene firme frente a la Bestia, si deja fuera de juego a los fanáticos y dogmáticos, si contribuye a restablecer la convivencia entre progresistas católicos y no católicos, y si le muestra al PP el camino de salida de la trampa neoliberal y neoconservadora en que se ha metido, señalándole la incompatibilidad del abecé del cristianismo y estos fraudes despreciables, habrá hecho bastante. Por lo que considero que los instintos anticlericales están ahora claramente fuera de lugar.  Contra la Bestia, lo importante es la unión, no me canso de decirlo.

viernes, 10 de enero de 2014

LA TRANSICIÓN (III)


     Por un lado tenemos a quienes consideran que la Transición es digna de una admiración sin límites, por el otro a sus detractores, que la consideran el apaño oligárquico que nos ha llevado al presente estado de cosas.
    Y como son precisamente los defensores de la Transición quienes defienden también el status quo, lo que se lleva entre gentes progresistas es condenarla, como pecado original de esta democracia de calidad menguante.
    Se  pueden poner muchas pegas a la Transición, pero, ¿de qué otra manera se hubiera podido pasar de aquella dictadura a la democracia? Dadas las circunstancias, la Transición, que no fue obra de un solo hombre, ni tampoco de una camarilla, merece ser recordada como un éxito colectivo. Creo que las cosas se torcieron después. Cuando los tramos más peliagudos habían quedado atrás, superados, el impulso democratizador empezó a fallar. Lo que no se hizo durante la Transición, ya no se hizo, ni siquiera algo tan elemental como restituir la dignidad de los que todavía yacen en las cunetas.
    De la necesaria adaptación a las circunstancias que hizo posible la Transición se pasó, en poco tiempo, a un permanente ejercicio de acomodo a los intereses del poder más cutre y egoísta.
    Y no nos engañemos: no cabe echarle la  culpa a Adolfo Suárez, ni tampoco a Leopoldo Calvo-Sotelo. El proceso degenerativo dio comienzo durante el dilatado mandato de Felipe González. El acomodo del PSOE a dicho poder cutre fue tan patético que el PP se pudo dar el lujo de prescindir del contenido social que formaba parte de la herencia de Manuel Fraga.
    Según los sociólogos, el país se encontraba en las coordenadas del centro izquierda, pero los partidos hegemónicos, aprovechándose de la relajación general, se fueron juntos, ladinamente, hacia la derecha pura y simple, ya satisfechos con el compadreo en las alturas y con la vista puesta en las puertas giratorias.
    Si la Transición estuvo marcada por el aire de los años sesenta y setenta, un aire progresista y justiciero, lo que vino después  se vio determinado por la corriente neoliberal, a la que el PSOE y el PP sucumbieron sin la menor personalidad. Mientras la gente disfrutaba por primera vez de los usos de una sociedad abierta,  durmiéndose en los laureles y confiando tontamente en sus representantes electos, estos partidos abrieron la puerta no sólo a las obsesiones neoliberales en materia económica. Se la abrieron también a la burda filosofía neoliberal y a los modos y maneras de la mercadotecnia política de importación, de devastadores efectos sobre cualquier democracia pero fatales para una democracia de tan corto recorrido y tan cortas raíces como la nuestra.
    Si se puede afirmar que tuvimos la inmensa suerte de que la Transición tuviese lugar cuando el espíritu de los sesenta y setenta seguía vigente en el ancho mundo, tuvimos la desgracia de que nuestra joven democracia se diera de bruces con el neoliberalismo, un movimiento desnacionalizador, oligárquico, antisocial y esencialmente antidemocrático. Echarle la culpa a la Transición es una forma de eludir responsabilidades y de ocultar la aberrante gestión de su legado.
    Desde los mismos orígenes del sistema democrático moderno se ha venido repitiendo una jugada consistente en otorgar a los pueblos unos maravillosos derechos a cambio de arrancarles una legitimidad encaminada a mejor desplumarlos bajo el imperio de la ley, como ya se vio en los celebrados casos de Inglaterra y Estados Unidos hace más de doscientos años. Pero creo que nos podríamos haber ahorrado la conocida trampa de no mediar el desfallecimiento culpable de la voluntad democratizadora que hizo posible la Transición. ¿Dónde estaba escrito que el PSOE tuviera necesariamente que pasarse de rosca?
     Hoy se habla mucho de la necesidad de emprender una Segunda Transición. Suena bien, pero me da grima que tal cosa se plantee cuando la Bestia Neoliberal no ha sido vencida. No vaya a ser que acabe por imponernos su lógica, porque en tal caso perdidos estaremos y lo que hasta la fecha es inconstitucional, será perfectamente legal. Desplumados y acosados, acabaríamos aborreciendo la democracia liberal tanto como Marx, por las mismas razones.
     Y desde luego que no deja de tener su parte de sarcasmo el hecho de que sean defensores del estatus quo quienes más se llenen la boca con bellas palabras sobre la Transición. Que los mismos que traicionaron su sentido para mejor medrar de espaldas al bien común la soben de esa forma es algo que, sinceramente, me da asco. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

¿MONARQUÍA O REPÚBLICA? (II)


  Según las estimaciones de Julio Anguita, podríamos tener una República en un par de años… Hay mucha gente desencantada que, visto lo visto, se apunta al proyecto. Sobre todo gente joven, que viene a sumarse a los veteranos republicanos que dieron su plácet a don Juan Carlos por entender que ofrecía el único puente disponible para pasar del franquismo a una sociedad abierta, personas de mayor edad que hoy se sienten burladas.
    De pronto, como si fuera noticia, unos y otros descubren que don Juan Carlos fue nombrado por el general Franco, lo que se utiliza como argumento supremo contra él, después de las consabidas alusiones a sus amistades peligrosas, al yate, al elefante, al caso Urdangarín y demás. Quien menos te lo esperas, tiene la lista de agravios completa en su cabeza y se irrita al ver una instantánea del rey brindando con altos empresarios.
    Pues bien, sin ignorar esa lista, yo he puesto sobre el tapete la inconveniencia y la inoportunidad de segarle a don Juan Carlos la hierba bajo los pies. ¿Una ingenuidad y una cobardía por mi parte, como me han dicho? Si yo fuera ingenuo en este punto, la situación sería todavía peor de lo que me parece hoy, de peor pronóstico, de peor arreglo.
   Porque, para empezar, mientras IU apunta a una República, el PSOE no, lo que quiere decir que la izquierda acabaría yendo a las urnas en completo desacuerdo en asunto tan capital, metida en una disputa que enturbiaría el ánimo de sus votantes y pondría en fuga a los segmentos más conservadores y timoratos. Es fácil imaginar quién se aprovecharía de ello cumplidamente.
    Estamos ante un asunto de poder y mis detractores, movidos por principios y por sentimientos, no lo tienen en cuenta. Que una República puede ser tan desastrosa como una Monarquía no entra en el razonamiento.
    Se imagina la traída de la Tercera República como un acto de justicia, como algo que debe caer por su propio peso, sin prestar la debida atención a las estimaciones sociológicas, a la pesada inercia, a la correlación de fuerzas, y menos aun a la existencia de elementos extremosos de la derecha que se la tienen jurada a don Juan Carlos por haber traído la democracia liberal,  gentes capaces de guiarse por el principio de que cuanto peor, mejor. ¿Hacia dónde se va por ahí, en tan pésima compañía? Creo que a ninguna parte, a lo sumo a una República más inestable que la de 1931.
    Hay que tener en cuenta que la Bestia neoliberal se ha lanzado al asalto final de este país. Aquí y ahora de lo único que se trata es de pararle los pies, antes de que  nos haya desnacionalizado por completo, antes de que nos encierre entre alambres de cuchillas.
    Pensando en la urgencia de hacer frente a la Bestia, un imperativo de supervivencia, pienso que debemos mantenernos firmes en torno a la Constitución de 1978, lo que implica, obviamente, una negativa a emprenderla contra la Monarquía. Entiendo que, para hacer frente a esa Bestia, lo ideal es que luchemos juntos, con esa Constitución por bandera. Y cuando digo juntos me refiero al monarca también.
    Don Juan Carlos pudo hacerse con una legitimidad que no tenía a partir del punto y hora en que apostó por la democracia y por dejar atrás el franquismo, haciéndose valer como rey de todos los españoles y no sólo de los del bando vencedor. Sobre otra base no habría podido reinar. Enfrentado con el pueblo no habría ido a ninguna parte a pesar del poder omnímodo que formaba parte de la herencia del dictador. Y porque nos trajo la democracia, renunciando a ese poder omnímodo, se hizo acreedor del agradecimiento general. Su actuación, realizada con visión de estadista, fue decisiva. Pues bien, yo creo que la historia le está obligando a una actuación  no menos trascendente. Porque ahora le toca ponerse de parte del pueblo, en contra de la Bestia. Creo que sería una estupidez segarle la hierba bajo los pies simplemente por tales o cuales anécdotas. Una estupidez, porque es una forma de dividir nuestras fuerzas y de empujarle al campo contrario.
    Mis detractores me hacen notar que mi planteamiento es ingenuo, porque, según ellos, a juzgar por lo ocurrido, don Juan Carlos ya se la ha jugado, poniéndose de parte de la minoría cleptocrática que nos está llevando a la ruina. Si así fuese, este escrito mío sería a la vez ingenuo y trágico, esto por descontado, tan ingenuo y tan trágico como lo que he escrito en el post anterior sobre la Constitución de 1978.
   Pero, ¿sabemos ya lo que piensan y lo que se proponen hacer don Juan Carlos y su hijo? Conjeturo que ambos deben estar sopesando las cosas con la vista en el futuro que llama imperiosamente a la puerta. Imagino que ya se han dado cuenta de que la pretensión de “borbonearnos” con unas lindas palabras no tiene porvenir en estas circunstancias de ahogo generalizado.
   ¿De qué lado están y estarán don Juan Carlos y su hijo? Esto es lo decisivo y solo ellos pueden responder. Yo lo único que sé es que las monarquías que traicionaron al pueblo para servir a una oligarquía cleptocrática acabaron mal, merecidamente mal. Me cuesta creer que nuestra Monarquía vaya a caer en una trampa histórica tan obvia. En todo caso, un poco de paciencia; la aclaración no tardará en llegar.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

LA CONSTITUCIÓN DE 1978 (I)


   Mi  post titulado “¿Hacia un período constituyente?” me ha valido algunas críticas, e incluso la acusación de ser ingenuo y  cobarde por andarme con “miramientos” en lo que se refiere a la Constitución, la Transición, la Monarquía y la Iglesia. De modo que me toca volver a las andadas. Empezaré con el tema de la Constitución, cuyo aniversario se celebra este mes.
    Como he dicho, hoy se habla mucho de cambiarla, e incluso de que es demasiado vieja, como si se tratase de una prenda de vestir. Lo que veo y oigo y también las efervescentes críticas que he recibido, todo me reafirma  en la creencia de que es mejor dejarla como está (eliminando, claro, el infame artículo 135).
    Creo que tiene razón el señor Miquel  Roca cuando dice que hoy no existe el consenso suficiente como para acometer la empresa.¿Nos apetece pasar a la historia como autores de una Constitución chapucera, del gusto de una mayoría coyuntural? ¿Sacaríamos algo en limpio discutiendo en esta atmósfera enrarecida?  Creo que no tiene sentido meterse en semejante berenjenal.
    El PSOE apunta a un Estado federal, Izquierda Unida a una República,  UPyD a controlar las derivas autonómicas... Como dice Roca, no hay consenso acerca de lo que conviene hacer. Las discusiones serían dignas de la torre de Babel. Y esto, creo yo, no nos lo podemos permitir en estos momentos, porque nos la estamos jugando.
    El asalto definitivo de la Bestia neoliberal no nos puede pillar sin Constitución, enfrascados en una trifulca de familia. Tenemos a esa fiera encima, azuzada por fuerzas exteriores que disfrutarían de lo lindo al vernos peleados y divididos por cuestiones que no vienen al caso.
      Confieso que  no estoy de humor para meterme en debates en torno a si es mejor una Monarquía o una República cuando amenazan con comerme por los pies. Y no creo ser el único que anda falto de humor. Lo urgente es darle la batalla a la Bestia, y puedo considerar una forma de marear la perdiz y de dar largas a la defensa de este país venirme con ardores republicanos, soberanistas,  centralistas y demás. Y una forma de engañarme, de dejarme indefenso. Esto sin entrar en lo raro que me suena el “federalismo asimétrico”, por no recordar lo que decía Ortega, aquello de que la mejor manera de agravar el problema nacionalista  es  creer que precisamente uno tiene la solución… Ya me veo discutiendo con personas próximas sobre temas que habíamos acordado que no volverían a separarnos.
     No sé por qué motivo tiene que ser de progresistas soñar con una nueva Constitución, habida cuenta de que la Constitución de 1978 es, oh ironía, más progresista de lo que hoy se estila. Otra cosa es que su espíritu haya sido desatendido por quienes tenían el deber de tenerla en todo momento encima de la mesa.
    Y también es más liberal de lo que hoy se estila, por lo que me da grima que se nos vaya a venir encima una losa absolutista de un signo o de otro, a juzgar por las pasiones del momento y por la pulsión de cortar el nudo gordiano que detecto en los discursos de unos y de otros. Me gusta que sea una constitución liberal, sé qué eso es bueno para mí y para quienes no piensan como yo. 
     Y me gusta especialmente porque tiene una interesantísima particularidad: siendo liberal, no es neoliberal, ni es neocón en ningún sentido. Lo que quiere decir que, si arrancamos de cuajo el infame artículo 135, que data de agosto de 2011, puede servirnos de valladar efectivo contra los embates de la Bestia neoliberal. Ese artículo 135 sí que es neoliberal, y de ahí que sea contradictorio con el texto, por lo que, para cualquiera que se la haya tomado en serio, lo preceptivo sea arrancarlo. Y por cierto que todavía no entiendo la cadena de cinismos y cobardías que hizo posible su  intromisión, ni entiendo que todo siguiese andando como si aquí no hubiera pasado nada, como si fuera normal que la Constitución de un país se prostituyese para darle el gusto a unos chantajistas.
   Recuérdese, por favor, que la Constitución de 1978 fue redactada cuando la Bestia neoliberal aun no había mostrado sus poderes. Ni siquiera tuvo ocasión de emponzoñarla. Y recuérdese que, como señalaba Manuel Fraga, posee un potencial “socializante” nada desdeñable. Si dicho potencial no se ha hecho patente la culpa no es de los padres de la Constitución, sino de lo altos dirigentes de PSOE habidos hasta la fecha, responsables de haber sucumbido a las tentaciones de toda clase de puertas giratorias, en absolutos ajenos a que el PP se diera el lujo de emprender su acometida neoliberal. Porque no lo frenaron, porque no le marcaron ningún límite, porque le invitaron a  olvidar el legado de Manuel Fraga como ellos olvidaron el de Pablo Iglesias, porque se dejaron pringar en un negocio contra la gente.  
   Léase con atención la Constitución y se verá que se pronuncia por una redistribución de la renta más justa y equitativa, y que encomienda al Estado la protección de bienes tales como la vivienda, la salud y el acceso a la cultura. Los derechos del trabajador quedan garantizados. Esta Constitución define inequívocamente un Estado social, obligado a intervenir donde hoy el Estado se hace el distraído para mejor operar en función de  intereses ajenos al bien común.
   Las listezas neoliberales no van con esta Constitución; es más, han sido perpetradas contra ella, pasándole por encima. El neoliberalismo es, a la luz del texto y de su espíritu, absolutamente inconstitucional. De modo que sería de lo más estúpido entregársela a la Bestia como si fuera papel mojado, dando lugar a la imperdonable consecuencia de que fuera precisamente el PP el que tenga la ocasión de envolverse en ella después haberla traicionado sistemáticamente con su neoliberalismo de importación. Si penoso sería darle esa ocasión de capitalizar el voto de los ciudadanos amedrentados ante la perspectiva de un cambio constitucional sobre la marcha, penoso sería también darle le menor ocasión de sustituir, en medio de la previsible confusión “constituyente”, el Estado social definido en 1978 por un Estado neoliberal en toda la regla. Es un peligro a tener en cuenta, a juzgar por el artículo 135.
   De modo que, según lo veo yo, más que dejar atrás la Constitución de 1978, más nos vale volver a ella con la debida seriedad, para que nos sirva de motivo de unión entre gentes felizmente dispares, de modo podamos entrarle a la Bestia con unanimidad y determinación, tanto en España como fuera de ella, en el tablero en el que se dirime la partida de la que dependen nuestro porvenir y el de la mismísima humanidad.
    [Debo añadir que Julio Anguita acaba de declarar que las medidas neoliberales que están afligiéndonos son todas ellas anticonstucionales. Tiene razón. Preguntado por La Sexta acerca de lo que haría él si le fuese dado acceder a la presidencia del gobierno, dio una respuesta que vale la pena recordar: "Aplicaría la Constitución".]

lunes, 2 de diciembre de 2013

¿ESTAMOS PERDIDOS?


     Cuando la crisis dio comienzo, fuimos avisados: como no era cuestión de abandonar el euro, el único modo de no reventar en el sitio era que aceptásemos una rebaja espectacular del precio de personas y de cosas. 
    Y de rebajas continuamos, metódicamente, lo que complace a las más altas instancias planetarias y locales,  pues ya entra dinero, y toda clase de buitres se interesan por nuestros despojos, alzándose con los primeros beneficios de la carnicería. El gobierno se muestra especialmente satisfecho y nos da las gracias por los sacrificios realizados, como si hubieran sido los últimos.
    Está claro el modus operandi. Lo que para algunos no está claro es hasta dónde vamos a llegar por este camino. El deseo de volver a la normalidad es muy fuerte, comprensiblemente. El problema es que la Bestia neoliberal no piensa como usted, buen amigo. Si por ella fuese, se comería a la gallina de los huevos de oro de una sola sentada. Si no lo ha hecho ya es porque tiene un cerebro de parásito, que le aconseja proceder por etapas, un poquito por acá, otro por allá. Lo que menos quiere un parásito es que se le muera la víctima.  Cuanto más le dure, mejor. No por otro motivo el drama sucede tan ceremoniosamente, con los imprescindibles formalismos democráticos. Al final sólo quedará la osamenta, una estampa africana.
    Cuando los españoles valgamos un poquito menos que los chinos, habremos llegado al grado ideal de abaratamiento. Pero ya no seremos nosotros. Ya no pediremos justicia, sino piedad.
    ¿Pero es que una cosa así es posible en España, en Europa? Por cierto que sí. La misma Bestia que se nutre con nuestra sangre y la de nuestros hijos, que negocia con la de nuestros nietos y bisnietos, es la que nos ha hablado de “guerras humanitarias”, la misma que ha bombardeado ciudades enteras so pretexto de capturar a un solo hombre, la misma que está expoliando el planeta y hambreando a millones de seres humanos. La misma. Su respeto por el ser humano es nulo, y si pretende convencernos de que lo tiene en alta estima, miente. Por eso es inútil pedirle que retire el maldito alambre de cuchillas.
    Hace no mucho tiempo, las gentes bienpensantes de Europa no se sentían para nada identificadas con los fugitivos del drama africano, con los espaldas mojadas mexicanos, ni con las ratas de río en general, y hasta disfrutaban comprando cosas salidas de talleres esclavistas.  Pero ahora se disipa el espejismo. Resulta que el alambre de cuchillas está un poquito más allá, por este camino. Más pronto o más tarde nos daremos de bruces con él.
   A ver si nos enteramos de una vez de que la Bestia neoliberal no hace distinciones, de que es capaz de dejar morir a millones de personas con la misma frialdad burocrática de los nazis.  ¿Por qué tendríamos que ser nosotros una excepción? “El pez grande se debe zampar al más chico”. El principio también inspiraba a Hitler. La filosofía de fondo es la misma, como la aspiración al dominio total del planeta, como la demencia.  Por eso no me canso de repetir que o la Bestia neoliberal o nosotros. 

sábado, 30 de noviembre de 2013

EN NOMBRE DE LA LIBERTAD

 Se anuncia una nueva regulación del derecho de huelga, por parecer insuficiente la regulación de 1977… Se anuncia una ley de seguridad ciudadana de corte dictatorial, llamada “anti 15M” o “patada en la boca”. Las dos propuestas de signo anticonstitucional se justifican en nombre de “la libertad”.
   Claro que no hay en ello ningún misterio, por tratarse de una especie de tic de los lacayos de la Bestia neoliberal, que dieron en emplear maniáticamente de la palabra “libertad” allá por los años setenta, listeza que les allanó todos los obstáculos y que les permitió seducir a millones de sus víctimas potenciales.
    Al mostrar sus cartas represivas, el gobierno nos da cuenta, involuntariamente, de lo poco que se fía del “milagro económico” que hoy vocea a los cuatro vientos. Va a seguir torturándonos con sus medida antisociales. De ahí que pretenda blindarse contra huelgas y protestas, pues no le basta con hacerse el sordo.
    Nadie sabe lo que va pasar. El gobierno, tampoco. El proyecto de ingeniería social que estamos sufriendo, aunque calcado del sufrido en otras latitudes, no deja de ser un experimento y él un aprendiz de brujo.
    Al gobierno le toca operar cuando ya nada bonito puede prometer, en plena crisis, cuando la gente ya está con el agua al cuello y de vuelta de todos los sofismas de las escuela neoliberal. En su momento, la señora Thatcher pudo prometer a sus fieles un “capitalismo popular” y una “sociedad de propietarios”. Claro que no para todo el mundo, pues dijo abiertamente que lo que le podía pasar al 30 por ciento de la población, entendida como rémora, le importaba un carajo. Sobre este principio se basó la "revolución conservadora". De buenas a primeras, haciendo suyo el salvaje egoísmo predicado por dicha señora, la clase media se unió a la fiesta, para ser devorada a continuación. Muy triste todo,  y muy visto también.
    Ahora nos toca a nosotros. El famoso “que se jodan” de la señora Fabra ya no se aplica en exclusiva al 30 por ciento menesteroso, sino al 90 por ciento de la población. La clase media española, resultado de décadas de esfuerzo sostenido, se ve, de pronto, ingenua de ella, a los pies de los caballos. Y por eso no tiene nada de sorprendente que el gobierno urda normativas encaminadas a dejarla en el sitio. Los nuevos resortes represivos no apuntan a los gamberros, sino a las gentes normales de todas las edades que hemos visto ponerse en huelga ante la perspectiva de verse catapultadas a la indigencia, o manifestarse pacíficamente, cargadas de razón, en las calles de nuestras ciudades. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

HABLA ZAPATERO: EL ARTÍCULO 135


    En agosto de 2011, por la puerta de atrás, el señor Zapatero se puso de acuerdo con el señor Rajoy para lo que yo considero una repulsiva manipulación del texto constitucional, concretada en el artículo 135, por el cual se santifica lo que ellos llaman “estabilidad presupuestaria”, que no es otra cosa que asumir el mandato de dejar el déficit del Estado prácticamente reducido a cero, a lo que se añade el compromiso de pagar a los acreedores extranjeros en primer lugar, aunque ello implique hundir en la pobreza al conjunto de la ciudadanía. El artículo me produce náuseas, por la forma en que fue injertado en la Constitución, sin atender a las formas ni a la coherencia que esta debe forzosamente tener, y por su contenido, ciertamente odioso, por antisocial y antipatriótico.
   Ahora el señor Zapatero nos dice, en una entrevista concedida a El País, que la suya fue una “iniciativa cautelar” y que si no la hubiera tomado España habría sido entregada a un gobierno tecnocrático, presidido por un Monti… ¡Válgame Dios! Preguntado sobre si la “iniciativa cautelar” de marras le fue impuesta desde fuera, contesta que fue de su propia cosecha, “completamente autónoma”. Con lo que queda convenientemente ocultado el oscuro poder que nos chantajeó, obviamente decidido a seguir chantajeándonos de aquí a la eternidad.
    Se concluye que, al tiempo que cedía a instancias ocultas, poniéndonos a los pies de los caballos, el señor Zapatero se puso a cubierto de que dichas instancias antidemocráticas le segaran la hierba bajo los pies. A lo que hay que añadir que, para la salud de nuestro régimen constitucional habría sido mejor que diese la cara por nosotros y obligase a dar la cara a quienes han decidido  hundirnos en la miseria. Y por cierto que si el PSOE sigue tolerando ese artículo infame, no habrá renovación que valga. La famosa “izquierda responsable” acabaría retratada como la izquierda más servil de todos los tiempos.

viernes, 22 de noviembre de 2013

DESPLUMADOS



    La presente crisis está siendo utilizada con maestría por quienes se han puesto de acuerdo para cambiar nuestro modelo de sociedad y para reconducirnos a patadas al siglo XIX. No es una simple crisis económica, es algo mucho peor, es  un “trabajito” de ingeniería social encaminado a aherrojarnos al capitalismo salvaje. Por eso se actúa por etapas, mezclando las lindas palabras con los hachazos.
    El presidente Rajoy acaba de darnos las gracias por nuestros sacrificios, como si hubieran sido voluntarios, como si hubieran servido para algo, como si hubiera llegando el momento de dar las gracias tras haber llegado todos a buen puerto. Mientras se anuncian nuevos hachazos, a padecer, como viene siendo norma, por la parte más débil, parece hasta de mal gusto que nos den las gracias.
    Ya hemos llegado al punto de abaratamiento tal que diversos buitres de por aquí y de por allá se interesan por nuestros suculentos despojos, lo que pone en éxtasis al gobierno, decidido a vendernos como zanahoria lo que desde abajo tiene las trazas de un saqueo.
    Entra dentro del guión ensañarse, con aires tecnocráticos, con la población, según el mandato número uno del capitalismo salvaje (el pez grande se debe comer al más chico), mandato que han hecho suyo los peces gordos, también la ONCE, a la que yo suponía una organización benemérita, hoy dispuesta a pasaportar a la indigencia a los trabajadores del servicio de lavandería hospitalaria del que acaba de apoderarse.
   Todo esto está muy visto. Primero se traficó, en plan capitalismo de amiguetes, con las joyas de la abuela, ahora se trafica con nuestro abaratamiento. De traficar con aquellas joyas, ya dilapidadas, los genios de este negocio han pasado a traficar con los servicios públicos, un jugoso mercado cautivo para presuntos campeones de la competitividad y emprendimiento, expertos en los negocios facilones a cuenta del indefenso contribuyente. Si este pide ayuda, se le ponen toda clase de trabas, y quizá le caiga alguna migaja. Si aquellos piden ayuda, ya es otra cosa, pues el Estado, tan mínimo él, ha cambiado de manos y está a su servicio.
    Como la educación, la sanidad y las pensiones son grandes negocios potenciales para quienes no han pasado de la cultura del ladrillo, ya vemos lo que está pasando y sabemos lo que va a pasar, como lo saben los profesionales de las puertas giratorias y del régimen de sobornos establecido a nuestras espaldas.
    El gobierno cree que, aprovechando su mayoría absoluta, puede dar el golpe de gracia al modelo social preexistente, pisando el acelerador de las reformas. Como no puede decir adónde apunta todo esto –a desplumarnos en beneficio de la pella oligárquica local y transnacional–, sólo puede hacer lo que otros han hecho en estos casos: mentir, hacer gala de una sensibilidad reptiliana, entregar su conciencia a expertos como Arriola, y poner a punto, a ser posible en nombre de la libertad, un sistema represivo-disuasorio  digno de una dictadura o de un mandarinato.

domingo, 17 de noviembre de 2013

¿HACIA UN PERÍODO CONSTITUYENTE?


    ¿Cómo salimos de este atolladero, de este  tétrico sacrificio a los intereses oligárquicos locales y transnacionales? La paciencia de mucha gente se ha agotado.
   Oigo hablar de que es preciso abrir un “proceso constituyente”, pero no hay acuerdo sobre sus alcances. Para UPyD, se trata de abrirlo con la intención de “refundar el Estado”, con propósito de poner coto a la deriva del llamado nacionalismo periférico. Para otros, se trata de regresar al punto de partida, con ánimo de establecer una República, un sueño que, visto lo visto, empieza a cobrar forma en el ánimo de quien menos te lo esperas. Y los clásicos lo tienen claro: Julio Anguita cree posible que tengamos una República dentro de un par de años, José Luis Centella usa la palabra “pronto”.  
   Durante el cónclave del PSOE también se habló de modificar la Constitución, para introducir algunos principios que no están explícitamente fijados  en ella y para dar lugar a un Estado federal, suponemos que asimétrico, satisfactorio para los nacionalismos periféricos.
   Como vemos, la idea de meterle mano a la Constitución está en el aire. Sin duda, guarda relación con el terrible desencanto con respecto a los merecimientos de la Transición que aqueja quienes tienen que vérselas día a día con las amargas realidades. Dicho desencanto, muy justificado, excitado por la sordera gubernamental, da alas al deseo de rehacer el sistema, de arriba abajo o en parte sustancial.
     Es muy comprensible, claro, pero me temo que estemos a punto de meternos en un lío, por falta de consenso, y por una mezcolanza de temas y de voces, siendo obvio el peligro de perder de vista el verdadero problema, que no es otro que el encontrar la manera más inteligente de hacer frente a la Bestia neoliberal y neoconservadora que nos está arrastrando a las crueles coordenadas maltusianas  y ricardianas del siglo XIX.
   Seré sincero: la situación me parece tan dramática que no considero oportuno meternos en un debate constitucional, ni total ni parcial. Pues solo contribuiría a dividir a quienes nos oponemos al presente estado de cosas y a marear y amedrentar a millones de votantes, eventualidad que, a no dudar, aprovecharía el PP, el cual, en franco contraste con los descontentos, afirma que no se trata de modificar la Constitución (aunque ya lo haya hecho en connivencia con el PSOE, como se refleja en el infame artículo 135). La situación nos obliga a reflexionar.
    La Constitución de 1978 tiene sus defectos, desde luego, pero no se crea que es tan sencillo escribir la Constitución perfecta. Además, ¿estamos tan seguros de que el problema radica en su espíritu y en su letra? A mi juicio, el problema radica en su desarrollo, en el uso que se ha hecho de ella, e incluso en el olvido de algunos de sus párrafos más enjundiosos.
    Y por otra parte, ¿estamos seguros de que, activísima todavía la Bestia neoliberal, no podríamos ver laminados precisamente los artículos de mayor contenido social, escritos cuando todavía regían en el mundo los principios que justificaron la creación del Estado de Bienestar y la construcción de la clase media? Dada la actual correlación de fuerzas, bien podríamos ir a por lana y volver trasquilados.
    Aparte de que nos ha servido para entendernos, como texto de referencia común, la Constitución de 1978 tiene potencialidades inexploradas.  Fue escrita –insisto– antes de que la Bestia neoliberal levantase la cabeza.
    Después de haber contribuido a la redacción del texto constitucional, habiéndolo hecho suyo aunque no le gustase del todo, Manuel Fraga hizo notar que se podía hacer “lectura socializante” de esta Constitución.  Lo que nos indica que puede ser de suma utilidad contra la Bestia neoliberal. Porque nada tiene de neoliberal, con la sola excepción del artículo 135, calzado en el texto con nocturnidad y alevosía en  agosto de 2011. ¿Por qué no se ha hecho esa “lectura socializante”? Por la deriva de todo el sistema político hacia las coordenadas del neoliberalismo con la inestimable colaboración de lo que se dado en llamar “izquierda responsable”…
    Por lo pronto, haríamos bien en exigirles al PSOE  y al PP que se comprometan a eliminar cuanto antes ese artículo 135, cuya sola presencia prostituye el documento y deja el destino de los españoles en manos de usureros de por aquí y de por allá. El solito convierte nuestra Constitución en papel mojado, e invita introducir en ella, morbosamente, del mismo artero modo, tal o cual capricho particular, como puede invitar a arrojarla en bloque a la papelera de la historia. Borrado ese artículo, la Constitución recuperará su seriedad y su utilidad,  ahorrándonos, sin duda, muchos disgustos.
    Como los ánimos están encrespados y la situación es insoportable, hay que tener cuidado con las subidas de testosterona y con los errores de cálculo. No olvidemos que nos encontramos ante un asunto de poder. O la Bestia neoliberal o nosotros. Y para salir bien librados no podemos dividir nuestras fuerzas, ni tampoco ir por la vida atacando a diestra y siniestra. Con esto quiero decir, en primer lugar, que la cuestión Monarquía o República no es ahora lo principal.
   La pelea entre republicanos y monárquicos haría las delicias de la Bestia neoliberal, tanto más campante cuanto mayor sea la división y la ingenuidad de sus oponentes. Idealizar la República podría ser, a la luz de nuestra experiencia, tan pueril como idealizar a la Monarquía. Y como este es un asunto de poder, creo que lo primero de todo, antes de emprenderla contra el Trono, es averiguar de qué lado están don Juan Carlos y su hijo.
   La Monarquía pudo ser instaurada y pudo mantenerse sobre el principio de que daría cobertura a todos los españoles y no sólo a la mitad. Y su perduración depende ahora de que la veamos y la sintamos de nuestra parte. Si el rey y su hijo se avinieran a utilizarla como simple herramienta de los intereses oligárquicos, entonces sus días estarían contados, como ellos son los primeros en saber. Entiendo, por lo tanto, que no es nada inteligente amenazarles en vano y ponerlos a la defensiva  antes de saber de qué lado están, algo que, en rigor, a pesar de algunos detalles inquietantes, no es evidente en estos momentos. Sería una torpeza poner a la Monarquía en la acera de enfrente, a priori, sin darle ocasión a expresarse con la debida formalidad. Porque, como he dicho, estamos ante un asunto de poder, siendo de sentido común unir fuerzas.
    En la  misma línea, diré que no me pareció feliz que en el cónclave del PSOE se eligiese este momento para plantear secamente la plena separación de la Iglesia y el Estado. Que esta es una de las asignaturas pendientes ya lo sabemos. Pero hay que andar con cuidado en este tema,  pues,  insisto en ello, nos encontramos ante un asunto de poder. Y a nadie se le oculta que no es lo mismo contar con el apoyo de la Iglesia que con su enemiga. Y que, como en el caso de la Monarquía, no conviene guiarse por prejuicios, sino por hechos, por los hechos de hoy  y de mañana, ¿Está la Iglesia de parte de la Bestia neoliberal o en contra?
     Dar pábulo a las tendencias anticlericales  podría tener por desdichada consecuencia segar la hierba bajo los pies de los católicos que se oponen a dicha Bestia, encabezados, en estos momentos, por el papa Francisco. Tal y como están las cosas, me parecería una torpeza, ya se trate de perpetrarla por unos miles de votos, por una cuestión de principios, por viejas pendencias, o simplemente para encubrir una falta de iniciativa en el verdadero campo de batalla.
   En resumidas cuentas, atendiendo a la correlación de fuerzas en España y en el mundo, atendiendo a nuestros antecedentes históricos, creo que sería un error entregar graciosamente a la Bestia neoliberal el usufructo de la Constitución, de la Monarquía y de la Iglesia. ¿O cree alguien que se podrá hacer frente a la  oligarquía chantajista  en plan adánico? ¡No seamos ingenuos! Sin Constitución, metidos en la batalla entre monárquicos y republicanos, subdivididos a su vez en facciones, metidos en una pelea entre católicos y no católicos, amedrentada y confundida la gente, contando con la cortedad de nuestro ejercicio democrático, ¿cuál sería nuestro destino? 

viernes, 15 de noviembre de 2013

MADRID: LA LECCIÓN DE LA BASURA


    Resulta que Madrid, una ciudad con fama de limpia desde los años cincuenta, sorprende a propios y extraños, amaneciendo cada mañana con más basura en sus calles. Se trata de un caso de lo más instructivo.
      En estricta aplicación del catecismo neoliberal, se procedió –sin consultar a la población– a privatizar la gestión de la limpieza y cuidado de las calles y los parques, según el dogma de fe de que sería estupendo para el servicio (“más barato y mejor”). Y naturalmente, los beneficiarios fueron varios gigantes del ladrillo (OHL, FCC, SACYR), grandes emprendedores, felices de hacerse con tan formidable mercado cautivo, felices de que se les diera la oportunidad de hacerse pagar por el contribuyente. Y es que la jibarización del Estado de Servicios tiene ese encanto añadido. El Estado no desaparece, pero se convierte en una empresa de servicios para cualquier pez gordo que se precie.
     Luego, en aplicación del mismo catecismo, van los empresarios agraciados  y acometen contra sus empleados, decididos a echar gente, a bajar los salarios, a prolongar las jornadas de trabajo y otras sevicias propias del capitalismo salvaje.
    Los empresarios no negocian con sus empleados: con modos de proxeneta, se los llevan por delante, esto con el beneplácito del gobierno y de los hombres de negro. Después de mucho pensárselo, los trabajadores van a la huelga, y las calles y los parques se llenan de basura. Si ceden se verán reducidos a la indigencia.
   La primera reacción de la alcaldesa fue declarar que este no es un asunto del Ayuntamiento, sino de las empresas adjudicatarias con sus trabajadores,  un asunto privado. Una respuesta de manualito neoliberal,  pues de lo que se trata es de lavarse las manos, de dejar hacer al mercado y, sobre todo, de no tomar partido por la parte más débil ni por los ciudadanos en su conjunto.
    La basura que se acumula en las calles de Madrid nos pone ante el egoísmo galopante de los empleadores, ante la burricie del modelo neoliberal; en suma, nos ilustra sobre lo que cabe esperar de él.
   La basura se ve a primera vista, y además se huele, a diferencia de lo que ocurre,  por ejemplo, en el campo de la sanidad o de la educación.  La basura nos pone ante las maravillas del modelo neoliberal, y ello con más elocuencia que tales o cuales libros o artículos.
   Y no me parece casual que la gente, en lugar censurar a los huelguistas, se vuelva contra el Ayuntamiento, convertido en simple pararrayos de empresarios de otra galaxia. La gente apoya a los trabajadores, se identifica con ellos, se solidariza con ellos. Al menos, es lo que hago yo, que también los admiro, por su defensa de los derechos de todos los trabajadores, pensando en el esfuerzo sobrehumano que están haciendo para no ceder al chantaje empresarial y gubernamental. No sería mala idea salir “de paseo” todos por estas calles, en señal de apoyo.

domingo, 10 de noviembre de 2013

ESTO MARCHA…


   España vive un momento “fantástico” (Botín), es motivo de “admiración en el mundo entero” (Montoro). El gobierno ha hecho un gran trabajo (Van Rompuy). Hasta el príncipe se ha sumado a este canto enervante. 
     Resulta muy desagradable que a uno le metan un chute de optimismo que no ha pedido, y peor aun en este caso,  pues se nos quiere dar a entender que los recortes han sido un acierto, una manera de celebrarlos y, se supone, una manera de preparar los ánimos para los recortes que vendrán a continuación.
    No somos el primer país que sufre este proceso regresivo y destructor, siempre punteado con loas a tales o cuales parámetros macroeconómicos, loas que nunca han faltado en los sucesivos atropellos contra la gente y los bienes públicos. Por lo que ya deberíamos estar avisados.
   No deja de ser el colmo que desde las alturas se tenga la pretensión de imponernos el catecismo del capitalismo salvaje cuando ya se sabe lo que da de sí, el daño que hace. Y encima a palo seco. Obviamente, ya no se puede hablar del “capitalismo popular” y de la “sociedad de propietarios”, en plan promesa, como hacían Reagan y Thatcher. Ahora todo se hace porque sí, sin dar explicaciones, salvo eso de la “sostenibilidad”, que obviamente no rige para los parados ni para los dependientes, ni para los jóvenes ni para los pensionistas.
    Cuando ya medio mundo está en guardia y buscando alternativas al capitalismo salvaje, cuando Estados Unidos, padre del modelo, se encuentra metido en un callejón sin salida, con una deuda colosal y una desigualdad social aterradora, cuando Europa, ya americanizada, ha perdido el norte, nuestros gobernantes, sin una sola idea propia en la cabeza y sin asomo de personalidad, van y toman  al pie de la letra el catecismo neoliberal y neoconservador… con retraso, a destiempo y a ojos cerrados, decididos a aprovechar esta crisis para cambiar nuestro modelo de sociedad.
    Nuestros señores ministros, sordos como una tapia, pendientes de las puertas giratorias y no de los intereses comunes, no se andan con pequeñeces. Están dispuestos a sacrificar, de una sola tacada, con visible complacencia, la legitimidad democrática, la cohesión social y la propia soberanía, todo ello con tal de dar plena satisfacción al 1% de la población y a sus asociados transnacionales, gentes decididas a vampirizarnos en toda la regla y que, desde luego, no sirven a ningún pueblo, sino exclusivamente a sí mismos. No es de extrañar que haya diversos Adelsons merodeado nuestra sanidad, nuestra educación, nuestras pensiones y hasta el canal Isabel II. Pero a mí no se me puede pedir que me alegre por la adquisición de una planta de enlatado de conservas, ni con la perspectiva de que el estadio Santiago Bernabéu se convierta en el Bill Gates Stadium.