domingo, 19 de febrero de 2012

LA REFORMA LABORAL COMO VICTORIA

      Duele decirlo, pero la infame reforma laboral que nos acaba se ser impuesta es una gran victoria, entre otras pasadas e inmediatamente venideras, de la revolución de los muy ricos, iniciada a principios de los años setenta. La siguiente cota a alcanzar es la laminación del derecho de huelga, a juzgar por los globos sonda.
     El Comité del Dolor (integrado por banqueros, financieros y grandes empresarios) se ha salido con la suya, como era de prever. La Comunidad Europea hace tiempo que abdicó de su razón de ser y de los valores sociales en que habíamos depositado nuestras esperanzas. Hemos regresado al siglo XIX, a las coordenadas de Ricardo, Malthus y Spencer, revelándose la crisis como lo que es, un simple pretexto para acabar con el compromiso con el bien común. Como ya he dicho en este blog, volveremos a ser apetitosos cuando no valgamos nada, cuando nos vean arrastrarnos por el barro en pos de un euro o un dólar.
     Y no son sólo los derechos del trabajador los que se acaban de ir por el sumidero de la historia.  Sépase que la reforma nos hará daño en el alma y en el cuerpo, no sólo en el bolsillo. Y sépase que hará un daño irreparable al sistema político, pues por el mismo agujero se va ese bien precioso llamado legitimidad.  Cuando el poder se vuelve contra el bien común, el resultado es inevitablemente catastrófico.  
    Los defensores de esta reforma se dividen en dos clases de personas, las malvadas, que apuntan desvergonzadamente a una sociedad dividida entre ricos y pobres, entre tiburones y sardinas, y las memas, gentes que ni siquiera adivinan las consecuencias humanas y políticas de semejante retroceso, gentes que no saben una palabra de historia, gentes que han llegado a detentar “puestos de mando”  por su ignorancia y su servilismo, gentes propensas a creerse sus propias mentiras y, por tanto, no menos peligrosas que las malvadas.
      El nuestro es un pueblo de elevado sentido cívico, no exento de memoria histórica, un pueblo experimentado, poco dado a las aventuras por venir escarmentado. Pero ha tenido que salir nuevamente a la calle, para rechazar este trágala. No entra dentro del guión que el Comité del Dolor se inmute por ello, como tampoco el gobierno, que ahora tiene a gala presumir de gran firmeza,  lo que me  impone negros presentimientos.  Primero se agota la legitimidad, luego la paciencia. Es regla fatal.
       Aprovechándose del desfallecimiento del PSOE, consumido por la fase precedente, la señora Cospedal no duda  en afirmar que el PP es el partido de la clase trabajadora. ¿Pero se va a alguna parte con bizarras declaraciones de este tipo, como la que ha venido a definir esta reforma –en plan semiblíblico– como "buena, justa y necesaria"?  Yo no lo creo, como tampoco creo que nadie se vaya a conmover por los topes salariales impuestos a ciertos ejecutivos que, en todo caso, seguirán ganando cien veces, e incluso seiscientas veces más, que el trabajador de a pie.  Se demanda de nosotros un enorme sacrificio sin ninguna contrapartida, con algunas promesas de imposible cumplimiento a juzgar por la jugada. Churchill pudo excitar la fibra heroica de sus compatriotas desde la verdad, porque se jugaban la libertad y la dignidad ante los nazis. Por eso surtió efecto su "sangre, sudor y lágrimas". Pedir no sé que espíritu de sacrificio para darle el gusto a unos timadores y a unos rufianes no tiene ningún sentido, salvo que se trate de irritar a la gente.
      Hasta ayer mismo, las lamentaciones venían sólo del campo socialista, y ahora las oigo también en el campo vecino… Votantes del PP, ayer arrogantes, empiezan a asustarse y a hacerme partícipe de inquietudes personales de lo más comprensibles. E incluso me ha sido dicho que da náuseas el genuflexo comportamiento de la derecha española ante el señor Rehn y otras autoridades foráneas, una especie de giro sarcástico de la historia.  En fin, ya he  escrito que, si ayer le tocó al PSOE, ahora le toca al PP. El programa del Comité del Dolor parece diseñado a propósito para destruir partidos y sistemas políticos enteros.

martes, 14 de febrero de 2012

“SOCIALISTAS DE ÉLITE”

     Así se titula el libro de Javier Chicote, subtitulado “Felipe y los felipistas. De Suresnes al club del millón de dólares” (La esfera de los libros, 2012), un trabajo de muy recomendable lectura,  aunque  deprimente.
     Más que los nombres y apellidos y el montante de las ganancias, sin duda espectaculares, lo que me llama la atención es el fenómeno en sí mismo, que no dudo en poner en directa relación con la poquedad del socialismo que nos ha tocado en gracia, caracterizado por una perfecta adecuación a los requerimientos oligárquicos nacionales, europeos y atlantistas.
     Algo parecido ha ocurrido con los socialistas de otras latitudes, no menos acomodaticios, como acreditan los casos de Mubarak, Schröder y Blair, miembros distinguidos de la Internacional Socialista.
      No se trata simplemente de un asunto de personas, pues cabe hablar de un síndrome –el síndrome del socialista pudiente–, cuyo padecimiento algunos llevan con cierto disimulo, pues, como es natural, quieren seguir siendo “socialistas” ante las buenas gentes…  y ser invitados como tales socialistas a las tenidas del Club Bilderberg  y a tomar asiento en los consejos de administración, donde les cabe esperar un trato cuasi preferente. 
     No hay que confundir a  las víctimas de este síndrome con los socialistas  no pudientes que se han pasado a la derecha ostentosamente con aires de haber descubierto el Mediterráneo. Aunque no quepa ni la menor duda sobre que tanto aquellas como estos  trabajan en sentido socialmente retrógrado, con sus particulares intereses por  referencia suprema. Hace tiempo que los poderosos han descubierto las enormes ventajas que se derivan de tratar con mimo tanto a los enfermos como a los no enfermos.
    Nada nos puede sorprender que los sistemas políticos se hayan desplazado hacia la derecha en  todas partes, como oportunamente señaló James Petras.  Lo que sí me sorprende es con qué facilidad, como me sorprende el caso de nuestros socialistas, y me preocupa, y mucho, ya de cara al porvenir, pues el “no nos representan” también ha ido por ellos.
     La gente empieza a cansarse del juego.  Hay muchos votantes socialistas que se sienten burlados y estafados, y a ellos no bastará con decirles “he entendido el mensaje” o cosa parecida,  ni  les resultarán suficientes los avances referidos a la igualdad de género, a los matrimonios homosexuales y al aborto, si se dejan intocados los asuntos económicos más serios y perentorios, en los que no le va a bastar al PSOE ir dos pasos por detrás del PP por el mismo camino de perdición.
     También me sorprende que no haya excepciones claras, personalidades de referencia, insobornables, capaces de decir algo, de mantener el rumbo, algún legítimo continuador de Pablo Iglesias. Es como si, por así decirlo, a nuestro socialismo le hubiera faltado su Fraga Iribarne, esto es, un líder capaz de evolucionar y de adaptarse al espíritu de los tiempos pero sin pasarse de rosca, sin entrar en contradicción consigo mismo y con sus seguidores, un líder desprovisto de la tendencia al enriquecimiento fácil, bien armado desde el punto de vista intelectual,  sin complejos…  De seguir las cosas así, habrá que admitir que la derecha ha  sobrellevado  su necesaria puesta al día con menos daño para sus líderes que lo ocurrido en el campo de la izquierda. Los líderes de esta han acabado extrañamente irreconocibles. Una desgracia, sin duda, sobre la que habrá que reflexionar.  

domingo, 12 de febrero de 2012

EL HACHAZO A LOS DERECHOS DEL TRABAJADOR

   De aquí en adelante el trabajador se verá completamente indefenso ante el patrón de turno, en estricta aplicación de las recetas neoliberales. Por mucho que se intente disimular, esta es la cruda realidad, en abierta contradicción con el espíritu y la letra de la Constitución que nos dimos en 1978.  Vivíamos –o creíamos vivir– y así lo enseñábamos a nuestros hijos en un “Estado social y democrático de Derecho” (Artículo 1º),  y ya no hay tal.  Esto es gravísimo, porque afecta a la legitimidad del sistema, y desde luego porque no se puede exponer  en las escuelas so pena de dar asco. Asistimos a una nueva victoria de la revolución de los muy ricos, que viene crecidísima y que, no conforme con las posiciones conquistadas, ni siquiera se toma la molestia de esconder que la escalada está lejos de haber terminado. ¡Pobre España, pobre Europa y pobre Humanidad!
    En lugar de un “Estado social”, término  entrañable para todos (también para los franquistas reciclados o no), tenemos un Estado antisocial; en lugar de un Estado democrático, tenemos un Estado controlado por unas camarillas oligárquicas integradas por personajes de peor catadura moral que los señores feudales de antaño.
     A la angustia económica, ya instalada en nuestra sociedad, se va a sumar, de aquí a nada, una atroz angustia política, con una crisis de representación que no habrá mago de la mercadotecnia capaz de disimular.  Véase lo que le ha pasado al PSOE; ahora le toca al PP, cuyos votantes tampoco son de goma.
     Y lo irónico del caso, es que no había que ser un adivino para verlo venir. La lógica subyacente se encuentra muy bien descrita en el libro de Naomi Klein, El auge del capitalismo del desastre. Es inútil que tratemos de llamarnos a engaño. Ya no somos espectadores sino víctimas. 

miércoles, 8 de febrero de 2012

OTRA VEZ A VUELTAS CON EL ABORTO


    Se prepara una reforma de la ley de aborto, que no se limitará a enmendar lo que se refiere a la libertad de las menores, que en adelante tendrán que recabar el consentimiento de sus padres. Se pretende ir mucho más lejos, con la idea de concretar en qué supuestos el aborto será legal y en cuáles no. Esto implica, aunque se haya negado, una regresión  espectacular, pues nos veremos reconducidos al encuadre de 1985… 
      Este retroceso me parece típico de la fase histórica que estamos viviendo, no sólo en España, sino en el mundo, una fase de vuelta atrás, de restricción de las libertades, laminadas en los campos más diversos. Por fortuna, Alberto Ruiz Gallardón no es un Rick Santorum, de los cuales hay muchos y muy crecidos, ya dispuestos a devolvernos a los tiempos oscuros de una patada. Pero el fenómeno no tiene ninguna gracia. Nuestros conservadores,  seria y definitivamente marcados por la doctrina católica, se oponen visceralmente al aborto y a sus implicaciones. Es un dato de la cruda realidad y habrá quien le tome a mal a Gallardón, desde la derecha, que no tome cartas en el asunto con el catecismo en la mano.
    Si el retroceso no es mayor se lo debemos a una fina argucia de origen teológico: el aborto no queda prohibido merced al mismo razonamiento que sirvió para abrirle la puerta al divorcio donde no había ni podía haber tal puerta.  
     El truco consiste en negarle a la persona la libertad de decidir como un sujeto moral autónomo. Será otro –la autoridad– quien tenga la potestad de hacerse cargo de la decisión, en base a tales o cuales supuestos. Lo que implica una intromisión en la vida privada de las personas, una intromisión que contradice los principios liberales sobre los que se supone asentada nuestra sociedad.
     En adelante, tratándose del aborto, la mujer no podrá decidir por sí misma, a solas con su conciencia. Tendrá que ponerse en manos de las autoridades, tendrá que justificarse. Sorprende con qué desparpajo se celebra el liberalismo en el campo económico mientras se procede en sentido antiliberal en el terreno de la moral y de las costumbres.

martes, 7 de febrero de 2012

CONTRA LA CULTURA DEL TRABAJO FIJO…


      El tecnócrata Mario Monti se ha dirigido a los jóvenes para hacerles saber que tener un trabajo fijo es un pasaporte a la monotonía, al aburrimiento. Se le han echado encima. ¡Con la que está cayendo!  ¡Mira que confundir precariedad laboral y delicioso ir y venir!
      La ministra de Interior, Ana María  Cancellieri,  ha salido en defensa de su jefe, declarando, ya en son de burla, que los italianos están “aferrados a un empleo fijo en la misma ciudad y cerca de mamá y papá”.  El dilema vital entre seguridad y libertad se las trae, en todos los órdenes y también en este.
     Claro que un trabajo fijo puede ser horroroso, y que uno puede acabar como Charlot en  “Tiempos modernos”, viendo la misma tuerca en todas partes, también en los botones de las señoras. El problema es que los discursos pedagógicos de Monti y Cancellieri llegan cuando la gente, víctima de la falta de trabajo o de la inseguridad laboral, no está para bromas, y menos por boca de personas que sin duda disfrutan pasando de una poltrona a otra.
     La denostada cultura del trabajo fijo no ha sido precisamente el resultado de un capricho. Porque no hay más que ver  cómo le va a la gente corriente cuando carece de él. Para hacer una apología del cambio, del trabajo a salto de mata, hacen falta otros pedagogos, y si ellos se empeñan en serlo, harían bien en aplicarse de inmediato a leerles la cartilla a los señores empresarios y a los banqueros.  Sólo en un mundo presidido por reglas justas y decentes podría celebrarse la cultura contraria, la de la movilidad. Ésta es impracticable  en estos tiempos, en los que, como es obvio, el pez grande se come al chico, empezando por el que va  pidiendo trabajo.
    En teoría, en la variedad está el gusto y puede ser estimulante  trabajar hoy en esto y mañana en aquello...   pero esto  sólo en un mundo en el que el trabajador, cualquier trabajador, se vea tratado con el debido respeto por su empleador y asistido por un Estado de servicios digno de tal nombre. En estos tiempos de indefensión, para muchos ya de zozobra y hasta de hambre, la falta de trabajo fijo es una maldición, y la invitación a disfrutar del trabajo precario resulta de pésimo gusto.
     Sospecho que ni Monti ni Cancellieri, encerrados en sus cenáculos, tienen ni la menor idea de a quiénes se dirigen. Si lo que están haciendo es una campaña de publicidad a favor del modelo neoliberal, me vería obligado a concluir que sus consejeros en la materia no están en sus cabales. En lugar de convencer, irritan.

viernes, 3 de febrero de 2012

RESPUESTA A PATRICIA FLORES


    “¿Tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema?” Tal es la pregunta que nos ha planteado Patricia Flores, nada menos que la  viceconsejera de asistencia sanitaria de Madrid. Mi respuesta: Sí, señora Flores, claro que tiene sentido y usted debería ser la primera en saberlo, o no se entendería cómo ha podido llegar a un puesto de tanta responsabilidad.
      En sí misma, esa pregunta nauseabunda no tiene desperdicio. Nos indica por dónde van los tiros, pretende prepararnos para lo que viene, y además  juega retóricamente con la idea de que  lo obvio, lo que cualquiera piensa, es que  que el enfermo crónico no debe vivir “gratis” a costa del sistema, como un “parásito” diría Nietzsche,  siendo también obvia la conclusión   de que hay que hacerle pagar a él y a sus familiares. 
     Claro que no se dice que hay que dejarlo sin atención, lo que sonaría criminal y echaría para atrás a muchos cómplices potenciales de la señora Flores y, en general, a las personas conscientes de que la enfermedad nos amenaza a todos.
     La señora Flores, con su pregunta, revela su preferencia por la ley de la jungla, ley que aspira a imponernos en plan burocrático, como conviene a la revolución de los muy ricos, hace tiempo unidos en santa cruzada contra el Estado de Servicios.

martes, 31 de enero de 2012

INDITEX (ZARA) AVENTAJA A H&M


    Un conocido mío, casi un amigo, hombre de acreditada sensibilidad musical, va y me comenta, con extraña complacencia, como si se tratase de un evento deportivo, que la española Zara, en cuanto a beneficios se refiere, ha aventajado a la sueca H&M. Me expone el caso con evidente orgullo, como prueba de la capacidad y del potencial de los empresarios españoles. 
     Le pongo mala cara y no comprende. Le digo que tengo por norma no comprar en H&M. Adivina por dónde voy, y me explica que esta empresa tiene el mérito de haber dado trabajo a no se sabe cuánta gente del Tercer Mundo. No hay entendimiento posible. Esto de la industria de la ropa me produce escalofríos.
     Hay niños y mayores que trabajan trece horas diarias, incluso los domingos y por la noche. Cuando el patrón lo necesita -¡el famoso trabajo just in time!-  duermen en las fábricas, tirados por allí. Le preguntan a una mujer qué les pediría a los dueños de H&M para su hijo: les pediría que pueda ir a la escuela, a la universidad, y se echa a llorar. (Documentos TV, 4 de febrero de 1999...) Ganar ciertas competiciones es deshonroso, simplemente, y a estas horas nadie debería llamarse a engaño.  

lunes, 23 de enero de 2012

MANUEL FRAGA IRIBARNE

   “Hasta siempre, Penella”, recuerdo que me dijo  al despedirnos, y la frase regresa a mí, ahora que ha muerto, con sus resonancias de entonces, ya en el plano de lo irremediable.
      Llevo muchos años de estudio en el laberinto de nuestro siglo XX y escribir  la biografía de Fraga ha sido para mí una experiencia enriquecedora, se diría que necesaria (Véase Manuel Fraga Iribarne y su tiempo, Planeta 2009). La idea surgió de mí, y no de él como se cree; no tuvo nada de encargo, ni las servidumbres que se asocian a los encargos.
     Debo decir que Fraga  me abrió la puerta de su despacho del Senado a sabiendas de que no pertenezco al PP y de que, en puntos capitales, mi perspectiva no podría de ninguna manera coincidir por la suya, por venir yo marcado por las enseñanzas de Dionisio Ridruejo. Creo que confió en mí porque había leído mis escritos anteriores, seriamente trabajados. Quizá aceptó el reto por estar un poco cansado de los elogios de sus amigos escritores y de la estrechez de miras de sus detractores profesionales.
    Me dijo que respetaría mis opiniones y que se limitaría a corregir los datos erróneos. Se lo leyó todo, línea a línea, bolígrafo en mano, pero sin entrometerse, sin censurar tales o cuales interpretaciones, atento a los errores y hasta a las erratas.
    Fue paciente y tolerante, nada quisquilloso. Y sólo así se explica que yo pudiese ser su biógrafo, como lo he sido de Ridruejo, de Nietzsche o de Franz Kafka. El libro es el resultado de una aproximación aparentemente imposible entre dos personas muy distintas, de generaciones muy distanciadas en el tiempo, de distinta sensibilidad, y creo que en ello radica su encanto. 
     Se sobreentiende que intenté ponerme en su piel, como buen biógrafo. Nuestro común interés por la filosofía favoreció la comunicación, pues nos sirvió de terreno de encuentro y  de recreo incluso. Quedó claro para mí que el personaje y su evolución no se pueden separar con provecho de su basamento aristotélico-tomista.
     Puedo asegurar que seguir a Fraga a lo largo de su dilatada carrera permite contemplar la historia de nuestro siglo XX desde una perspectiva imprescindible, sea uno de izquierdas o de derechas; imprescindible, digo bien,  si de lo que se trata es de comprender y de aprender de ella.
      Creo que Fraga fue un modernizador, siempre a partir de lo dado. Le debemos la entrada de España en la UNESCO, la introducción de la sociología, un saber indispensable para captar la evolución del los tiempos, la Ley de Prensa, comienzo del deshielo político, el impulso que dio a la televisión, que se ocupó de hacer llegar a los pueblos, la apertura turística, fuente del fenómeno de difusión cultural que nos puso al día, y le debemos también algo que parecía imposible, a saber, la transformación de una derecha antidemocrática en una derecha capaz de participar en el juego político de una sociedad abierta.
     Cuanto más reflexiono sobre ello, más claro me parece que Fraga fue, en términos históricos, un golpe de suerte para todos nosotros, seamos de derechas o de izquierdas.
    No quiero ni pensar qué habría sido de la Transición si por el lado derecho sólo hubiéramos podido contar con las otras figuras disponibles en ese campo y momento, con Silva Muñoz, con Fernández de la Mora, con López Rodó o con Martínez Esteruelas…  Fraga fue el único de los personajes del régimen franquista que demostró ser algo más que un “gran funcionario”, el único capaz de volar por sus propios medios, el único capaz de mantener el timón con sentido de futuro. Si sólo hubiésemos contado con aquellos, qué torcida podría haber salido la Transición. Si uno piensa en  lo mal que le sentó a la República el errático comportamiento de Gil Robles, tiene que reconocer que, con Fraga, tuvimos muchísima suerte. 
     Fraga fue capaz de construir un partido de ancha base desde abajo, tarea dificilísima, en la que fracasaron estrepitosamente Suárez, Garrigues, Roca  con muchos medios y desde arriba. ¿Y cómo lo consiguió, ya que no fue a fuerza de dinero? Con claridad de ideas y  gracias a  su carisma personal. ¿Se imagina a alguien al conde de Motrico yendo de plaza en plaza, dejándose tocar, abrazar y besar por las gentes, echando tragos de los botijos y las botas que le salían al paso? Yo no. Y convencido estoy  de que ni Aznar ni Rajoy hubieran sido capaces de crear el PP.
     Naturalmente, una y otra vez se recuerdan los  “puntos negros” de Fraga, los casos de Grimau y de Ruano, los horrores de Vitoria y de Montejurra, en primer lugar, y en general su negativa desmarcarse de su pasado franquista, sus ramalazos autoritarios, su  condescendencia con Pinochet, su aversión al preservativo y tales o cuales frases destempladas, como la que recomendaba “colgar” sin más a determinados criminales, según la fórmula antaño aplicada a los piratas…
     Por mi parte, en una segunda lectura,  sospecho que tales “puntos negros”, que limitaron su proyección electoral, que le impusieron un techo que no pudo superar, tuvieron, por extraño que parezca, un efecto positivo en el plano histórico: potenciaron su carisma ante las personas necesitadas de una  puesta al día, de pronto huérfanas y necesitadas de un “hombre fuerte”.  
     Resulta que para muchos españoles de derechas esos antecedentes y esos rasgos, tan desagradables para otros –también para mí–, caracterizaban  a un líder de confianza. Y si este líder, con ese pasado, aceptaba la Constitución y el juego democrático, esto quería decir que una y otro eran aceptables. Y así fue que pudo Fraga cumplir su misión histórica.
     A lo que hay que añadir una particularidad notable: su capacidad para atraerse a personas de distintas sensibilidades. Fraga, como he tenido oportunidad de comprobar reiteradamente y de lo que me beneficié yo mismo como biógrafo, no carecía de una considerable mano izquierda, sin la cual jamás habría podido ganar para su partido un basamento tan ancho, ni  tampoco centrarlo. Con su pasado y con sus rasgos autoritarios simplemente, se habría quedado como líder de la derecha dura, y el partido ya habría sucumbido a los avatares de la historicidad. 
     Creo que era plenamente consciente de que la transformación de la derecha antidemocrática en una derecha normal fue su gran realización, ante la cual su derrota como aspirante a la presidencia del gobierno carecía de importancia. Será recordado, creo, junto a Cánovas del Castillo, proximidad de su gusto, bien entendido que él, a diferencia del mago de la Restauración, carecía del registro elitista, como carecía de eso que se llama miedo al pueblo llano, del que se sentía servidor. Descanse en paz.

sábado, 14 de enero de 2012

LA CRISIS Y LA EDUCACIÓN


     Según se mire, esta crisis que no cesa es una estafa, una farsa, un crimen… o un triunfo. Asistimos, en efecto, al triunfo de la revolución de los muy ricos, iniciada arteramente a principios de los años setenta, cuando una élite canallesca decidió acabar, propaganda mediante, con el consenso que siguió a la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial.  No estamos ante un simple golpe de mano de “los mercados”. Presenciamos una operación compleja, de ingeniería social,  de largo alcance, desarrollada en varios frentes a la vez.  En el campo de la educación, por ejemplo, la jugada ha sido tan ambiciosa como destructiva. Habría que ser ciego para no ver, detrás de las rebajas y los recortes, que afectan a los profesores, a los alumnos y a los edificios, algo más que  un simple asunto de números.
    El  pavor que llegó a inspirar a la citada elite la generalización de los bienes asociados a la educación, algo que la humanidad debía al proyecto ilustrado, provocó un poderoso y metódico trabajo en sentido antiilustrado. Tan es así que los alumnos norteamericanos empiezan a revolverse contra el hecho de que se les sirva, como plato único, el neoliberalismo, lo que nos recuerda que por ese camino antiilustrado se llega a monstruosidades que dejan pequeño el caso Lishenko.
     El primer indicio de que no se iba a seguir trabajando por el bienestar de la humanidad se tuvo cuando el presidente Nixon vetó los fondos destinados al programa Head Start diseñado para elevar el nivel de los niños de los hogares pobres. El veto se vio acompañado y seguido de sesudas apelaciones a la genética, pues siempre ha sido cómodo descargar en la herencia las desigualdades sociales.
     Nadie puede llamarse a engaño a estas alturas.  Los promotores de la revolución de los muy ricos pretenden restablecer una sociedad jerárquica, para lo que es preciso dar todas las ventajas a la elite.  De ahí que se dejase morir la educación pública, de ahí que se la denigrase, de ahí que se apoyase a la enseñanza privada.
     La enseñanza superior fue apuñalada y las cátedras asaltadas por profesores afines a la causa del capitalismo salvaje.  Nunca más volverían a ser las universidades públicas una molestia para el poder establecido. Se quedaron en los huesos, obligadas a obedecer a directivos no universitarios, nada comprometidos con el saber y muy devotos de los intereses empresariales.  El Plan Bolonia procede de la misma matriz.
     Las tasas universitarias iniciaron una escalada brutal. La cuantía de las becas se redujo drásticamente. La posibilidad de que el hijo de un obrero de Detroit llegue a médico se redujo a cero en unos pocos años. Alguien tuvo la  siniestra idea, a tono con los nuevos tiempos, de que los estudiantes carentes de apoyo familiar recibieran créditos bancarios, a devolver en el futuro… De forma que nadie pensase en estudiar nada que no sea rentable, de forma de tener bien atado al sujeto.
    ¿Y qué  ha pasado? Pues que los licenciados norteamericanos han generado, involuntariamente, otra burbuja, cayendo de lleno en los horrores de la morosidad. Ser perseguido por impago no es un destino agradable para ningún ser humano. Y he aquí que la deuda de los estudiantes norteamericanos asciende en estos momentos a 780.000 millones de euros.  A los usureros se les ha ido la mano y los perseguidos serán muchos, con graves daños humanos e intelectuales.
     Lo que no me entra en la cabeza: ¿cómo es posible que aquí el modelo americano tenga tantos admiradores incondicionales, empezando por el señor Rosell?  ¡A estas alturas!
   Como si alguien pudiera ignorar que sólo un 24 por ciento de los norteamericanos sabe hacer uso de un ordenador, como si en aquel país no hubiera millones de analfabetos funcionales, categoría en la que ya se encuentra el 50 por ciento de la población.  Mi conclusión: esa admiración no tiene nada que ver con la verdad ni con los genuinos intereses del país y de sus gentes, por lo que es, en sí misma, repugnante.  Conduce al analfabetismo funcional, a la ruina de la autonomía universitaria. Lo que se desea precisamente.  Así nos quieren devolver una sociedad clasista, medieval,  en la que el conocimiento esté desigualmente repartido, y  cuya implementación es, encima, un gran negocio.  La barbarie antiilustrada de nuestro tiempo carece de límites.

jueves, 12 de enero de 2012

CHANTAJISTAS, SOCIEDAD ANÓNIMA

    Asistimos a la evaporación de la legitimidad política, lo que tendrá consecuencias horribles a corto y a largo plazo.  Gobernar con total desvergüenza de espaldas al bien común es algo que no se puede hacer impunemente, y menos aún en democracia.
     La guerra al déficit, ya asentada fraudulentamente sobre bases constitucionales, comporta, como estamos viendo, una escalada de recortes, un chantaje creciente y una retórica mendaz, gobierne quien gobierne.
    Los asesores de imagen y los magos de la mercadotecnia política han recomendado la inclusión de algunas frases encaminadas a hacernos creer que también se va a trabajar a favor del crecimiento.  “Los sacrificios no serán en balde”…  Es lo mínimo que se le debe decir a la víctima de este  suplicio. Pero, ay,  ya no basta la caradura de un publicista para salir del paso. Según los  sesudos cálculos de Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, unos técnicos del FMI, la cosa “mejorará” dentro de diez o de quince años… es decir –añado yo– cuando valgamos tan poco como un esclavo chino, cuando nuestras cosas y nuestras viviendas estén a la altura de cualquier depredador local o  extranjero.
    A estas alturas ya sabemos todos de qué va la cosa. ¿Están ya satisfechos los mercados con los sacrificios que tienen a Grecia al borde del estallido social? Por supuesto que no.  La norma es felicitar al infeliz gobernante de turno por las medidas de austeridad que acaba de tomar, para luego, pasados unos días, pedirle otras aún más brutales. Se aplica al caso la lógica de los chantajes, que va de menos a más, hasta la total consunción de la víctima.
     Todos sabemos que los mismos individuos que erigieron la pirámide de Ponzi que se tambaleó en el 2008 están al frente de las operaciones, decididos a mantenerla a toda costa.
    Todos sabemos cómo se trampea con el dinero público a favor de los bancos y como éstos hacen negocios maravillosos a cuenta de los Estados lanzados a una espiral crediticia irremediable. Y todos sabemos que los recortes en cuanto tales sólo pueden terminar de hundirnos en una recesión. Lo sabemos todos, también –por mucho que finjan– los colaboracionistas que trabajan al servicio de la mayor estafa económica y política de todos los tiempos. 

sábado, 24 de diciembre de 2011

EL GOBIERNO DEL MUNDO COMO ESPEJISMO


     Hace más de cien años Nietzsche anunció el fin de la “política pequeña” y el advenimiento del “gobierno del mundo”.  Y en vista de lo que está pasando, contemplada la poquedad de los gobernantes ante los mercados, ya apercibidos todos de que unos  y otros actúan sistemática y mancomunadamente  en perjuicio del bien común, es muy comprensible el ciudadano se pregunte quién diablos mueve los hilos. Grave pregunta: es imposible poner nombre y apellido  al responsable o responsables, y parece irritante que sólo se pueda señalar con el dedo a cierta "alta burguesía financiera", de la cual el señor Draghi no pasa de ser un criado. 
    Tampoco se va a ninguna parte señalando a los Estados Unidos, pues el país en cuanto tal se encuentra entre las víctimas. Por así decirlo, la responsabilidad se ha desnacionalizado y suena a arcaísmo culpar a "los gringos" o a los "boches". Y desde luego, la época de los grandes hombres ha pasado: Obama  sólo es el personaje más poderoso de la tierra en sentido figurado. Creo que por  eso es tan fácil caer en la tentación de atribuir "el gobierno del mundo"  a tales o cuales grupos misteriosos de alcance transnacional.
    La Trilateral, el Club de Bilderberg,  Wall Street,  Goldman Sachs y el complejo militar-industrial norteamericano han hecho méritos más que suficientes para cargar con las sospechas.  Oigo decir  que ellos "gobiernan el mundo". No sé quién me llamó la atención sobre la peligrosidad de la asociación estudiantil Skull & Bones, fundada en la Universidad de Yale, en los años treinta del siglo XIX…  Y como si todavía se pudieran tomar en serio los Protocolos de los Sabios de Sión,  he vuelto a oír que los judíos y los masones tienen, secretamente, la sartén por el mango. Pero, amigos, frío, frío.  
      Si dejamos a un lado a los míticos Sabios de Sión, está claro que se trata de grupos interesantísimos,  entre los que van y vienen ciertos primates asimismo interesantes.  Ahora bien, de algo podemos estar seguros: esos grupos no nos estarían dando tanto que pensar si no se hubiera producido algo que les supera, que va más allá de sus puertas cerradas. Me refiero a una espectacular mutación  de la sensibilidad política de la elite del poder a la que, por supuesto, pertenecen todos sus miembros y todos sus activistas.
     Dicha élite  ha vuelto a las andadas, a actuar sin el menor respeto por el bien común, con un sentido patrimonial de la riqueza que produce escalofríos. Y esta novedad, esta mutación, nada casual, que ha tenido un largo período de gestación, tiene la particularidad de afectar no sólo a los elementos destacados:  ha hecho carne en el intelecto de gente con la que nos codeamos a diario, con gente que no sólo sirve a la causa de la élite sino que también le da vida, sirviéndole de apoyo,  de correa de transmisión, de cámara de resonancia y hasta de sistema nervioso.
     No podemos decir quién manda –el poder se divide entre diversos núcleos oligárquicos al servicio de sus respectivos intereses–,  pero sí sabemos quiénes fueron los causantes de la mutación,  unos personajes cuyos nombres la historia registrará en simples notas a pie de página. Me refiero a ciertos magnates de la industria cervecera y petrolera, a gentes como los Koch o los Mellon y a sus amigos de las empresas asociadas al complejo militar-industrial. Nada inventaron: bastaban las viejas ideas, algunas  medievales, otras de los principios del capitalismo.  Lo decisivo fue  el entusiasmo y el dinero que pusieron sobre la mesa con la intención de poner fin a la marea progresista de los años sesenta e imponer a la humanidad, como plato único, el capitalismo salvaje o neoliberalismo. Ellos echaron a rodar la revolución de los muy ricos, cuando, por cierto, parecía una causa perdida.
    La conjura –pues fue una conjura– se urdió en varios think-tanks y fundaciones creados a tal efecto (Cato, Bradley, Heritage, etc.) o reflotados para la ocasión, como fue el caso del American Enterprise Institute. Dichos think-tanks fueron creados precisamente porque la sociedad establecida, con sus universidades y sus leyes, con su saber acumulado, no estaba por la labor de echar por la borda el consenso y la sensibilidad del período iniciado en 1945.
    De no mediar esa conjura ni la Trilateral ni los  de Bilderberg ni los de Wall Street ni los del FMI, ni los del  Banco Mundial ni los de Bruselas habrían perdido los papeles y el sentido de los límites, tampoco los gobiernos, ahora capaces de ir directamente contra los intereses de la gente como si fuera de lo más natural.  Lo que no quiere decir que los conjurados de aquel entonces manden en el sentido convencional del término.
      En vez de atar cabos en plan paranoico, conviene acudir a la historia.  ¿Qué pasó a principios de los años setenta?  Los creadores de esos think-tanks se aplicaron a romper el paradigma de la posguerra, para lo que echaron mano de legiones de periodistas, profesores, escritores, sociólogos y gentes de la televisión, todos debidamente untados. Hasta pagaron a una legión de telepredicadores, naturalmente no con la idea de elevar el nivel de la gente sino con el de atontarla.
      Basándose en los informes de Walter Lippmann y de Lewis Powell, dichos caballeros, confiando en el poder del dinero, confiando el asombroso poder de la propaganda y del chantaje y de los sobornos a gran escala –poderes en los que Lippmann y Powell tenían una fe ciega–, se trazaron un plan  elitista y oligárquico de largo alcance, con la intención de retrotraernos a las coordenadas del capitalismo salvaje, lo que implicaba acabar con el consenso racional surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Cuarenta años después se demuestra que se salieron con la suya. Un resumen de lo sucedido figura en el libro Palabras para indignados, donde se pone en evidencia la vasta operación de ingeniería social de la que hemos sido víctimas. Esta operación ha conseguido lo que parecía imposible, a saber, modificar el encuadre intelectual de grandes masas humanas y también, dato capital, de la elite del poder y de sus asociados.  
     Por aquel entonces nadie en su sano juicio deseaba volver a las coordenadas del capitalismo salvaje; es más, ni siquiera se creía posible en el campo de la élite, pero esos caballeros lo lograron, hay que reconocerlo. Para ello tuvieron que comprar voluntades, tuvieron que seducir a muchos, y tuvieron que arrollar a sus oponentes, que se encontraban en mayoría. Y desde luego, tuvieron que colonizar física e intelectualmente todos los centros de poder, desde la Casa Blanca al FMI.
    No  pocos personajes de la vieja guardia del Club de Bilderberg y de la Comisión Trilateral  se vieron sorprendidos por esa campaña. Me refiero a personas poderosas, fanáticas del sistema capitalista pero que –he aquí la gran diferencia– habían renunciado al capitalismo salvaje por considerarlo inviable y hasta peligroso para sus propios intereses.  No querían volver a la época en que los ricos  vivían sentados sobre una bomba de relojería y estaban dispuestos a repartir un poco el pastel, pues lo último que querían era matar la gallina de los huevos de oro.  El mérito de los conjurados fue hacerles callar y reducirlos a la impotencia.
    Los casos de Johnson y de Nixon nos puede servir de referencia. El presidente Lyndon B. Johnson –cualquier cosa menos un santo–, merece ser recordado por haber encargado el llamado Informe Lippmann, pero también por no ponerlo en práctica.  Johnson quería pasar a la historia por sus realizaciones en el terreno de la justicia social, y el elitista Lippmann proponía  una acción elitista, un retorno al capitalismo salvaje, inseparable del desprecio por el pueblo. Johnson odiaba a los hippies, era codicioso hasta extremos perversos,  pero no estaba en la onda. Como hombre de la vieja guardia, soñaba con su Gran Sociedad, una sociedad igualitaria, con prosperidad para todos, y por supuesto no perdía de vista al electorado, al que no se imaginaba votando –como ha llegado a ser normal– contra sus propios intereses. Ni siquiera el pérfido Nixon, su sucesor, se quiso enajenar las simpatías populares para darle el gusto a la minoría ultrarreaccionaria que operaba desde los mencionados think-tanks. Johnson y Nixon, que no eran buenistas en ningún sentido, jugaban sus bazas como se había hecho desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt, procurando consolidar el sueño americano. No figuraban entre los conjurados.
     Para transformar el sueño americano en un infierno a mayor gloria de los más ricos hicieron falta años de sostenido esfuerzo publicitario a favor del capitalismo salvaje. Al respecto es interesantísimo el caso de la Ford, cuya fundación se había aplicado a patrocinar a toda clase de proyectos progresistas y que, con el acuerdo de la CIA había patrocinado, en el mundo entero, a políticos de centro e incluso de izquierdas (a condición de que no fueran comunistas). Bajo el influjo del proyecto ultrarreaccionario, dejó de hacerlo, y pasó a apoyar a los mencionados think-tanks, siguiendo las consignas de Powell, que bien claro había dicho en su informe que era una locura financiar a los enemigos del capitalismo. 
    No se llegó a Ronald Reagan en un día; tampoco a Margaret Thatcher.  Lo que empezó en esos conventículos ultrarreaccionarios no habría llegado muy lejos si no hubiese logrado convertirse en un movimiento, con sus correspondientes conversos, con sus premios y con sus castigos. En la actualidad, por lo tanto, no somos víctimas de unos sujetos sin escrúpulos que se reúnen en tales o cuales cenáculos,  porque somos víctimas de un movimiento de muchos tentáculos y muchas cabezas, todas ellas desprovistas del menor compromiso con la verdad y el bien común.
    Hubo una conjura, hubo un proyecto. Pero esto no quiere decir que los promotores del cambio de paradigma político, económico y social gobiernen el mundo en el sentido imaginado por Nietzsche. Estoy hablando de aprendices de brujo, de gentes que no miden las consecuencias de sus actos, mezquinas hasta la demencia. No hay un mando único y las contradicciones y las peleas dentro de la élite están  a la orden del día, lo que lejos de limitar al movimiento le confiere su peculiar dinamismo.
     En páginas memorables, Ian Kershaw nos describió  la forma de “gobierno” típica de la Alemania nazi. No es que Hitler entrase en detalles; es que sus secuaces se aplicaban a “trabajar en la dirección del Führer”. Ahora no hay Führer alguno, pero hay miles de personas, de diverso calibre y ocupación, trabajando “en la dirección del capitalismo salvaje”. No es preciso dirigirlas: ya saben lo que tienen que decir y hacer. Así, ven natural que con el dinero de los pueblos se salve a los bancos y a los grandes financieros, y que luego continúe la explotación de los mismos pueblos  ad infinitum, como si fuese natural y no una estafa y un crimen.
    Todo lo que es bueno para este capitalismo les complace; todo lo que lo obstaculice, malo. Tienen un sexto sentido para captar lo “malo” ahí donde esté, a veces muy lejos de la economía, por ejemplo en los dominios de la educación, la psicología, la filosofía y la moral. Todos ellos saben que la tradición ilustrada no les viene bien, como saben que la religión es estupenda como opio del pueblo. Y son muchos, muchísimos.  Un club de notables malvados no habría llegado muy lejos. 
    De hecho, siempre ha habido clubs de notables malvados, con las mismas o parecidas ideas. Lo terrible es que estamos ante un asunto que implica a miles de agentes, de diversas nacionalidades, que luchan entre sí como fieras por un pedazo de carne al tiempo que se  mantienen unidos contra la gente común, a la que han perdido completamente el respeto.
    Para colmo, hay otra complicación a tener en cuenta: no todos los agentes de la revolución de los muy ricos son demonios. Hay mucho imbécil por ahí. Siempre atentos a los intereses de este capitalismo loco,  abundan las personas  desprovistas de sensibilidad humana y de conocimientos históricos, con una  buena conciencia a toda prueba. Me refiero a seres incapaces de ver las consecuencias de sus sumas y restas. Y  esto nos plantea un problema muy serio.
    En los viejos tiempos, cuando el gran hombre insoportable caía, todo el tinglado se venía abajo, de súbito, como cuando Hitler se pegó un tiro, o poco a poco, como ocurrió tras la muerte de Stalin, o como sucedió aquí tras la muerte de Franco. El “sistema” actual  no tiene nada que ver con eso: tiene miles de piezas de recambio, en todos los niveles, en las universidades, en los parlamentos e incluso en los bares. 
    El Club de Bilderberg podría autodisolverse, la Comisión Trilateral podría ser desmantelada, podrían ir a prisión los capos de Wall Street, y todo seguiría igual.  No cabe hablar de un gobierno de la tierra, sino de la resultante de una desvergonzada lucha por el poder entre facciones diversas, con las correspondientes improvisaciones, obcecaciones y necedades. En todo caso, habría que hablar de un "desgobierno de la tierra" al servicio de los intereses oligárquicos. Los que iniciaron la jugada no mandan, no dirigen, algunos hasta han fallecido, y sólo les cabe el lamentable honor de haber desencadenado al monstruo depredador que la humanidad creía haber atado en corto allá por el año 1945. Dicho monstruo de muchas cabezas no dirige, no gobierna, no construye: devora.

jueves, 15 de diciembre de 2011

JUAN ROSELL VA A POR TODAS

     El presidente de la CEOE, Juan Rosell, un ingeniero industrial sorprendente, se encuentra en fase expansiva, entregado a la comunicación. Como propagandista de la fe neoliberal  está dando el do de pecho, según una partitura por todos conocida desde hace treinta años, desde su composición en la enrarecida y elitista atmósfera de los think-tanks más reaccionarios del otro lado del Atlántico.
     Nada de lo que dice con tanta fe ha salido de  su sustancia gris, pero eso da igual. Lo único realmente nuevo y llamativo es que no cante bajito, sino a todo pulmón, como recientemente han hecho los sabios de la Fundación Everis, convencidos de que ya es hora de dejar atrás la sociedad de las personas para pasar a la triunfal sociedad de los talentos.  
    En los viejos tiempos nadie  en su sano juicio se habría atrevido a decir cierto tipo de burradas, y menos aun a hacer ostentación de ellas e incluso a  elevarlas a la consideración del  Rey. Lo que indica la gravedad del momento histórico que nos toca vivir.
     Rosell va a por todas, por no ver fuerza alguna capaz de obligarle a marcarse unos límites sensatos, ni siquiera la dura realidad de los hechos sociales, toda ella fuera de su campo de visión.  Así, se ha salido de su terreno empresarial para apadrinar visiones antiilustradas en consonancia con su fe, en el campo de la educación, haciendo pie, no en ideas propias, sino en las doctrinas de los ya mencionados think-tanks norteamericanos, a los cuales se debe la destrucción de la educación pública en el país más poderoso de la tierra.  Por lo visto, no vale la pena gastar dinero en la educación de quienes ya vienen tocados por (presuntas) razones genéticas o socioculturales. Ahora lo que interesa es el talento, la excelencia., etc. etc.
      Mucho le gustaría a Rosell imponer el copago en la educación, la sanidad y la justicia, y ahora nos sale, en consonancia con todo ello, con la vieja idea de que hay que reducir el número de funcionarios, lo viene en el lote privatizador sobre el que tanto se ha predicado desde los tiempos en que  él era alumno de los jesuitas de Barcelona.
    De seguir los consejos del señor Rosell, pasaremos en pocos meses del Estado normal al Estado mínimo, el Estado ideal según el modelo neoliberal, un Estado residual pero  intratable, con el encargo de  garantizar el orden público y  las distintas transferencias de la riqueza en sentido ascendente. No se trata de disolverlo, porque es imprescindible para  para socializar las pérdidas (y además,  tendrá que seguir pagándole a la CEOE la subvención de cuatrocientos millones de euros.)
     Y es de ver lo rápido de reflejos que anda Rosell. Hace unos días, se supo  que el FMI, el BCE y la UE, todos a una, exigen a Grecia que el salario mínimo pase de 750 euros mensuales a 450. Y ya Rossel nos canta las ventajas de los minitrabajos, a los que se remunerará con 400 euros como máximo, con la posibilidad de que usted y yo, a menos que seamos holgazanes, tomemos dos…  Y ya nos podemos imaginar cómo se representa el señor Rosell la “necesaria” reforma del mercado laboral, a empezar por una congelación salarial de larga duración y por el despido a la china, de una patada.
     Si  Rosell se sale con la suya todos los males del Tercer Mundo irrumpirán en nuestro país, llevándose por delante la cohesión social y todos los progresos que tanto costó realizar y consolidar. Y el primer problema es que Rosell, en sintonía con el FMI, el BCE y la UE, ignorante de las consecuencias políticas y humanas del programa que se trae entre manos, puede acabar por llevar a nuestra democracia más allá del límite de su resistencia. 
     Si se expresa en tales términos sin prestar la menor atención al grado de indignación ya alcanzado, parece inútil pedirle un poco de sentido de la responsabilidad histórica. Pero algo hay que decirle, pues cree que el horno está para bollos como los suyos, y  se engaña absolutamente. Es muy lamentable que personas situadas en puestos importantes, a fuerza de hacer sumas y restas,  empiecen a comportarse como pirómanos.

domingo, 11 de diciembre de 2011

MERCKOZY SOCIEDAD ANÓNIMA

     Ana Flores nos pone ante la cruda evidencia de que Europa ha recortado su bienestar con la excusa del euro ( http://www.publico.es/dinero/411484/europa-recorta-su-bienestar-con-la-excusa-del-euro).  
     Lo más probable es que el euro no se salve, pero eso da igual: lo único que importa es ponernos en situación de ser  desvalijados y explotados hasta que nos quedemos en los huesos.  
     Como solución al paro Merckozy Sociedad Anónima recomienda vivamente los minisalarios de 400 euros. Es a lo que se quiere llegar: cuando el trabajador europeo cobre tanto como el trabajador chino, volverá a ser "competitivo". Esto es lo que se llama operar con sentido de futuro, con sentido de poder. Lo de aumentar la jornada laboral a 65 horas semanales fue algo más que una salida de tono, si pensamos en lo mucho que trabajan los chinos. La cosa va de mandarinatos y todo se andará.
     Una vez más debo recomendar el libro de Naomi Klein, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Nada hay de sorprendente en todo esto: lo único novedoso es que  esté sucediendo en Europa, hoy víctima de los mismos asaltantes que destruyeron las esperanzas del Tercer Mundo y de la Rusia  de Gorbachov.  He de decir que la primera vez que tuve un atisbo de estas cosas fue a  finales de los años setenta, cuando el plan neoliberal del ministro de la dictadura argentina Martínez de Hoz fue definido como "shock de terror económico" por un experto alemán cuyo nombre he olvidado.  Se trataba de imponer el dogma neoliberal y de doblegar a la sociedad, de las dos cosas a la vez. Hay mucha experiencia acumulada al respecto y sería necio llamarse a engaño. ¿Por qué creemos que los neoliberales no temen las reacciones sociales? Porque confían en sus expertos en márketing, en los medios policiales y parapoliciales, y en el poder debilitador de las dosis crecientes de miseria. Recuérdese que todo esto se puso a prueba en Indonesia hace una pila de años, y que no por casualidad se actúa como si nada hubiese que temer de los pueblos, cosa que a mi me parece una locura. 
    Pues bien, he aquí la triste verdad: la clase política europea ha sido abducida por los predicadores neoliberales y por los intereses correspondientes, y ahora  vemos los resultados. Se ha formado en esa escuela y en su doctrina antiilustrada, en sus viejas ideas servidas como nuevas, se ha formado en su fe en la propaganda y el márketing político, se ha formado en su desprecio por la gente, en su  sentido oligárquico del poder. Está mentalmente envenenada, físicamente comprada, carece de sentido histórico,  de sentido de la responsabilidad, no tiene piedad,  no tienen ningún plan digno de ser compartido con las personas normales, ningún proyecto digno de tal nombre; en suma, no da más de sí, y solo piensa en "la pela", sobre todo en la pela de los tiburones. 
     En lugar de servir al bien común como es su deber, esta clase política  sirve descaradamente a una elite rapaz  ya metida en la tarea de acaparar el dominio del mundo.  Merckozy es la cara europea de Carlos Menem o del odioso Fujimori. 
     En el libro Palabras para indignados. Hacia una nueva revolución humanista, Cristina García Rosales y yo hemos dado cuenta de cómo se ha llevado a cabo la revolución de los muy ricos, de la cual esta fullera  refundación de Europa publicitada el viernes forma parte como victoria, sólo asombrosa por tener lugar en el Viejo Continente. Allí ponemos a la luz la filosofía de la élite del poder que pretende llevarnos a empujones a una edad oscura como no hubo otra igual, a una sociedad  jerarquizada de corte oligárquico, a un mundo de amos y esclavos.
    Lo que se tramó en unos think-tanks ultrarreaccionarios (Heritage, Cato, Bradley American Enterprise Institute, etc.) a principios de los años setenta nos ha robado, mediante sobornos y chantajes, la entera cosecha del período inaugurado en 1945. Nótese que el pueblo norteamericano no fue a mejor con la fórmula neoliberal servida por esos think-tanks, sino claramente a peor. Hoy cuenta con 47 millones de pobres, 14 de ellos en las alcantarillas, y con una desigualdad social pasmosa. El neoliberalismo no puede ofrecer otra cosa, como acredita la devastación del Tercer Mundo y como podemos comprobar nosotros mismos en el espacio europeo, donde ya contamos, a la chita callando –antes de lo peor, que viene ahora–, con 25 millones de parados, con 40 millones de pobres y con 80 millones al borde de la miseria, como oportunamente nos acaba de recordar Ana Flores.
    Naturalmente, la legislación social europea  es/era un estorbo, una excepción molestísima, si pensamos en los usos y costumbres norteamericanos, impuestos por esa elite, y en los usos chinos, dictados por una oligarquía  no menos corrupta y totalitaria. Nada mejor  que acabar con esa singularidad europea: Se elimina una objeción a la barbarie neoliberal y se pone a disposición de la elite la posibilidad de hacer grandes negocios con la privatización de lo que quede del Estado de Servicios europeo. Ya se las promete muy felices esta gente: lo que al contribuyente le costó muchos años construir y desarrollar, le caerá en las manos a precio de saldo, con alguna ayuditas adicionales del Estado en quiebra.
    En la Edad Media se hablaba, con conmiseración, de “la pobre gente que paga impuestos”, pues obviamente no los pagaban ni la Iglesia ni los nobles. Pues eso, amigos.
    Pero esto va a acabar muy mal. Porque la  elite arrogante no tiene que vérselas con pueblos ágrafos, como ella quisiera, y a lo que apunta descaradamente con la destrucción de la enseñanza pública, el fomento de las escuelas privadas de corte religioso y el Plan Bolonia.
     Y como no somos ágrafos, estamos indignados. Hasta los niños saben hoy que se está utilizando el dinero del contribuyente para especular y para crear fondos esotéricos al servicio de la banca privada, en la seguridad de que si vienen mal dadas –cosa segura– el pobre lo pagará con la piel. Hasta los niños se han dado cuenta de que las pérdidas se socializan de la manera más frívola que quepa imaginar, lo que ya forma parte de las reglas del juego. 
    Hasta los niños se han dado cuenta de que la tijera se mete en los asuntos sociales, sin que en ningún momento se haya dicho una sola palabra sobre recortar los gastos militares y eclesiásticos, sobre poner coto a la impunidad fiscal de los ricos y de la banca, sin que se haya hablado de molestar a los usuarios de paraísos fiscales o de liquidarlos sencillamente, no sea que se fastidie el tramposo juego, que requiere anchas vías de evasión para los monstruos del momento, mafia incluida. 

viernes, 9 de diciembre de 2011

LA “REFUNDACIÓN DE EUROPA”, UN PASO MÁS HACIA EL ABISMO

    Este viernes, tras misteriosas reuniones nocturnas, ha tenido lugar lo que pomposamente se anunció como la “refundación de Europa”,  sin que se haya puesto el menor límite al mecanismo fatal que a todos nos lleva a la ruina. Recordaré esta fecha como el viernes negro europeo. No sé a santo de qué Sarkozy y Merckel han sonreído tanto. Simplemente, este ha sido un capítulo más de la revolución de los muy ricos, incapaces de detenerse. Como no será que ahora todas las Constituciones europeas se verán mancilladas, traicionando su sentido, con la intromisión de articulados favorables a dar garantías a esos dementes, articulados lógicamente contradictorios con el espíritu y la letra de cada una de ellas, a aprobar a puerta cerrada.     
     Se da el espaldarazo a la austeridad presupuestaria, y se mantiene  en pie el loco mecanismo por el cual se dan todas las ventajas a la banca privada sobre los Estados, y se oficializa la actuación, en campo Europeo, del FMI, que operará aquí como ya operó en la Argentina y en Indonesia. Lo único que han podido hacer la señora Merckel y el señor Sarkozy, cuando éste había llamado a rebato para salvar a Europa y salvar al euro, es bendecir dicho  mecanismo, dando por buenas las prescripciones del capo del BCE, señor Draghi, el hombre de Goldman Sachs,  y del sheriff Geithner, terne en su batalla por el dominio del mundo sin preocuparse como debiera de cómo van las cosas en su desventurado país.
     Encima, no hay ninguna garantía de que el euro vaya a salvarse, pues en ninguna parte está escrito que los chantajistas, a los que tanto se ha cedido, vayan a conformarse, pues no tienen límites ni forma parte de su esencia conmoverse ante nada.  
    Esta impresentable “refundación de Europa” que acaba de anunciarse a bombo y platillo se hace a costa de los europeos y de su futuro, no a costa de los pícaros que nos han metido en este desfiladero. Ya habrá gente calculadora y prudente que, visto lo visto, a estas horas esté remitiendo fuera de Europa gran cantidad de dinero, no sea que esto reviente y sólo queden parados y miniasalariados para responder del gigantesco bluff. Pero los financieros amantes de riesgo, desde luego que invertirán, no precisamente en el sentido de reactivar.
    Si a tan poco han llegado nuestros dirigentes, si sólo tienen valor para enfrentarse a sus respectivos pueblos, nunca a los beneficiarios de la colosal estafa que estamos padeciendo, se comprenderá que me sienta bastante inquieto sobre el porvenir inmediato, que será de franca recesión. Estados Unidos va por mal camino, Europa también, sobre los mismos rieles. La locura neoliberal debería haber acabado hace tiempo, pero va a más. Y nótese que a los pueblos mismos estos dirigentes, ya puestos a refundar, no han tenido nada que decirles. El problema es que no sólo nos dan la espalda, fulleramente, porque también se la dan a la mismísima realidad. No hace falta ser un adivino para predecir un triple desastre, económico, político y social. La revolución de los muy ricos no apunta a otra cosa.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

TIMOTHY GEITHNER & MARIO DRAGHI



     Mis amigos bienpensantes creen que, ahora sí, que Europa sentará las bases de su recuperación gracias al cónclave del viernes, que interpretan esperanzadamente en sentido positivo.
    El antidemocrático nombramiento de los señores Monti y Papademos  les causa placer, y no se ponen de color gris al considerar la participación del Fondo Monetario Internacional en los asuntos europeos más delicados.
   Mis amigos bienpensantes tienen una gran confianza en la dinámica señora Lagarde.  Celebran incluso el encuentro de Mariano Rajoy con el sheriff Geithner, del que esperan misteriosos resultados. Aunque no le conozcan, tienen en alta estima al señor  Mario Draghi, presidente del BCE. Además, confían en que del genio combinado de Sarkozy y de la señora Merckel salga algo positivo, y ya ven a España saliendo del rincón para ocupar un puesto de primera fila.  Y se enfadan conmigo, por considerarme un pájaro de  mal agüero.
    Si dejamos aparte las banderías políticas, creo que nos dividimos en dos grandes clases, la de los bienpensantes y la de los malpensados, en la cual me incluyo. Me gustaría muchísimo poder confiar, pero no puedo. Ya sé que da miedo contemplar el panorama europeo y mundial con los ojos abiertos, pero la cosa está demasiado clara como para hacerse el sueco.
   Yo veo a Europa sometida al poder más cutre de todos los tiempos, y no me fío un pelo de las intenciones de ciertos personajes a quienes no hemos tenido el privilegio de elegir y a quienes nuestros representantes electos han sido incapaces de parar los pies.
    Que Obama pusiese el Tesoro en manos de Timothy Geithner  fue una indicación precisa acerca del signo de los tiempos. No estamos ante un problema exclusivamente  europeo, claro que no. Estamos ante un asunto de poder, ante un descarado asunto de poder, de poder cutre como acabo de decir, desprovisto de cualquier consideración que vaya más allá de la pela, del gran negocio.
    Acusado de eludir al fisco –ocultándole unos dineros recibidos del FMI–, perfectamente al día de las trapisondas de Wall Street, que incluyen tomarle al pelo  al Congreso, maquillar las cifras y arramblar con el dinero del contribuyente a las claras y por la puerta de atrás,  el sheriff Geithner no  está en condiciones de dar lecciones a nadie. Si queremos saber lo que nos espera, sus víctimas brasileñas, mexicanas, indonesias, coreanas y tailandesas ya han pasado por la experiencia. Sépase al menos que por su formación es tributario de Kissinger y de Nitze, dos halcones más interesados en el dominio del mundo que en el bienestar de sus habitantes. El señor Draghi, de fulgurante carrera en tiempos de Berlusconi, es un personaje de Goldman Sachs. La dinámica señora Lagarde, buena amiga de Condolezza Rice, sirve a intereses atlantistas que nada tienen que ver con la finalidad original del FMI. Y no sigo porque no tiene sentido. 

lunes, 5 de diciembre de 2011

LOS SOLLOZOS DE ELSA FORNERO



    Sentada a la vera de Mario Monti, Elsa Fornero, ministra de Trabajo, se ha echado a llorar, incapaz de exponer los planes  que su jefe  tiene para los italianos.  Yo la comprendo, y le digo que sus lágrimas la honran.
   Lo único que no entiendo es que, con su sensibilidad, haya tomado plaza en ese gabinete surgido de un golpe de mano de los mercados contra la democracia italiana y, por extensión, contra la de todos nosotros. ¿Qué se podía esperar del señor Monti, el hombre de Goldman Sachs, salvo  una sucesión de salvajadas? No es que Europa corra peligro, es que ya se ha ido al carajo.
    Y motivos para llorar hay muchos.  Y no sólo para llorar de tristeza, sino también de rabia. Después de muchos años de soportar aquello de “¡la economía, estúpidos!”, después de oír que sólo los magos de la economía saben de qué va la cosa, resulta que nos han conducido hasta aquí, de donde sólo se pude “salir”con rumbo al infierno. Y resulta que esto mismo ya ha ocurrido en otras latitudes, y que no cabe ver en ello ninguna novedad. Lo único novedoso es que esto suceda en Europa, que de pronto pide auxilio al FMI, como si no se supiera a qué se dedica desde hace décadas.
    Ahora resulta que hasta el euro está en peligro. Me viene a la memoria que a Sadam Hussein le costó muy caro hablar de transferir sus divisas de dólares a euros, y recuerdo, como de pasada, que no fue una buena idea por parte de Gadafi la ilusión de crear una moneda africana sólidamente  anclada en el oro. No vaya a ser que los historiadores de mañana, si llega a haberlos, se vean obligados a contemplar la hipótesis de que  la basura financiera de la víspera, que todavía sigue dando vueltas, haya sido algo más que una locura y una colosal estafa.
    Por lo demás, doy por sentado que nos están empujando brutalmente hacia lo peor del siglo XIX,  hacia el capitalismo salvaje. Ya  va cobrando forma ante nuestros ojos, donde esperábamos cohesión social y progreso, una sociedad jerárquica, absolutamente retrógrada, de tipo medieval pero peor, por estar basada no  en la nobleza sino  en dinero –real o ficticio– y por estar caracterizada por no tener ni el menor asomo de lo que antes se llamaba temor de Dios. Aquí no hay ni justicia ni caridad, como cualquiera comprobar, y estamos ante el poder más cutre y mezquino de todos los tiempos.
    Y por eso son tan significativas las lágrimas de Elsa Fornero. Se acabaron las bromas. Ya sabemos adónde apuntan las deliberaciones a puerta cerrada, los actos extraparlamentarios, ya sabemos por qué se toman decisiones en domingo, por qué se escalonan las medidas, a todas luces indefinidas y siempre INSUFICIENTES. Y es que la lógica de los chantajes es esa precisamente.
    Todo está claro, la  estafa, el fraude, los embustes, todo. Y esto va muy rápido:  es obvio que Monti y los suyos –que los hay en todas partes– ya no tienen tiempo de maquillar sus salvajadas. Y es que la cosa se les ha ido de las manos, lo que es típico de los aprendices de brujo, de los déspotas y de los desequilibrados. De hecho, ya están dando lo que se dice un espectáculo. Y no lo digo por las lágrimas de Elsa Fornero: Si las personas decentes que ocupan cargos en Europa llorasen cuando se tiene que llorar, en lugar de sonreír neciamente, quizá estaríamos a tiempo para hacer algo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

LA DERROTA DEL PSOE


    Un buen amigo, socialista de toda la vida, me ha expresado la creencia de que el PSOE ha sido derrotado por culpa de la incomprensión de la izquierda y, desde luego, por la crisis, siéndome imposible arrancar de él la menor autocrítica. Defiende a Rubalcaba y da pruebas de confiar en las posibilidades de Carme Chacón, al tiempo que descalifica fríamente a los indignados.
   Nunca le vi tan perdido y vulnerable, y eso que ha tenido que pasar por no pocos trances amargos, como muchos votantes del PSOE.  Está claro que, mientras el PP aglutina a todo lo que se mueve desde el centro derecha a la derecha extrema, no ocurre lo mismo del lado contrario.  Da la impresión de que el “bipartidismo imperfecto” se encuentra en crisis, quizá entrado ya en una fase terminal más o menos larga, se modifique o no la ley electoral.
     Lleva cierta razón mi amigo socialista cuando dice que Zapatero hizo las reformas a regañadientes, y que si las demoró es porque le repugnaban, pero eso no implica que el votante de la izquierda, ya aguzados sus cinco sentidos por la crisis,  le vaya a celebrar los resultados, aunque se le diga que podríamos estar peor de no haber cedido él al chantaje de los mercados. Ya dije que esta crisis es sumamente dañina para la democracia. Al PSOE le ha tocado pagar los platos rotos, y ya veremos como sale librado el PP. Pero hay más cosas que decir.
     Era prácticamente imposible que Rubalcaba, el hombre fuerte del gobierno socialista, pudiera salir airoso de la prueba electoral, pues estaba tan quemado como el propio Zapatero, de cuya gestión no tuvo a bien distanciarse ni un milímetro. En realidad, no ha habido incomprensión de la izquierda. Lo que ha habido es un espejismo, por el cual el PSOE se ha sentido en la izquierda, sin advertir su obvia traslación hacia la derecha, para colmo vergonzante. Mucha gente ha sido testigo de esa traslación, y no precisamente la más despistada.
    El trágala de la modificación constitucional no ha sido un asunto menor, como tampoco la forma en que nos vimos involucrados en los sucesos de Libia, como la forma en que hemos acabado integrados en el famoso escudo antimisiles. Entiendo que mi amigo socialista vea con simpatía  a Carme Chacón, pero no debería olvidar que precisamente ella ha andado en estos arreglos, como también en el “manejo” de lo de Afganistán, teniendo en todo ello un papel muy semejante al que ha cumplido Elena Salgado, de modales no menos exquisitos.
    Se me ocurre que a estas alturas el PSOE se ha habituado a la práctica de la acomodación, algo que le viene de lejos, de cuando era de temer algún coletazo de la dictadura.  Y se me ocurre que, de aquí en adelante, tal y como están las cosas, no le va a ser suficiente con seguir en las mismas.  Los que hablan de renovar el partido harían bien no creer ni por un momento que los indignados son estúpidos y ellos los únicos listos. 

jueves, 1 de diciembre de 2011

HABLA SARKOZY

    Cuando las alarmas sonaron, en el 2011,  bien hecho el diagnóstico de la situación, Sarkozy propuso la " refundación del capitalismo". La salvación pasaba por algo grande, comparable, por lo menos, con los acuerdos de Bretton  Woods. Nada se ha hecho al respecto, tampoco él, que ahora nos propone, simplemente, la "refundación de Europa", a realizar en clave de austeridad.  Valor sí que tiene, pues habla y muestra sus cartas, cosa rara en un escenario político donde, a falta de propuestas serias y decentes, otros se conforman con breves comunicados y calculadas conferencias de prensa. Pero no es que él tenga propuestas serias y decentes, no.
      A creer a Sarkozy, la jornada de treinta y cinco horas y la posibilidad de jubilarse a los sesenta años han sido los grandes errores. ¡Acabáramos!  Ha vuelto a repetir que lo más importante es el "trabajo duro".  Ni una palabra de autocrítica, nada de nada. Cuatro mil franceses notables escucharon el mensaje publicitario presidencial sin hacerle ascos, como si aquí todos tuviésemos que estar de acuerdo con poner a Europa al servicio del Comité del Dolor integrado por banqueros, grandes empresarios y gigantes de las finanzas.
    Y esto aparece en primera plana, mientras la acción combinada de los bancos centrales de ambos lados del Atlántico se apresta a insuflar una impresionante cantidad de dinero al sistema, es decir, a la banca privada. Esta acción indica que   que la pirámide de Ponzi planetaria está  a punto de derrumbarse definitivamente. La puesta en escena ha sido de lo más cuidadosa, para que el ciudadano desprevenido y bien pensante no tenga la impresión de que se repite la jugada de hace tres años (una socialización de las pérdidas en toda la regla e incluso algo más, pues hay un descarado e incontrolado trasvase de riqueza hacia arriba).
    Sí, claro que se va a hacer todo lo posible para que los europeos no se vean metidos en un corralito y luego en un corralón, pero a su costa. Y Europa, si se impone la línea de Sarkozy, a buen seguro que va a perder en el envite su singularidad, irritante desde la óptica del capitalismo salvaje, necesitado de esclavos.
    Desde esta óptica es intolerable que los ciudadanos europeos tengamos más derechos que los norteamericanos y los chinos.  Por eso no se va a hacer otra cosa que seguir ayudando a los tiburones de las finanzas con una mano, al tiempo que con la otra se laminan los derechos que tanto esfuerzo costó conquistar a nuestros padres y abuelos. 
    

domingo, 27 de noviembre de 2011

DE LIBIA A SIRIA


     A creer a los medios de comunicación y a los gobiernos occidentales, a creer a las Naciones Unidas y a la OTAN,  la intervención en Libia se debió a las más nobles intenciones.  Se trataba de proteger a la población civil contra el sanguinario Gadafi.  Este mensaje fue repetido una y mil veces. Era, nos dijeron, una intervención humanitaria, y las intervenciones humanitarias no se discuten. 
     Supongo que es muy agradable creer en la historia oficial, pero bien claro ha quedado que todas esas bellas palabras han servido para encubrir un golpe neocolonial en toda la regla, motivado por intereses geoestratégicos y petroleros. Primero se introducen armas y mercenarios acompañados de asesores, luego se habla de la barbarie del líder atacado, y empiezan los bombardeos encaminados no a proteger  a los civiles sino a acabar con él.
    La gente de bien se resiste a creer que los más altos poderes puedan ser tan increíblemente hipócritas, tan cínicos, de ahí la eficacia de la retórica neocolonial.  Ahora, según parece,  la misma fórmula se está aplicando en Siria. Se nos hace saber que Bashir Al Assad es una bestia, un genocida, y algo habrá que hacer para poner fin a su régimen, otra vez por razones humanitarias, expresión que a estas alturas debería darnos grima, por el tufo goebellsiano que despide a tres leguas.
   La información no oficial nos habla de una operación multinacional contra Al Assad, similar a la que acabó con Gadafi. Se instruye a rebeldes, se les arma, se les paga, etc. y se proclama a los cuatro vientos que Al Assad está disparando por pura maldad, no para defenderse. En este caso, de gran peso son los intereses geoestratégicos de Israel, y principalmente, todo lo que se refiere, ya que no al petróleo, al control del agua. Y es que ya hemos entrado una  fase terminal, en la que se lucha por recursos naturales.

viernes, 25 de noviembre de 2011

A LA CLASE POLÍTICA EUROPEA (URGENTE)


     De seguir las cosas por este camino, ser demócrata, ser europeísta, ser español o griego dejará de tener sentido, salvo para la nostalgia.  
     Está visto que  la clase política europea no se atreve a poner freno a los poderes económicos de ambos lados del Atlántico: les tiene un miedo espantoso, por no hablar de los intereses particulares.  Que son poderes  temibles, eso ya lo sabemos. Pero hay que tener en cuenta que, una de dos, o saca fuerzas de flaqueza y les para los pies, o se verá pillada entre dos fuegos, viéndose obligada a elegir luego, sin duda a la desesperada, de parte de quién se pone, ya sin posibilidad alguna de engañar a nadie.
    Porque de seguir las cosas así, dicha clase política tendrá que vérselas con una rebeldía generalizada, con una desobediencia creciente, consecuencia directa de la pérdida de legitimidad. Llegados a cierto punto, al parecer cercano, ya sólo le quedará apelar a las fuerzas del orden público, obligándolas a ir más allá de lo permisible en un sistema democrático digno de tal nombre. 
     Sépase que  es bastante más fácil meter en cintura a los poderes económicos que meter en cintura a los pueblos irritados con razón. Y nuestra clase política debería recordarlo. ¿O es que no lo recuerda porque lo ignora, porque no sabe nada de historia? A ella le toca decir basta, no a los pueblos, pero si ella se obstina en ir por la línea del menor esfuerzo a costa del bien común, ¿qué cree que va a pasar? 

miércoles, 23 de noviembre de 2011

LA VICTORIA DE RAJOY


     Como se veía venir, el PP venció ampliamente el 20 de noviembre. Para el PSOE la cita electoral ha tenido un resultado calamitoso, y si el daño no fue mayor se lo debe al hecho de que muchas personas de espíritu práctico pensaron que votarle a Rubalcaba era la única manera de oponerse al rodillo de Rajoy. 
    Así las cosas, tras las elecciones, nuestro “bipartidismo imperfecto” es aún más imperfecto, y esto porque la izquierda está dividida y porque al PSOE le costará salir del agujero. El tiempo no ha pasado en vano, y a los desaciertos de Felipe González han venido a sumarse los de José Luis Rodríguez Zapatero. La memoria, a su manera, hace sus sumas y multiplicaciones, y no se puede vivir eternamente del recuerdo de Pablo Iglesias, como tampoco se puede levantar nada creíble sobre el antiguo miedo a la derecha. Acabamos de comprobarlo. Además, eso de hacer una política de derechas desde la izquierda sin sufrir bajas, es una forma de suicidio.  Sólo se puede servir a dos señores –al pueblo llano y a los primates del sistema atlántico– en fase de vacas gordas, y esto con disimulo. En los tiempos que corren, no hay manera. 
    Hay un problema que me obsesiona:  La presente crisis es una máquina de triturar sistemas democráticos. Lo que le ha ocurrido al PSOE no es más que un adelanto, sobre el cual debería tomar nota el victorioso PP antes de que sea tarde. No dudo de la capacidad de autoregeneración de los sistemas democráticos, pero hay que andarse con ojo. 
    La mayoría absoluta carga sobre las espaldas del PP una responsabilidad histórica de género abrumador. No sólo tiene que lidiar con una crisis económica sin precedentes; también debe arreglárselas para dejar bien claro que nuestra democracia sirve al bien común y no a otra cosa. Si  Mariano Rajoy se limita a ejecutar el proyecto del Comité del Dolor integrado por grandes banqueros, grandes empresarios y magos de las finanzas, no sólo sufrirá el PP. Sufrirá el sistema político que nos dimos en 1978, una perspectiva realmente espantosa.